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Varias lecturas de Agua clara en el Alto Amazonas

mayo 06, 2014

DOSSIER  CRÍTICO DE LA NOVELA AGUA CLARA EN EL ALTO AMAZONAS

2011/01/14
http://otrolunes.com/ 
Destacan en Berlín la novela Agua clara en el Alto Amazonas  de Marco Tulio Aguilera
 
 
Un caos terrible, y paradójicamente armonioso


La revista virtual Otro Lunes, que es publicada  en Berlín por intelectuales latinoamericanos ha destacado el siguiente artículo del novelista cubano Félix Luis Viera:“Jamás iré a la Amazonia, quedé completo con este libro de Marco Tulio Aguilera. Ni pensarlo media vez, con lo que me dicen estas 126 páginas me basta para saber de qué se trata ese lugar, que es mejor disfrutarlo, cómodamente, lejos de ese caos terrible, y paradójicamente armonioso, que se detalla con maestría tanta enAgua clara en el Alto Amazonas.
Se hace difícil en una narración más bien breve introducir tanta pulpa, de manera que no sólo el viaje por el Amazonas -que no tiene nada de novela de aventuras, como se afirma en la contracubierta-, sino también causas y devenires de cierto segmento de la clase social colombiana y, en menor medida, de la mexicana, así como la intríngulis de la guerrilla que asola al país sudamericano o el porqué del empecinamiento del ser humano en alabar lo desconocido pero finalmente no aceptarlo. Todo esto y mucho más lo logró Aguilera porque no escribió una novela. Esto no es una novela. Es un encaje de todo lo que el autor sabe dominar con precisión: crónica, ensayo, epistolario, testimonio, anécdotas "literaturizadas", digresiones justas, etcétera... y está bien... dos planos de ficción. Pero la pregunta que nos haremos al final de la lectura, la que me hago aún, es: ¿será tomado y retomado este libro por su condición de buena propuesta literaria o quedará como obra de consulta sobre la Amazonia colombiana? Todavía no tengo respuesta para esta pregunta, pero sí estoy seguro de que cada vez que necesite saber algo al respecto, le iré arriba a estas páginas. En ellas están -o que un entendido en la materia me desdiga- todo lo que un ser promedio quisiera saber de esa porción del mundo, espeluznante y hermosa, de la que tanto hemos escuchado y en parte leído.
Son dos planos narrativos, que se van intercalando como ejes principales, pero permeados de todos los recursos que antes citaba. Uno, el científico de poca monta, hacedor de articulitos a veces aun "fusilados", y un escritor que busca no se sabe qué en este viaje, o quizás sólo lo impulse esa constante de que "la mitad de Colombia no ha sido tocada por el hombre". Así va corriendo lo que no tengo más remedio que llamar la trama. Aparte de ambos narradores, que son los encargados de darnos toda la información no sólo sobre el "hecho amazónico", sino de lo que podríamos definir como el basamento aledaño, Mariño Riascos es un personaje muy bien hecho. Será por eso que a mí en lo particular me cae tan mal, altanero, sabihondo, lacónico en tantas ocasiones. Mi personaje preferido, incluidos los narradores, es Chirri, quien -sabiduría del autor- es tomado para relatar indirectamente algunos de los pasajes más importantes de la obra. Y, aunque no lo crea quien no lo ha leído, Agua clara en Alto Amazonas, no obstante ser una obra breve -insisto-, exhibe una notable variedad de personajes. Otro que sumaría a mi preferencia es la india Juanita, el encanto, el misticismo, la perdición posible para un alma de varón poético. Sin embargo, hay otro -sólo evocado-, Antonia, que llega el momento en que sólo aporta ruido al desarrollo argumental. Antonia es la esposa del narrador de oficio escritor. He leído casi toda la obra de Marco Tulio Aguilera, y una de las licencias que este autor se toma es trasvasar, en ocasiones, la frontera entre el hombre-escritor y el narrador. Que yo recuerde, sólo en El amor y la muerte -finalista del Premio Alfaguara- abandona este recurso, que algunos podrían llamar defecto,y no es ésta su novela más sobresaliente (no hallo en su obra otra superior aMujeres amadas, en la cual el autor hace maravillas con la estructura narrativa). Así, lo menos que se podría esperar era que Aguilera apelara a esta manera en Agua clara..., pero lo hace y esa es la razón por la que Antonia, o la evocación de ella y sus características, logran desfasar en algunas líneas al lector. Decía de la variedad de personajes de aquellas selvas temibles; de entre los secundarios, el motorista Adolfo es un primor, parece susurrarnos sus puntos de vista al oído. Para terminar con este tópico, si bien el autor va introduciendo a este y al otro aquí y allá, con pinceladas de largo trazo, no cae en el error de "mover" a lo que solemos llamar el personaje colectivo; si lo hubiera hecho, la obra se le hubiera enredado constantemente.
El novelista (si bien mantengo que no estamos comentando una novela) debe cuidarse de los lastres; es decir, de todo lo que no es imprescindible para la conformación de un personaje. De modo que si el hecho de que un personaje fume, o tenga un tic, o use lentes no es decisivo para sus acciones futuras, no tiene el autor por qué echarse esa carga encima. Lo anterior para remitirme a uno de los pasajes más interesantes de Agua clara...: el hundimiento de "La Vaca Loca". Si el personaje no hubiese usado anteojos este capítulo hubiera resultado más intenso, y más verosímil. ¿Para qué usa anteojos este personaje narrador? Para nada, para complicar al autor no sólo en el pasaje referido, también en otros. Es perfectamente creíble que un científico no use de lentes de modo permanente.
Cualquiera infiere que para enfrentarse a una obra como la que nos ocupa, hay que tener un considerable poder para la descripción. Aguilera lo tiene, y para mí -que me precio de haber leído casi toda su vasta obra narrativa- es en Agua clara... donde mejor lo demuestra. Porque el quid estaba en describir la "realidad", pero resumiendo; así, por primera vez me topo con una metafórica verdaderamente meridiana y de altos valores literarios, venida de este autor. El sol va languideciendo y pule el agua hasta convertirla en la piel dorada de una bestia que se oculta entre el follaje y vuelve a aparecer a la distancia (Pág. 57). Sus ojos parecen llenos de pólvora a punto de reventar (Pág. 74). La luz del sol totalmente virginal, el agua espejeando como un mar de mercurio, el despertar gradual de los sonidos de la selva, el lujo de la humedad y los olores de mil plantas totalmente desconocidas, una energía sobrenatural bañándolo todo. (Pág. 85). Y así, hay muchas más imágenes que tienden a una mayor plasticidad y síntesis que las citadas.
La utilización de la primera persona, en presente -cuando al autor la conviene- es algo que le da agilidad a la narración, igual que el tono de diario que adquiere el relato en ciertos tramos.
Como al inicio decía que para mí este libro, que resulta un entrecruce de variados géneros, representa un obra de consulta en igual medida que un relato literario, convido al lector a que lo compruebe repasando una latitud y otra de la geografía de la Amazonia colombiana; a que por medio de este libro otee en las aguas del mítico río, "La anchura en la desembocadura del Amazonas es de diecisiete kilómetros", "recorre 6,000 kilómetros. Hay 2,000 especies de peces ornamentales"; a que se dé la mano con las victorias regias, los mostacillas, los indígenas tikunas, guaharibos, las cien especies de "bichos voladores e invisibles" y el sinfín de paisajes por los que verá el lector correr una fauna y flora que le resultará inimaginable; así como ese sentir, diferente del nuestro, de los habitantes de aquella región, que incluye la sensualidad de las indígenas.
Agua clara en el Alto Amazonas es un libro que merece una buena promoción, sobre todo para que se beneficien los lectores. Debe agradecérsele a la Dirección Editorial de la Universidad de Puebla esta apuesta por una obra que, sin duda, resultará del interés de muchos.

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Crónicas del Amazonas 
Vicente Francisco Torres 
Revista Siempre!, México (September, 2006) 
COPYRIGHT 2006 Editorial Siempre, S.A. DE C.V.

La selva Lacandona y los ríos Orinoco y Amazonas, desde los años de la Conquista, han sido mecas de aventureros, artistas, religiosos y hombres de ciencia. Primero fueron los viajes de descubrimiento, conquista y estudio, pero los escritores de hoy repiten los periplos como una suerte de culto, de pruebas de resistencia y como un recurso para dar testimonio de lo que hemos perdido.
En el más reciente número de la revista poblana Crítica (agosto-septiembre de 2006), el escritor colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño entrega su "Crónica del Amazonas" que tiene una singularidad: mientras la mayoría de los libros de viajes y aventuras testimoniales se empeñan en mostrar los riesgos pasados y ponen especial interés en las fotografías con serpientes muertas y fieras cazadas, Marco Tulio nunca oculta que su crónica proviene de una excursión a Leticia, en la Amazonia colombiana, vecina de Brasil y de Perú. Lo extraordinario de esta crónica es que a pesar de ser producto de un viaje poco heroico, está magistralmente elaborada y cristaliza en un texto literario valioso por su escritura, independientemente de las cosas que va mostrando. 
Como en las crónicas clásicas que se tornan estereotipos en Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, Aguilera Garramuño encuentra en su viaje al Fraile Loco, fanciscano, y a Fray Rebelde, jesuita, ambos metidos a hosteleros. 
El texto de Marco Tulio ofrece diversas visiones de la región visitada: la selva es el ámbito inescrutable en donde se refugia la Colombia no oficial y la opulencia que el narcotráfico ha metido en forma aeropuertos cobijados por lianas. Es también el laberinto que enloquece a quienes no son sus hijos y también el asiento de la edad de oro y de la utopía; no deja de ser, además, el infierno verde que abriga el sueño del paraíso perdido. Marco Tulio fue a la selva de su patria para soñar con ser Tarzán, para vivir por unos días el mundo adánico que, como casi siempre hicieron los viajeros del siglo XX, había de abandonar para reintegrarse a la tan vapuleada civilización que, como una mujer amada y esquiva, siempre acaba por hacernos regresar. Aunque es claro que, ante todo, Marco Tulio Aguilera Garramuño fue a la selva para sacarle un texto literario.
COPYRIGHT 2006 Editorial Siempre, S.A. DE C.V.
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2010/01/30
NUEVA NOVELA DE MARCO TULIO AGUILERA


