Cuentos de conjuros en Editorial El Ermitaño
diciembre 05, 2014Presentación de Historia de todas las cosas en Profética, Puebla: Felipe Garrido, JORGE ARTURO ABASCAL, MT y el poeta Pimentel |
Con motivo
de la nueva edición de la breve y excelente novela de Jorge Arturo Abascal en
ediciones El Ermitaño, estoy volviendo a colocar esta entusiasta reseña en mi
blog…
He leído
tres veces seguidas la noveleta titulada Cuentos de conjuros, de
amanuenses y demonios, de Jorge Abascal Andrade (Educación y Cultura,
México, 2007), escritor residente en Puebla, y debo decir que ninguna otra
novela me había encantado al punto de leerla tres veces ininterrumpidamente.
Recuerdo que Farabeuf la leí dos veces. La
novela de Abascal me obligó a volver a comenzar varias veces, atrapado como
estuve por un ambiente de encantamiento y deleite, personajes inolvidables y un
estilo subyugador por poético e inteligente. Sólo en una ciudad como
Puebla, en la que el pasado se halla tan presente, agazapado en las
arquitecturas y los infolios ocultos en bibliotecas arcanas, se podría haber
producido una obra como ésta.
En tiempos medievales el pueblo de Huesca,
conjeturo que en España o Portugal (por ahí se menciona Lusitania) se ve
arrasado por un viento gris que borra toda posibilidad de recato y lanza a sus
pobladores a un desenfreno absoluto, que aparentemente tiene que ver con el
universal dominio del mal, pero que muy sutilmente insinúa la búsqueda de un
conocimiento otro, lejano a las teologías y dogmas.
El amanuense Teclo, que descifra la versión obscena
de la legendaria Disciplina clericalis, la heteira Pitania,
el enano Fito, con su descomunal parte poco sentimental, el judío Elías y su
gélida mujer Kyra, los barones que poseen el pueblo, doña Sol, la mujer del
barón Gome, todos ellos son arrastrados por un viento de lujuria del que no
escapan ni siquiera los huertos y los jardines, que poseen desaforadamente a
hombres y mujeres.
Abascal,
el autor, debe ser un buen lector de textos medievales y de infolios crípticos,
así como un erudito en lenguajes arcaicos, además conocedor pleno del Quijotey
sus antecesores, pero no por ello configura una novela rebuscada, alambicada o
prepotente: antes por el contrario logra un estilo ágil, elegante, con
frecuentes y deslumbrantes imágenes, ocasionando el placer intenso del lector (
o por lo menos de este lector que soy yo).
Huesca,
el pueblo, es un lugar sin Dios, visitado solamente por el demonio Azaquiel,
sin duda un ángel caído y vengativo, que quiere someter a los humanos a nuevas
reglas, lejanas de los cilicios y cercanas a toda sensualidad, a todo exceso, a
toda falta de remordimiento.
Es claro en esta novela el irracional atractivo que
tienen el mal y el pecado para los hombres. La apoteosis de la novela se halla
en dos puntos: cuando el judío y su antes gélida mujer, se funden en un solo
cuerpo tras fornicar ciclopeamente por muchas horas, configurando la
nueva imagen (ya prefigurada por Platón): la del andrógino: un solo cuerpo dos
sexos. El otro momento se halla cuando Fito, el enano bien dotado, bebe de la
fuente de agua turbia, tornada clara por arte de encantamiento, y se ve
transformado en un hombre de proporciones normales.
Intentar
una lectura alegórica de esta obra sería perfectamente lícito y sin duda hay
trasfondo suficiente, pero para este lector que soy, me basta con los pases mágicos
de este narrador pasmoso que es Andrade, me basta con ese aire gris que arrasa
a Huesca, con esos personajes que no son esperpénticos, sino simplemente
humanos, pecadores,comme il faut. Dice Anatole France que no hay castos;
solamente enfermos, hipócritas, maníacos y locos. Estoy de acuerdo. Supongo que
Andrade también. El placer que ocasiona la lectura de esta noveleta no tiene
precedentes para mí en la literatura mexiocana –si leí dos veces seguidas Farabeuf fue
por curiosidad, la más elemental de las incitaciones; si leí tres veces Cuentos
de conjuros, de amanuenses y demonios, fue por puro deleite
sibarita.
Sólo
una editorial como Educación y Cultura, dirigida por Ricardo Moreno Botello,
podría publicar un texto tan lejano al estruendo publicitario actual, tan
cercano a la esencia de lo que creo debe ser la literatura auténtica, tan
íntimamente disfrutable. El texto de la contraportada, escrito por Moreno
Botello es una maravilla de síntesis y de sabiduría hermenéutica: difícil
cifrar una obra como la de Abascal, que tiene tanto fondo.
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