JOTAMARIO EN LA GLORIA
abril 06, 2009PALABRAS DE UN FRENÁPTERO
Discurso pronunciado en Caracas al recibir el Premio "Chino" Valera Mora el 29 de octubre de 2008
Jotamario Arbeláez es un amigo querido, un alto poeta, un heterodoxo radical, un hombre muy simpático que toda su vida ha hecho su capricho y ha sobrevivido airosamente y ha cosechado el cariño de mucha gente. Dice ser nadaísta pero yo creo que más bien es un frenáptero. Cuando leyó mi primera novela me dijo que yo era un nadaísta, lo que acepté no muy convencido. Ahora yo le devuelvo la estocada: me parece que Jota es un auténtico frenáptero --y el que no sepa qué es un frenáptero, que se joda, o que lea Los placeres perdidos, de un gran amigo de quien este escribe. En su discurso de aceptación de un premio que le concedieron en Venezuela Jotamario afirma que Mutis le escribió el discurso a Gabo para que lo leyera en la ceremonia de aceptación del Nobel. Yo sí creo esto. Hace más de diez años afirmé que Mutis era mejor novelista que Gabo. Tal afirmación entusiamó a Mutis, quien me dijo: "Yo también creo lo mismo. Pero el hecho de que me lo digas tú, me reafirma en mi convicción". En fin, ahí les va el discurso del frenáptero Jota...
La madrugada del 21 de Octubre de 1982, una puerta de Hidalgo 13, en San Jerónimo, ciudad de México, se estremeció con unos golpes concretos que muy pronto despertaron al habitante. Cuando el poeta Álvaro Mutis, cobijado con una manta, descorrió los cerrojos y entreabrió el portalón, se encontró con el rostro demudado de su amigo Gabriel García Márquez, quien con acento trémulo murmuró: A… A… Alvarito. A… A… Acaban de concederme el Nobel. Y lo peor es que a ti te va a tocar escribirme el discurso para recibirlo. Y Mutis imitó a las mil maravillas el estilo de su discípulo Gabo para escribir ese texto glorioso que es "La Soledad en América Latina".
El Premio ‘Chino' Valera Mora no será el Nobel -y mucho menos Jotamario Gabo, como tampoco el poco monárquico presidente Chávez es el rey Carlos Gustavo de Suecia-, aunque para la poesía en lengua castellana casi lo es, por la representatividad y monto de la presea. Me toca enfrentar este reto, que excede mis dotes líricas, porque me ha sido imposible encontrar un amigo a quien encargarle semejante compromiso. En primer lugar, porque la mayoría no tienen casa, ni por consiguiente puerta, y ni siquiera viven en este mundo. En segundo lugar, porque ninguno se le mediría a imitar mi estilo, por temor de arruinar el suyo. Y en tercer lugar, porque me tocaría reconocerle al amanuense, tal como andan nuestras tarifas, por lo menos el 10% de lo contante y sonante. Y ese diezmo ya lo tenía destinado para las víctimas del huracán Eisenhower, en la querida isla del caimán barbudo. Y no digo Ike, porque no me gusta usar sobrenombres, y menos a presidentes en el país del Tío Sam.
Estoy seguro de que Cuba va a recibir con beneplácito este verde aporte poético, que entregaré a su embajador en Colombia, por cuanto no está condicionado al envío de agentes nadaístas encubiertos a visitar a los damnificados deslizándoles proclamas en contra del Che. No colaboro con más, porque mis finanzas pasan actualmente por un crack similar al de Wall Street. Y no es un aporte a la revolución cubana en su actividad política sino a un pueblo que tras resistir 50 años el asedio y el bloque del Imperio, es castigado por un fenómeno natural contra el que nadie puede disponer de defensas. Esa reconstrucción necesita de unas tablas y clavos que les aporto. Para evitar molestas interpretaciones de que estoy robusteciendo protestas –consideradas subversivas– en mi país, esta pequeña donación no va para los indígenas alborotados ni para los corteros de la amarga caña.
Antes de seguir adelante debo relatar una anécdota que puede constituir una salvedad: ad portas de su muerte el poeta Jorge Zalamea recibió el Premio Lenin de la Paz consistente en una buena cantidad de rublos. Pero por ese entonces los premios literarios tenían el gravamen del 30%. Ante lo cual el afligido vate acudió al presidente de la República, Alfonso López Michelsen, quien de inmediato ordenó derogar tan exorbitante impuesto. No seré tan buen poeta como Zalamea ni se si en Venezuela los premios literarios estén castigados por severos impuestos. De ser así, me tocaría acudir al primer mandatario venezolano, a ver si tiene la misma comprensión y afecto por la poesía que su ex colega el presidente López, que en paz descanse después de no dejar descansar al país con sus sarcásticas ocurrencias. No quisiera quedar mal con Cuba al ofrecer a sus damnificados la parte que se me retiene del premio.