AGUA CLARA EN EL ALTO AMAZONAS, NUEVA NOVELA DE MARCO TULIO AGUILERA


El escritor Marco Tulio Aguilera, investigador de la Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana, anunció la publicación de su nueva novela Agua clara en el Alto Amazonas, obra que a la fecha ha cosechado tres reconocimientos: en México recibió Mención Honorífica en el Concurso de Novela Corta Rosario Castellanos y en España fue finalista el año pasado en el Concurso de Novela Ciudad de Barbastro y en País fue Finalista en el Concurso de Radio Francia internacional. La novela, según el autor, será publicada por la Universidad de Puebla y presentada en la Feria del Libro de dicha ciudad, a celebrarse en mayo del presente año. Posiblemente también sea presentada en la próxima Feria del Libro Universitario en Xalapa.
Con respecto a Agua clara en el Alto Amazonas el autor dijo:
“Desde que visité la Amazonia Colombiana hace más de diez años me obsesioné con ella. Leí todos los libros que hallé sobre el tema, desde la Crónica del descubrimiento del río Amazonas, hecha por Orellana y escrita por Fray Gaspar de Carvajal, pasando por los viajes de Humboldt, hasta llegar a obras contemporáneas. He hecho siete versiones de la novela y las siete me parecen publicables. Hice también una crónica de mi viaje al Amazonas y la publiqué en la revista Crítica de Puebla y en mi libro Maelstrom agujero negro, editado por la Universidad Veracruzana”.
Sobre la versión que publicará en la Universidad de Puebla dijo: “Es una novela brevísima, de 108 páginas, en la que combino la crónica real de mi viaje a la selva, con lo que inventé: una historia de amor de una indígena huitota con un blanco… Aunque en realidad no inventé nada, sino que reelaboré el relato que me hizo un personaje interesantísimo que conocí en Bogotá. Este personaje, es decir, esta persona, es un cartógrafo eminente, Pedro Botero, que fue quien “cartografió”, es decir, hizo los mapas, de toda la región amazónica colombiana. Esta persona me contó una historia de amor que tuvo con una indígena huitota”.
Se le preguntó al autor por qué, después de publicar en Alfaguara, la editorial más importante del ámbito de la lengua castellana, tres libros (El amor y la muerte, novela; Cuentos para después de hacer el amor, relatos; y El pollo que no quiso ser gallo, literatura infantil), ahora ha publicado en editoriales universitarias y de provincia (El imperio de las mujeres, en Educación y Cultura, de Puebla; Maelstrom agujero negro, en la Universidad Veracruzana) .
“Tratar de entrar en las editoriales como Alfaguara cuando no perteneces a la élite de los que poseen poder editorial o influencias es como ser flaco y tratar de entrar a un edificio que solo tiene una puerta estrecha por la que quieren pasar al mismo tiempo veinte gordos. Yo perdí la paciencia y decidí publicar mis libros en editoriales marginales o universitarias, que lo respetan a uno. Publicar en estas editoriales no da dinero pero sí felicidad: me basta con saber que mis libros estarán publicados. Ya lo que pase con ellos es asunto aparte, algo que pasa en otro mundo”.
Se le comentó al autor que a pesar de lo que dice hay un libro suyo que está teniendo un éxito muy grande en la Editorial Alfaguara.
“Es cierto: El pollo que no quiso ser gallo, publicado en Alfaguara Infantil, ya lleva una edición y seis reimpresiones en México y tres en Colombia, alcanzando a la fecha casi 40 000 ejemplares vendidos. Y esto tiene gran mérito, pues nunca ha aparecido ni una sola reseña del libro en medios de prensa o electrónicos. El libro se ha vendido solo y es incluido como texto básico en escuelas de muchos países. Sobre cuentos de este libro se ha hecho radio en México y Holanda, obras de teatro, lecturas de cuentacuentos, concursos de lectura, un CD con música”.
Marco Tulio Aguilera, autor colombiano, es un escritor prolífico, afincado en Xalapa desde 1979. Se le preguntó qué ha representado esta ciudad para su trabajo:
“Creo que en ninguna otra parte del mundo podría haber encontrado lo que encontré en esta ciudad: paz, tranquilidad, buen trabajo, el apoyo de una institución como la Universidad Veracruzana, una estabilidad familiar y laboral.”
¿Qué viene en la obra en marcha de este autor?
“La cuarta edición de Cuentos para antes de hacer el amor en Plaza y Janés de Colombia; la tercera edición de la novela Mujeres amadas en la editorial de la Universidad Veracruzana. Posiblemente la primera edición de una breve novela llamada Las aventuras del doctor Amóribus, consultor erótico y sentimental. Sigo esperando la respuesta del Fondo de Cultura Económica a ver si publican mi novela grande, Historia de todas las cosas. Y… espero tener tiempo y tranquilidad para corregir una novela todavía más grande, El sentido de la melancolía, que tiene 1000 páginas, en la que abordo la enfermedad del siglo, la depresión.
Alguien podría pensar que tal acumulación de obras, publicaciones y proyectos es excesiva, pero para los que conocen a Marco Tulio Aguilera es normal: desde hace casi diez años el autor ha presentado uno, dos y hasta tres libros nuevos en la Feria del Libro Universitario. La hermosa vida, La pequeña maestra de violón, El amor y la muerte, Poéticas y obsesiones, Maelstrom, son algunos de los títulos que ha presentado.
Tal acumulación de trabajo puede hacer pensar en obras apresuradas, se le comentó al autor. A lo que respondió:
“La poca crítica que existe, es decir, la de los amigos, ha opinado lo contrario. La otra crítica no existe. Ya el mundo de la literatura se está convirtiendo en un paraíso perdido. Aspirar a que los articulistas del Distrito Federal se ocupen de lo que hacemos en la provincia mexicana es una ingenuidad o una tontería. Ellos tiene allá su terrenito cultivado y no quieren que nadie siempre en él. A ellos les queda la fama y el dinero; a nosotros la felicidad. De todos modos ahora se están abriendo varios caminos nuevos: libros virtuales, de los que ya hay uno mío en camino; blogs: el mío se llama mistercolombias.blogspot.com y tiene entre 60 y cien visitantes diarios; libros en escritura braille, de los que tengo dos publicados en Argentina”.
Marco Tulio Aguilera además de investigador de la Editorial de la Universidad Veracruzana en maestro de Lectura y Redacción en la Unidad de Artes de esta institución y mantiene asesorías virtuales en cuanto y novela con aspirantes a escritores mexicanos y de otros países.
Los libros de este autor están disponibles en la Feria Permanente del Libro Universitario, situada en Hidalgo 9, en la ciudad de Xalapa.
Diario de Xalapa

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DIEZ-CANEDO, DIRECTOR DEL FONDO DE CULTURA ECONOMICA PRESENTÓ LA NOVELA AGUA CLARA EN EL ALTO AMAZONAS EN PUEBLA

