MARCO TULIO AGUILERA Y LOS PREMIOS
abril 07, 2009MARCHA TRIUNFAL SIN ZAPATOS
En la revista Crítica de la Benemérita Universidad de Puebla num. 131, marzo-abril 2009, México, apareció el artículo que presento a continuación.
Peter G. Broad Department of Spanish Indiana University of Pennsylvania Indiana, PA 15705 pbroad@iup.edu Marco Tulio Aguilera y los premios literarios[1]
Hay algunos autores que escriben porque es su modo de ser. No pueden hacer otra cosa. Hay otros que escriben, los autores de best-sellers, por ejemplo, sólo para ganar dinero. Y los hay también, aunque no lo admitan, que escriben con el fin de ganar premios. Este último grupo tiene algo de los dos en el sentido de que les encanta el reconocimiento, los banquetes y entrevistas, que vienen con el premio. También los premios, con frecuencia, ayudan a saldar cuentas. Desde luego, hay probablemente algo de las tres categorías en todo autor, pero es interesante tomar la tercera como punto de mira para examinar la obra de un escritor. Se me ocurrió proponer esta ponencia cuando, al considerar el tema del Congreso, Los escritores y los premios literarios, me acordé de una ocasión cuando el narrador colombiano-jalapeño-mexicano Marco Tulio Aguilera Garramuño me mencionó que, con un premio que había ganado recientemente, iba a poner un jacuzzi en el nuevo baño de su casa (casa menos que modesta que había costeado con los beneficios de otros premios). A partir de esa ocurrencia, me puse a pensar en que si era realmente posible vivir, o al menos mejorar el nivel de vida, en base a los premios literarios. Aquí no estoy pensando en el Premio Nobel o el Premio Cervantes para nombrar sólo dos de los más prestigiados. Esos premios se dan a escritores de mucha trayectoria y que ya han gozado de bastante éxito en el mercado. Estoy pensando más bien en aquellos premios, dotados a veces de buenos montos, que se otorgan en casi todas las capitales de provincia o que ofrecen instituciones de cultura nacionales y regionales.
Pocos son los escritores que no han presentado una obra a algún certamen con la esperanza de darse a conocer ante un público más amplio y, al mismo tiempo, ganarse un poco de plata. Casi ningún autor ahora reconocido ha escapado de la seducción de los premios. Incluso el mismo García Márquez impulsó al principio su carrera participando y ganando el premio de novela promovido por la transnacional petrolera norteamericana Esso. Cuando empecé esta investigación descubrí que existen montones de premios literarios en el mundo literario hispánico. En este mes de octubre vencen nada menos que 45 premios literarios. Puede que haya más: éstos son los que descubrí en algunos minutos en Google. Incluyen premios de mucho prestigio, como el de la Casa de las Américas o, en menor grado, el de la Biblioteca Breve. Pero también incluyen premios que serán reconocidos solamente en zonas bastante limitadas, como el “VIII Certamen Poético y IV de Cuentos ‘Centro Cultural del Tango Zona Norte’” de Argentina. Uno de los premios más curiosos que descubrí es el “Primer Concurso de Relatos sobre la Depilación” dotado de un premio de mil euros en cada una de tres categorías: “Al relato más divertido”, “Al relato técnicamente más exacto” y “Al relato sobre la experiencia más sorprendente” (http://www.eldigoras.com/preanarrativa.htm). [Sería interesante formar parte del jurado de este premio, ¿no creen?] Esta situación no es nueva. Hay una tradición muy larga de premios literarios en el mundo hispánico (pensemos, por ejemplo en los juegos florales, que remontan al Medioevo. Marco Tulio ha ganado un par de juegos florales; que yo recuerde ahora, los Juegos Florales del Estado de Durango). En este Congreso de Indiana tenemos una sesión sobre el Premio Nadal a través del cual el mundo descubrió a Carmen Laforet, por ejemplo. También en España el Premio Adonais nos presentó a los mejores poetas de más de una generación. Estos son premios que se les otorgan a autores novatos, no los premios que se les dan a los ya consagrados. Con un par de ellos un joven escritor se da ánimo para continuar su desarrollo. No hay que hacer más que mirar las biografías de algunos jóvenes valores de la literatura reciente para ver la importancia que dan a los premios. En Wikipedia dan una lista de premios ganados para cada autor. Carmen Boullosa, por ejemplo, en los