De los colombianos galardonados por la Fundación Rómulo Gallegos , en narrativa, debo destacar su tradición de desprendimiento. Si bien Manuel Mejía Vallejo, que lo ganó en 1989, se lo bebió solito con sus amigos, Fernando Vallejo, que lo recibió en 2003, trasladó el metálico en su totalidad a los perros de Caracas. García Márquez, en 1972, lo había hecho a los del MAS, sin contar con que en ese movimiento había también Tucanes. En Colombia hubo indignación con sus dos máximos escritores en su momento, porque allá también hay perros, aunque algunos parecen hienas.
Paños menores , el libro al que se ha concedido este premio, es el resultado de 44 años de trasegar, escrutando los pasos de Cardenal, de Rivero, de Palomares y Jaramillo Escobar por el tema de la ciudad, de mi padre, y de su oficio la sastrería del que desistí por meterme de poeta en el nadaísmo, movimiento de vanguardia al que me reclutó hace 50 años el bienaventurado profeta Gonzalo Arango. “Colombia ha perdido un sastre, pero ha ganado un poeta”, proclamó a los cuatro vientos. Con esta presea, pago mi deuda familiar por haber desertado del arte sartorial. Y reivindico a Gonzalo Arango por haberme insuflado una estética que, medio siglo después, sigue siendo repudiada por críticos menores y poetas mínimos, que quieren hacerle gratis el trabajo sucio a la Academia Colombiana de la Lengua.
Me dicen quienes le conocieron que el Chino Valera Mora era un poeta terrible que se las daba de juguetón, o al contrario, como algunos dicen de mí. Por eso voy a hacer, en su memoria, esta trastada poética:
Cómo camina un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
En qué piensa un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven su rostro
De qué color es la piel del poeta que recién ha recibido el premio valera mora
De qué modo se sienta el poeta que recién ha recibido ese premio
Saludará a sus amistades
Y no sigo con la referencia del poema Oficio puro, porque tendría que llegar a ese incómodo verso que dice:
Cómo se arrodilla un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
Que es lo que quisieran que respondiera los moribundos enemigos del nadaísmo y los grotescos enemigos del premio por motivos extrapoéticos. Pues bien, me es imposible arrodillarme porque según proclamaba el profeta Gonzalo Arango, un nadaísta para lo único que se arrodilla es para hacer el amor, porque me siento muy bien de pie ante los representantes del estado venezolano que concede tan alto estatus a la poesía, y porque el único arrodillamiento realmente vergonzoso es ante el gobierno de los Estados Unidos.
Aprovecho este momento estelar para declarar ante mis compañeros del grupo nadaísta en sus 50 años, que es imposible continuar con nuestro ideario, que por más gaseoso y prendido del zen que sea, no soporta que uno de sus integrantes mayores -mi amigo más querido por lo demás-, sea defensor de oficio de los actos del presidente Uribe. Para mí, y para nuestros admiradores de siempre y jóvenes seguidores, eso repugna a nuestro prontuario. Quiere significar que al presidente Uribe, así no acabe con la guerrilla y el paramilitarismo, le cabe el dudoso honor de haber acabado con el nadaísmo, que sobrevivió medio siglo de incomprensión y persecuciones.
Pero hay algo peor, que igualmente choca con la idea del movimiento, como pasó hace 36 con Gonzalo Arango. Estoy en componendas con Jesucristo. Hemos hecho un pacto de no agresión. Es más, después de toda una vida de agnosticismo, estoy dispuesto a concederle el estatus de divinidad. Me dispongo a transitar su camino, que desde luego no es el de las iglesias que le elevaron. Así que propongo que declaremos cesante el invento, le apliquemos la eutanasia criminal porque no está desahuciado, y nos dediquemos a vivir de las memorias del refinado difunto. Ya la vanguardia quedó atrás, como nuestros sueños. Ya le cantamos al sexo desenfrenado y a la revolución planetaria, a las sustancias sicotrópicas y al guerrillero heroico. Pero no contamos con el sida ni la heroína.
