Selección de citas del Cuaderno de notas de Chéjov
junio 18, 2014
El deseo de servir al bien
común debe ser obligatoriamente una necesidad del corazón, una condición de la
felicidad personal; si no proviene de allí, si nace sólo de consideraciones
teóricas o de otro tipo, no sirve.
Los hipócritas ordinarios
aparentan ser palomas; los hipócritas de la política y de la literatura,
águilas. Que su aire aquilino no te intimide. No son águilas, sólo ratas o
perros.
Ahora la gente se vuela la tapa
de los sesos porque está harta de la vida o por razones semejantes; en otra
época, por haber malgastado dinero del erario público.
¿Por qué a Hamlet lo obsesionaban
tanto las visiones del más allá, cuando nuestra vida real está presa de
imágenes mucho más horribles?
Pedí a un músico muy conocido una
entrada para un joven; me respondió: “Se ve que usted no es músico”. Le
respondí: “Se ve que usted es rico”.
Lo que sentimos al estar
enamorados es, probablemente, normal. El estado amoroso indica a cada persona
cómo debe ser.
El cuñado, después de la cena:
“Todo llega a su fin en este mundo. Recuérdenlo: quien se enamora, sufre, se
equivoca, se arrepiente; y quien deja de amar, recuérdenlo también, comprende
que ha llegado el fin de todo”. La amante del cuñado encanecía. El cuñado aún
era muy bello.
Él piensa que comprende el arte y
el estilo antiguos… Con aire de connoisseur, mira los cuadros, y el
anticuario, aunque lo alaba, en secreto se asquea de su ignorancia y termina
haciéndole pagar lo que él quiere. Visita exposiciones, a los grandes marchands…,
por momentos se queda contemplando largamente las pinturas, los grabados, los bibelots…
y al fin compra una chuchería, un cuadrito de pacotilla. Así revela su
verdadero rostro.
El cuñado corteja a la joven
esposa. “Lo que usted necesita es un amante”.
Él no había sido feliz más que
una sola vez en su vida: bajo un paraguas.
La hija trataba de que el viejo
volviera al buen camino, dándole a entender que había de morir pronto, que le
era imprescindible arrepentirse; pero todo se estrellaba contra un muro de
auto-admiración.
Sírvame una porción de gran
maestro de la calumnia y la maledicencia con puré de manzanas, por favor. El
camarero, que no comprendía, molesto con su propia falta de perspicacia,
hubiera querido responder algo, pero Pochakín le echó una mirada severa y le
dijo: ¡Fuera! Poco más tarde el camarero trajo lengua con puré: había
comprendido.
Un hombre honesto llega a sentir
vergüenza, a veces, delante de un perro.
Una muchacha pobre, alumna del
Liceo, cinco hermanos, se casa con un funcionario adinerado que le echa en cara
cada pedazo de pan, le exige obediencia y gratitud (él es el autor de su
felicidad), se burla de su familia. “Toda persona tiene sus obligaciones”. Ella
lo soporta todo, tiene miedo de contradecirlo, terror de volver a caer en la
pobreza. Cierto día, uno de los superiores de su marido los invita a un baile.
En este baile, la joven esposa causa sensación. Un hombre importante se enamora
de ella, la convierte en su amante (desde ahora, pase lo que pase, tendrá de
qué vivir). Y al ver que los jefes la adulan y su marido la necesita, empieza a
hablarle a éste con desprecio: “¡Vete al diablo, imbécil!”
Extracto del Diario de un perro
viejo: “Los humanos no comen los huesos que la cocinera hizo hervir para la
sopa, ni beben el agua en que los hirvió. ¡Qué idiotas!”
Es necesario educar a una mujer
de modo que sepa reconocer sus errores; de otro modo, siempre creerá tener
razón.
Suba, suba usted esa escalera que
llaman la Civilización, el Progreso; ascienda, sí, se lo aconsejo sinceramente.