diez últimos años ha ganado por lo menos siete premios importantes. José Agustín no sólo ha ganado sus premios sino que ahora, en su estado natal de Guerrero, han puesto su nombre a un premio dotado de miles de pesos. La lista de los premiados incluye a casi todos los autores mínimamente conocidos en los años más recientes. Así es el caso de Marco Tulio Aguilera Garramuño, un escritor que ha ganado decenas de premios (aproximadamente 25, de los cuales por lo menos 15 son importantes, sin mencionar aquéllos en los que ha sido finalista, ha recibido menciones honoríficas o segundos lugares --fue finalista, por ejemplo, del Premio Alfaguara de Novela en España) y sigue publicando sin lograr, todavía, un verdadero éxito de mercado a nivel mundial (quizás debido al hecho de que vive en Xalapa, lejos de las fanfarrias de los centros de poder editorial: Frankfurt, Barcelona, París). Marco Tulio ha publicado, a lo largo de más de treinta y cinco años, algo más de una docena de novelas y muchas colecciones de cuentos. Empezó a escribir cuando era estudiante de licenciatura en Cali, continuó cuando fue a estudiar a Kansas, y, desde 1980 vive y escribe en Xalapa, Veracruz, en México. Nunca ha logrado suficiente público para poder vivir de su literatura, pero ha ganado una serie continua de premios que han hecho más cómodo su nivel de vida. Cuando aún era estudiante de filosofía en Colombia dice que “escribía hasta tres y cuatro cuentos diarios” (Peláez González). Con estos cuentos ganó un par de premios – el Concurso Internacional de Cuentos, La Felguera, España (primer finalista) en 1973 y el Concurso de Cuentos, Universidad de Santiago, Cali (primer, segundo y tercer premios, curiosamente con seudónimos femeninos) en 1974 – lo cual le dio cierto renombre y algunos enemigos en los círculos literarios locales y le estimuló a seguir una carrera literaria. Luego vino la primera novela, Breve historia de todas las cosas. En 1975, el mismo año en que Aguilera Garramuño terminaba su licenciatura, a los 26 años de edad, apareció publicada por Ediciones La Flor en Buenos Aires. Fue elogiada por la crítica tanto periodística como académica de muchos países y fue galardonada con el Premio Nacional de Novela “Aquileo J. Echeverría”, otorgado por el Ministerio de Cultura de Costa Rica, país donde Marco Tulio había pasado su adolescencia. Con estos premios a cuestas, y con la ayuda de Raymond Williams, a quien había conocido en Cali, salió a conquistar el mundo desde Lawrence, Kansas, donde estudió la maestría en Literatura Hispánica. Los dos años que pasó en Kansas aparecen novelados más tarde en su cuarta novela, Mujeres amadas, publicada por la Universidad Veracruzana. En una escena, en una fiesta, hablando con una peruana, dice el texto: “Ajá, dijo, conque yo era el escritor, había leído en The Kansan la entrevista, decían que el éxito había llegado temprano, que ya me comparaban con... cómo se llama, ése que escribió la novela aquella llena de gente, el árbol genealógico, fíjense, muchachas, just imagine, una promesa de la literatura, ¿qué estás estudiando?” (14). Al final de esta novela Aguilera Garramuño hace referencia a dos premios más que ganó en esta época, premios que otra vez le cambiaron la vida. Hablando en tercera persona de su protagonista/alter ego el protagonista dice: “Compró auto, un arcaico Volkswagen gracias a un premio literario que le concedió la Universidad Juárez del estado de Durango. 30 000 pesos, el beso de una reina y una rosa de oro en cajita de nácar, las venias de los ancianos de la Academia de la Lengua y la despedida de un mariachi, lo hicieron sentirse héroe olímpico coronado con ramitas de laurel y perejil”. Y en la siguiente página: “...gracias a otro premio conseguido con un cuento escrito en Lawrence – decidió levar anclas y mandarlo todo a ese sitio tan conocido en México llamado la chingada” Estos son premios verdaderos que ganó Aguilera Garramuño en 1979, año en que ganó cuatro premios en total con los que suplementaba su sueldo como profesor por horas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. El Volkswagen comprado con el primero de los premios figura como elemento importante en una larga serie de cuentos y novelas escritas más tarde. [Aún lo tenía cuando yo lo conocí diez años después.] El segundo premio fue en el concurso organizado por La Palabra y