La insaciabilidad en Berlín: escribe Amir Valle

octubre 12, 2015

En la revista Otro lunes, que dirige el escritor cubano Amir Valle en Berlín, apareció esta reseña de mi novela La insaciabilidad. Yo diría que es la reseña con la que soñaría cualquier escritor. Es obra de un amigo, pero sobre todo de un escritor serio: arriesgar tan grandes elogios es un compromiso; recibirlos es otro compromiso, quizás mayor. Uno debe tratar de estar a la altura de la opinión que personas respetables tienen de los libros que uno escribe.
El insaciable literario
AMIR VALLE
Amir Valle

Justamente esa imagen: la de alguien insaciable en lo humano y en lo literario, vino a mi cabeza apenas cerré la última página de la novela La insaciabilidad, del colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño: “existe un ámbito para la insaciabilidad también en lo literario”, me dije, “y en ese espacio, que debe ser etéreo y letrado, Marco Tulio puede catalogarse como un ser literario, un personaje insaciable en lo que concierne a esa búsqueda eterna a través de la literatura de los sentidos ocultos del placer y la realización humana que esconde esa cosa tan burda que llamamos cotidianidad”.
La singularidad de esta obra no es nada que me asombre: como director general de esta revista he tenido la suerte de leer los capítulos de su novela por entregas Doctor Amoribus: consultor erótico y sentimental, en la que Marco Tulio entreteje otras historias vinculadas al erotismo y al poder humano de la erótica como juego de roles y reto para el desarrollo emocional de nuestra tan cacareada especie superior. Y precisamente esa es una de las lecturas que más me gusta de La insaciabilidad. Asistimos en sus páginas a un cántico exacerbado a la más eterna y desgarradora de las luchas que el ser humano ha tenido que afrontar desde que comenzó a pensar: el debate entre racionalidad y bestialidad, entre el hombre y la bestia, entre el amor como manifestación superior de la inteligencia de nuestra especie y el deseo salvaje de la satisfacción sexual de los instintos primarios de ese animal que también somos. Y esa coyuntura ineludible, corporeizada tanto en el pavoneo erótico de Mantis religiosa de las mujeres que por esta novela desfilan como en esa llamada sutil al estilo de los cantos de sirena de los instintos bajo cuyo influjo viven (y a veces agonizan) Ventura, el protagonista, y otros “machos” es, más que un telón de fondo, la niebla que se posesiona, dueña, arrogante, casquivana y siempre vigilante sobre todos los espacios narrados por Marco Tulio.
Ventura y sus indefiniciones, que van desde lo básicamente sexual a lo racionalmente intelectual en un abanico de altibajos que humanizan a este personaje de un modo magistral, son a un mismo tiempo aura repelente y aroma seductor para la fauna femenina que arma con él esos contrapunteos humanamente enriquecedores que se producen en la trama de principio a fin: hay mucho de ciega y burda cacería de ambas partes en esos encuentros, pero también hay un espíritu de conciencia y raciocinio superior (casi un toma y daca del intelecto masculino versus intelecto femenino) y, además, se hace patente ese erotismo primigenio del cortejo macho-hembra antes de la cópula en los animales; en simples palabras, un perfecto reflejo literario de la vida humana tal cual es.  Bárbara Blaskowitz (a quien por muchas razones, parlamentos y acciones dentro de la obra identifico espiritualmente con Lucrecia Borgia) y su hija Trilce (una Lolita más siniestra y menos dúctil) obligan a Ventura a transitar por una cuerda floja o filo de navaja que nos permite acceder a otro de los grandes aportes de La insaciabilidad: la reflexión interior del personaje sobre cuánto de dependencia y de lejanía debe conseguir un hombre con respecto a “la mujer” para lograr el equilibrio que le permitirá materializar su realización como individuo (aquí intervienen esencialmente aspiraciones, sueños, planes, deseos, etc.), como ser social (aquí, la relación con esas estructuras y leyes del “afuera” en el que se vive) y como ser biológico (entiéndase, satisfacción por ley natural de la líbido, salud de la próstata, estabilidad emocional, y otras consecuencias ordinarias resultantes del juego espiritual y carnal entre dos personas).
