La novela de Xalapa
julio 02, 2017
La
insaciabilidad, la novela de Xalapa:
nuevo territorio literario
Félix Luis Viera
Diario de Xalapa, Sección Cultural, 2 de julio de 2017
La insaciabilidad, recientemente publicada por la Editorial de la Universidad
Veracruzana —vale decir, con una hermosa cubierta y excelente factura en
general—, resulta la segunda entrega de Marco Tulio Aguilera (MTA) de esa
hazaña que se ha propuesto: El libro
de la vida, que constará de siete novelas continuadoras de la saga de ese
gran transgresor que es Ventura, el personaje principal.
Esta novela tiene como
escenario fundamental la Xalapa de la década de 1980, la cual, se infiere de la
lectura de la obra, “gozaba” de una relativa dosis de provincianismo, o quizás
de municipalismo. Incluida cierta lucha intestina entre escritores y otros
artistas de la ciudad y aspirantes a serlo. En una y otra página, el rijoso
Ventura se refiere a la ciudad con sentencias poco estimulantes: “Maldijo a la
ciudad, a la malhadada provincia, con su aire de alta montaña y sus ínfulas
atenienses”. (Pág.41.)
Varias son las localizaciones
ochenteras a las que MTA nos lleva, pero la más sobresaliente es el muy
visitado café La Parroquia, punto de reunión de personas de distintos estratos,
profesiones y aspiraciones vitales. “Lugar de solitarios tránsfugas de la
niebla” (P.19), “… el hoyo negro de Xalapa. Los machos y las hembras de este
pueblo van a ese café como si fueran a misa, en esperanza de conocer a alguien
diferente que naturalmente nunca llega”.
Los protagonistas de la novela —sí, dos protagonistas—
resultan Ventura y Bárbara Blaskowitz, quien corre de los 36 a los 39 años en
la acción narrada —Ventura de los 31 a 35 —y que viene siendo la copia femenina
de él. Bárbara, descendiente directa de alemán por la vía paterna, blanca,
hermosa, apabullante con su metro ochenta de estatura descalza.
“¿Tú crees que soy lo suficientemente
degenerada como para que me llamen puta?”, le pregunta a Ventura en cierto
momento. Y Ventura responde: “No,
siento desilusionarte. Eres simplemente una mujer que ejerce su libertad en un
mundo de castrados y reprimidos.”
Sin
embargo, ambos, Ventura y Bárbara, son solo un par de infelices: víctimas no
justamente de una “insaciabilidad sexual”, sino de ciertas ansias de posesión y
de ser poseídos, que los hala desde el sexo opuesto.
Es decir, en verdad, ellos —amantes eternos y esporádicos a la vez— no son víctimas de una “insaciabilidad sexual” propiamente dicha, puesto que de ningún modo su “comportamiento carnal” se halla fuera de los límites naturales, o que se consideran naturales; solo resulta que él va de una en una y ella cae de uno en otro; son no más que par de veleidosos quienes, luego de auscultar cada cual por otros “territorios”, se buscan entre sí. Son adictos uno del otro.
Es decir, en verdad, ellos —amantes eternos y esporádicos a la vez— no son víctimas de una “insaciabilidad sexual” propiamente dicha, puesto que de ningún modo su “comportamiento carnal” se halla fuera de los límites naturales, o que se consideran naturales; solo resulta que él va de una en una y ella cae de uno en otro; son no más que par de veleidosos quienes, luego de auscultar cada cual por otros “territorios”, se buscan entre sí. Son adictos uno del otro.
Otro personaje femenino interesante, una de
las amantes “intermitentes” de Ventura, es Carmina Ximena Escriba, llamada por
el narrador la Princesa Huamantla, conocida en la ciudad por “La de los Senos
más Contundentes de La Parroquia”.
Son diversos los personajes integrados en La insaciabilidad: Rubén el Brujo, el
Poeta Pibil, el pintor Pepe Maya, “pintor de penes”, o el viejo Salmón, cuya
ocurrencia de publicar antaño una novela lo convirtió de inmediato “en el
apestado de La Parroquia”.
La insaciabilidad,
por momentos y en la proporción aceptable diríamos, se acerca a esa novelística
surgida hace unos años en la cual la trama se supedita a la exposición del
trabajo con el argumento. Por otra parte, su carácter autobiográfico —más bien
como recurso creador— le otorga una gran fuerza dramática.
Quienes, como yo, hayan
leído casi toda la obra de MTA, quizás coincidirán conmigo en que en esta el
autor asume el mismo formato, solo que ahora establece un planteo más
atemperado de la acción narrativa; leves cambios de tonos en ciertos momentos,
que hacen la lectura más amena, y asimismo una propuesta lejana de alguna
desfachatez excesiva que ha caracterizado cierto segmento de su obra anterior.
Todo esto, en mi opinión, para bien.
Vinculado con lo antes
dicho, hallamos un lenguaje en el cual prima, en buen monto, la imagen poética
unida a la reflexión, a la sentencia.
La
insaciabilidad y las demás novelas de
lo que MTA ha ofrecido bajo el título genérico de El libro de la vida -- obras de las cuales ha visto publicadas en
varios países hasta la fecha cinco: Mujeres amadas, La hermosa vida, La
insaciabilidad y Doctor Amóribus mientras que permanecen inéditas El
sentido de la melancolía y Sin
máscara frente al espejo— una obra monumental, ambiciosa, del tamaño de El
cuarteto de Alejandría, La crucifixión rosada y En
busca del tiempo perdido-- convierte
a Xalapa en territorio literario que aventuro entrará en la historia literaria
latinoamericana al lado de los grandes espacios creados por Rulfo y García
Márquez.
Sin meterme a juzgar tengo que decir que me
parece (me parece) que esta ciudad no le ha dado al novelista jalapeño (nacido
en Colombia) el lugar que se merece.
Quisiera cerrar esta nota
con par de citas que celebran los dones del cuerpo, el erotismo y la
trascendencia, zonas bien visitadas por MTA:
“Vestía una especie de sari de seda sutilísima
y ondeante, que parecía, a cada movimiento, acariciarle el cuerpo y destacar
las líneas esfumadas de su busto y la depresión vivísima del bajo vientre.” (P.
365.)
“¿… quién puede garantizarle a un ser humano que lo mejor de su vida no haya pasado y le esperan sólo meras sombras y pantanos?” (P.294.)
“¿… quién puede garantizarle a un ser humano que lo mejor de su vida no haya pasado y le esperan sólo meras sombras y pantanos?” (P.294.)
0 comentarios