PALABRAS PRONUNCIADAS POR JOAQUÍN DÍEZ-CANEDO, director del Fondo de Cultura Económica, EN LA PRESENTACIÓN DE LA NOVELA "AGUA CLARA EN EL ALTO AMAZONAS" de Marco Tulio Aguilera
8 de Mayo, 2010. Puebla, México.
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El hecho de que el autor de Agua clara en el Alto Amazonas, novela publicada por Fomento Editorial de la Benemérita Universidad de Puebla, me haya dedicado su obra, es un hecho consumado y hay que asumirlo. Yo conozco a Marco Tulio desde hace mucho tiempo, desde que ganó el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí en el 90. A raíz de eso tuve el gusto de publicar en Joaquín Mortiz su libro, que se llamaba Los grandes y los pequeños amores. A la sazón estaba en la Dirección de Literatura del Instituto de Bellas Artes Guillermo Samperio y se había propuesto un cambio a la Colección de libros del Premio San Luis Potosí. El cambio era incluir una foto del autor que ocupaba toda la portada, asunto que debió hacer muy feliz a Marco Tulio, sobre todo porque entonces que era un hombre mejor parecido que ahora. Lo conozco entonces desde hace más de 20 años y cuando llegué a hacerme cargo de la Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana encontré que Marco era un colaborador de esta editorial y me dio mucho gusto reasumir una conversación y volver a trabajar con él. Fue en la Editorial donde Marco me dio a leer un borrador de su novela Agua clara en el Alto Amazonas. Cuando apareció publicada la novela me di cuenta que estaba dedicada a mí de la siguiente manera: “A Joaquín Díez-Canedo, quien corrigió el destino”. Vale la pena explicar esto: la dedicatoria tiene que ver con una observación o con un comentario que le hice al penúltimo borrador de su novela. Uno no sabe si está bien lo que le aconseja a un autor, como no sabe si está bien lo que le aconseja a los hijos. A veces uno hace comentarios y luego tiene que asumir la responsabilidad de sus palabras. El caso es que Marco atendió a mi solicitud y cambió el final de la novela. No sé si fue correcto este cambio. Eso lo tienen que decidir los lectores, que posiblemente nunca conocerán el destino que yo torcí. Había en la novela anterior una especie de “efecto de fruta agusanada”. No hay sorpresa más desagradable que tomar una fruta hermosa, cortarla, írsela a comer y descubrir que está agusanada. El caso es que en la novela inicial que yo leí un explorador de la Amazonia se enamoraba de una indígena huitota, se aproximaba a lo que parecía una criatura casi perfecta y súbitamente descubría que estaba podrida. A mí me rompió el encanto esta destrucción de la belleza y se lo dije a Marco Tulio, quien tomó en cuenta mi observación y al corregir la novela le dio un vuelco, para que la fruta perfecta, la mujer, no estuviera corrompida. No quiero adelantar más detalles para no echar a perder la lectura. No sé si Marco aceptó mi sugerencia porque trabajaba bajo mis órdenes y porque tal vez lo tomó como una instrucción.
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¿De qué trata esta novela que en realidad es muy corta? Como toda novela interesante de un escritor experimentado como lo es Marco es una obra narrativa que corre con otro ritmo, con otra velocidad. A mí me gustaría hablar de sus parentescos, de cómo se inscribe en una tradición, en una serie de intenciones que son paralelas a las obras de otros autores. A la hora de estar leyendo para mí es muy interesante rastrear en los libros las huellas de otras obras, las fuentes de las que se alimentó el autor, las correspondencias, los vasos comunicante. Si uno ha leído docenas de libros con temas semejantes, empieza a encontrar la red que se teje, cosas que algunos llamarían influencias, pero que para mí más que eso son diálogos, coincidencias y confluencias. Agua clara en el Alto Amazonas se inscribe en una tradición ya larga, pues se ocupa de temas comunes que ya han sido tratados por muchos autores. Ya lo decía el Eclesistés: no hay nada nuevo bajo el sol. A mí me llamó la atención buscarle parientes a esta novela, sin duda no necesariamente deliberados, no necesariamente son buscados, pero existentes. La novela de Marco se relaciona con una carencia o con una intención o con una ilusión o con algo que tiene todos los años que tenemos, no nosotros, sino toda la especie humana: creo que tiene que ver con la búsqueda del paraíso. En realidad si uno lo piensa, ni siquiera mucho, el edén obviamente nunca existió, es un ideal, es más que todo una aspiración, no es un origen, ni siquiera tampoco posiblemente un futuro o un punto de llegada, simplemente es un deseo, una aspiración. La obra de Marco explora en busca de la verdadera naturaleza de la naturaleza humana. Coloca a su protagonista alejado o fuera de toda esta sociedad humana contemporánea que es tan compleja. La historia de esta humanidad que nos ha tocado es una historia llena de horrores y atrocidades. Marco Tulio actualiza la historia del buen salvaje. El hombre fuera de toda influencia de la sociedad qué es: ¿un ser bueno o un ser malo? ¿Qué tipo de ser es el hombre fuera del tejido social?
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Tengo que alabar la edición del libro de Agua clara en el Alto Amazonas: no tiene erratas, pero tiene un par de errores: uno es la repetición equivocada del número de variedades de especies ornamentales que habitan la cuenca del Amazonas; el otro es confundir El llamado de la selva, que es un libro de Jack London, con El corazón de las tinieblas que es un libro de Conrad.
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En el caso de Marco Tulio es muy difícil separar al narrador del autor porque es un hombre que dedica mucho tiempo a resaltar su presencia real como escritor. No elude el encuentro con sus lectores, más bien lo busca en conferencias, presentaciones y mediante un blog bastante nutrido y vigoroso, que tiene muchos visitantes. Claro que esta exposición no es en su caso solamente un mecanismo promocional sino que es parte de su estrategia literaria, de su forma de ser y estar en el mundo. Marco Tulio siempre ha buscado confundir el narrador con el autor, eso signa su literatura, y tal estrategia se traslada directamente a esta novela: el lector ingenuo siempre piensa que el narrador es el autor. El narrador experto, en el caso de Marco, sabe que el narrador es el autor. La tesis de que el hombre, dejado inerme ante ciertas circunstancias, llega a la degradación total, está presente en esta novela. Ello remite directamente a Kurtz, protagonista de El corazón de las tinieblas, que encarna el horror que yace en el fondo del alma humana. El corazón de las tinieblas es la historia de un hombre, funcionario de una empresa de caucho o de marfil en el Congo, que aislado de la civilización, se transforma en un monstruo. En esta historia la tesis es que el hombre es malo: fuera del contrato social, retiradas las ataduras de la moral que le impone la sociedad, el hombre es una bestia. Tal parece ser la tesis de Conrad. Hay otra novela que plantea el mismo tema, una obra un poquito más inocente, pero no menos cruenta: El señor de las moscas. Un avión cae en una isla y unos chicos se salvan y comienzan a vivir aislados del mundo. Poco a poco reproducen lo peor de la civilización y terminan dejándose dominar por una naturaleza perversa que los lleva a cometer atrocidades y ritos feroces.
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Se traslada el protagonista de la novela de Marco Tulio a otro lado, a otro mundo, un lugar intocado, virgen, por Araracuara, en la Amazonia Colombiana. Alguna vez leí en National Geographic un libro donde se hablaba de la exploración de unas mesetas en una sierra de Venezuela, parecidas al Tepozteco, aquí en Morelos. Allí había formaciones muy antiguas que se mantuvieron aisladas del resto del mundo; allí se encontraron gran cantidad de especies menores desconocidas. Esas mesetas eran como islas en tierra firme, unas cimas localizadas en serranías muy escarpadas en donde no había estado el hombre nunca. Allí se encontraron batracios, flores, animales y plantas que no existían en otras partes del mundo. Cuando leí aquello pensé que esas mesetas eran el último reducto donde nadie había llegado. Y luego, leyendo la novela de Marco Tulio, me surgió la idea de qué pasaría cuando se acabaran los lugares por conocer y me pregunté dónde quedarían la fantasía, la imaginación, el misterio. Gran parte del encanto del mundo reside en la idea de imaginar un lugar que no existe. De ahí surge la palabra, el concepto, de utopía. La imaginación es algo que alienta al hombre a vivir. Eso es indudable. Y es ahí donde reside el encanto del arte. La alimentación de la ficción y de la literatura depende un poco de la existencia de esos lugares. En esos territorios inhóspitos hay escenarios de situaciones inéditas y me parece que eso es un gancho, un aliciente, un motivo para la ficción. También me llama un poco la atención la historia de los lugares fantásticos, la realidad inédita de lo desconocido, y la dificultad para trazar un mapa del mundo que queda o quedaba por descubrir. Hasta la Edad Media comienzan a verse esos mapas. Antes la idea de hacer un mapa era una cosa que nadie se planteaba. Había quien sabía cómo llegar a esos lugares lejanos de la civilización y tenía las referencias para encontrar el camino; había quien sabía navegar por las estrellas o por otros medios. Cuando se empezaron a dibujar los primeros mapas, éstos tenían una frontera a partir de la cual se pintaban todos monstruos imaginados. Los mapas de la Edad Media tienen unas zonas que se califican de terra incógnita, lo que quiere decir que no se sabía qué había en esos lugares. Imagino yo que la primera vez que la gente vio un cocodrilo se llevó un susto tremendo. Y cuando esos viajeros llegaban a contar sus historias, esos animales que habían visto ya se habían convertido en dragones, un hipogrifos o quimeras. En todas estas aventuras de conquista estaba latente la perfecta novela: El corazón de las tinieblas. Surgieron los lugares mitológicos: la Atlántida, El Dorado, la Amazonia, y aparejados con esos territorios fabulosos la idea de que había cíclopes, dragones, mujeres que montaban a caballo y que tiraban con arco y a quienes les faltaba un pecho, lo que era conveniente para el tiro del arco. Muchos conquistadores buscaban esas quimeras, soñaban con ellas y eso dio origen a una serie de crónicas fantásticas. Después de las novelizaciones de lo que se halló en esos territorios, comenzaron a hacerse inventarios de la fauna, de la flora y de los recursos; Humboldt y luego Darwin trataron de poner un orden en tanta fantasía e hicieron clasificaciones de especies.
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Ahora en el siglo XXI ya quedan pocas cosas por descubrir y sin embargo la literatura sigue sustentando la posibilidad de que existan. La pregunta sobre qué pasa cuando al hombre se le retiran todas las relaciones sociales sigue siendo vigente. Defoe en Robinson Crusoe pone a su protagonista en una isla aislada de la civilización. Tema que se repetiría en El señor de las moscas, novela en la que un grupo de niños pequeños se ve abandonado en una isla y comienza a organizarse y a reproducir costumbres de sociedad primitivas. Allí se reproduce la civilización entera, con todos sus vicios y atrocidades. Defoe es más optimista: de alguna forma Crusoe restablece la civilización. Hay una novela mucho más interesante, es una de Turnier, en donde tenemos un Robinson de otro tipo, que finalmente acaba primitivizándose y renunciando a sus prestaciones civilizatorias y enamorado de la isla misma.
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Quiero relacionar el tema del viaje a lo desconocido con el tema del deseo y con el tema de la sexualidad y el erotismo, constantes de la narrativa de Marco Tulio. La idea del viaje a lo desconocido, a lo virgen, mantiene el interés de Agua clara en el Alto Amazonas. La primera virginidad que conocemos es la de las once mil vírgenes, que en el caso de la religión católica es nada más una. Y se presenta la virginidad no necesariamente como algo virtuoso sino como un misterio que se debe develar. La selva virgen, la selva que nadie ha hollado, que nadie ha penetrado, es una obsesión de muchos escritores; el tema de qué había en un sitio antes de que alguien lo huelle, lo penetre, de qué es esa cosa intocada que estaba ahí, intacta, prístina, es muy atractivo. Probablemente uno de los motores fundamentales de la novela de Marco Tulio es la imposibilidad de conocer a ese ser aislado, una indígena huitota que luce una inquietante sonrisa. Ello tal vez porque en el momento en que uno tiene ese contacto con el otro, ese otro ya deja de ser virgen. Llegar al fondo de ese ser, en este caso, una mujer indígena, es como penetrar una selva intocada. Por ahí anda también el tema del plus ultra que fue la divisa del imperio español: el más allá, lo otro, lo qué hay más allá de lo que yo conozco, lo que está afuera. Me parece interesantísimo el planteamiento narrativo de Agua clara en el Alto Amazonas, creo que es un ejemplo muy bueno. La obra es una novela que reclama su lugar en la gran tradición de la literatura de viajes. No voy a hacer una teoría de la novela del viaje, de la road novel, digamos que el Quijote es una de las primeras road novel, nada más que el protagonista en lugar de montar un vehículo monta un caballo y va acompañado por Sancho Panza y un burro.
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Agua clara en el Alto Amazonas es también la obra del desasimiento, del cambio, del despegarse de las referencias que uno tiene y del echarse a andar por un lugar donde le suceden una serie de peripecias, producto de mudarse de donde uno está. Muchísimas novelas están basadas en la anécdota de una persona que súbitamente se va, desaparece de su entorno habitual. Esta anécdota es un enorme pretexto narrativo, tanto que es un subgénero. El viaje permite que la persona se autoanalice y cambie, de modo que el viaje se transforma en una aventura interior sin dejar de ser una aventura exterior. Creo que la novela de Marco Tulio tiene parientes muy inmediatos en el siglo XX: Los pasos perdidos, por ejemplo. Como sabe todo el mundo que lea el blog de Marco Tulio y que conozca su literatura, este autor está obsesionado por las mujeres y sus misterios.
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En realidad la novela teje dos historias de viajes: una crónica de un viaje real de un académico universitario a la selva y una novela en la que se narra un viaje imaginario de un personaje muy semejante al que hace el cronista de la primera historia. Estas dos historias se confunden, se relacionan y se fecundan. En las dos líneas narrativas los protagonistas asumen actitudes cínicas, pero de un cinismo al estilo de Diógenes: los dos pretenden vivir con pocas cosas y aislarse del mundo para recuperarse a sí mismos. Hay dos tipos de viajes: uno el exterior, en el que hay muchas anécdotas, aventuras y peripecias; y otro, el viaje interior, en el que tales aventuras propician una transformación. El protagonista (los protagonistas) se conocen a sí mismos al conocer el mundo. Vale la pena destacar la identificación que el autor hace entre estas fantasías de viajes exteriores y las de tipo erótico. Lo que está más allá no solamente es el mundo desconocido y exótico, sino la mujer, la otra mujer. Todo en esta novela apunta a convertirse en una metáfora de la mujer. El aventurero va en busca de una mujer y no sólo de un territorio. Los que conocemos la narrativa de Marco Tulio sabemos qué él considera el deseo como motor y como razón del mundo. Y el deseo, pues claro, no podía estar ausente de esta novela. Toda la obra está sembrada de anécdotas que me recordaron las de José Luis Cuevas, sus aventuras eróticas que uno no sabía si eran reales o imaginarias. Lo que en realidad no importa. Agua clara en el Alto Amazonas es una llena de niveles. Más allá de las aventuras en la selva y las aventuras amorosas o eróticas está un respetable nivel filosófico, una reflexión sobre lo que es o puede ser el hombre. Los escenarios de Agua clara en el Alto Amazonas son escenarios llenos de gran desmesura, se pueden sentir los caudales vigorosos de los ríos, la altura de los árboles, el peligro constante de un territorio salvaje. Se percata uno en esta obra que la naturaleza no necesita del hombre, sino que más bien lo padece. Existe también otro nivel: el estilístico: la novela está llena de metáforas vigorosas, de frases afortunadas que se suceden unas a otras, con una economía de recursos que sólo un narrador tan ducho como Marco Tulio puede soltar con tanta soltura y sin amaneramientos. Es un narrador poderoso, con una habilidad que obliga a que uno se tire de cabeza en la novela y se vea arrastrado hasta el final. Una o dos tardes bastan para terminar de leer esta breve obra. Marco Tulio con su narración derrumba la crítica, se va ganando al lector, lo va convenciendo, lo va emborrachando en una especie de vorágine contra la que no hay nada que hacer más que dejarse llevar. Al principio el lector se ve en la disyuntiva: ¿le creo o no le creo? A las pocas páginas esta novela derrumba las barreras y el lector no tiene otra alternativa que entregarse. Marco es un autor experimentado que usa una serie de artimañas que marean y envuelven al lector. Frases impresionantes, felices. Algo muy particular en esta novela es que hay en ella algo de ensayo. A veces recordaba El amor en los tiempos del cólera y en ocasiones pensaba en las novelas de Mutis: comparte con ellas un ambiente, un territorio, incluso un lenguaje que los buenos narradores colombianos han patentado como suyo. El territorio de Araracuara, donde se desarrolla la historia de Agua clara en el Alto Amazonas podría ser el escenario de las novelas de Mutis, pero Agua clara en el Alto Amazonas tiene un color muy personal, que sólo Marco Tulio podría darle. Un detalle que vale la pena destacar: es la virtud de que se puede leer como una novela de aventuras y se puede leer como una novela filosófica, de profundización en la naturaleza humana. Esta complejidad sólo la puede conseguir un narrador como Marco Tulio Aguilera.
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2011/04/08
MAS SOBRE MI AMAZONAS