Quisimos con la poesía, tanto los nadaístas como nuestros hermanos del Techo de la Ballena, con nuestros legendarios desafueros antisociales y socializantes, crear un tempo de paz y concordia entre las naciones, por lo menos entre las nuestras, fueren cuales fueren los gobernantes. En ese sentido, el ‘Chino' Valera Mora, como cantor popular e integrador poético, es más importante que nuestras cancillerías. Por lo menos en mi país, cuando notifiqué a la Cancillería que había merecido el Premio Internacional de poesía Valera Mora, y que me habían incitado a participar en México en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que si me mandaban, me mandaron… a freír espárragos. Que una vez fritos aproveché para comérmelos en nombre de la seguridad democrática.
Por la poesía, hermano poeta Valera Mora, buscaremos impedir que un hermano dispare contra el otro desde ningún lado de la frontera.
Me honro con la amistad de grandes poetas venezolanos a quienes tengo el dudoso privilegio de sobrevivir. Los inmensos Vicente Gerbasi y Juan Sánchez Peláez, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, Adriano González León y Eugenio Montejo, Carlos Contramaestre y el venecuatoriano César Dávila Andrade, Ludovico Silva y Rafael José Muñoz, a quienes alumbro como santos con la lámpara de mi mesa de noche.
Debo consignar mi gratitud a quienes hicieron posible este premio mayor a Paños menores. A José Ángel Leyva y la revista Alforja , mis editores mexicanos; al poeta Sergio Mondragón por su prólogo irrebatible y a Gilma Suárez por la irresistible fotografía de portada. Al buen gusto y buen juicio de los jurados María Baranda, de México, Luz Mery Giraldo, de Colombia y Enrique Hernández D'Jesús, de Venezuela. Y desde luego, a la memoria de don Rómulo Gallegos y a la Fundación que lo inmortaliza.
Que me permita Saint John Perse la paráfrasis. He aceptado para la poesía nadaísta el homenaje que aquí se le rinde, el diploma de honor que me honra, la medalla de oro que me orea y el generoso cheque bolivariano que se me alarga, y tengo prisa en endosarlo. De modo que, a todos ustedes, muchas gracias y muy buenas noches.
Discurso pronunciado en Caracas al recibir el Premio "Chino" Valera Mora el 29 de octubre de 2008
Jotamario Arbeláez es un amigo querido, un alto poeta, un heterodoxo radical, un hombre muy simpático que toda su vida ha hecho su capricho y ha sobrevivido airosamente y ha cosechado el cariño de mucha gente. Dice ser nadaísta pero yo creo que más bien es un frenáptero. Cuando leyó mi primera novela me dijo que yo era un nadaísta, lo que acepté no muy convencido. Ahora yo le devuelvo la estocada: me parece que Jota es un auténtico frenáptero --y el que no sepa qué es un frenáptero, que se joda, o que lea Los placeres perdidos, de un gran amigo de quien este escribe. En su discurso de aceptación de un premio que le concedieron en Venezuela Jotamario afirma que Mutis le escribió el discurso a Gabo para que lo leyera en la ceremonia de aceptación del Nobel. Yo sí creo esto. Hace más de diez años afirmé que Mutis era mejor novelista que Gabo. Tal afirmación entusiamó a Mutis, quien me dijo: "Yo también creo lo mismo. Pero el hecho de que me lo digas tú, me reafirma en mi convicción". En fin, ahí les va el discurso del frenáptero Jota...
La madrugada del 21 de Octubre de 1982, una puerta de Hidalgo 13, en San Jerónimo, ciudad de México, se estremeció con unos golpes concretos que muy pronto despertaron al habitante. Cuando el poeta Álvaro Mutis, cobijado con una manta, descorrió los cerrojos y entreabrió el portalón, se encontró con el rostro demudado de su amigo Gabriel García Márquez, quien con acento trémulo murmuró: A… A… Alvarito. A… A… Acaban de concederme el Nobel. Y lo peor es que a ti te va a tocar escribirme el discurso para recibirlo. Y Mutis imitó a las mil maravillas el estilo de su discípulo Gabo para escribir ese texto glorioso que es "La Soledad en América Latina".