Ese escenario íntimo entre Ventura, Bárbara y Trilce, a veces transformado en un tácito Coliseo para feroces gladiadores del amor o del odio según sea el momento narrado, es aderezado por el fantasma de un amor perdido (Irgla, ante cuyo recuerdo o voz Ventura se convierte literalmente en un pobre diablo) y por las idas y venidas de otras femmes fatales¸ también genialmente construidas en el plano psicológico (la Princesa Carmina Ximena, Iris Moonlight, la poeta Estrella de los Campos, la muchacha de la limpieza: Etelvina, e incluso la presencia, a veces fantasmal, a veces efectiva, pero de muchos modos siempre omnipresente, de una gata, Atenea, cuyo nombre es lógico suponer no sea un capricho del autor: además de remarcar ese profundo y profuso océano femenino en el cual Ventura da brazadas desesperadas, edifica el único canal de redención del protagonista con ese entorno, aún cuando Atenea se manifieste tan voluble, tan rebelde, tan libertina como Bárbara, Trilce y el resto de las féminas.
La insaciabilidad es una de las novelas más completas que he leído sobre el tema de la sexualidad humana. Completa en lo filosófico, completa en lo dramático, completa incluso en lo idiomático (aunque esto, repito, sea ya más una regla natural que una excepción en la narrativa de Marco Tulio, por el absoluto respeto que siente por el trabajo con el idioma y las posibilidades comunicativas que ofrece). Y, leyéndola, recordé que una hazaña similar hizo antes (pero necesitó tres novelas) uno de los escritores más interesantes y raros que dio Colombia, R.H. Moreno Durán, con su trilogía «Femina Suite» (compuesta por Juego de DamasEl toque de Diana y Finale Capriccioso con Madonna). Pues es necesario decirlo: aunque La insaciabilidad sea la segunda de la serie “El libro de la vida” es, en sí misma, una obra maestra, una novela total. Y seriamente creo que Marco Tulio se puso el listón muy alto para él mismo, aunque conociendo ya su obsesión, el insaciable literario que lo posee, me atrevería a anunciar que todavía puede esperarse mucho más literariamente de él, de esta misma o mayor altura. Hasta hoy así lo ha ido demostrando: es un narrador de los grandes y lo único que debían lamentar editores, promotores e investigadores literarios, es que no se le haya dado el lugar que ya, sin dudas, tiene en la historia de la literatura latinoamericana en particular, y de la lengua castellana, en general.

Del Autor

Amir Valle
(Cuba, 1967). Escritor y Periodista. Su obra narrativa ha sido elogiada, entre otros, por escritores como Augusto Roa Bastos, Manuel Vázquez Montalbán, Herta Müller y Mario Vargas Llosa. Ha publicado más de una veintena de títulos en los géneros cuento, novela, ensayo y testimonio. Saltó al reconocimiento internacional a través de su serie de novela negra “El descenso a los infiernos”, sobre la vida actual en Centro Habana, integrada por Las puertas de la noche(2001), Si Cristo te desnuda (2002), Entre el miedo y las sombras (2003), Últimas noticias del infierno (2004), Santuario de sombras (2006) y Largas noches con Flavia (2008). Sus libros más recientes son La Habana. Puerta de las Américas(una historia novelada sobre la capital cubana, Editorial alMED, España, 2010), Las raíces del odio (novela, Editorial El barco ebrio, España, 2012), Hugo Spadafora - Bajo la piel del hombre (biografía novelada, Aguilar-Santillana, 2013) y Nunca dejes que te vean llorar (novela, Penguin Random House, 2014). Actualmente reside en Berlín desde donde dirigeOtroLunes - Revista Hispanoamericana de Cultura.
Publicado en: Otra Opinion


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