La fierecilla domada (El concepto de amor en Shakespeare)
junio 04, 2016
Segunda parte de la serie de conferencias sobre El concepto de amor en Shakespeare
Marco Tulio Aguilera
El tema dominante de La doma de la furia es
la lucha por el poder entre hombre y mujer y el subsiguiente dominio del hombre
sobre la ella. La furia, la fierecilla, es Catalina: un demonio, una arpía, un
engendro, una maestra emérita del insulto y el desaguisado, una loca de atar,
digna de habitar en una jaula. El padre se plantea la necesidad de casarla a
ella, antes que a su hermana, Blanca, que es una paloma: obediente, sencilla,
amable, hacendosa. Parecería labor imposible casar a la fiera. Sin embargo
aparece Petrucho, que pretende llevar a cabo la doma de la furia. Veamos cómo
afronta su labor:
PETRUCHO . ¿Para qué vine aquí sino con la intención de
cortejar a Catalina? ¿Pensáis que un poco de estrépito me puede embotar los
oídos? ¿No he oído en mis tiempos rugir leones? ¿No he oído el mar, agitado por
los vientos, enfurecerse como un jabalí iracundo empapado en sudor? ¿No he oído
los grandes cañones en campaña, y la artillería celeste tronando en los cielos?
¿No he oído, en una batalla indecisa, ruidosos toques al arma, corceles relinchantes
y trompetas resonantes? ¿Y me vienes a hablar de una lengua de mujer, que no
hace ni la mitad de ruido en su disparo que una castaña en la lumbre de un
labrador? Bah, bah, asusta a los niños con el coco.
Aquí Shakespeare nos presenta, evidentemente
caricaturizados (pero toda caricatura no es otra cosa que la búsqueda de los
elementos esenciales, por medio de la exageración)a los dos protagonistas de la
batalla que se ha venido librando a lo largo de la historia de la humanidad: el
hombre y la mujer. La una es presentada como la furia, el otro como el
dominador de la furia. El hombre como la razón; la otra como la sinrazón. A lo
largo de la obra veremos que el hombre intenta dominar a la mujer con sus
mismos elementos. Apela a al absurdo, al exceso, a el trastocamiento de los
elementos.
Y
en efecto, Petrucho no se asusta. Agrega <<yo soy duro y no cortejaré
como un niño>>. ¿Cómo pretende cortejar y ganar a semejante basilisco?
PETRUCHO . Supongamos que chilla: bueno, pues le diré con
claridad que canta tan dulcemente como un ruiseñor; digamos que se pone ceñuda:
diré que tiene tan claro aspecto como las rosas mañaneras recién lavadas con
rocío; digamos que se calla y no quiere decir una palabra: entonces elogiaré su
elocuencia y diré que habla con penetrante elocuencia; si me manda al cuerno,
le daré las gracias como si me pidiera que me quedara una semana; si se niega a
casarse, preguntaré qué días se hacen las amonestaciones y cuándo son las
bodas.
Y en cuanto le presentan a la arpía comienza su
labor de gota sobre la piedra.
PETRUCHO .Buenos días, Cata: pues ese es tu nombre, he
oído decir.
CATALINA .Bien habéis oído, pero sois un poco duro de
oído: me llaman Catalina los que hablan de mí.
PETRUCHO .Mientes, a fe, pues te llamas Cata a secas,
Cata la caprichosa, y a veces Cata la maldita; pero Cata, la más linda Cata de
la Cristiandad (...) Cata de mi consuelo: al oír elogiar tu bondad en todas las
ciudades, hablar de tus virtudes, y ensalzar tu belleza, aunque no tan
profundamente como te era debido, me he movido a pretenderte como mujer.
CATALINA ¡Te has movido! En buena hora; pues como te has
movido para venir, muévete para marcharte; desde el primer momento me di cuenta
que eres muy mueble.
PETRUCHO . ¿Como un mueble?
CATALINA .Una banqueta de tres patas.
PETRUCHO .Has acertado: ven a sentarte encima de mí.
CATALINA .Los burros están hechos para las cargas, y tú
también.
PETRUCHO .Las mujeres están hechas para cargarse de
hijos, y tú también.
CATALINA .No soy tan burra como tú, si hablas de mí.
Se siguen insultando hasta que Catalina lo abofetea.
Culmina una larga escena de improperios mutuos.
PETRUCHO .No, oye, Cata: de veras no te escaparás así.
CATALINA .Si me quedo te enojaré, déjame marchar.
