Adiós a Cali Vieja
mayo 18, 2013Adiós
a Los Turcos Elvira
Bonilla
País, Cali, Mayo 17, 2013, http://www.elpais.com.co/elpais/opinion/columna/maria-elvira-bonilla/adios-turcos
Se inauguró la plazoleta Jairo Varela. Pero se fueron Los
Turcos. Aquel emblemático restaurante con más de 50 años de estar
sirviendo en el mismo lugar y con los mismos amables meseros, las mismas
inolvidables carnes encebolladas, luladas o ensaladas turcas. Era el lugar de
encuentro cuando en la esquina estaban las cajillas de los apartados aéreos de
Avianca donde llegaba la correspondencia en tiempos en que ni se soñaba con el
internet ni en los rápidos correos electrónicos que enterraron el género
epistolar. Los Turcos era además el lugar de las tertulias vespertinas, de la
lectura de la prensa o las revistas con interlocutores listos a entablar
cualquier conversación, costumbres gregarias que acompañaban y que también
desaparecerán con la demolición.
El trato amable y cogedor de los meseros del restaurante, que tenía el
mérito de permanecer abierto todo el día, con su gran terraza sobre la calle,
consiguió que los mendigos merodearan sin estorbar ni agredir. Los Turcos eran
el punto de llegada o de partida del entonces grato recorrido por la Avenida
Sexta que se recorría después del cine, saboreando un cono de Dary Frost,
después de disfrutar los estrenos en los teatros Calima o Bolívar, que
agonizaron hasta convertirse en templos de proselitismo religioso; cuando la
Sexta estaba lejos de ser el muladar de cuchitriles, negocios precarios de
ventas de arepas o chorizos o bares de mala muerte con música escandalosa o de
metederos oscuros de citas a escondidas.
“Nos vemos en Los Turcos” era casi que el santo y seña de
una generación que ha visto desaparecer esa ciudad grata y amable de la que
solo sobreviven el olor de las cadmias, los viejos ceibas y samanes y los
grandes árboles tropicales que con su fronda cubren la nueva mala arquitectura
caleña. Cali es hoy una ciudad sin pasado, cercada por las odiosas cintas
amarillas que anuncian obras como las que advierten el sellamiento de Los
Turcos con el que se despide esta última referencia urbana que mantenía viva la
memoria.
Allí va cayendo todo empujado por la modernidad, doblegado por el ímpetu
comercial. Como está ocurriendo con la novela de Andrés Caicedo: ¡Que
viva la música! La señales que han dado la Productora Dínamo y el
director Carlos Moreno es que la ambición taquillera gobernará. No será una
película de época como prometió en un primer momento ni se oirán las canciones
de los Rollingstones, Bobby Cruz o Richie Ray. Los artífices de la película
parecen estar dispuestos a sacrificar, por no decir traicionar, el espíritu de
la obra como lo reveló el casting público para escoger los protagonistas en el
que primaron los clitches comerciales al punto de que la rebeldía furiosa de la
heroína María del Carmen Huertas será transformada en la complacencia de una
rubiecita feliz de aparecer desnuda en la portada de la revista Soho.
Mientras esto ocurre en su natal Cali, la novela ¡Que Viva la
música! se abre camino como novela en las grandes ligas de la
literatura universal con su traducción al francés y al inglés donde la más
famosa de las editoriales, Penguin, la publicará en su colección de clásicos
juveniles. Así somos, enterramos lo mejor que tenemos y la
vida sigue. Sin más.
0 comentarios