El Premio ‘Chino' Valera Mora no será el Nobel -y mucho menos Jotamario Gabo, como tampoco el poco monárquico presidente Chávez es el rey Carlos Gustavo de Suecia-, aunque para la poesía en lengua castellana casi lo es, por la representatividad y monto de la presea. Me toca enfrentar este reto, que excede mis dotes líricas, porque me ha sido imposible encontrar un amigo a quien encargarle semejante compromiso. En primer lugar, porque la mayoría no tienen casa, ni por consiguiente puerta, y ni siquiera viven en este mundo. En segundo lugar, porque ninguno se le mediría a imitar mi estilo, por temor de arruinar el suyo. Y en tercer lugar, porque me tocaría reconocerle al amanuense, tal como andan nuestras tarifas, por lo menos el 10% de lo contante y sonante. Y ese diezmo ya lo tenía destinado para las víctimas del huracán Eisenhower, en la querida isla del caimán barbudo. Y no digo Ike, porque no me gusta usar sobrenombres, y menos a presidentes en el país del Tío Sam.
Estoy seguro de que Cuba va a recibir con beneplácito este verde aporte poético, que entregaré a su embajador en Colombia, por cuanto no está condicionado al envío de agentes nadaístas encubiertos a visitar a los damnificados deslizándoles proclamas en contra del Che. No colaboro con más, porque mis finanzas pasan actualmente por un crack similar al de Wall Street. Y no es un aporte a la revolución cubana en su actividad política sino a un pueblo que tras resistir 50 años el asedio y el bloque del Imperio, es castigado por un fenómeno natural contra el que nadie puede disponer de defensas. Esa reconstrucción necesita de unas tablas y clavos que les aporto. Para evitar molestas interpretaciones de que estoy robusteciendo protestas –consideradas subversivas– en mi país, esta pequeña donación no va para los indígenas alborotados ni para los corteros de la amarga caña.
Antes de seguir adelante debo relatar una anécdota que puede constituir una salvedad: ad portas de su muerte el poeta Jorge Zalamea recibió el Premio Lenin de la Paz consistente en una buena cantidad de rublos. Pero por ese entonces los premios literarios tenían el gravamen del 30%. Ante lo cual el afligido vate acudió al presidente de la República, Alfonso López Michelsen, quien de inmediato ordenó derogar tan exorbitante impuesto. No seré tan buen poeta como Zalamea ni se si en Venezuela los premios literarios estén castigados por severos impuestos. De ser así, me tocaría acudir al primer mandatario venezolano, a ver si tiene la misma comprensión y afecto por la poesía que su ex colega el presidente López, que en paz descanse después de no dejar descansar al país con sus sarcásticas ocurrencias. No quisiera quedar mal con Cuba al ofrecer a sus damnificados la parte que se me retiene del premio.
De los colombianos galardonados por la Fundación Rómulo Gallegos , en narrativa, debo destacar su tradición de desprendimiento. Si bien Manuel Mejía Vallejo, que lo ganó en 1989, se lo bebió solito con sus amigos, Fernando Vallejo, que lo recibió en 2003, trasladó el metálico en su totalidad a los perros de Caracas. García Márquez, en 1972, lo había hecho a los del MAS, sin contar con que en ese movimiento había también Tucanes. En Colombia hubo indignación con sus dos máximos escritores en su momento, porque allá también hay perros, aunque algunos parecen hienas.
Paños menores , el libro al que se ha concedido este premio, es el resultado de 44 años de trasegar, escrutando los pasos de Cardenal, de Rivero, de Palomares y Jaramillo Escobar por el tema de la ciudad, de mi padre, y de su oficio la sastrería del que desistí por meterme de poeta en el nadaísmo, movimiento de vanguardia al que me reclutó hace 50 años el bienaventurado profeta Gonzalo Arango. “Colombia ha perdido un sastre, pero ha ganado un poeta”, proclamó a los cuatro vientos. Con esta presea, pago mi deuda familiar por haber desertado del arte sartorial. Y reivindico a Gonzalo Arango por haberme insuflado una estética que, medio siglo después, sigue siendo repudiada por críticos menores y poetas mínimos, que quieren hacerle gratis el trabajo sucio a la Academia Colombiana de la Lengua.
