SÁNCHEZ JULIAO, MORENO-DURÁN, GERMÁN ESPINOSA, GABO
diciembre 04, 2010Diario de 1998
Marginaciones
Marginaciones
El gran éxito en la Feria del libro de Bogotá no lo han tenido los escritores
Eliseo o Ramírez, flamantes premios de Novela de Alfaguara, que son
autores precisamente de Alfaguara (honi soit qui mal y pense). ¡Vaya
que hay casualidades propicias! El negocio es el negocio y la literatura la
literatura y no bastan grandes nombres para garantizar la honestidad
de un concurso. Decía que el gran éxito de la Feria no lo tuvieron los escritores,
sino la vedette, cantante y actriz Amparo Grisales, que vendió más almanaques
con su cuerpo semidesnudo que libros cualquier autor. Claro, Amparito estaba
allí con bien dotados 40 años, sus senos bastante evidentes hasta el nivel de los
pezones y una minifalda exhibidora de calzones, repartiendo besos mientras un locutor
pezones y una minifalda exhibidora de calzones, repartiendo besos mientras un locutor
de la Editorial Panamericana se desgañitaba anunciando que por la módica
suma de 5000 pesos podían llevarse el almanaque y un besito de la diva. En
contraste el escritor David Sánchez Juliao, que se pasó la feria prisionero en el
stand de Grijalo, dizque firmando ejemplares de su novela Danza de redención,
se aburría a morir y saludaba a sus amigos con grandes aspavientos.
Esta comparación entre el éxito de la vedette y el fracaso del escritor lo hace a
uno centrarse en el mundo: no somos nada frente a unas buenas nalgas, es cierto, puede
más un par de tetas que una yunta de bueyes.
Otros éxitos de la feria: La Frutoterapia y los libros de Cuahutémoc Sánchez, que se venden en todas partes. Hablé con el escritor David Sánchez Juliao. Me regaló su novela, acompañada por una larga y generosa dedicatoria. Según entendí Juliao plantea que la única redención posible de Colombia se halla en la cumbia. Juliao fue efusivo, yo diría que demasiado efusivo. Su efusividad tenía 20 años de edad. Recordaba que yo le envié en 1975 mi primera novela, recién publicada en Buenos Aires, Breve historia de todas las cosas, de la que dijo haber disfrutado y con la que compartía un aire festivo, que él mismo había querido siempre poner en sus obras. Una de las novelas de Juliao, gran conocedor de México, la más conocida, es Pero sigo siendo el rey, en la que el autor se basa en la música mexicana para construir una ficción agradable, que tuvo bastantes lectores. Juliao me preguntó si yo tenía alguna novela inédita. Le respondí que La hermosa vida. Sugirió que se la ofreciera al editor de Grijalbo-Mondadori. Cuando hablé con el editor lo vi muy poco interesado. Eso de que están hablando contigo y miran para todas partes, como si estuvieras ausente, es como una patada en mala parte. El mismo gesto se lo noté a Juliao, que al hablar estaba mirando a su alrededor a ver si lo estaban mirando. Un gesto de las personas acostumbradas a que les pongan atención, que necesitan sentirse importantes todo el tiempo. Pero Juliao fue cordial, a pesar de su expresión ausente. Me invitó a comer en el restaurante Brasil Rodizio, dentro de la misma Feria Internacional. Aquello fue un desfilar de vinos y carnes de todo tipo, hasta llegar a la de búfalo, para la cual yo ya no tuve vientre pero Juliao sí. Juliao fumó un cigarrilo "como los árabes, para descansar y luego seguir comiendo". Se mostró algo desilusionado por el hecho de que yo dejara de comer tan pronto.
Me dijeron personas que te conocieron en otros tiempos, que tú eras capaz de comerte tres bandejas paisas.
No creo que nadie pueda comerse tres bandejas paisas, respondí. Cada bandeja trae arroz, fríjoles, yuca, varias carnes, chorizo y una cantidad de otros elementos que ahora olvido.Juliao informó sobre su absoluto marginamiento de los intectuales colombianos. Luego, hablando con otras personas, me enteraría que el marginamiento al que habían sometido a Juliao obedecía a dos circunstancias: al hecho de que había escrito libretos para telenovelas y que había ganado bastante dinero con ello (pecado imperdonable en una grey que hace votos de fracaso económico y castidad comercial, como si hubiera mérito en ello) y a la circunstancia de que había hecho campaña a favor del liberalismo y luego aceptado una embajada en Egipto. Sus antiguos amigos izquierdistas nunca le perdonaron esto. Los intelectuales sofisticados, que se dan aires de grandes señores, cuyos adalides son Germán Espinosa y Rafael Humberto Moreno Durán, no le perdonaron la banalidad de entregarse a la televisión. Uno y otro son los escritores que en la actualidad se dice compiten por ocupar los lugares atrasito de Gabo y Mutis, que ya se volvieron inalcanzables. Son los eternos viajeros, los que están en todos los congresos y hablan con todos los traductores y disponen de las mejores editoriales. Si les piden que escriban sobre el mar lo hacen con autoridad y si les piden una conferencia sobre la luna también. Son los Monsiváis colombianos.
Juliao gesticulaba como un gran pachá a la mesa y me daba las motivaciones de su vida. "Yo no asisto a dar conferencias ni a mesas redondas. Guardo un bajo perfil. No quiero aparecer en fotos en los diarios ni ser muy famoso, porque inmediatamente me vuelvo blanco de toda clase de fascinerosos. Me dedico a lo mío", decía empacando carne en porciones pantagruélicas. "Tenemos que vernos antes de que regreses a México: debes ir a mi casa a tomarnos unos wiskytos en mi casa".
Juliao fue embajador de Colombia en Egipto y regresó de allí esposado bajo acusación de abuso de autoridad. Le quedaron los gestos de gran señor. Me dio la impresión de que él creía que yo era importante y que por eso me prestaba tantas atenciones. Le hablé de mis últimos años y le conté de mi estadía en Canadá. El solicitó información sobre la forma de conseguir una residencia artística en Banff. Yo también protesté amistad, concediendo el beneficio de la duda. La verdad es que yo también he sufrido los gestos de suficiencia de los intelectualotes bogotanos, he sido blanco de sus críticas, los he caricaturizado en artículos, lo que no me veda de reconocer que, por ejemplo, Moreno Durán es un escritor brillante y que tiene textos muy interesantes, como también los tiene German Espinoza. (Espinoza es autor de un cuento que yo calificaría de perfecto. Se llama "Noticia de un convento frente al mar", y se encuentra en la Antología del Nuevo Cuento Colombiano, recopilada por Luz Mery Giraldo y publicada recientemente por el Fondo de Cultura Económica. Es también autor de una novela farragosa e impotable --en eso estuvimos de acuerdo García Márquez y yo no hace mucho tiempo al hacer un repaso de la literatura colombiana entre chnismorreos en el Hotel Xalapa-- que se llama La tejedora de coronas. Lo paradójico es que a esa novela se le ha dado el título de "patrimonio cultural de la humanidas". ¿Quién diablos da esos tìtulos pomposos?).
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