el Hombre, revista literaria de la Universidad Veracruzana. (El primer premio fue para Sergio Pitol, actual Premio Cervantes). Marco Tulio fue a Xalapa para recibir el premio; allí conoció al rector Roberto Bravo Garzón, quien le ofreció un puesto en la radio y en la editorial de la universidad. Marco Tulio aceptó la oferta y se estableció definitivamente en esa ciudad. En resumen, entonces, Marco Tulio Aguilera Garramuño pasó de estudiante a lo que sigue siendo su estado actual, el de trabajador/investigador en la Universidad Veracruzana, gracias a una serie de premios literarios. Los primeros le animaron a continuar, el de novela le facilitó su beca en Estados Unidos. Una de esas fue el pretexto de su traslado a Monterrey, de donde se escapó gracias a un premio que le compró el coche y otro que le consiguió el trabajo. En el mismo año de estos premios, ganó otro por una colección de cuentos que luego se titularía Cuentos para después de hacer el amor. Este libro es el que más ediciones ha tenido (13 a la fecha en México, Colombia y España) y era el que más ejemplares había vendido hasta que apareció El pollo que no quiso ser gallo, del que hablaremos más adelante. Cada vez que aparece una nueva edición de Cuentos para después de hacer el amor en México, en España o en Colombia, agrega y quita cuentos y además, busca otra editorial. La edición más reciente que yo conozco es de hace tres años, publicada en Colombia y México por Alfaguara. A raíz de este premio ha podido mantener un agradable chorrito de ingresos a lo largo de casi treinta años. La segunda novela que escribió Aguilera Garramuño terminó titulándose Paraísos hostiles. La acción está ubicada en un lugar que tiene mucho de Monterrey y algo de Cali. Al igual que la primera novela, la presentó para un concurso y sacó esta vez una “mención especial” en el Concurso Nacional de Novela patrocinado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Gobierno del Estado de Querétaro. No le valió los mismos elogios de la primera novela, pero lo mantuvo frente a la crítica. Con la tercera novela volvió a ganar un premio de verdadero prestigio. Con un libro llamado para el concurso Venturas y desventuras de un frenáptero (publicado luego bajo el título de Los placeres perdidos), Aguilera Garramuño mereció el premio de la Primera Bienal de Novela “José Eustasio Rivera”. Más tarde serviría como miembro del jurado en este mismo concurso junto con el chileno José Donoso, experiencia que recuerda y quizás vuelve más interesante de lo que realmente fue en su novela Las noches de Ventura. Así que, con sus tres primeras novelas, Marco Tulio ganó premios en tres países distintos: Costa Rica, México y Colombia. Tenía un libro de cuentos que se vendía bien y empezaba a ser considerado uno de los jóvenes valores de la literatura hispanomericana del “post-boom”. Y sin embargo, se veía obligado todavía a mantener su sueldo en la universidad y a luchar por la publicación de cada nuevo libro. Entre las dos novelas siguió presentando cuentos a varios concursos. Logró ganar menciones en tres concursos internacionales de cuento en diferentes años patrocinados por la revista Plural y el periódico Excélsior y finalmente en la cuarta emisión del mismo concurso ganó el Premio Latinoamericano de Cuento. También ganó el Concurso Bernal Díaz del Castillo organizado en Coatzacoalcos y otro concurso que solamente fue convocado dos veces y luego desapareció: el Concurso Latinoamericano de Cuento "Gabriel García Márquez". Dos años después del premio a la tercera novela, Aguilera Garramuño presentó una breve antología de cuentos con el título de Los grandes y los pequeños amores en el Concurso Nacional de Libros de Cuentos organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en San Luis Potosí. Ganó el Premio Nacional, lo cual le ha dado ánimos para escribir más cuentos de una índole algo diferente de la de las colecciones con títulos fuertemente eróticos: Cuentos para después de hacer el amor fue seguido por Cuentos para Antes de hacer el amor. [Yo le culpé en un artículo de escribir cuentos en vez de hacer el amor, pero no sé si será cierto. Ahora Marco Tulio anuncia que el próximo año aparecerá el tercer libro de la serie: El imperio de las mujeres, subtitulado Cuentos EN LUGAR DE hacer el amor. Con esta serie de títulos bizarros Marco Tulio demuestra que