abril 11, 2008
Entrevista
Tomado de El Financiero, México
XALAPA, Ver.- Así como el carnicero habla de su carne y el albañil de sus ladrillos, el escritor habla de lo que escribe y lo que lee. En Poéticas y obsesiones (Universidad Veracruzana), el escritor Marco Tulio Aguilera Garra- muño (Bogotá, 1949) recopila conferencias que sobre el tema de la literatura ha dictado en varios países. Además, redondea la obra con los relatos de una serie de encuentros con su compatriota Gabriel García Márquez. Tal vez por ser más conocido aquí, en Xalapa, como el poste derecho del equipo de baloncesto los Xalapa Old Stars que como literato, Marco Tulio Aguilera Garramuño viaja a la ciudad de México para presentar sus poéticas y obsesiones, pasado mañana, a las 11 horas, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Poéticas y obsesiones ha sido promovido con el subtítulo de "Encuentros con García Márquez" debido a que la mitad del libro contiene reflexiones sobre el acto creativo y la otra mitad es, como decíamos, la crónica de los encuentros de Marco Tulio Aguilera Garramuño con, así lo dice, su "pinche ídolo": Gabriel García Márquez. -Reconozco -dice- que este compatriota se ha convertido para mí en una obsesión. Incluso acepto que alguien critique esta obsesión. Pero me la voy a quitar de encima con un empacho: estoy escribiendo una parodia de Cien años de soledad y espero que mi novela esté a la altura del modelo. La novela de Gabo es perfecta. La mía, imperfecta: haré de la imperfección y la destrucción del lenguaje una virtud. Pese a lo que le han dicho, esta parodia de Cien años de soledad no es una burla. Más bien, afirma, es un homenaje. -Coincido con García Márquez -dice-: si uno no cree que puede hacer algo tan valioso como el Quijote, mejor no escribe. Cuando se publicó en Buenos Aires mi primera novela, Breve historia de todas las cosas, el editor de La Flor, Daniel Divinsky, escribió en la contraportada del libro que mi novela era mejor que Cien años de soledad. Toda mi vida ha estado marcada por esta comparación. Mi gran reto es estar a la altura de la opinión que tengo de mi propia persona. -Entonces, ¿es verdad eso que usted ha dicho sobre sí mismo: que es un ególatra, un vanidoso y un hombre que necesita atención? -Claro que soy todo eso, pero soy más: no sólo soy ególatra y vanidoso (disfraces para llamar la atención y a veces molestar a la gente) sino que soy un mediocre que trabaja. La prueba está en mis 25 libros, mis 25 premios internacionales (tanta gente estando de acuerdo no puede estar equivocada) y mi disciplina de estudio, de trabajo y deportiva. La gente al principio me rechaza, pero cuando me conoce me ama. Es decir, para llegar al corazón de lo que soy tiene que pasar una prueba iniciática. Muchísima gente se queda en la superficie y se dedica a odiarme con gran entusiasmo. No tienes idea cuánta gente me detesta no sólo en Xalapa, sino en otros lados. -Recientemente en México fueron editados, bajo el sello de Ediciones de Educación y Cultura, sus Cuentos para antes de hacer el amor. ¿Escribir cuentos está más próximo a una epifanía o a una labor terca y persistente de creación y corrección? -Escribir un cuento es ambas cosas. Es la celebración de un momento estelar de la vida, la cristalización de un sueño consciente. Y el trabajo posterior a la cristalización es el del sudor en las nalgas. En general, no reflexiono sobre el lenguaje, simplemente lo uso. Nunca olvido una frase de Marlon Brando cuando le ofrecieron en venta el ejemplar de un periódico: "Yo no compro las noticias... Yo las hago." Al escribir me dejo llevar por la gracia natural de la vida. Soy como un roedor de la realidad: todo me interesa, desde los chismes de las beatas hasta las noticias de la nota roja. Nunca he dicho algo como "voy a escribir un cuento". Los cuentos se manifiestan como los fantasmas. Y uno tiene que ser una especie de detector de fantasmas. Además, como el fantasma, cuando no se capta en el momen- to, se esfuma. -¿Por qué eligió Xalapa para vivir? -Yo no elegí a Xalapa. Xalapa me eligió. Llegué a Monterrey con la idea de trabajar en el Tecnológico de Monterrey, pero no me aceptaron. Quizás porque llegué con aspecto de jipi: pelo largo hasta los hombros, botas de tacón de diez centímetros, atuendo de trailero. En el Tec me aplicaron un examen lleno de sutilezas ideológicas que no supe sortear, y fui reprobado. De alguna manera conseguí trabajo en la Facultad de Traducción de la Universidad de Nuevo León y en esa universidad, en conciliábulo con Miguel Covarrubias y el poeta José María Lugo, fundamos el Instituto de Artes. Yo fui el director de los talleres literarios en los que se formaron muchos escritores importantes, entre ellos Ricardo Elizondo Elizondo. Y sigo en Xalapa porque es una ciudad en la que todavía existe ese paraíso que se llama aire limpio y ese otro que se llama tiempo de ocio. Yo lo ocupo jugando basquetbol casi todos los días de tres a cuatro de la tarde. También escribo a veces y, como es inevitable, trabajo. Tengo una columna semanal en un diario local, a la que llamo "Descabezadero". La llamo así porque es pendenciera, como mi persona, sin pelos en la lengua. -Usted dice que después de que ganó el Nobel, le resultó imposible encontrar a García Márquez porque siempre andaba, él, en otra parte. -García Márquez se refugió en la intimidad, que es el mejor lugar para un perseguido. Y sin duda que Gabo es un perseguido. El problema grave es que la personalidad de Gabriel no corresponde con la farándula, el espectáculo y la publicidad. Antes era un costeño relajiento y eso, hasta eso, se le niega ahora: nunca falta un inoportuno que quiera sacarse la foto. Cuando yo lo conocí se bajaba del coche para tomarse la foto y se detenía cinco o diez minutos para meditar una dedicatoria. Tiene el peor sambenito: ser el escritor más querido del mundo. A mí, Mercedes, la esposa de Gabo, me quedó a deber una invitación a comer. Lety, mi esposa, todavía sigue esperando esa invitación. Estoy seguro que si le hacen un examen a Leticia sobre las obras de Gabo, ella sabrá más que el propio escritor. García Márquez, durante la mitad de su vida, persiguió a la diosa perra, la fama; el resto de su vida la ha pasado huyendo de ella. -"En esta vida, detrás de todo lo que sucede, siempre hay otra cosa", dice uno de sus personajes en Cuentos para antes de hacer el amor. -La vida no es nunca lo que parece: es mucho más. Y esto lo perciben con gran claridad los científicos y los artistas. Los que viven en la inmediatez, en la rutina, sólo viven media vida.
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