Shakespeare y el amor (I)

junio 02, 2016

                                   
 EL CONCEPTO DE AMOR SHAKESPEARE

(Primera parte de una serie de conferencias dictadas en la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana hace varios años)

En algunas obras de Shakespeare en las que el tema central es el amor, éste se presenta de diversas formas. Como artificio, como lucha de contrarios, como una forma de la vanidad, como batalla contra la adversidad, como juego de niños, como un capricho de los duendes y las hadas, como una fiesta y una apoteosis que viola todas las normas y salta todas las barreras, como la perfecta imposibilidad.
            La mujer shakesperiana, en términos generales, parece tener un conocimiento más innato del tema."De los ojos de las mujeres tomo esta doctrina: ellos siguen centelleando aún en el fuego prometeico: ellos son los libros, las artes, las academias, que muestran, contienen y nutren al mundo entero". Como bien lo dice Armando, personaje de Los trabajos de amor perdidos "la flecha de cupido es demasiado para la maza de Hércules".
            Los hombres de Shakespeare, por el contrario, asumen el amor más como una empresa en la que deben conquistar un territorio. Solamente en las obras más serias, que son las de su madurez, como Romeo y Julieta, el amor se asume como algo más profundo y tanto los hombres como las mujeres lo toman con mayor seriedad.
            En Los trabajos de amor perdidos leemos que "verde es el color de los amantes". Y es verde, sin duda, porque éste es el color de la esperanza. Además, porque los que aman son verdes, jóvenes, como retoños, que viven del futuro y sueñan con los frutos de sus esperanzas. Y si resultan ser viejos de edad, reverdecen, como  toncos secos plantados en tiera fértil.
             En Los trabajos de amor perdidos, obra primera de la pluma de Shakespeare, se puede leer la intención de demos­trar que las mujeres saben amar de una forma más intensa, cierta y verdade­ra, mientras que los hombres en general toman el amor a la ligera. Tal como lo señala Frank Ernest Hill en su biografía [1] esta obra "trata de un amor artificial y carente de grandeza, pero tratado como si fuera importante y natural".
            El argumento de la obra es el siguiente: El Rey de Navarra y varios de los integrantes de su corte --Longaville, Biron, Dumain-- deciden hacer una promesa: vivir y estudiar en reclusión durante tres años, no ver una mujer en ese término, no tocar alimento en un día a la semana y hacer una sola comida en los demás días, dormir sólo tres horas por la noche y "hacer noche oscura de la mitad del día", es decir, vivir a tientas la mitad del día.
            Poco, poquísimo tiempo pueden conservar la promesa, y la causa de su infidelidad es naturalmente...la mujer. La hija del Rey de Francia visita Navarra, con un séquito de damas. La primera hace caer al Rey de Navarra y las segundas, a los hombres de la corte del Rey.
            Pero antes de caer, los que hicieron la promesa, intentan resistir, circunstancia que pica el orgullo de las mujeres, quienes deciden hacer sufrir a los hombres. Les ponen como condición para ceder a sus amores: ¡Que se impongan un año completo de privacio­nes, reclusión y sacrificios!
            Vemos aquí puesta en juego la ya conocida habilidad de las mujeres, que queriendo ser manipuladas, resultan manipulan­do. Vemos cómo la mujer logra jugar con los hombres cuando éstos creen hacerlo con ellas; cómo las mujeres son difíciles para la entrega y los hombres fáciles; cómo los primeros creen estar enamorados y buscan atolondradamente la satisfacción a sus deseos; cómo las mujeres son más prudentes y exigen ciertas ceremonias, dan plazos más largos, para estar más seguras una vez que den el paso definitivo de entregarse.
            Armando, un soldado del Rey que también se enamora, describe hasta que punto puede enamorarse:
            "Amo hasta el mismísimo suelo (que es bien bajo), donde el zapato de mi amada (que es más bajo), guiado por su pie (que es lo más bajo), va caminando. Si amo seré perjuro; lo que es una gran prueba de falsía. ¿Y cómo puede ser verdadero el amor que se intenta con falsía? El amor es un demonio familiar; el amor es un diablo; no hay angel malo sino el amor. Sin embargo, así fue tentado Sansón, y tenía admirable fuerza; sin embargo, así fue seducido Salomón, y tenía muy buen ingenio. La flecha de Cupido es demasiado dura para la maza de Hércules".

Nadie se resiste a la fuerza del amor. Ni Hércules con su forta­leza ni Sansón con su poder ni Salomón con su sabiduría y su ingenio. Cuánto menos los demás seres humanos, que no somos héroes ni de estirpe divina.
            Veamos los efectos que tiene el amor sobre el Rey de Navarra, a través de Boyet, espía de la Princesa de Francia:

            Porque os ama, Princesa de Francia, todas las accio­nes del Rey de Navarra se retiraron al palacio de sus ojos, atisbando a través del deseo; su corazón, como un ágata con vuestra imagen grabada, expresaba su orgullo en su mirada. Su lengua, toda impaciente por hablar y no ver, tropezaba con la prisa de estar en su vista: todos los sentidos se refugiaban en ese sentido, para sentir solo mirando a la más bella de las bellas; me parece que todos sus sentidos estaban encerrados en sus ojos, como las joyas en un cristal, para que las compre un prínci­pe; ofre­ciendo su valor desde donde estaban encristala­dos, se exhibían para ser comprados a vuestro paso. Su rostro revestía tales asombros que todos los ojos veían sus ojos hechizados por sus con­templa­ciones. Os dará Aquitania y todo lo que es suyo, si le dais, por mi ruego, un solo beso amoroso.