Y aquí se inicia la estrategia de Petrucho: comienza
a voltearle el mundo, a fingir que él lo ve todo al revés y a querer que ella
lo vea de manera semejante:
PETRUCHO .No, ni pizca: te encuentro muy amable. Me
habían dicho que eras áspera y esquiva y malhumorada, y ahora encuentro que la
noticia era puro embuste; pues eres placentera, alegre y muy cortés, pero lenta
de palabra, aunque dulce como las flores de primavera; no eres capaz de ponerte
ceñuda, no sabes mirar de soslayo ni te muerdes los labios, como las muchachas
iracundas, ni encuentras placer en llevar la contraria al hablar, sino que
entretienes a tus pretendientes con benevolencia, con amable conversación,
suave y afable. ¿Por qué el mundo dice que Cata renquea? ¡Ah, mundo calumnioso!
Cata es derecha y esbelta como una rama de avellano, y más dulce que las
almendras.
No es fácil la labor de Petrucho. Catalina amarra a
su hermana, descalabra a un fingido maestro de música, abofetea a su
pretendiente. Petrucho se plantea su labor como la del domador y dice que no le
arredrarían ni los trabajos de Hércules. A espaldas de Catalina, el
pretendiente arregla con el padre para casarse, luego se va y solamente regresa
unos minutos antes de la boda. Pero cuando vuelve, lo hace vestido con fachas
desarregladas y extravagantes. La boda se lleva a cabo de la forma más loca
posible. Un personaje que asiste a ella,
la describe: <<Cuando el sacerdote le preguntó a Petrucho que si quería a Catalina por mujer, él dijo:
"¡Claro que sí, por los clavos de Cristo!", y juró tan fuerte que el
sacerdote, todo asombrado, dejó caer el libro, y cuando se agachaba para
recogerlo, el loco del novio le dio tal bofetada, que se cayeron el cura y el
libro>>.
Petrucho
se porta de la forma más absurda: le tira comida al sacristán en la cara,
agarra a la novia por el cuello y <<la besó en los labios con tan
clamoroso chasquido que toda la iglesia hizo eco>>. Luego no asiste a la
fiesta de bodas, se lleva a su esposa porque según él su esposa es <<mi
hacienda, mis muebles: ella es mi casa, todo lo de mi hogar, mis campos, mi
granero, mi caballo, mi buey, mi burro, mi lo que sea>>. Luego en el
viaje se porta de la forma más despótica posible con sus sirvientes y con su
mujer. Llegan a una fonda y Petrucho pide de comer. Tira la carne arguyendo que
está mala, aunque estaba buena; no deja que su esposa coma ese día ni al
siguiente, no la deja dormir y tampoco le hace acercamiento conyugal alguno.
Catalina
comienza a ver su futuro turbio y se queja. Pero Petrucho no ceja: afirma que
el día es noche y obliga a su mujer a decir que así es. Y cuando ella lo
acepta, Petrucho le dice que está equivocada. La obliga a besarlo en público.
Luego, cuando siente que su furia está domada, regresa a casa del padre, donde
va a mostrar que en efecto, ha logrado sobajar el orgullo y la terquedad de
Catalina.
Es
claro que Shakespeare, en esta obra asume la defensa del hombre y no se detiene
a reflexionar sobre la situación domestica de la mujer, su aburrimiento, su
falta de alicientes. Con esta obra el autor defiende toda una ideología en boga
entonces e incluso ahora: la de la indispensable obediencia de la mujer, la de
su inferioridad frente al hombre.
El
resultado es que la mujer termina por ceder, y tanto que hacia el final es ella
quien emprende discursos para probar la superioridad del hombre y lo
conveniente de la sujección del la mujer a sus dictados:
CATALINA .(...) Igual obediencia que el súbdito al
príncipe debe una mujer a su marido; y cuando es reacia, terca, malhumorada,
agria, y no obedece a su honrado deseo, ¿qué es sino una malvada rebelde
desordenada, una traidora imperdonable contra su amante señor? Me da vergüenza
que las mujeres sean tan tontas como para hacer la guerra cuando deberían
arrodillarse pidiendo paz; y que busquen el mando, la supremacía y el dominio, cuando están sujetas a servir, amar y
obedecer. ¿Para qué son nuestros cuerpos blandos y débiles y suaves, incapaces
de lucha y agitación en el mundo, sino para que nuestra condición suave y
nuestros corazones vayan bien de acuerdo con nuestras condiciones externas?
¡Vamos, gusanos tercos e incapaces!
Cuesta trabajo creer que Shakespeare, un espíritu
tan lúcido, haya hecho un alegato tan vigoroso del machismo, sin que haya en el
fondo una carcajada irónica. Podemos entender semejantes palabras en labios de
Catalina, como un reflejo de lo que sucedía en aquellos tiempos con las
mujeres, quienes sin duda se rebelarían al verse tan deplorablemente pintadas.
En
esta obra se plantea el amor como una batalla de poderes, ya no simplemente
como fuegos de artificio verbales. En esta batalla domina el más fuerte, que
termina siendo el hombre.
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