Me dicen quienes le conocieron que el Chino Valera Mora era un poeta terrible que se las daba de juguetón, o al contrario, como algunos dicen de mí. Por eso voy a hacer, en su memoria, esta trastada poética:
Cómo camina un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
En qué piensa un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven su rostro
De qué color es la piel del poeta que recién ha recibido el premio valera mora
De qué modo se sienta el poeta que recién ha recibido ese premio
Saludará a sus amistades
Y no sigo con la referencia del poema Oficio puro, porque tendría que llegar a ese incómodo verso que dice:
Cómo se arrodilla un poeta que recién ha recibido el premio valera mora
Que es lo que quisieran que respondiera los moribundos enemigos del nadaísmo y los grotescos enemigos del premio por motivos extrapoéticos. Pues bien, me es imposible arrodillarme porque según proclamaba el profeta Gonzalo Arango, un nadaísta para lo único que se arrodilla es para hacer el amor, porque me siento muy bien de pie ante los representantes del estado venezolano que concede tan alto estatus a la poesía, y porque el único arrodillamiento realmente vergonzoso es ante el gobierno de los Estados Unidos.
Aprovecho este momento estelar para declarar ante mis compañeros del grupo nadaísta en sus 50 años, que es imposible continuar con nuestro ideario, que por más gaseoso y prendido del zen que sea, no soporta que uno de sus integrantes mayores -mi amigo más querido por lo demás-, sea defensor de oficio de los actos del presidente Uribe. Para mí, y para nuestros admiradores de siempre y jóvenes seguidores, eso repugna a nuestro prontuario. Quiere significar que al presidente Uribe, así no acabe con la guerrilla y el paramilitarismo, le cabe el dudoso honor de haber acabado con el nadaísmo, que sobrevivió medio siglo de incomprensión y persecuciones.
Pero hay algo peor, que igualmente choca con la idea del movimiento, como pasó hace 36 con Gonzalo Arango. Estoy en componendas con Jesucristo. Hemos hecho un pacto de no agresión. Es más, después de toda una vida de agnosticismo, estoy dispuesto a concederle el estatus de divinidad. Me dispongo a transitar su camino, que desde luego no es el de las iglesias que le elevaron. Así que propongo que declaremos cesante el invento, le apliquemos la eutanasia criminal porque no está desahuciado, y nos dediquemos a vivir de las memorias del refinado difunto. Ya la vanguardia quedó atrás, como nuestros sueños. Ya le cantamos al sexo desenfrenado y a la revolución planetaria, a las sustancias sicotrópicas y al guerrillero heroico. Pero no contamos con el sida ni la heroína.
Quisimos con la poesía, tanto los nadaístas como nuestros hermanos del Techo de la Ballena, con nuestros legendarios desafueros antisociales y socializantes, crear un tempo de paz y concordia entre las naciones, por lo menos entre las nuestras, fueren cuales fueren los gobernantes. En ese sentido, el ‘Chino' Valera Mora, como cantor popular e integrador poético, es más importante que nuestras cancillerías. Por lo menos en mi país, cuando notifiqué a la Cancillería que había merecido el Premio Internacional de poesía Valera Mora, y que me habían incitado a participar en México en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que si me mandaban, me mandaron… a freír espárragos. Que una vez fritos aproveché para comérmelos en nombre de la seguridad democrática.
Por la poesía, hermano poeta Valera Mora, buscaremos impedir que un hermano dispare contra el otro desde ningún lado de la frontera.
Me honro con la amistad de grandes poetas venezolanos a quienes tengo el dudoso privilegio de sobrevivir. Los inmensos Vicente Gerbasi y Juan Sánchez Peláez, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, Adriano González León y Eugenio Montejo, Carlos Contramaestre y el venecuatoriano César Dávila Andrade, Ludovico Silva y Rafael José Muñoz, a quienes alumbro como santos con la lámpara de mi mesa de noche.
Debo consignar mi gratitud a quienes hicieron posible este premio mayor a Paños menores. A José Ángel Leyva y la revista Alforja , mis editores mexicanos; al poeta Sergio Mondragón por su prólogo irrebatible y a Gilma Suárez por la irresistible fotografía de portada. Al buen gusto y buen juicio de los jurados María Baranda, de México, Luz Mery Giraldo, de Colombia y Enrique Hernández D'Jesús, de Venezuela. Y desde luego, a la memoria de don Rómulo Gallegos y a la Fundación que lo inmortaliza.
Que me permita Saint John Perse la paráfrasis. He aceptado para la poesía nadaísta el homenaje que aquí se le rinde, el diploma de honor que me honra, la medalla de oro que me orea y el generoso cheque bolivariano que se me alarga, y tengo prisa en endosarlo. De modo que, a todos ustedes, muchas gracias y muy buenas noches.
Pirateado del excelente blog colombiano NTC. Espero no se ofendan.... http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/
1 comentarios
Envío este comentario a manera de prueba: ya no funciona el contador de visitas ni se reciben comentarios...I don t know why! Some one out there help me!
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