Por un beso amoroso el enamorado puede dar todos sus reinos. ¿Qué egoísmo puede tener un enamorado, si antes de ofrecer las cosas materiales, ya ha entregado su voluntad y su corazón?
Una de las características del enamorado es que lo da todo sin recelo alguno. Lo contrario a un enamorado no es una persona sin amor, sino un egoísta. Un enamorado hace cualquier cosa para ganar el amor, y una vez que lo consigue se vuelve doblemente locuaz. Pierde el sentido de las reglas sociales, se entrega a una fiesta: la fiesta de vivir.
            ¿En conclusión? El amor vuelve locos y extravagantes a los más cuerdos y solemnes. Biron es el noble más burlón y acerbo de la corte del Rey de Navarra. Y sin embargo también él cae en las garras del amor y se lamenta (placenteramente, claro) de ello:

            Ah, y yo, de veras, enamorado. Yo, que he sido el azote del amor, un verdadero policía para un suspiro melancó­lico, un crítico, más aún, un vigilante noctur­no, un pedante avasallador de ese niño más magnificente que ningún mortal! Ese niño vendado, gimoteante, cegato y extraviado, ese enano gigantesco joven y viejo, Don Cupido, el Rey de las rimas amorosas, el señor de los brazos cruzados, el soberano ungido de suspiros y gemidos, monarca de todos los ociosos y los desconten­tos: príncipe temible de las enaguas, rey de las preti­nas, único emperador y gran general de los seres huma­nos.

¿Qué es el amor a estas luces? Un niño vendado, gimoteante, cegado y extraviado; un enano gigantesco, joven y viejo; el rey de las rimas amorosas; el señor de los brazos cruzados (tal vez porque el enamorado no tiene cabeza para otra cosa que no sea amar); el soberano ungido de gemidos y suspiros; monarca de todos los ociosos y los descontentos;   Príncipe temible de las enaguas; Rey de las pretinas (acaso porque tras el amor se oculta el          ardor --y por eso San Pablo dice que es mejor casarse que quemarse); el único emperador y gran general de los seres humanos.

Con respecto a un patán, incapaz de amor, escribe: "Es un animal, sensible sólo en las partes groseras".
            Hay, pues para el primer Shakespeare, básicamente dos tipos de sensibilidad: la del cuerpo y la del alma. Pero tales sensibilidades se comunican. La sola sensibi­lidad del cuerpo es animalidad; la sola sensibilidad del alma es gozmoñería y hipocresía. La sensibilidad auténticamente humana es la que incluye cuerpo y alma, emociones y pasiones, virtudes y defectos.
Amor es aprender a disfrutar de los defectos del amado. El verdadero amante no quiere cambiar a su amado para adaptarlo a sus
caprichos, sino que quiere disfrutar de los defectos de su amado para que se conviertan en sus propios caprichos.
            Biron dice de su amada Rosalinda que ella es "el sol que hace brillar todas las cosas". Se entiende bien que para el enamorado, su amada es la que le da sentido y belleza al  mundo. La idea había sido utilizada por Dante, quien atribuye al amor el equili­brio de las esferas celestes.
            Biron, el antes escéptico, una vez enamorado, alega en favor del amor:
            (...) pero el amor, que se aprende ante todo en los ojos de una mujer, no vive solo y emparedado en el cerebro, sino, con la moción de todos los elementos, corre tan veloz como el pensamiento en toda facultad, y da a toda facultad doble facultad, por encima de su función y su deber. A los ojos les añade una preciosa visión; los ojos de un amante dejan ciega a un águila con su mirar; el oído de un amante escucha el más sordo ruido aun cuando no lo escuche el suspicaz oído del ladrón; la sensibili­dad del amor es más suave y fina que los blandos cuernos de los enredados caracoles; la lengua del amor hace grosero el gusto del delicado Baco [2] En cuanto al valor, ¿no es el amor un Hércules, siempre trepando a los árboles en las Hespérides? Sutil como la esfinge, dulce y musical como el claro laúd de Apolo, con su pelo por cuerdas; y cuando habla amor, la voz de todos los dioses arrulla el cielo con la armonía. Jamás se atrevió un poeta a tocar una pluma mientras su tinta no estuvo templada con los suspiros del amor (...) De los ojos de las mujeres tomo esta doctrina: ellos siguen centelleando aún en el fuego prometeico: ellos son los libros, las artes, las academias, que muestran, contienen y nutren al mundo entero.

Es visible en este parlamento y en los  de los demás personajes, la intención de deslumbrar con palabras, con fuegos artificiales, en busca de un efecto fulminante sobre los espectadores. Tal tendencia en este Shakespeare es el reflejo de las virtudes y defectos de las obras de sus maestros Marlowe y Lyly. Con el asentamiento de la originalidad de Shakespeare y el hallazgo de su propia voz, Will comenzaría a ofrecer en sus obras concepciones más personales del amor. El amor ya no será solamente un juego de artificios sino una búsqueda de conocimiento y plenitud.






    [1] Shakespeare, Frank Ernest Hill, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1955.
    [2] Es decir, para el enamorado, el amor es más dulce que el mas dulce de los vinos.

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