El Amazonas de Garramuño
Rafael Antúnez
OTRO Artículo publicado originalmente en Berlín en la revista Otro Lunes http://otrolunes.com/
(Nota: No es la misma nota aparecida en esa revista y publicada en este blog hace varios días. Es otra... obviamente)
Hace cosa de un mes, o un poco más, estuvo en Xalapa el gran poeta Tomás Segovia. El motivo, o el pretexto de su charla, era presentar su reciente traducción de una pieza de William Shakespeare. Tomás habló largo y tendido sobre Shakespeare, la traducción y la poesía. Cuando llegó el momento de que dialogara con el público, alguien, sin venir a cuento con el tema, le preguntó cuál era el destino de la novela. Esta pregunta hecha a un novelista parece una impertinencia, pero hecha a un poeta parecía, y era, una barbaridad. Tomás la sorteó como pudo y acabó hablando de una novela escrita por él.
Su respuesta no me convenció, aunque intuyo que no hay una respuesta a esa pregunta que pueda convencer a todos. ¿Cuál es el destino de la novela?
La pregunta me rondó varias veces la cabeza, sin que alcanzara a hallar una respuesta cabal. Probablemente la hubiera olvidado, tal y como uno suele olvidar todo lo que pasa en las presentaciones de libros, pero la lectura de Agua clara en el Alto Amazonas de Marco Tulio Aguilera (Benemérita Universidad de Puebla, Colección Asteriscos, México 2010), me hizo volver sobre ella.
Quizá mi respuesta les parezca una perogrullada, pero tengo mis razones para creer en ella. A mí me gusta pensar que el destino de la novela es no tener destino. Creo que ésta es una de las grandes enseñanzas que Cervantes nos regaló a los novelistas. Hay que salir a los caminos, pero no recorrer las mismas sendas, hay que viajar, sí, pero no repetir los itinerarios de viaje de otros novelistas. Salir al camino como lo hizo don Quijote, renunciando a ser el hidalgo Alonso Quijano y convirtiéndose en el Caballero de la Triste Figura, dejar de ser cuerdo y volverse loco.
La novela de Marco Tulio se inscribe en una tradición (el viaje por el río en busca de algo o de alguien) que tiene representantes tan dignos como Joseph Conrad y Álvaro Mutis, pero, a diferencia de ellos, Marco Tulio escribe una novela celebratoria, su personaje no viaja al corazón de las tinieblas, sino, como su título lo dice, en busca de agua clara, contempla deslumbrado la inmensidad de la jungla, la turbulencia de sus aguas, escucha el ensordecedor rumor de la selva, ve embelesado la belleza de las indígenas y las posee, en sueños, en historias… El personaje de Marco Tulio, al alejarse de la sociedad e internarse en la jungla, al quedar libre, o desnudo de todos los ropajes que la sociedad da o impone, se convierte en un hombre que debe enfrentarse, más que con la naturaleza, consigo mismo. Confrontarse para descubrir si es bueno o malo. La herramienta que los personajes de Marco Tulio eligen es la narración más que la acción. La narración de hechos que pueden ser o no ser verdad. En este sentido, Agua clara… está más cerca del espíritu de Las aventuras de Huckleberry Finn, que del de las tribulaciones de Maqroll el Gaviero. La narración les sirve para remontar el río del tiempo. “En realidad la novela teje dos historias de viajes –ha escrito Joaquín Díez-Canedo–: una crónica de un viaje real de un académico universitario a la selva y una novela en la que se narra un viaje imaginario de un personaje muy semejante al que hace el cronista de la primera historia. Estas dos historias se confunden, se relacionan y se fecundan. En las dos líneas narrativas los protagonistas asumen actitudes cínicas, pero de un cinismo al estilo de Diógenes: los dos pretenden vivir con pocas cosas y aislarse del mundo para recuperarse a sí mismos. Hay dos tipos de viajes: uno, el exterior, en el que hay muchas anécdotas, aventuras y peripecias; y otro, el viaje interior, en el que tales aventuras propician una transformación. El protagonista (los protagonistas) se conocen a sí mismos al conocer el mundo”.
¿Habrá estado alguna vez Marco Tulio Aguilera en el Alto Amazonas? A mí me gusta pensar que no. O, mejor dicho, que no ha estado físicamente. Y que como a todo buen novelista, le bastó con leer sobre el tema y dar rienda suelta a su imaginación.
Hace algunos años apareció un libro que tiene por título ¿Fue Marco Polo a China? Lo escribió una connotada cinóloga, Frances Wood, experta en historia antigua de China y conocedora como pocos del chino clásico. Ella buscó y rebuscó en viejos archivos, anales y crónicas del medievo chino y llegó a una sorprendente conclusión: el viaje de Marco Polo a la China nunca tuvo lugar: “Marco Polo, cuyo libro impulsó al rey don Enrique el Navegante a enviar navíos a la India y a Cristóbal Colón a buscar por el Oeste los tesoros del gran Kan, no salió nunca de Europa, y su relato es una falsificación de tercera o cuarta mano, un zurcido de cronicones embusteros y testimonios mal contados por otros”. Pero este embuste es, si bien lo vemos, también uno de los grandes triunfos de la imaginación.
Marco Tulio, prefiero pensar, inventó su Amazonas, su río de historias, falsas y verdaderas. La verdad literaria siempre será más bella que la verdad, porque no necesita pruebas ni testimonios, no requiere de ningún tipo de comprobación. Si el novelista dice que ha estado en el Amazonas y el lector duda de él, bien hará en cerrar la novela e ir en busca de un libro de viajes. Marco Tulio no deja lugar a dudas sobre su postura. Escribe: “Es claro que escribir una novela no salva a nadie, es simplemente un pretexto, una aventura que digiere el tiempo, ayuda a vivir y a escapar de las rutinas a veces insoportables. Las novelas son mentiras grandes que parecen verdaderas y que mientras más mentirosas sean resultan más verosímiles. El novelista termina por habitar más en su mundo que en el de los demás. Es, ni más ni menos, un esquizofrénico. Lo separa del mundo un abismo y lo une un puente: su obra.”
De una manera muy cervantina, el narrador olvida o trastoca, como ustedes quieran, los nombres de su o sus amadas, la real o reales y las imaginarias. Y al trastocar una y otra vez la realidad, al hacerla tan confusa o tan hermanada a su fantasía, el narrador no hace otra cosa que volver una y otra vez (por sus propios senderos y con sus propios medios) a esa vieja y siempre nueva pregunta que campea por la gran novela desde Cervantes hasta nuestros días: ¿Qué es la realidad? Hasta qué punto son reales las historias que nos refiere el narrador, hasta qué punto es real su viaje. Don Quijote, el santo patrón de los novelistas, es un alma errabunda que sale a los caminos en busca de aventuras, labrando a cada paso su destino. La novela, y Agua clara en el Alto Amazonas es buena prueba de ello, hace lo mismo. Es una loca que está cuerda, una mentirosa que se vale de las mentiras para decir su verdad, para lanzar sus preguntas, sus impertinencias, sus vicios, sus dudas y certezas a los cuatro vientos. Fundada sobre la libertad y sobre la duda, pues sin dudas no hay libertad, el narrador se sincera, o finge sincerarse (en realidad no importa) para decir a cada momento su verdad: “Sé que en verdad no estoy engañando a nadie, pues la imaginación es una de las más altas formas de la realidad. Einstein dice que la imaginación es más importante que el conocimiento. Estoy de acuerdo. Quienes me conocen en carne y hueso, saben que fui deportista voluntarioso, atleta mediocre, para no desentonar con la medianía que es mi regla de vida y mi mejor estrategia para triunfar –y que la vanidad o el temor a la vejez y a los achaques del amor tardío (mi mujer es quince años menor que yo, acudió a mis clases de redacción científica; de ahí pasó a mi cama y luego al registro civil: hoy tenemos tres hijos) me han mantenido relativamente en forma. A los cuarenta y nueve conservo una figura no del todo estropeada. Sé también que soy ligeramente mitómano, lo que no es nada excepcional. Una de mis características sobresalientes es la imprudencia. Repito: soy el inmodesto director de una revista científica de provincia, pero también el héroe de mí mismo y de algunos lectores ingenuos o desorientados”.
Agua clara en el Alto Amazonas es una novela de viajes, al interior de la selva amazónica imaginada por Marco Tulio Aguilera. Como un moderno Aduanero, Marco dibuja, inventa, una flora, una fauna, un río que es muchos ríos, un narrador que es muchos narradores, una mujer ideal que es muchas mujeres, y una novela que no dudo en calificar como de las mejores escritas por él. Una novela que crea su propio destino, errabunda y licenciosa, poética y turbia como las aguas del Amazonas, de donde este novelista nos ha traído un poco de agua clara.
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Siempre!Un maestro de crear atmósferas

Destaca la revista Siempre! La novela de Marco Tulio Aguilera Agua clara el el Alto Amazonas


MT con Rubem Fonseca en el Encuentro Latinoamericano de Cuentistas 2008 en FIL Guadalajara

Marco Tulio Aguilera es un maestro para crear atmósferas en sus relatos… No cabe duda, ésta es una de las mejores novelas que se han escrito actualmente: Agua clara en el Alto Amazonas, y es una obra que se convertirá en señera para cualquier otro escritor que tenga las intenciones de escribir una historia de viajes.