hace lo que se le da la gana y que no le importa el juicio de sus colegas escritores, que podría considerar ridículo un proyecto que incluya cuentos para antes, despúes y en lugar de... Sólo faltaría Cuentos mientras se hace el amor.] Y Marco Tulio no se ha limitado a los premios de narrativa tradicional. Cuando ve un premio que le pica la curiosidad o la ambición, busca en su disco duro y se postula. Pero Marco Tulio aclara: nunca ha escrito para los concursos, sino que una vez que ha escrito un texto, aparece la tentación… y cae. Marco Tulio es como Salvador Dalí: tiene gusto grande por el dinero y no lo niega. Así fue que en 1990 recibió una primera mención en un Concurso Internacional de Teatro de la revista Plural y Excélsior con la obra breve Queremos oso. Esta fue una versión teatralizada de un cuento publicado en varias colecciones con títulos diferentes. La obra de teatro se publicó luego en Tramoya, la revista de teatro que dirigían Emilio Carballido y Eladio Cortés. Este premio no le impulsó a dedicarse más al teatro, pero un cineasta colombiano sí filmó una versión de otro de sus cuentos, “El suave olor de la sangre”, con éxito en la televisión colombiana. El próximo gran proyecto de Aguilera Garramuño fue una serie de novelas que formarían una tetralogía llamada “El libro de la vida”. El proyecto quedó trunco y sólo se publicaron tres de las novelas: Buenabestia, La pequeña maestra de violín y La hermosa vida. Sin embargo, las presentó para premios, lográndolos sólo para la primera. Con Buenabestia (titulada Las noches de Ventura en México) fue finalista en 1992 en el Concurso Internacional de Novela Planeta-Joaquín Mortiz, y el año siguiente fue también finalista en el Concurso de Novela Novedades-Diana. (La novela se publicó con Planeta en México y, en Colombia, con Plaza y Janés.) Durante muchos años Aguilera Garramuño trabajó en la editorial de la Universidad Veracruzana como director de la revista científica La ciencia y el hombre (nombre derivado evidentemente de la otra revista en que trabajó La palabra y el hombre). La revista era realmente de ciencia – estudios de biología, física, química, etc. – pero Marco Tulio también decidió dar un poco más interés a sus páginas incluyendo de vez en cuando obras de ciencia ficción. Al cabo de unos años decidió escribir un cuento propio, y, como es su costumbre, lo presentó en un concurso. En 1997 ganó el Premio de Ciencia Ficción “Bogotá, una ciudad que sueña” por su cuento titulado “Dios juega a los dados.” También probó suerte en otra área de la ficción. Cuando sus hijos eran pequeños inventaba cada noche cuentos para dormirlos. Viendo que el Premio Nacional de Literatura en México era bastante atractivo, presentó una colección de cuentos muy moralizantes al jurado. Así fue que ganó el Premio Nacional de Cuento Infantil “Juan de la Cabada” en 1998 con su libro El pollo que no quiso ser gallo. La primera edición de este libro fue patrocinada por el Gobierno del Estado de Veracruz, pero han salido recientemente dos nuevas versión ilustradas en México y en Colombia en la editorial Alfaguara. Este libro de cuentos infantiles vino a desbancar en ventas a Cuentos para después de hacer el amor. El libro ha sido leído por alumnos de primaria en todo México, se han hecho adaptaciones radiofónicas en varios países, teatro, música, se ha traducido a lenguas indígenas y a lenguaje. Entrar en Alfaguara, la más grande de las editoriales dedicada a la narrativa en todo el mundo hispánico, ha sido indudablemente un importante logro que ha obtenido Aguilera Garramuño con sus premios. “He entrado a Alfaguara tumbando las puertas”, ha dicho Marco Tulio. “No he tenido que hacer antesala ni he tenido que negociar con editores y lectores amañados”. Después de varios intentos fallados, Marco Tulio presentó una novela al Concurso Internacional Alfaguara en España 2002. Se trata de otra novela esencialmente autobiográfica, pero esta vez sin el elemento erótico. Narra los últimos años y el fallecimiento en el seno de su familia reunida de su madre, y se titula El amor y la muerte. No ganó el premio, que fue otorgado a la obra presentada por Elena Poniatowska, pero salió como primer finalista, lo cual sirvió para que se lo publicaran en la editorial y le dieran un generoso adelanto en dólares. De ahora en adelante sus libros de Marco Tulio van a