Sobre El triunfo de la belleza de Joseph Roth
septiembre 17, 2011
Joseph Roth, El triunfo de la belleza,
colección Ficción Breve,
Universidad Veracruzana, 2002
Voy a enumerar las virtudes, lo que me parece las virtudes de los artículos periodísticos y la breve novela de Joseph Roth, reunidos en El triunfo de la belleza. Uno: La sencillez con que escribe. El no recurrir a adornos o circunloquios. Dos: La recuperación de la capacidad de hablar de la intimidad personal sin miedo al “yo” y sin incurrir en la vanagloria. Tres: La recuperación de momentos importantes de la vida personal y el intento de comprenderlos y proyectarlos, sin alzar vuelo hacia altas y pedantes filosofías. Cuatro: La falta de miedo a la nostalgia. El placer de recuperar por medio de la palabra momentos que fueron importantes, ya sea porque se antojaron felices o desastrosos, aleccionadores o insignificantes. Cinco: El sentimiento tan presente de que el autor se está comunicando con un lector, que lo entiende, comparte vivencias o por lo menos lo sigue en sus ocurrencias.
Escribir sobre el segundo amor, sobre los antipáticos compañeros de escuela, sobre el hallazgo de un perro perdido, y hacerlo con sencillez y humor, nos acerca mucho a una percepción de la realidad que nada tiene de convencional. Hay algo como una observación humana y sentimental, lejos de la impiedad social que a veces rige las sociedades urbanas. Se trata, sin duda de un observador especial, que al escribir, le presta sus ojos a los lectores.
Joseph Roth vivió de su capacidad de observación: escribió en muchísimos periódicos de varios países, sus notas breves, a veces semejantes a cuentos, o como simples anécdotas, que suscitaban el cariño de sus lectores y que hoy siguen funcionando, pues la sencillez de la vida es un tema tan universal como el amor y la muerte.
“El triunfo de la belleza”, relato largo que da nombre al volumen es un alegato contra las mujeres, un finísimo alegato contra las casquivanas, las calculadoras, las sufrientes, las manipuladoras, las socarronas, las hipócritas, las amantes de todos los hombres menos de su marido. Es un texto escrito con una ironía corrosiva y sin embargo fina, muy inteligente. La sabiduría del escritor, que se traduce en una serie de reflexiones de gran profundidad, hacen que la lectura del texto sea un auténtico deleite.
Como muestra vale la pena reproducir un párrafo, referente a lo que es la verdadera nobleza: “El hombre noble de verdad es anónimo. Hay una fuerza en la nobleza congénita, que es mayor que la luz de la fama, el brillo del éxito, el poder de los truinfadores. La ambición es una característica de los plebeyos, que no tienen tiempo y no pueden esperar para conseguir honores, poder, prestigio, fama. El hombre noble, en cambio, tiene tiempo para esperar, sí, incluso para ser postergado”.
Roth nació en Volinia, en el imperio austrohúngaro, en 1894. Fue autor de La leyenda del santo bebedor y Confesión de un asesino.
Marco T. Aguilera
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