Agua clara en el Alto Amazonas 
 Jaime Luis Albores Téllez (*)

Marco Tulio Aguilera Garramuño nos presenta en este libro una crónica de viaje, contada en primera persona, donde el amor al lugar (Las Amazonas) y a la vida hecha de amor y aventura, los toma como pretexto para revelarnos un sentido humano cotidiano en cuanto a las relaciones -y sorprendente- en cuanto lo inesperado que puede ser viajar por la selva. Además -y a favor del lector- las descripciones son certeras y meticulosas, creando una atmósfera de riesgo y de fantástico paisaje.
Marco Tulio Aguilera es un maestro para crear atmósferas en sus relatos, recuerdo hasta la fecha como nos contaba cada sábado en el suplemento cultural Sábado de Unomásuno, cómo vivía en Canadá, qué lo rodeaba y cómo era lo que lo rodeaba y nos hacía vivir junto con él sus peripecias y aventuras amorosas.
Y en este libro logra también logra hacer cómplices a sus lectores, en cuanto a su forma de pensar, percibir y hacer en cada situación que se presenta durante su viaje al Alto Amazonas (selva del Putumayo, Colombia).
También este viaje es el pretexto para contarnos que el protagonista tiene una esposa e hijos, y qué sucede con ellos y cómo perciben su viaje y también tiene un trabajo al cual debe regresar. 
Marco Tulio sabe, y sabe hacerlo muy bien, en qué momento debe mezclar las situaciones, por decirlo de alguna forma, hogareñas y de seducción, de seducción y aventura. Cito unas líneas de su libro: “¿A qué había ido a la selva si no era en busca de algo de lo que no tenía necesidad? ¿Por qué no me podía quedar tranquilo en casa, donde dispongo de todo? La verdadera verdad debe ser ésta: estoy insatisfecho con mi vida, espero mucho más de ella, soy uno de esos personajes que corren de un lado a otro sin sosiego, que gritan, alborotan, protestan, critican, un individuo que debe ser casi insoportable. Veo que los años se me vienen encima y no he hecho lo que quería. Asunto de vanidad, excesivo autoaprecio, sin duda. Tal vez de ahí salga también mi necesidad de fingir que imagino seducciones y caer en todas las tentaciones que se me atraviesan en el camino. Debo ir más allá de mi limitado pellejo.”     
Marco Tulio nos presenta a unos personajes desolados por el lugar en donde se dan las situaciones, ya sea en la selva, donde se refugian todo tipo de personas, desde guerrilleros hasta nativos con sus propias creencias, o narcos. Todos ellos capaces de cambiar la vida del personaje que viaja (Marco Tulio), ya sea por un amor fugaz, real o imaginario con una nativa dispuesta a todo por cambiar su vida enajenada de tanta soledad. O ser atrapado por algunos guerrilleros o narcos, cualquiera de los dos, que -lo más probable- lo dejarían morir en la selva amarrado de un árbol. Y si es en la cuidad donde se dan las situaciones con su familia puede el tedio matarlo más rápido que cualquier hecho en la selva. Donde sería una muerte fulminante, sólo para él y que nunca se daría cuenta su familia por la indiferencia en sus relaciones.  
Este narrador nos cuenta toda una historia, donde se refleja el tedio actual en las relaciones sociales; y de la pareja que cae en la monotonía amorosa, y deducimos, por los desenlaces amorosos que se dan en esta historia,  ya sea una relación real o ficticia de amor, que dichas circunstancias son necesarias para poder sobrevivir a la vida tan compleja,  actualmente, para todos los seres humanos.
No cabe duda, ésta es una de las mejores novelas que se han escrito actualmente: Agua clara en el Alto Amazonas, y es una obra que se convertirá en señera para cualquier otro escritor que tenga las intenciones de escribir una historia de viajes.

Marco Tulio Aguilera, Agua clara en el Alto Amazonas, Colección Asteriscos, México, 2010; 128pp.
(*) Jaime Luis Albores Téllez (Tlaxcala, 1964), escritor, musicólogo y periodista cultural. 

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NOVELAS SOBRE EL AMAZONAS Y EL AGUJERO NEGRO


NUEVA NOVELA DE MARCO TULIO AGUILERA SERÁ PRESENTADA EN MEXICO 
Tomado de Veracruz Cultural

El año 2010 será un año atareado para el escritor colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño. El 8 de mayo presentará su nueva novela Agua clara en el Alto Amazonas en la Feria del Libro de Puebla, en el nuevo Complejo Cultural de la Benemérita Universidad de Puebla. La novela será presentada por el director del Fondo de Cultura Económica Joaquín Díez-Canedo. La obra fue publicada por la Editorial de la Universidad de Puebla, que ya había publicado dos obras más de Aguilera: Juegos de la imaginación y La pequeña maestra de violín.
Agua clara en el Alto Amazonas, previa a su publicación, ya había cosechado tres reconocimientos: fue Mención Honorífica en el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos en México, finalista en el Concurso de Novela Ciudad de Barbastro en España el año pasado y seleccionada para representar a Colombia en el Concurso Juan Rulfo de París hace varios años.
La misma novela será presentada en octubre en la Feria del Libro Universitario en la ciudad de Xalapa con la presencia del profesor Peter Broad, presidente del senado de la Universidad de Indiana en Pensylvania, quien es estudioso del trabajo del autor colombiano y autor de El ojo en la sombra, antología de la obra de Marco Tulio Aguilera, que incluye una biografía del autor, libro que fue publicado por la Editorial de la Universidad Veracruzana.
Agua clara en el Alto Amazonas es el resultado de una larga obsesión del autor por el río Amazonas. Basada en entrevistas con Pedro Botero, cartógrafo de la Amazonia Colombiana, en amplias lecturas sobre el tema y en viajes a la selva colombiana, esta novela pretende recoger, según el autor, la estafeta de José Eustasio Rivera, Joseph Conrad y Álvaro Mutis.
En la Feria del Libro Universitario en Xalapa, en el mes de septiembre, Aguilera también presentará su libro Encuentros con García Márquez. Poéticas y obsesiones, que es la segunda edición ampliada de un libro que tuvo magnífica acogida y que fue adoptada como libro de texto en la Red Nacional de Talleres Literarios de Colombia, RENATA. El libro será publicado por la Universidad Veracruzana en su Colección Biblioteca.
También en octubre del 2010 Marco Tulio Aguilera será el orador inaugural del XXI Congreso de Literaturas Hispánicas en Indiana, Pennsylvania, donde pronunciará la conferencia “Escenas de Eros en Hispanoamérica”.
Aunque muchos críticos han clasificado a Marco Tulio Aguilera como escritor de literatura erótica y como uno de los más destacados autores del post boom, este autor escapa de las clasificaciones. Sus incursiones como autor de teatro, ensayo y literatura infantil lo demuestran. El pollo que no quiso ser gallo (Premio Nacional de Literatura Infantil en México; edición de Alfaguara Infantil) ha alcanzado en corto tiempo una edición y cinco reimpresiones en México y una suerte semejante en Colombia. En Colombia recientemente fue publicada por Plaza y Janés una nueva edición (la número 16) de su libro Cuentos para después de hacer el amor, que fuera calificado como uno de los mejores libros de cuentos del siglo pasado en Colombia. En el 2009 aparecieron sus libros El imperio de las mujeres. Cuentos en lugar de hacer el amor y Maelström. Agujero negro.
Marco Tulio Aguilera, nacido en Bogotá, trabaja desde hace varias décadas en la Editorial de la Universidad Veracruzana, en Xalapa, Veracruz, y es catedrático de la Facultad de Teatro de esta misma institución. A la fecha ha publicado treinta libros y ha recibido importantes premios en varios países; entre ellos el Latinoamericano de Cuento de la revista Plural y el diario Excélsior, el Premio San Luis Potosí de Cuento, el Premio Nacional de Literatura Infantil en México, el José Eustasio Rivera de Novela en Colombia y una veintena más. El estado de Veracruz le ha concedido en tres ocasiones el nombramiento de Creador Artístico y Creador Emérito, máximo galardón que se concede a los artistas residentes en su territorio.



El Amazonas de Marco Tulio

Peter G. Broad, Ph.D. Department of Spanish, Indiana University of Pennsylvania,
pbroad@iup.edu

Agua turbia en la selva
Hace más de una década que Marco Tulio está hablando de su obsesión por la Amazonia y su deseo de escribir una novela ambientada en ese territorio. Hace varios años viajó a la Amazonia colombiana y escribió una crónica sobre su viaje. En el año 2010 esa novela tanto tiempo madurada fue publicada por laBenemérita Universidad de Puebla. En ella nos  ofrece dos relatos entrelazados que de alguna forma configuran una novela esquizofrénica o una novela onírica. Digo esto porque el narrador-protagonista es a la vez un tipo obsesionado con el misterio de la selva amazónica y un turista maravillado por todo lo que ve. O es una persona de doble personalidad o es un soñador que interpreta la realidad en términos de sus obsesiones. Los dos relatos tienen un narrador-protagonista, lo que es costumbre ya en la mayor parte de la narrativa de Aguilera. En un caso este narrador se identifica como un señor muy parecido a Marco Tulio: un profesor colombiano radicado en Xalapa, que trabaja en la Universidad. En el otro relato, tiene otro nombre y es de Querétaro, pero aparte de eso las diferencias entre los dos personajes son mínimas. Es difícil no ver a los dos como expresiones diferentes de una misma personalidad.
            Algunos reseñistas de esta obra han identificado dos “historias paralelas” o “dos planos narrativos” intercalados. Un tercer reseñista habla de “crónica y la fábula, entrenzadas en estrecha unidad”. Esto último parecería sugerir que uno de los dos relatos es autobiográfico y fidedigno y que el otro es una ficción  novelesca. Yo no me atrevería a llegar tan lejos. Prefiero el concepto de relatos entrelazados, porque no es cuestión de historias separadas sino de una sola historia con dos personalidades, una historia en la que las escenas de un lado afectan directamente las escenas del otro, donde lo que el profesor de Querétaro aprende gravita sobre la interpretación que hace el lector del protagonista xalapeño.

            En una reseña publicada en OtroLunes: Revista Hispanoamericana de Cultura, editada en Berlín, el novelista cubano Félix Luis Viera mantiene que con el presente libro, Aguilera: “no escribió novela sino más bien crónica, ensayo, epistolario, testimonio, anécdotas”. Ahora bien, a partir de Cervantes todos estos elementos tienen su lugar dentro de lo que se conoce como novela; en efecto, la de Aguilera es una novelapero es también mucho más. Agua clara en el Alto Amazonas tiene un argumento bien claro y bien desarrollado: introducción, complicación que deriva en varios episodios, desenlace y resolución. Tiene algunos personajes bien desarrollados y otros secundarios menos completos.

            Más allá de esto, la novela cabe dentro de una larguísima tradición de historias de la búsqueda de un paraíso perdido en la selva amazónica. En la mayor parte de las novelas ambientadas en la selva, se descubre que hay mucho podrido en el paraíso y que es mejor volver a una vida conocida, con la añoranza de lo que debía haber habido en la selva. Esto también lo descubre el doble protagonista de la novela de Aguilera.  En la obra hay una serie de episodios novelescos típicos de las novelas de aventuras y una serie de emociones y crisis de conciencia, que le dan a la obra dimensiones más trascendentes. El protagonista de una de las secciones (la más literaria) al caracterizarse a sí mismo antes de emprender el viaje, habla de una previa salida en la que había tenido una aventura sexual.  De esta forma Aguilera construye un contextode tensión erótica para todo lo que sigue. Los peligros del viaje se intercalan con narraciones eróticas, como la historia de un científico chileno con una adolescente indígena. El protagonista, gracias a su viaje al corazón de la selva  ha llegado a lo más profundo de su conciencia y se ha despertado espantado. En un ambiente de fuerzas primitivas, de obsesiones ineludibles, el protagonista ha reconocido la imposibilidad del paraíso instintivo.