tener una difusión mucho más amplia. Alguien podría pensar que un escritor que ha participado y ganado tantos premios de alguna manera se ha vendido, ha permitido que la calidad de su obra disminuya, se ha dedicado a escribir a destajo. Los testimonios de lectores autorizados van en contra de esta opinión: sobre las obras de Marco Tulio han llovido manifestaciones de admiración de autoridades de primer nivel en muchos países: Gabriel García Márquez, Rubem Fonseca, Edmundo Valadés, Efraín Huerta, Raymond Williams, Seymour Menton, John Brushwood, Wolfgang Luchting, José Agustín, Pedro Ángel Palou, Eusebio Ruvalcaba, Huberto Batis, Óscar de la Borbolla, Enrique Serna. No hay mejor manera de concluir este recorrido por el historial de la narrativa de Marco Tulio Aguilera Garramuño que con estas palabras suyas publicadas recientemente en su blog: “Yo, que he participado en muchos concursos, perdido varios y recibido algunos, quizás suficientes para ganarme algunas animadversiones, reconozco que en el caso de algunos escritores premiados con grandes premios como el Nobel y el Cervantes, existe el peligro que entraña el éxito súbito y multitudinario: Gabriel García Márquez tuvo que encerrarse a piedra y lodo tras el Nobel; Doris Lessing tras el mismo premio ya no soporta su vida sometida a entrevistas, reuniones, celebraciones, homenajes; Sergio Pitol, que gozó intensamente su premio Cervantes, ahora se ve afectado por enfermedades que lo alejan de la vida pública. Y sin embargo algunos personajes de la vida cultural local insisten en arrastrarlo a actos públicos soporíferos y torturantes. [...] ¿Conclusión? Los pequeños premios ayudan a vivir. Los grandes premios ayudan a morir. Para mí quiero muchos premios pequeñitos. Desde ahora declaro que no voy a aceptar el Nobel que ya me han ofrecido algunos inocentes y no muy iluminados amigos” Reprocharle a un escritor que participe en concursos, reciba premios y disfrute del producto de su trabajo no puede ser otra cosa que envidia de la mala. Piénsese que Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa, ya famosos hasta la saciedad, han sometido sus obras y han ganado los concursos Alfaguara y Planeta. Y ahora tenemos que el más reciente premio Planeta es ni más ni menos que Fernando Savater, quizás el más famoso filósofo de la actualidad. Marco Tulio no se detiene: a fines de este año promete terminar Historia de todas las cosas, obra de 540 páginas con la que asegura va a cumplir con lo que se anunció a principios de su carrera y que en su blog ha anunciado que estará a la altura de la novela más admirada de la lengua castellana contemporánea. Y sigue: para dentro de ocho años anuncia El sentido de la melancolía, obra que ya en borrador tiene 1111 páginas y que afirma será más importante que la anterior. ¿Megalomanía? Quizás. Tal vez el autor bogotano-caleño-costarricence y ahora jalapeño diga para sí: Ande yo caliente y ríase la gente, ladren los perros, etc.
Obras Citadas
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Mujeres amadas. 2a edición. Xalapa: U. Veracruzana, 1996. -----------------------------------------. “Sergio Pitol: gloria y caída.” Jueves 18 de septiembre de 2008. Mistercolombias.blogspot.com.
Peláez González, Cristóbal. “Escritor nuestro y lejano.” El Colombiano-Dominical. Medellín, 19/11/89. [1]
Texto leído en el más reciente Congreso de Literatura Hispánica celebrado en Indiana, Pennsylvania. Mucha de la información en esta ponencia viene de mi libro inédito Marco Tulio Aguilera Garramuño: narrador del amor en busca de la vida, 1999. Partes de este libro están incluidas en El ojo en la sombra, antología de textos de Aguilera desde 1975 al año 1998 (Universidad Veracruzana, Colección Ficción, 2001).
1 comentarios
HOLA, MARCO TULIO.
ResponderEliminarCON MI LECTURA DE HISTORIA DE TODAS LAS COSAS, ME PASÓ ALGO PARECIDO A LO QUE DICE UNA CANCIÓN POPULAR. RESULTA QUE TRES VECES LO INTENTÉ. LA PRIMERO POR UN ENORME GUSTO, LA SEGUNDA POR CAPRICHO, Y LA TERCERA ME GUSTÓ. SOLO QUE ME PASÓ LO QUE AL ESPERMA DEBILUCHO; POR MÁS QUE INTENTÉ LLEGAR AL ÚTERO DE LA NOVELA, NO LO PUDE LOGRAR. PERO… ¿NOVELA? ¿LIBRO? ¿MAMOTRETO? ¿UN CONJUNTO ORGANIZADO DE COSAS? REALMENTE NO LO SÉ. TRES VECES LO INTENTÉ, PERO SÉ QUE EN CUALQUIER MOMENTO LO LOGRARÉ.
LO ANTERIOR, LO DIGO CON MUCHO RESPETO Y APRECIO.
ATENTAMENTE: UN DILETANTE LECTOR