¿Que adónde sube? Pues le digo la verdad: no tengo la menor idea. Pero sólo
porque existe esa escalera vale la pena vivir.
Predicar la novedad en el arte es
propio de los inocentes y los puros; pero ustedes, rutinarios, ¡ustedes han
tomado el poder y no consideran como legítimo sino lo que ustedes hacen! ¡Nada
más! El resto del arte, ustedes lo aplastan.
No existe una “ciencia nacional”,
del mismo modo que no existe la tabla de multiplicar nacional; lo nacional no
tiene nada que ver con lo científico.
“Hazte amigos de injusta
riqueza”, reza el proverbio, porque la riqueza justa no existe ni puede
existir.
Los muertos no se avergüenzan
aunque hieden horriblemente.
Si alguien elije una ocupación
que le es ajena, el arte por ejemplo, se vuelve infaltablemente un funcionario.
¡Cuántos funcionarios en la ciencia, el teatro y la pintura! A aquel a quien la
vida le es ajena; a aquel que no está dotado para la vida, no le queda más
remedio que volverse un funcionario.
Me he dado cuenta de que, no bien
uno se casa, pierde toda curiosidad.
Tiene dos esposas: una en
Petersburgo, la otra en Kerch. Y, todo el tiempo, escándalos, amenazas,
telegramas. Llega al borde del suicidio. Pero termina por encontrar una
solución: vive con sus dos mujeres juntas. Las dos están estupefactas, como
petrificadas: pero es así como se callan, se vuelven inesperadamente
silenciosas.
Detrás de la puerta de un hombre
feliz debería haber siempre alguien con un pequeño martillo: alguien que no
dudara en darle un golpecito para recordarle que hay gente infeliz y que
después del tiempo de la dicha vendrá el de la desdicha, infaltablemente.
Una correspondencia. Un joven
sueña con consagrarse a la literatura. No deja de decirlo en las cartas a su
padre. Por fin se decide abandonar su empleo y parte a Petersburgo y se
consagra a la literatura… consiguiendo el puesto de censor.
Un hombre, a quien la rueda de un
vagón arrancó una pierna, se inquieta porque en la bota de la pierna perdida
había 21 rublos.
Contenta de que los invitados por
fin se marchen, la dueña de la casa dice: Pero quédense un poco más. ¿Qué
tienen que hacer ahora?
¿Qué se puede esperar de un
hombre que después de haber cometido tantas ignominias es capaz de llorar?
Que las generaciones futuras
alcancen la felicidad: pero, eso sí, sin dejar de preguntarse qué ideales
tuvieron sus antepasados, en nombre de qué sufrían.
El hombre del estuche. Él, metido
en sus botas de goma. Su paraguas dentro del estuche. Su reloj adentro de una
caja. Su cuchillo dentro de la vaina. Tendido en su ataúd parecía sonreír:
había alcanzado su ideal.
“…Esa mujer… Me casé a los veinte
años, no he tomado un solo trago de vodka en toda mi vida, no he fumado un solo
cigarrillo…” Y sin embargo… Después que hubo pecado todos lo amaron más aún y
le tuvieron más confianza. Y, caminando por la calle, comenzó a darse cuenta de
que la gente era más tierna y gentil con él, sólo porque era un pecador.
Una mujer de ideas radicales, que
sin embargo se santigua cada noche antes de dormirse y está secretamente llena
de prejuicios y supersticiones, escucha decir que para ser feliz hay que hacer
hervir, de noche, un gato negro. Roba un gato y, cuando todos duermen, se lo
cocina.
Hay escritores cuyas obras,
consideradas por separado, nos parecen brillantes, pero en conjunto apenas si
nos impresionan. Por el contrario, en otros casos, un solo libro no nos sugiere
nada en particular, pero el conjunto de las obras nos parece límpido y
brillante.
No toca a la puerta de una
actriz; está confundido, su corazón late fuerte, finalmente tiene miedo y huye;
la criada abre la puerta y no ve a nadie. N vuelve, toca de nuevo la puerta, y
una vez más no se atreve a entrar. Por fin llega el conserje y le da una
paliza.