            Y así es en este segundo relato. El profesor de Xalapa emprende un viaje muy parecido al del primer protagonista, pero esta vez no es una respuesta a un desafío sino un simple viaje de turismo motivado por una ardiente curiosidad. No llega a la selva después de un viaje peligroso en autobús seguido de otro viaje en DC 3. Llega a Leticia, puerto de entrada a la Amazonia colombiana, directamente desde Bogotá, en un jet pequeño. La parte del viaje que hace en barco no presenta ningún peligro, y las aventuras son más bien interacciones con otros turistas de diversa índole. Su guía no es el misterioso científico Riascos sino un guía muy experimentado, Chirri, con el que establece una amistad que va más allá de la relación profesional.

            La misma tensión erótica existe en este relato, pero se desarrolla de una forma muy distinta. El profesor se siente atraído por una joven indígena a quien ve desde la lancha. Una novela de aventurasobjetivas  y de aventuras íntimas  se alterna con una crónica de un viaje turístico al Amazonas: las dos se reflejan, se multiplican, se alimentan y configuran un relato diferente al convencional, que exige atención al lector.

Habría que agregar que esta novela constituye un cambio radical en la trayectoria de Aguilera: desde los relatos estrictamente intimistas y eróticos de  Cuentos para después de hacer el amor, Cuentos para antes de hacer el amor  y El imperio de las mujeres,  hasta la narración de una novela de aventuras fuera de la piel de sus personajes.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------ARGENTINA

Noé Jitrik habla sobre mi Amazonas
Una nota de Noe Jitrik sobre mi novela del Amazonas:"...Querido Marco Tulio: Acabo de terminar la lectura de "Agua clara en el Alto amazonas". Me he quedado encantado con el libro: echa humor a chorros, es ameno y divertido y la prosa fluye no como el Amazonas mismo sino como un río manso y claro. Nada que ver con la novela en boga, aunque la palabra tiene un costado náutico, compulsivo y autocomplaciente: hay en ella una sabiduría narrativa y un distanciamiento muy convincente, nada artificioso. No puedo menos que agradecerte el buenísimo momento que me ha deparado la lectura, suerte de mi parte. Te mando un gran abrazo y espero verte pronto, no es imposible que vaya a México el año que viene. Tuyo, Noé



ESPAÑA

AMAZONAS REVISITADO
Fernando Tascende nos habla sobre la nueva novela del escritor colombiano Marco Tulio Aguilera 'Agua clara en el Alto amazonas'
Agua clara en el Alto Amazonas (Benemérita Universidad de Puebla, México, 2010), de Marco Tulio Aguilera, es una novela que, en su sorprendente brevedad, encierra una gran cantidad de historias y de personajes, que no sólo mantienen en vilo al lector desde el principio hasta el fin, sino que le hacen reflexionar sobre una serie de problemas contemporáneos como los de la guerrilla, la contaminación ambiental, el amor, el erotismo, el machismo, el misterio femenino, la situación de Colombia y el mundo, la explotación de la selva. No es, de ninguna manera, una novela mensajista, ecológica o política. Es simplemente una novela, una buena, excelente novela.

Si me pongo a pensar en novelas breves que hayan alcanzado a calar en mí de manera semejante, me remitiría a El viejo y el mar y a Un hombre viejo que leía novelas de amor. Y si recurro a novelas largas con las cuales podría estar emparentada ésta del colombiano Marco Tulio Aguilera tendría que pensar La vorágine, en El corazón de las tinieblas y las novelas de su compatriota 
Álvaro Mutis (particularmente La última escala del Tramp Steamer). La diferencia de la novela de Aguilera con respecto a la de Mutis es que Mutis es más poético, menos brusco o agresivo.

Hay dos características que subyugan en la novela de Aguilera: por una parte la constante peripecia: una aventura se va ligando con otra, una historia de amor sucede a la anterior; por otra parte, algo que no había visto tan marcado en una novela: un ars poética puesta por completo en evidencia y sin embargo tan hábilmente tramada que el lector entra en el juego con absoluto deleite. Se trata del hecho de que en la novela se alternan los capítulos de la novela esencial en la que se cuenta un viaje al Amazonas, que realiza un profesor universitario, con los capítulos en los que el escritor Aguilera, usando su propio nombre, relata a manera de crónica un viaje que él supuestamente hizo a la Amazonia.

Como espectador privilegiado el lector se da cuenta de dónde salen las historias que cuenta el autor: no sólo de lo que vio, oyó, sintió el escritor en el Amazonas, sino de los libros que leyó, las personas que entrevistó (entre ellos vale destacar a un personaje de la realidad colombiana: el cartógrafo Pedro Botero, quien fue el informante y cómplice del escritor y a quien está dedicado el libro). He aquí, me dije, una novela diferente: me cuenta la historia –una historia vigorosa, una historia de amor entre un blanco y una indígena huitota— y me cuenta de dónde salió la historia. Vulnerada la triquiñuela, develado el misterio, no por ello se destruye la historia básica, la historia esencial, el meollo, que es el texto narrativo con el que concluye airosamente este novelista que hasta la fecha nos había ofrecido otro tipo de libros, más centrados en la intimidad femenina que en el relato de aventuras.
Ahora que los lectores de García Márquez hemos quedado desamparados y desesperanzados al saber o suponer que este autor insustituible posiblemente no vuelva a ofrecernos otra de sus acostumbradas obras maestras –es claro que Gabo ha ido mermando la calidad de sus obras; sin embargo su impronta no la tiene nadie—, nos queda el consuelo de saber que Marco Tulio Aguilera, otro colombiano de la estirpe de los grandes contadores de historias, sigue vivo y produciendo a un impresionante ritmo (en el corto trayecto de un par de años ha publicado El imperio de las mujeres, tercer libro de una serie ya clásica de volúmenes de cuentos que suma la impresionante cantidad de 20 ediciones en conjunto; publicó también Maelström agujero negro y Poéticas y obsesiones; ha anunciado una novela erótica Doctor Amóribus consultor erótico y sentimental y mantiene uno de los blogs más vivos de la lengua castellana: Descabezadero.

Fernando Tascende



AMAZONAS
GARRAMUÑO HABLA SOBRE SU AMAZONAS
Extender la mano y atrapar el instante... o dejarlo ir
Un paraíso, una mujer, y un hombre que los pierde

Entrevista con Marco Tulio Aguilera sobre Agua Clara en el Alto Amazonas. Publicada en el periódico Política,de la ciudad de Xalapa, el viernes 9 de septiembre de 2010.
Javier Hernández Alpízar

Quizá en la vida, como en la lectura, el paraíso puede estar o desvanecerse según la paciencia o impaciencia con que lo vivamos. Es un idea que atisbó Franz Kafka, en sus Consideraciones acerca del pecado, una de las cuales dice: “Dos pecados capitales existen en el hombre, de los cuales se engendran todos los demás: impaciencia e indolencia. Fue a causa de la impaciencia que lo han expulsado del paraíso, al que no puede volver por culpa de la indolencia. Aunque quizá no existe más que un solo pecado capital: la impaciencia. La impaciencia hizo que lo expulsaran, es con motivo de la impaciencia que no regresa.”
Agua clara en el Alto Amazonas es el título de una novela breve de Marco Tulio Aguilera Garramuño, publicada por Fomento Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. La novela consta de dos historias paralelas: un diario de viaje del autor, quien hizo un recorrido por el Amazonas para documentarse sobre él –porque estaba escribiendo ya su novela– y la novela propiamente dicha.
Esta publicación de dos textos que se van alternando, con historias paralelas y personajes parecidos, ha gustado y disgustado, confundido e interesado a distintos lectores. El diario de viaje ha sido publicado también en Maelström Agujero negro, un libro misceláneo, con cuentos cortos, ensayos, fragmentos, planes para futuros libros y comentarios a libros de otros, publicado por la Universidad Veracruzana.
En entrevista, el autor de Agua clara en el Alto Amazonas comentó un aspecto que nos pareció encontrar simbolizado en su novela: la idea de que si un hombre moderno visitara el paraíso comprobaría que no puede habitar en él. Que la novela tiene que ver con la idea del paraíso fue comentado también por Joaquín Diez-Canedo, en una presentación de la novela de Aguilera Garramuño: "La novela de Marco se relaciona con una carencia o con una intención o con una ilusión o con algo que tiene todos los años que tenemos, no nosotros, sino toda la especie humana: creo que tiene que ver con la búsqueda del paraíso. En realidad si uno lo piensa, ni siquiera mucho, el edén obviamente nunca existió, es un ideal, es más que todo una aspiración, no es un origen, ni siquiera tampoco posiblemente un futuro o un punto de llegada, simplemente es un deseo, una aspiración."
En Agua clara en el Alto Amazonas, tanto el narrador de la crónica de viajes como el personaje de la novela encuentran en el Amazonas una intensidad de la vida que los deslumbra y seduce. Junto con el viaje está la idea de encontrar a una mujer. Una idea masculina de paraíso normalmente incluye la presencia ahí de una mujer. Pero ambos viajeros no se quedan en el paraíso, ni con la mujer. Incluso ambos tienen un interlocutor nativo que vive en el Amazonas, que alguna vez se enamoró de una mujer, una indígena y la perdió, pues aunque la volviera a ver, ya no es la misma, y la nostalgia de esa pérdida los acompaña siempre.
Esta idea del erotismo en la novela de Marco Tulio Aguilera fue comentada así por Diez- Canedo: "Hay dos tipos de viajes: uno el exterior, en el que hay muchas anécdotas, aventuras y peripecias; y otro, el viaje interior, en el que tales aventuras propician una transformación. El protagonista (los protagonistas) se conocen a sí mismos al conocer el mundo. Vale la pena destacar la identificación que el autor hace entre estas fantasías de viajes exteriores y las de tipo erótico. Lo que está más allá no solamente es el mundo desconocido y exótico, sino la mujer, la otra mujer. Todo en esta novela apunta a convertirse en una metáfora de la mujer. El aventurero va en busca de una mujer y no sólo de un territorio. Los que conocemos la narrativa de Marco Tulio sabemos qué él considera el deseo como motor y como razón del mundo. Y el deseo, pues claro, no podía estar ausente de esta novela".
El autor de Agua clara en el Alto Amazonas respondió sobre esta temática en sus narraciones:
– ¿Por qué elegiste la estructura de dos relatos, una novela corta al lado de una crónica, que también es ficción?
– Eres el primer lector que considera que la crónica del viaje al Amazonas, que es una de las dos partes de la novela, es ficción. En realidad no lo es: corresponde fielmente al relato de un viaje que hice por la Amazonia colombiana. Fue un viaje inspirado por mi gusto por los territorios selváticos, los ríos y las zonas vírgenes. También viajé a la Amazonia con el objetivo de documentarme personalmente viviendo unos días en el territorio que había imaginado para escribir una novela que ya tenía avanzada. Esta novela corresponde a una parte de mi personalidad que casi no he explotado en mi narrativa, que se ha ocupado más de intimidades. Si le buscara el origen a esta novela podría contar varias historias: una de ellas es el encuentro que tuve en Bogotá con una persona, una especie de santón, que había pasado toda su vida en la selva y que tenía muchas historias que contar sobre sus aventuras allá. Una de ellas es el relato de su enamoramiento con una indígena huitota. Ese relato me lo contó en una fiesta en Bogotá.
– En la idea de una indígena muy bella con la que el protagonista finalmente no se acuesta y la sospecha de que está enferma, ¿hay una especie de símbolo de la imposibilidad del personaje urbano de habitar en el paraíso?
– En general los escritores contemporáneos tienden a decir que lo que escriben no es simbólico, que no promueven mensaje alguno, que lo suyo es mero relato sin más allá, pero la verdad es que cualquier escritor serio sabe qué es lo que hay oculto, cifrado, en sus obras. Al final de la novela yo dejé abierta la posibilidad de que el protagonista se quedara en el paraíso. Es el lector el que debe decidir lo que significa la última frase del libro. Sobre el tema del regreso a paraíso hay mil novelas: desde el La Odisea hasta Los pasos perdidos, pasando por Robinson Crusoe, las sagas de Tarzán, los libros de Haggard, de Tournier, etcétera.
– Esa idea central de la novela me parece muy interesante: una selva, un río, que son un paraíso, pero con la muerte que rodea al forastero en todas partes... Sin embargo, también la incapacidad, de quien va desde una ciudad, de quedarse en el paraíso... ¿Es una de las claves de la novela, por decirlo así?
– Sí, esa es una de las claves, la otra está en el planteamiento de que en la vida hay momentos en que uno pude tender la mano y atrapar el instante… o simplemente dejarlo pasar. La vida es un eterno sendero que se bifurca, diría Borges, si hubiera decidido ser menos poético y más filosófico. La novela está basada, no sé si te diste cuenta, en la repetición de historias muy similares: hombres que encuentran a la mujer “perfecta” y la pierden por ambición, y está basada en la insatisfacción del hombre “civilizado” contemporáneo, que por buscar la novedad, lo diferente, pierde lo básico, entre otras cosas, el amor y el sentido de la vida. A Enrique Serna, un buen novelista mexicano, no le gustó la novela, confundió los planos. A otros lectores les ha gustado mucho: a Joaquín Diez-Canedo, al poeta uruguayo Saúl Ibargoyen, a Fernando Tascende en España y a varias personas que me han escrito cartas sobre el asunto.
Distintas reseñas y comentarios de la presentación de Agua Clara en el Alto Amazonas se encuentran en internet. Además, Marco Tulio Aguilera tiene un blog, Descabezadero, con textos propios, noticias y comentarios sobre sus libros, y las presentaciones, reseñas y fotos. La dirección es http://www.mistercolombias.blogspot.com/
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LA LECTURA DEL MAESTRO

