Del Diccionario de Frases Colombianas de Alonso Aristizábal
julio 15, 2015
Alonso
Aristizábal, amigo, escritor colombiano y
maestro del twitter, ha publicado un curioso diccionario de frases célebres de
autores colombianos. De mis libros sacó sin permiso las siguientes, y yo, sin
permiso, me permito reproducirlas.
"Al
tiempo prudencial Laura dio a luz a un hermoso “rinoceróptero” que,
desgraciadamente, murió de nostalgia. Jamás, durante el término de su breve
existencia, halló una hembra de su especie." (En: Cuentos para después de
hacer el amor, 1985, Amor contra natura)
Sus
ojos enormes y tristes, sus hábitos simples y plenos de significados, la gran
emotividad que imprimen a cada gesto, la misteriosa impresión de ausencia o
descuido, la radical soledad que parecen sufrir a pesar de un desamparo que
exige a gritos protección, caricias interminables y sin embargo, sutiles, hacen
que estos asombrosos seres sean llamados saúdes ( Ib., Los saúdes)
Atízale
un suavezón tubazo en la base craneana cuidando de no darle en el occipucio por
donde se filtra la materia blanda del cerebro.
Ib., El suave olor de la sangre
¿No es
indecible la precisión de los músculos bajo la piel que parece de seda
escondiendo pequeños seres vivos que responden a nuestras caricias?
Ib., La
piel más tersa
Hablar
sobre Sammy McCoy sin incurrir en la retórica, la hipérbole o los caminos
trillados por manadas de elefantes es imposible.
Ib., ¿Quién no conoce a Sammy
McCoy?
"Decir
“te quiero” cuando uno está fuera del otro es como mirar las estrellas en un
día nublado y con la cara enterrada en la arena." Ib.
Hacer
el amor con una leona de mar, dijo, es desagradable al principio. Luego uno se
acostumbra al aliento con olor a pescado podrido. No hay como la ternura de los
leones marinos. Te miran con unos ojos redondos y negros y se frotan contra tu
cuerpo.
Ib.
El
hombre sería bueno si supiera que ello le ayuda a ser feliz.
Ib., Juan Flemas
despierto otra vez
Tú,
como cientos de mujeres distantes, hiciste de mí una máquina de ilusiones.
Ib.,
El juego de los tiempos prestados
En las
calles de todas las ciudades hay muchos de nosotros esperando esa mirada, esa
palabra insólita que caerá como una moneda de plata en un vaso sensible.
Ib.
Escribí
una novela que destruí porque hallé que ya había sido publicada por diez o doce
escritores, todos tan mediocres o escépticos como yo.
Ib.
Estoy
convencido de que el trascendentalismo es apenas una y la más soporífera forma
del aburrimiento. Ib.
Lo que
llaman el amor tiene más de paciencia que de riesgo.
Ib.
Súbitamente
el camión, como una gran gallina, se aposentó en un bache y decidió empollar el
barro.
Ib., Próxima guerra en Alaska
La
literatura es infinitamente saqueable. El arte está en la gracia de hacerlo
bien. En: (Sobre Tierra de Leones, de García Aguilar),
Dos nuevas novelas
colombianas, El Espectador, 1986
Casi
todos los escritores nos dedicamos a desgarrar el país para convertirlo en obra
de arte.
Ib.
Si
alguna vez hubo en Cali -ciudad que se precia de albergar especímenes humanos
en los que el esplendor es costumbre y espectáculo- un mancebo digno de ser
amado por todos, todas, siempre sin tacha ni pausa ni reposo, ese ser magnífico
fue Adolfo Montaño Vivas.
En: Venturas y desventuras de un frenáptero (Los
placeres perdidos), 1989
Cali,
la ciudad más depravada y gozona de Colombia.
Ib.
Para
saber a ciencia cierta si una persona es hermosa o detestable, es necesario
someterla a un largo tratamiento de besos y caricias.
Ib.
Un
perro que se muerde la cola no es un perro que se muerde la cola, sino una
trampa puesta en medio del camino para que nos detengamos a contemplar una
imagen viva del infinito.
Ib.
La
realidad es una obra de arte que está esperando el ojo iluminado.
Ib.
La
postreridad: que otros se coman el postre que uno prepara con tanto trabajo.
Ib.
¡Un
cálamo, un papiro, una corteza de maple, un cuero de cabra del Sinaí, rápido,
lo que sea, tengo que escribir una idea que se me escapa!
Ib.
Hombres,
mujeres y bestias caen abatidos fulminantemente por su encanto y sienten la
necesidad angustiosa de hincar el diente real o figuradamente en su carne de
ave celestial... Los recursos para llegar hasta Adolfo han sido tan diversos
como los matices del verde en la selva amazónica al amanecer.
Ib.
No he
tenido tiempo para decidir si me gustan más las mujeres que los hombres. Creo
que prefiero a las lombrices de tierra después de la lluvia.
Ib.
Los
ojos del profesor se abatieron sobre los de Adolfo como garras en cuellos de
gorriones y picas en nucas de Flandes. Ib.
No
ignora que tras los ojos de admiración mística hay bestezuelas golosas que más
vale no convocar. Ib.
Todas
quieren lo mismo, cochinas, prosaicas. No me opongo al acto sino a la prisa...
Al amor se debe llegar como a la cima de la montaña más alta.
Ib.
Y se
miran divertidos los dos abrazados en el centro del espejo, en medio del
escándalo anticuado de sesenta bombillas de diez voltios. Ib.
Más
insultado que una hetaira romana en manos de la baja plebe o tan vapuleado como
una mujer adúltera en el Antiguo Testamento. Ib.
"No
hay como las largas antesalas para la alimentación de la cultura personal: en
aquella ocasión leí 500 páginas de “La guerra y la paz”.
Ib.
Si uno
les dice piropos a viejas secas como espartos, éstas reverdecen.
Ib.
La
sociedad se inventó para liberar al hombre solitario del peso de su propia
conciencia y para que se mantenga ocupado en imbecilidades.
Ib.
Soy
más inútil que una vaca, pero menos perjudicial que un policía.
Ib.
Cuando
uno es feliz más vale no hacer preguntas.
Ib.
"Ahora
me doy cuenta de que “relativamente” es la palabra perfecta: quiere decir que
sí sin conceder del todo, y quiere decir que no, sin ser descortés."
Ib.
"La
palabra “impúdicamente” me agrada: vamos a ponerla en práctica."
Ib.
Una
mañana al despertar Adolfo descubrió que se había vuelto a transformar en un
monstruoso ser solitario.
Ib.
No
pongan flores en mi tumba pues soy alérgico.
Ib.
Yo
sólo espero que los niños no cambien, que conserven íntegras sus capacidades
perversas.
Ib.
Luego
nos acostamos a descansar y a darnos besos. Unos 700.
Ib.
El
pelo se desparramaba sobre la sábana blanca y era como si allí mismo estuviera
estallando una supernova... Me dediqué a besarla hasta que mis labios
tropezaron con el más fresco rincón de su existencia.
Ib.
Sus
dos pechos eran como las narices de dos ardillas dormidas. Su sexo parecía el
dorso de un delfín hundiéndose en el agua cristalina de sus muslos.
Ib.
Para
que surja el nuevo hombre es necesario que asuma el sentido de su propia
irresponsabilidad.
Ib.
El poder para los imbéciles. La
libertad y la irresponsabilidad para los frenápteros.
Ib.
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