No se casa. Su madre y su hermana
atribuyen a la mujer una cantidad enorme de defectos, están muy afligidas. Sólo
dentro de tres a cinco años comprenderán que la mujer es exactamente como
ellas.
El perro detesta al maestro
particular: no lo dejan ladrarle. Lo mira, no ladra, pero cada tanto llora de
odio.
La muerte nos causa espanto. Pero
sería aún más espantoso saber que viviremos eternamente, sin morir una vez
sola.
La universidad desarrolla todas
nuestras capacidades, incluso la idiotez.
Festejaban el cumpleaños de un
hombre modesto. Aprovechaban la ocasión para hacerse ver, para halagarse los
unos a los otros. Y no fue sino al fin de la velada cuando cayeron en la
cuenta: el héroe de la fiesta no había sido invitado, se habían olvidado de él.
¡Qué hartos estamos de nuestro
propio servilismo, de nuestra hipocresía!
“Cigarras de la mejor calidad”,
leía X, al pasar todos los días por la calle y, cada vez, se sorprendía: ¿cómo
es posible que vendan cigarras, y quién puede tener necesidad de una cigarra?
Sólo treinta años más tarde leyó con atención: “Cigarros de la mejor calidad”.
Algunas clases, no las que
trabajan sino aquellas que se proclaman dirigentes, no pueden privarse mucho
tiempo de la guerra. Sin guerra, se aburren. La ociosidad los fatiga y los
enerva, no saben ya para qué viven, se devoran mutuamente, ponen todo su
esfuerzo en decirse la mayor cantidad de maldades posible, aunque tratando de
quedar impunes. Pero llega la guerra, afecta a cada uno, se inmiscuye en todas
partes, y la infelicidad va tejiendo lazos entre los unos y los otros.
Una señorita coqueta, entre
risas: “Todo el mundo me tiene miedo... los hombres, el viento... Ah, qué
importa... ¡No me casaré jamás!” Su hogar es una desgracia, su padre es
alcohólico. Si la gente pudiera ver cómo trabaja con su madre, cómo ella misma
se esfuerza por esconder a su padre, todos le profesarían un respeto
profundo... Pero también se asombrarían de que le dé tanta vergüenza su
pobreza, su trabajo, y que no se avergüence de las tonterías que dice.
Una niñita, deslumbrada por su
tía: Qué bonita es... ¡como nuestro perro!
Un niño de buena familia,
caprichoso, malcriado, testarudo, agota a toda su familia. Su padre, un
funcionario, mientras está tocando el piano, siente que lo odia. Un día lo
lleva al fondo del jardín y lo castiga con placer y, enseguida, siente un
profundo disgusto. El hijo llegó a oficial, pero el disgusto persistió.
La madre es una mujer de
convicciones, el padre también. Dan clases. Escuelas, museos, etc. Ganan
dinero. Y sus hijos son la gente más ordinaria que puede imaginarse: derrochan,
especulan en la bolsa.
Marido y mujer tienen siempre
invitados en casa, porque si se quedan solos, se estrangulan.
Si no quieres tener mucho tiempo,
no hagas nada.
Son miembros de una sociedad para
el fomento de la sobriedad, pero beben cada tanto una copa.
El hombre inteligente dirá: “Eso es
mentira, pero como el pueblo no puede vivir sin la mentira, como la historia la
ha consagrado, sería muy peligroso suprimirla de un solo golpe; dejemos intacta
la mentira por el momento, sólo con algunas correcciones”. Pero el genio dirá:
“Es una mentira: no debe existir”.
Un escritor sin talento alguno,
que se obstina en escribir, hace pensar, por su orgullo, en un pontífice.
La esposa es escritora. Esto
disgusta al marido que, sin embargo, por delicadeza, nunca le dice nada, y
sufre toda la vida.
