EL AMOR DE LOS HUITOTOS. CAMINANDO POR LA SÉPTIMA

enero 22, 2011

Sesión de diapositivas del Amazonas y Araracuara. Entre lo que recuerdo
de la plática de Pedro Botero, el hombre que trazó la mayor parte 
de los mapas de la Amazonia Colombiana, se halla el hecho de 
que las indígenas huitotos no le ponen ningún romanticismo en la 
relación de pareja y que aceptan la sexualidad con 
naturalidad. "El romanticismo, eso que llaman amor, los ojos en 
blanco y los arrumacos, son pendejadas de los blancos", dice Pedro 
Botero con su sonrisa de sabio socarrón. "Cuando los indígenas quieren 
darle gusto al cuerpo se escapan al campo donde van a sembrar y allí lo 
hacen, en estrecha vinculación con la tierra".
            Pedro Botero explicó que en una choza de huitotos, el hombre 
duerme en una hamaca arriba; bajo él duerme su mujer en otra hamaca 
y bajo ellos duermen los hijos. Que cuando el indígena quiere 
aliviarse las ganas  se baja a la hamaca de la mujer y lo hace con 
absoluto sigilo, en silencio, casi sin moverse.     
            Pedro nos atendió a mi hermana y a mí con absoluta cordialidad. Yo llegué a su casa tarde, caminamospor la Séptima y la Novena, 
territorio de putas y de casas de empeño. Una hermosa 
putica negra, que estaba a las puertas de una sórdida sala 
de cine pornográfico, se ofreció a ir 
conmigo. Le dije gracias, hija, te lo agradezco.
            Todo el día posterior lo pasé eludiendo invitaciones de 
la azafata poeta que dice tener tiene un clítoris esparcido por todo 
el cuerpo, un punto "G" extenso y robusto y unos músculos abdominales 
deatleta genital, según sus propias palabras. Intenté comunicarme con 
Elkin Patarroyo, inventor de la vacuna contra la malaria, infructuosamente. Quiero invitarlo a formar parte del Comité Internacional La Ciencia 
y el Hombre. Visité al editor de Plaza y Janes. Está como de costumbre deprimido por la situación de la empresa y de Colombia. Dice que no publica un libro si el autor no está dispuesto a mojarse el trasero, a vender personalmente mil ejemplares o a pagar la mitad de la edición. Lo único que publica inmediatamente son bestsellers asegurados. Tuve con ganas de mandarlo a la mierda, pero me porté con prudencia. Le dije que podría intentar gestionar una coedicion, con Tusquets, por ejemplo. Le  había ofrecido mi libro inédito y luego se lo iba a quitar de las manos, pero dijo déjamelo, quiero leerlo. Es su táctica. Dentro de un mes recibiré un contrato. Mi libro es tan bueno que es imposible que lo rechace. Y así lo dijo: "Todo lo que escribes me gusta, de eso estoy seguro. De lo que dudo es del mercado colombiano. Aquí nada que no sea un best seller o un libro de motivación personal sale adelante". Afirmó que  todo el asunto
ese de los tirajes de medio millon de ejemplares de los libros de García Márquez era puro cuento 
inventado por Kataraín, de la Oveja Negra. Que se hacía un tiraje de cien mil ejemplares y se 
desplazaba de un país a otro. Lo mandaba a un país, luego lo recogía y así iba rotando los 
libros, con propaganda. Yo opino que cualquier estrategia para vender un libro es válida. 
Incluso las mentirillas tan frecuentes. Recuerdo haber escuchado en el Hotel Xalapa hace ya más 
de diez años que García Márquez y Gustavo Sáinz tramaban inventos para hacerle publicidad a un 
nuevo libro de Gabo. Le reclamé al editor de Plaza por el hecho de no haber publicitado la nueva 
edición (décima en lengua castellana) de Cuentos para después de hacer el amor. Le dije que le 
faltaba sentido del riesgo, una dosis de atrevimiento. Aceptó ponerle un cintillo a  mi libro: 
"45 000 ejemplares vendidos, décima edición, del maestro del erotismo latinoamericano". La verdad 
(y ésta sólo se la cuento a mis lectores) es que no creo se hayan vendido 45 000 pero si bastantes : 
20 000 de la primera edición de la Oveja Negra, en la Colección Biblioteca de Literatura Colombiana; 
 8000 de las ediciones de Plaza; y entre  5000 y 8000 de las cuatro ediciones de Leega -aunque
supongo que Jiménez tiró más libros de los que afirma. 
            Visité la librería Bucholz de la Carrera Séptima, subí por una escalera de cuatro metros y allá 
cerca del techo, encontré un ejemplar de mi primer libro de cuentos de la Colección Rotativa de 
Plaza y Janés, Alquimia Popular (1979). Precio: 1500 pesos, es decir, un dolar. El mismo 
Bucholz -un alemán tímido, de voz apagada- me hizo una rebaja de 500 pesos. La dependiente fue 
amable, dijo que mis libros a lo largo de los años se habían vendido bien. Y que la gente 
preguntaba frecuentemente por mí.


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