Lady Masacre, novela de Mario Mendoza

noviembre 13, 2014

E. A. Parra, Elmer Mendoza, Mario Mendoza y MT en Medellín 2014
Antes de hacer un breve comentario de la novela Lady Masacre, de Mario Mendoza, reproduciré un resumen que me parece suficiente y básico de la novela. Lo hallé en Lecturaliawww.lecturalia.com

Frank Molina es un periodista alcohólico y bipolar que pierde su trabajo y decide abrir una oficina como detective privado en un barrio de la capital colombiana. Pasan los días y le llegan casos irrelevantes que no le interesan. Hasta que un día una mujer elegante y distinguida solicita sus servicios para investigar un crimen. Se trata de un asesinato extraño en el que hay varios misterios por resolver. Frank acepta. Detrás del caso aparente hay un caso oculto, una historia de amor por una mujer que pertenece al país profundo, una serie de traiciones, corrupción política, trampas, masacres a la luz de la luna en fincas de terratenientes que han vendido la escasa conciencia que les quedaba. Molina iniciará una investigación en la que descubrirá mundos oscuros en los que prima la corrupción, la trampa y la muerte. 

Va mi comentario: comencé la lectura con mucho cariño tras mi viaje reciente a Colombia. He leído varios libros de Mario, y aunque ninguno me ha dejado por completo satisfecho –no he leído Satanás, pero sí vi la película y me gustó—siempre hallo en ellos una fuerza narrativa y una intención noble que me hacen regresar a lo que escribe este colombiano que además de colombiano es mi amigo. 
    Vi recientemente una entrevista que le hizo Marlon Becerra y sentí a Mario muy inteligente. Y pensé: Mario es más inteligente que sus novelas. O quizás se trate simplemente que no trabaja sus obras lo suficiente. 
   El reparo que le pongo a Lady Masacre y a los otros libros de Mario que he leído es que tienen un estilo pobre y que en ellos hay descuido, manejo de obviedades, que hacen que uno se desencante. En general las tramas son poderosas y están llenas de realidad colombiana. Pero la realidad colombiana no es analizada ni matizada; resulta ser apenas un paisaje conocido, particularmente por los mismos colombianos. ( Habrá que decir que Mario sí es leído en Colombia, y que tiene seguidores y hasta eso que se ha dado en llamar fans. Sucede que en la actualidad hay una especie de masa acrítica, que sigue más al escritor por su personalidad carismática, que a sus obras, obras que traga enteras sin objeciones. 
   Recuerdo al respecto un caso: Alessandro Baricco: alcanzó gran éxito y difusión con su novela Seda. Compré varias novelas de él y las encontré vacías: sin embargo su éxito continúa, tiene muchos seguidores y es un personaje altamente mediático en Italia y otros países. 
    Regreso atrás. Un par de meses después de haber abandonado la lectura de Lady Masacre, decidí emprender un segundo intento. Me armé de vista gorda con el estilo pobre, con la abundancia de obviedades y lugares comunes, y logré superar los obstáculos. Terminé terminar disfrutando de la novela, que cierra vigorosamente y desata los nudos atados.
    Me interesó particularmente la línea temática referente a la bipolaridad, las depresiones y euforias del detective Frank, pero hallé que no hay una verdadera profundización: la enfermedad se muestra por acumulación de drogas y enumeración de comportamientos, no por secuencias lógicas que lo lleven a extremos psicóticos; no se muestra el proceso que lo llevó a la depresión y al psiquiátrico. Las secuencias de lo que vive el detective bipolar en el psiquiátrico resultan ser bastante interesantes, y los personajes que allí conoce son rocambolescos, divertidos, como de comic: Batman, el comandante Reptiliano y otros, aparecen y desaparecen con gran facilidad; no están bien desarrollados ni se integran a la trama. Y en general los personajes son superficiales. El mejor diseñado es precisamente Lady Masacre, quien termina siendo la que se roba el papel estelar. 
    A la solución del enigma de quién es el asesino no se llega a partir de indicios, pistas y deducciones lógicas, sino por medio de confesiones que resultan en extremo artificiales, auténticos deus ex machina que solucionan el misterio y de paso la novela. Los culpables “sueltan la sopa” con gran facilidad, a partir de una simple pregunta y una leve presión. Con todo y mis reparos, ya sean de purista, lector quisquilloso o envidioso de su éxito, seguiré leyendo a Mario Mendoza. Regresaré a Cobro de sangre, que abandoné hace años. 

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