El siguiente es un texto escrito por Faustino Chamorro, profesor español, emérito en la Universidad de Costa Rica, tras la lectura de mi novela Agua clara en el Alto Amazonas. Su lectura es la de un filólogo brillante, la de un amigo inolvidable y sobre todo la del mejor maestro que he tenido en mi vida. (En la foto: Faustino Chamorro). 

Cabos sueltos sobre mi lectura de
Agua Clara en el Alto Amazonas de
MarcoTulio Aguilera Garramuño
¡A quien interese!
Faustino Chamorro González

No es mi propósito disertar como filólogo, aunque a veces resulta difícil evitar los tuerces del oficio. Ha sido la lectura gustosa, algunos apuntes al paso y algún que otro acercamiento de lupa, las premisas para estos “cabos sueltos”.
Si después de leer una novela, visitan tu mente, no tanto la memoria del texto, sino vivos recuerdos de lo leído —atisbos de pensamiento, situaciones y sucesos de la vida propia de ese real pequeño mundo literario; imágenes de sus personas, de sus parajes, de su cielo, de sus avatares— no hay duda de que penetraste en un mundo no antes conocido ni siquiera, por lo menos en su totalidad, imaginado.
En casa de Leónidas comencé a conocer las intenciones viajeras del científico Doctor vecino de Querétaro y su encuentro con Mariño Riascos. Paralelamente en una fiesta en Bogotá, empiezo a conocer al profesor escritor radicado en Xalapa, quien, a partir de un encuentro con el cartógrafo Pedro Botero decide en una escapada hacer “una excursión relampagueante”, necesaria para el desarrollo de una novela sobre la Amazonia colombiana.
Pero antes que volar en DC3 durante dos breves horas sobre una como sabana de coposo bosque —la “inconmensurabilidad del espacio” — (¡qué descriptiva palabra con sus 19 letras!) desde Villavicencio hasta Araracuara; o de Bogotá hasta Leticia en jet, o de embarcar y naufragar —mejor dicho volcar, según Riascos— en el bote llamado La Vaca Loca por el río Caquetá, o de….; antes que todo eso —digo— mi real y verdadero vehículo para un viaje apenas sospechado ha sido el artefacto (uso el término en su pleno sentido etimológico) que Marco Tulio Aguilera Garramuño ha ensamblado con unas 113 páginas de escritura insuflándoles vida propia. Y a este libro facto con arte, el autor lo bautizó con un nombre augurante y clarificador desde su portada, porque en el título suena la claridad de las varias aes primordialmente tónicas: Agua clara en el Alto Amazonas. (Idéntica transparencia, denotan las aes de Araracuara).
Con el libro en mis manos y con la mirada dentro de él, más que en un mero espectador, me fui convirtiendo en un agregado explorador y cronista a veces, y a veces un invitado excursionista. Pero además, sin que ellos me oyeran, llegué a intervenir —en una u otra condición— asintiendo, o disintiendo, o reflexionando con un simple tránseat por conclusión. Sus consideraciones de índole social, política, filosófica, religiosa, familiar, amatoria, o erótica… siempre trascendentales, entreveradas sin prolongado discurso — ¡hay que leerlas!— me sonaban de una manera nueva y en espacios telúricos vírgenes, no perturbados por el mundanal ruido, ni por los vapores hostiles de una sociedad que camina a codazos en la locura de el tener, aunque sea sin ser.
La crónica y la fábula, entrenzadas en estrecha unidad forman un solo tapiz en la novela. En el relato distribuido en ocho partes señaladas solamente con numeración árabe graficosilábica, he compartido en Araracuara, por la región del Caquetá, como navegante explorador de este variabilísimo río, con el experimentado timonel de La Vaca Loca y titular cartógrafo de la Amazonia colombiana Mariño Riascos. He llegado a conocer —a conocer más— a un científico Doctor que proveniente de Querétaro se hizo tan amigo o tan cómplice de Riaño, tanto, que entrambos con suma reciprocidad y confabulación se cuentan como en alternante disputa sus vidas e historias, sus aspiraciones y fracasos más recónditos. (¡Que historias les escuché durante los dos largos días y noches que tuvieron que detenerse mientras se secaban los motores después del vuelco de La Vaca Loca!: El poder de las gorditas, Mariño Riascos; La historia de Lorena “Lorenita” de un Doctor chileno, el Científico Doctor; De las hermanas boyacenses —o de Boyacá—, Riascos; … ).
Aunque mientras narraban no evitaban intervenir dialogantes atizándose de vez en cuando algún latigazo —verbal, ¡claro está!—, una misma esperanza los unía en la persecución de un ideal que en boca de Riascos así de metafóricamente se formula: “No todo está perdido. Todavía hay agua clara en el Alto Amazonas […]”. En su compañía no pude menos de pensar en tanto “loco” que en la literatura —historias o leyendas— corrieron mil peripecias en busca de la Beatrice (“como la criatura dilecta de Dante […], el universo entero giraba en torno a Juanita.”) (Juanita, hay que aclarar, es una indígena huitota que es el vórtice hacia el que confluye la novela) o del Santo Grial; o como Ponce de León —leyenda o historia— buscó, informado por los indios caribes próximos a los huitotos, la fuente de la eterna juventud. Y he aquí el otro personaje colectivo que cobra escena en la gesta y aventuras de este par de exploradores allá por la región del Caquetá; los huitotos, y otros indios —ellos y ellas, sobre todo ellas.
En el otro relato, entrelazado y concomitante como armónico de una sola intencionalidad —antes dije “como único tapiz”—, o como el eco, hijo clonado del sonido, me sentí espectador y turista en excursión, ahora por el Alto Amazonas y sus caños. Son siete partes, capituladas con cifras romanas y definidas con títulos breves, siempre integrados al final de cada una de las siete partes del plano anterior ya descrito; en la OCHO no se da esto. El escritor excursionista en este caso, que llevaba largo tiempo devanando el ovillo para tejer y situar una novela en la Amazonia colombiana, proviene de Xalapa, como dije, y en vuelo directo de casi dos horas desde Bogotá llega hasta el aeropuerto de Leticia donde se une a otros excursionistas —creo recordar que diez, y conmigo once; con él y con el guía, trece—. Mauricio Pérez, alias Chirri, de alma y corazón proindígena (sean tikunas, huitotos o kurubas), experimentado navegador de muchos años y largo vivir sobre todo por la región y las aguas del alto Amazonas, es el timonel guía y cicerone no convencional de la excursión. Pronto será amigo y cómplice del escritor excursionista, porque “[Chirri] ha encontrado el oído perfecto y yo [el escritor-turista] he hallado al narrador insuperable.” También entre ellos se cuentan sus historias. Chirri “lo sabe todo sobre la Amazonia”, tanto o más que el cartógrafo Mariño Riaños. Pero lo sabe —o lo dice— de otra manera, más… natural y elocuente. Entre los turistas toman circunstancialmente la palabra Yolanda “la monja”, por solitaria, un mormón con su parentela y una pareja de profesores universitarios. Fabio se llama él. Los tikunas, ellos, pero más ellas, hacen presencia y hablan en este relato por el Amazonas y parajes visitados hasta Puerto Nariño. También iba como solitario “situado en la popa de la lancha” el motorista Adolfo, quien cuenta al profesor escritor brevemente una muy triste historia de su vida. También en este plano, por supuesto, las historias se suceden (¿cuántas son? Entre las del Caquetá y las de el Amazonas… siete; por decir algo). El suave erotismo que las fecunda en relatos traídos como recuerdos por los personajes, o emergentes de la realidad de la novela en los dos planos a que me he referido, no podía faltar como elemento esencial del ensamblaje narrativo. El empleo de este ingrediente está muy en consonancia con la concepción poética literaria (Poéticas obsesiones) del viajero científico Doctor conducido por el cartógrafo Mariño Riascos, o del simple excursionista escritor guiado por Mauricio Pérez, alias Chirri. En la realidad de la novela caminan —insisto— dos relatos en planos sucesivamente insertados o imbricados en mutua simbiosis. El Doctor y el excursionista Escritor coinciden; son uno mismo: autor–narradores–fabulador. Es el mismo que se escapa a la selva evadiendo las reiteradas catilinarias de Antonia y de la rutina de un mundo hostil, amodorrado y de asco.
Y aquí está Antonia, el personaje ausente pero, aunque evocado, de una u otra forma se hace sentir presente, con tanta frecuencia como Don Quijote invocaba a su Dulcinea. En más de treinta pasajes, salteados a través de 26 paginas; no menos de veinte veces por su nombre “Antonia” y el resto por “mi mujer”. Sumados y juntos llegarían a ocupar más de cuatro páginas plenas de 31 renglones. Eso sí: solamente se hallan tres pasajes, y breves, en las siete partes tituladas y con números romanos, o sea en el plano del xalapeño escritor y Chirri:
“(dirá mi mujer que todo me deslumbra, como si fuera un niño, un tonto, un inocente)” (p. 88).
“[…] casado hace 25 años con una mujer joven y honesta, sigue teniendo ensoñaciones con todas las hembras hermosas que ve en su camino.” (pp. 89-90).
“A ver qué lee mi esposa entre líneas.” (p. 112. Además con estas ocho palabras finaliza el VII y último, titulado: AGUA CLARA).

