EL ESCRITOR MERCENARIO

diciembre 24, 2010

DIARIO DE 1988


En el taller de cuento erótico de la Universidad del Rosario en Bogotá leemos fragmentos
de La historia de O. Yo los hallo repulsivos y bruscos, fantasías literarias poco
verosímiles e incluso enfermizas, como las del Marqués de Sade. Luego leemos un
cuento erótico mío -tengo una colección de inéditos que suman 135 páginas a los que
les estoy buscando un destino digno- y les pido que comparen. Hallan que lo mío es
más soportable, más verosímil, más erótico.  Ese erotismo en el que las mujeres
son aherrojadas, mancilladas, vendadas, violadas, resulta ser chocante. Sólo como
juego es literaria la violencia, no cuando busca el placer de uno y el dolor de otra. 
El día ha sido atareado. No tuve tiempo de vestirme bien para ir al taller. Fui al Palacio
de San Francisco en pantalones deportivos y tenis. No llegue a tiempo a la cita
con el Decano de la Facultad de Filosofía. Tras cuatro horas de taller me siento
exhausto y sólo quiero regresar al apartamento a descansar y a estar solo. A la salida
me acompaña un licenciado en letras, dueño de una pizzería y me cuenta historias
macabras. Un asesino decapita a un niño frente a la alcaldesa de un pueblo de Urabá.
 Un autobús es tomado por asalto por una banda; toda una noche los criminales se
dedican a disfrutar del terror de los viajeros; al amanecer los individuos abandonan el
bus en un paraje desolado: hombres, mujeres y niños violados, asesinados,
asaltados, reducidos a la más absoluta nada.
            La noticia del día 25 de octubre es el asesinato del líder del paro de
empleados oficiales, cuando ya se vislumbraba la posibilidad de un acuerdo con el
gobierno: alguien está interesado en dejar a Colombia de rodillas. Parece
acercarse el apocalipsis a este país. Pero eso no es lo grave. Lo grave es que esta
situación ya lleva  cuarenta años. El dinero, como lo anuncia el apocalipsis bíblico,
ya no vale. La gente está interesada en conservar la vida, en ser feliz de alguna forma.
A las doce de la noche ya voy por la Segunda Sinfonía de Beethoven: en cualquier
momento este edificio puede estallar. Nadie está seguro de conservar su vida en este
país.
            De Xalapa recibo un correo electrónico de L. Dice que S está aprendiendo a
manejar bicicleta y tuvo un accidente, pero quien sufrió fue la bicicleta del vecino, no él.
Dice que está lloviendo torrencialmente y que está triste.
            De alguna forma el taller de cuento erótico ha resultado un fracaso. No logré
que los asistentes escribieran, sí que se abrieran a hablar sobre el asunto. Tres
jóvenes universitarias confesaron que tenían fantasías de violencia sexual, mientras
que una poeta madura --premiada en Salzburgo y con cartas de admiración del ex
presidente Belisario Betancur y volúmenes enteros en los que se detallan sus éxitos
en el mundo entero--  se mostró horrorizada por eso y dijo que la sexualidad de las
mujeres que apreciaban la violencia era una sexualidad subdesarrollada, que rendía
culto al machismo.
           La poeta laureada es un espectáculo: viste primorosamente y siempre
usa un sombrero como el de la reina de Inglaterra. Dice usarlo en todas las ocasiones en
 que está la literatura involucrada en su vida. Dice que a ella la admiran y la respetan
los miserables de Colombia y los extranjeros, pero que los colombianos la desprecian,
que en las recepciones diplomáticas los grandes caballeros dejan sus actividades
para rodearla y hacerle la corte. La poeta azafata tiene su propio taller literario y
demuestra con evidencias que está interesada en que todo el mundo reconozca su
talento. Me entregó un mazo de fotocopias en las que se la ve hablando con
personalidades del arte. En la sala de su casa hay un retrato de ella hecho por
Guayasamín, firmado y con florida dedicatoria. La poeta dice que sus recitales en
Europa han sido grandes éxitos y se han hecho con traductor simultáneo. Afirma que
nadie la entiende en Colombia, que su sensualidad es muy grande, que su belleza hace
perder el aliento a los hombres, que en una reunión de reinas de belleza la gente nunca
mira a las reinas sino que la mira a ella.
            En el taller leí textos míos desde mis cuentos iniciales hasta los últimos en los
que el erotismo es central y las mujeres llevan la voz cantante. Me percaté que de
alguna forma los que escribí en el pasado son mejores que los actuales, lo
que es preocupante. En general les gustaron mis textos y en algunos casos noté que
los participantes estaban excitados, emocionados, conmovidos. Hubo largas
sesiones de lectura y no apareció el aburrimiento.
            En otro taller, el de Isaías Peña, encontré a un público receptivo y entusiasta.
Vendí muchos libros y me llené los bolsillos de dinero. Durante toda mi charla noté
que un individuo tenía una expresión de profundo desprecio, el individuo parecía
detestarme y no se ocupaba en ocultarlo. Súbitamente levantó la mano y sin esperar
que le diera la palabra dijo que yo escribía para concursos, que yo era un mercenario,
 que había degradado la literatura a mercancía.  Le dije que lo importante era si los
textos resultaban convincentes o no, sin ocuparse de sus premios o de si el autor
mostraba mucho interés por el dinero, tenía caspa o era un pervertido. Califiqué
de hipócritas a muchos escritores que se dan baños de pureza y que juran jamás
haber participado en un concurso o mandado sus manuscritos a una editorial. A mí me
gusta el dinero, y lo digo abiertamente, como lo decía Dalí. Si le caigo mal a alguien
no es problema mío. Le respondí agresivamente: lo que importa es si lo que uno escribe
vale o no. Lo que haya en torno al texto, antes después o alrededor, es chisme. ¿Sabía él
que Beethoven cobraba las entradas a sus conciertos, que Paganini puso su violín al
servicio de un casino, que Donoso vendió sus libros personalmenmte, que García
Márquez participó en varios concursos? No hay que exigirles a los escritores
purezas, divinidades, actos grandiosos: los escritores son simples seres humanos. Y
aparte de ello es más digno vivir de la literatura que de la mentira, de la apariencia,
de la hipocresía, como hacen muchos escritores que venden su pluma a políticos o a
causas torcidas. Cuando una pluma se pone al servicio de la supervivencia personal,
de la familia o de la felicidad del escritor, es una pluma digna.   

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4 comentarios

  1. Hay algo que no entiendo: si es un diario de 1988 cómo pudo haber recibido el autor un correo electrónico desde Xalapa?

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  2. Porque vivo en Xalapa y en esos días estaba en Bogotá. Mucha gente cree que en los diarios cuento el presente. No es cierto. Son diarios viejos, rescatados del disco duroo.

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  3. No entendiste Marco Tulio, sé que vives en Xalapa y se entiende por la lectura que estabas en Bogotá en esa época dando un taller de relato erotico, pero en alguna parte hay un crasísimo error pues en 1988 no había correo electrónico, ni desde Xalapa, ni desde Bogotá, ni desde Marte, ni desde Cafarnaum. Creo que metiste mal el digito y se te coló un ocho en lugar de un nueve.

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  4. Es posible que tengas la razón, pero en realidad carece de importancia.

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