Destino de una actriz. Al
principio: una buena familia de Kerch, una vida tediosa, una sorprendente
pobreza de impresiones. Después, la escena: la virtud, el amor ardiente, los
amantes. El final: se envenena, pero sin éxito. Vuelta a Kerch: vive con su
tío, delicias de la soledad. La vida le ha demostrado que un artista debe
abstenerse del vino, del matrimonio, de la barriga prominente. La escena no
será un arte sino el porvenir; por el momento, no es más que una lucha por el
propio futuro.
(Enojado, sentencioso.) —¿Por qué
no me das a leer las cartas de tu mujer? Somos parientes, después de todo.
Para una pieza: un personaje que
miente todo el tiempo, sin necesidad ni razón.
Cuando un actor tiene dinero, no
son cartas lo que envía, no, sino telegramas.
Todo es mejor allí donde no
estamos; el pasado sólo puede parecernos maravilloso cuando lo dejamos atrás.
Un hombre, muy culto, miente toda
su vida a propósito del hipnotismo y del espiritismo, y todos le creen. No
obstante, es un hombre de bien.
El amor. O bien esto es lo que
queda de algo que fue desvaneciéndose pero que otrora fue inmenso, o bien es
una parte de algo que un día se volverá inmenso pero que, en el presente, sólo
deja insatisfacción y brinda mucho menos de lo que se esperaba.
Una mujer de muchísimo dinero, lo
esconde por todas partes: alrededor de su cuello, entre sus piernas.
No me espantan ya los esqueletos.
Me espanta que ni los esqueletos me espanten.
NN, hombre de letras y crítico,
seguro de sí mismo, muy liberal, perora (a propósito de la poesía): acepta
esto, desprecia esto otro y no comprende que es un hombre sin el mínimo talento
(yo no lo he leído). Alguien propone partir para Ai Petri. Yo digo: lloverá.
Pero allí vamos, de todos modos. Barro en la ruta, llueve, el crítico está
sentado junto a mí, y yo compruebo su mediocridad. Lo atienden con sumo
cuidado, lo tratan como a un obispo. Cuando el tiempo se aclara, yo vuelvo a
pie. ¡Con qué facilidad se deja engañar la gente, cómo aman a los profetas, a
los visionarios, qué chusma…! Otro hombre de pro nos acompaña: un consejero de
Estado, de edad madura, que no dice palabra, persuadido de tener razón,
desprecia al crítico porque está tan desprovisto de talento como él. Y una
muchacha que tiene miedo de sonreír en presencia de tanta gente inteligente.
Entre los insectos, el gusano se
vuelve mariposa; entre los humanos, por el contrario, es la mariposa la que se
vuelve gusano.
Más vale morir a manos de un
imbécil, que recibir de él un solo halago.
Comenzó una relación con una
mujer de 45 años y a escribir historias de horror, casi al mismo tiempo.
Un viejo de 80 años dice a otro,
de 60: ¿No le da vergüenza, joven?
Si usted teme a la soledad, no se
case.
Un consejero de Estado, un hombre
respetable. De pronto se descubre que, sin que nadie lo sepa, es el dueño del
prostíbulo.
Para estudiar a Ibsen, ha
aprendido el sueco, le ha consagrado mucho tiempo de trabajo; y de pronto se da
cuenta de que Ibsen es un escritor mediocre; y se pregunta qué podrá hacer
ahora con su sueco.
Una joven inteligente: Yo no sé
fingir… yo no miento jamás… yo tengo principios… Todo el tiempo yo… yo… yo…
Todo aquello que los viejos no
pueden hacer está prohibido o se considera punible.
Qué agradable quedarse en casa
cuando la lluvia tamborilea sobre el tejado y sabes que no tienes alrededor a
nadie que te moleste o que te aburra.
Dios mío, no me permitas juzgar
aquello que no comprendo o no conozco. No me dejes siquiera hablar de ello.
Mi lema: No necesito nada.
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