Habrá que indagar por qué esta diferente frecuencia en la distribución de estas evocaciones para el personaje Antonia; porque el resto mayoritario de los treinta se encuentra en el plano de las ocho partes protagonizadas por el cartógrafo Mariño Riaños y el Científico doctor radicado en Querétaro, “El Toboso” de la antidulcinea Antonia.
Invento este calificativo, porque según se puede constatar en el desarrollo de la novela, este personaje viene a ser la manzana de la discordia, o piedra de tropiezo, o rémora para el protagonista–escritor–narrador que aspira a un vivir con desmesura en omnímoda libertad; que rompe lazos hogareños para aventurarse en la persecución de un ideal en desacuerdo con la moderación, ternura, amor y reposo que reconoce en Antonia. Este reconocimiento se puede constatar expreso en muchos pasajes, sobre todo cuando, como don Quijote, se encuentra en dificultades. Y entonces…
“¡Razón tiene Antonia: el hecho de querer siempre ser espectador de mí mismo algún día puede hundirme”! (p. 40)
“¡Antonia tiene razón. Ese es su mayor defecto: tener siempre la razón.”! (p.50)

El personaje resulta necesario para el desarrollo de la novela, porque el recuerdo de sus censuras, llamadas de atención, recomendaciones y consejos, le crea un dilema, una dificultad más para que el científico Doctor dirija con mayor ahínco sus saetas hacia el blanco que se ha propuesto.
En definitiva, esta novela es evasión, es un examen de conciencia en el retiro; es un medio de redimirse, es desafío a la aventura en territorios vírgenes y campos no explorados en busca del “agua clara” contra la turbia y anodina comodidad que hastía, anquilosa y pudre. El científico Doctor busca en áreas remotas otro mundo liberador que él mismo va creando hasta llegar, contra todo, a un desenlace esperanzador y feliz. Cuando “volví a mirar a Juanita, [la indígena Johana en el otro plano] —dice— vi su sonrisa, y supe que sí, el agua clara seguía existiendo”.
Y, como colofón impertinente para concluir, debo manifestar: Agua clara en el Alto Amazonas, habrá de tener un lugar sobresaliente, además de en la literatura de lengua castellana —sin excluir otras lenguas—, en el catálogo sobre todo de la literatura colombiana, debido al escenario y ambientes en que discurre y se desarrolla; a sus personajes, al colorido local, al origen del autor. Pero indudablemente tiene algo de mexicano, por Querétaro, por Xalapa, por la presencia evocada del personaje Antonia que habla mexicano, porque el autor ha echado raíces en México; y… en fin: porque, como dato curioso, ninguno de los personajes de la novela (exploradores o excursionistas por la Amazonia colombiana) le cedieron, ¡tacaños!, a la editora —Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y a su Dirección de Fomento Editorial—, una fotografía de los imponentes ríos y panoramas descritos con sumo acabado literario en la novela. Así, la foto de la portada del libro (véanse créditos de la edición) pudiera hacer creer que en media selva amazónica cortejan y reverencian a los ríos los palmeráceos cocoteros que lucen las márgenes del Tuxpan. Pero bueno, el “truco” está perdonado porque así la creación tiene sello, ¡y sello con méritos!, de territorialidad editorial. Pero sobre todo está perdonado porque con esa fotografía, la novela es ficción hasta en el mismísimo ventanal de la portada por donde el lector es invitado a entrar, evadiendo la fastidiosa y rutinaria realidad, para vivir en otro más de los mundos felizmente creado por Marco Tulio Aguilera Garramuño.

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EN PARIS

Samedi 26 février 2011
por Adolfo Guidali,
 escritor y periodista
 
    La lectura de la última novela del escritor colombiano, radicado en México, Marco Tulio Aguilera, Agua clara en el Alto Amazonas, nos brinda no sólo el placer de su prosa, depurada y magistral, sino que constituye una invitación a múltiples reflexiones, que van desde la razón del oficio de escritor hasta el sentido más profundo de la vida.
   MTA es un animal literario en la más amplia acepción de la expresión. Alguien que vive por y para la literatura, con una concepción lúdica y afable de lo cotidiano. Para utilizar sus propias palabras, es lo que se dice un genuino "frenáptero", o sea, un personaje cuya imaginación libre vuela hasta los confines del infinito.
   A partir de este axioma, no extraña que el escritor en su novela transite por diferentes vías y caminos en territorios inexplorados, en los cuales, y contra lo preconcebido, no siempre se impone la ley del más fuerte, sino un complejo orden natural a veces difícil de comprender y desentrañar, cuya menor alteración puede acarrear consecuencias imprevisibles.
   Varios escritores latinoamericanos han recreado obras en la Amazonia, entre ellos el peruano Mario Vargas Llosa y el chileno Luis Sepúlveda, por ejemplo. Sin embargo, la obra de MTA se alinea en otra categoría, una tradición diferente, que es la de la novela de aventuras. Aunque, en muchos momentos se desmarca de esta corriente en virtud de la amplitud de temas que abarca.
   Así, no sólo se trata de la aventura en medio de lo desconocido y casi intocado por el hombre occidental, sino también de la aventura interior, la del individuo que emprende un viaje por el mero desafío intrínseco, bajo la impronta de la temeridad, forzando por momentos los límites de su mente.
   Sin embargo, es muy difícil no establecer paralelismos entre la novela de MTA con la obra del polaco-británico Joseph Conrad, la del estadounidense Herman Melville o también la del escocés Robert Louis Stevenson, entre otros, todos parientes lejanos y antecesores en el género. En común están el viaje arriesgado con todos sus misterios, así como la presencia de un guía avezado, el personaje de Mariño Riascos, una especie de Virgilio en el infierno verde,    donde queda el paraíso, y antítesis del narrador.
   Una de las particularidades de "Agua clara en el Alto Amazonas" es que está escrita en primera persona. Así, aún con dos niveles narrativos diferentes, es imposible disociar al personaje central, ese urbanita que en plena madurez escapa de la civilización para encontrar el misterio de sus propios secretos, y el amor en su mayor pureza en plena selva simbolizado por una adolescente de la etnia huitoto, de MTA-escritor. Quien narra, cuando no es él mismo, es su alter-ego, una especie de avatar (por utilizar un término de moda en el ciberespacio y en el cine) literario.
   La narración fluye como el tiempo y las aguas turbias y pardas del Gran Río y sus afluentes que, por momentos se vuelven negras, y, sabemos, en alguna parte límpidas y cristalinas, lo que representa la utopía, aquello que el ser humano, por más que lo intente, nunca va a poder del todo contaminar sólo por no saber encontrarlo.
   A MTA le duele Colombia, su país, la fragmentación de la sociedad. Esa balcanización, o peor aún, atomización de regiones enteras, reflejada en los múltiples focos de poder y grupos de interés que casi todo lo controlan, que a veces algunos se entrelazan entre sí, tomando como rehenes al hombre y a la mujer de a pie. Algo que se revela de manera un tanto tangencial en su relato, por momentos sugerido o apenas esbozado.
   Algunas de sus reflexiones, que tienen por objeto prevenir al lector sobre lo que vendrá, tiñen al relato de una pátina filosófica que lo impregna todo, al mismo tiempo que lo vuelve más profundo y atractivo.
   "Es claro que escribir una novela no salva a nadie, es simplemente un pretexto, una aventura que digiere el tiempo, ayuda a vivir y a escapar de las rutinas a veces insoportables. Las novelas son mentiras grandes que parecen verdades y que mientras más mentirosas sean resultan más verosímiles. El novelista termina por habitar más en su mundo que en el de los demás. Es, ni más ni menos, un esquizofrénico. Lo separa del mundo un abismo y lo une a él un puente: su obra".
   Lo que parece una justificación, una explicación necesaria, se revela como una clave para comprender la amplia obra de un maestro, autor de narraciones como Aves del paraíso, Breve historia del todas las cosas, Paraísos hostiles, Mujeres amadas, Cuentos para después de hacer el amor, y muchísimas otras, quien si no ha trascendido aún más en todo el mundo es porque hoy la “industria” de la literatura, al igual que en todas las artes, se rige por las leyes del marketing que, salvo en contadas excepciones, desprecian al talento y la calidad.
   Y, probablemente también, aunque en menor grado respecto a lo anterior, MTA que miente cuando escribe, en la llamada "vida real" tiene la incómoda costumbre de decir siempre lo que piensa, o sea, su verdad. Algo que no se perdona fácilmente.
   El mayor defecto de esta novela, de mediano aliento en su extensión, es una virtud: el lector se queda con ganas de mucho más. Pero, “no todo está perdido. Todavía hay agua clara en el Alto Amazonas”, afirma Riascos, y retoma el protagonista ya sobre el final. Como consuelo nos queda pensar que MTA nos regaló con un exordio, una especie de preámbulo a una obra hermana de mayores dimensiones, que ya empezamos a disfrutar.-
París, enero de 2011

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2010/12/25
BALANCE DE 2010
Presentación de mi novela Agua clara en el Alto Amazonas (Universidad de Puebla) en la Feria del libro de Puebla (presentador: Joaquín Díez-Canedo) y en la Feria del Libro Universitario (presentadores: Peter Broad, José Luis Martínez El Bueno, Rafael Antúnez). Viajé a San Isidro de El General, Costa Rica, donde me trataron como si yo hubiera fundado el pueblo (aumenté seis kilos comiendo gallopinto y arroz con pollo). Viajé a Indiana, Pennsylvania, donde dicté la conferencia inaugural "Escenas de amor, eros y pornos en la obra de García Márquez". Participé en tres competencias de natación, gané cuatro medallas y tres diplomas. Clausuré los talleres literarios que tenía en marcha en vivo y de manera virtual. Culiminé mi etapa como maestro universitario y no sé si volveré a dar clases. Firmé contratos para hacer reediciones de Cuentos para después de hacer el amor (edición 14) y Cuentos para antes de hacer el amor (cuarta edición). Hubo abundante y positiva crítica a Agua clara en el Alto Amazonas. También un par de comentarios adversos (entre ellos uno de Enrique Serna, que dice que la novela es floja).  Planes para el próximo año: publicación de Historia de todas las cosas, novela que es más que una parodia de Cien años de soledad, de la que han dicho algunos amigos (amigos tenían que ser) que está a la altura de la novela de GGM. El 3 de enero de 2011 iniciaré la corrección final de El sentido de la melancolía, novela que será también un tratado sobre la depresión, la enfermedad del siglo. Tengo pensado ir a España en octubre aunque no me reciban con alfombra roja y mariachis. Ah, iniciaré el año peleando contra el Sistema Nacional de Creadores de México. Si todos se agachan yo porfiaré en mantenerme de pie.
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