agosto 16, 2008
Encuentros con García Márquez
Magda Díaz
Mi queridísima amiga Magda Díaz escribió las siguientes notas sobre mi libro Poéticas y obsesiones en su blog Apostillas Literarias...
Marco Tulio Aguilera, Poéticas y obsesiones (México: Universidad Veracruzana, 2007)
“Sí, te aseguro que Gabriel García Márquez, así como Álvaro Mutis, nunca ha hecho difusión de la obra de los escritores colombianos, no han promovido a nadie. Ellos vinieron a triunfar a México, a salir adelante, pero también se guardaron eso, las relaciones, para ellos mismos, nunca hicieron una cadena con los escritores que se quedaron allá, porque el mundo literario se mueve con base en favores, y los mexicanos fueron quienes ayudaron a ambos... y eso es cuestión de ellos”. (Aguilera Garramuño)
Hace ya muchos años que conozco a Marco Tulio Aguilera Garramuño, es un amigo que aprecio, siempre me alegran sus logros literarios que, afortunadamente, son muchos. Se que es polémico, pero de igual forma se que es una buena y agradable persona. Muy buen escritor. Nació en Colombia, pero tiene ya muchos años de vivir en México, particularmente en la ciudad de Xalapa, trabaja en la Universidad Veracruzana.Su relación con García Márquez la he observado siempre a través de lo que escribe, aunque sin opinar sobre ella. Marco Tulio sabe que no soy admiradora del autor de Cien años de soledad, salvo esta novela lo demás no me llama la atención. Las opiniones de Marco Tulio Aguilera, sobre diversos temas, son a veces fuertes, y aunque uno quizá piense lo mismo de lo que comenta por considerar que lo que dice es cierto, no nos atrevemos a expresarlo, él sí que se atreve. Así como otras veces podemos estar en total desacuerdo con lo que manifiesta.En este libro, en el apartado "Encuentros con García Márquez", nos enteramos de la primera vez que conoce al que en esos momentos era su héroe: Gabriel García Márquez. No se si lo siga siendo, creo que sí:
Fue a finales de 1975, en el local de la revista Alternativa, en Bogotá. Recuerdo que algunas secretarias se asomaron a la ventana. Alguien gritó: ¡Ahí viene el Patriarca!Don Gabo entró apresuradamente, saludó como si viniera de Olimpia, y se sentó tras un escritorio. Alguien me presentó:
Fue a finales de 1975, en el local de la revista Alternativa, en Bogotá. Recuerdo que algunas secretarias se asomaron a la ventana. Alguien gritó: ¡Ahí viene el Patriarca!Don Gabo entró apresuradamente, saludó como si viniera de Olimpia, y se sentó tras un escritorio. Alguien me presentó:
-Garramuño, un muchacho que acaba de publicar una novela en Buenos Aires. Tras darle la mano a mi héroe, le dije:
-No me gustó El otoño del patriarca.
Se echó hacia atrás en la silla ejecutiva y casi sin mirarme. (Gabo tiene o tenía una forma de mirar que nunca daba en el objetivo: sus ojos se paseaban por los alrededores, con la típica paranoia del perseguido).
Dijo: -Pues si no te gustó es que no sabes nada de literatura.
Digna respuesta a una pregunta (o agresión) menos diplomática que un baile de elefante en una tienda de porcelanas.. Luego me habló de los estudios que habían hecho sobre su obra en Europa, de los grandes críticos que le habían alabado, de maravillosos lectores. (Años más tarde, en Xalapa me enteré de que Gabo nunca lee lo que se escribe sobre sus obras o su persona).Como respuesta a la afirmación de que yo no sabía nada de literatura saqué de mi anciano maletín de cuero un ejemplar de Breve historia de todas las cosas y se lo dediqué: “Para Gabriel García Márquez, a quien pienso matar”. (Nótese que mi vocación de asesino no es oportunista. Ya tenía todo planeado desde 1974. Claro que luego agregué “…matar literariamente” (Lo aclaré por si alguien menos metafórico que yo asesinaba al Gabo y un detective encontraba el libro y yo terminaba en la cárcel por gracioso).García Márquez toma el libro en sus manos, le da dos o tres vueltas y dice:
-Eres muy joven.
Se va y a la hora regresa, dice haber leído un par de capítulos y le expresa a Marco Tulio Aguilera:
-Se puede leer tu novela.
A partir de ese momento, la imagen del premio nobel colombiano comenzó a girar en la imaginación de Marco Tulio, “como un buitre”: “que había dicho en Madrid que las vacas marinas son parientes de las terrestres; que en Milán se le torció un pie; que en Lima practicó el boxeo en la vía pública con otro escritor de dientes grandes y saludables; que había dejado de fumar tras hacer una ceremonia en la que enterró los cigarros en el traspatio de su casa; que en su mansión (en México) de la Calle del fuego, Col. Pedregal de San Ángel, había criados con librea; que era abstemio de todo lo que no fuera champaña y asceta de todo lo que no fuera caviar; que quien quita y de pronto se lanzaba a la presidencia de Colombia; que mejor no. En fin”.
La anécdota que sigue tiene lugar varios años después. Tan solo de leerla uno se altera al pensar lo que vive García Márquez (y todos los famosos) cada vez que sale a la calle, realmente debe de ser cansadísimo. Con razón ya no quiere recibir a nadie. La escena es en Xalapa, en un hotel donde estaba hospedado el Gabo. Marco Tulio Aguilera, llega a buscarlo:
-¿Está Gabriel García Márquez?, pregunté en la recepción bajando la voz.
-¿Está Gabriel García Márquez?, pregunté en la recepción bajando la voz.
-Gabriel ¿qué?... A ver.
Me dieron el número de su habitación pero nadie respondió al llamado telefónico.(…) Súbitamente el periodista Armando Rodríguez Suárez –ya en otro plano de existencia- me dijo, como quien señala a Supermán en el cielo:
-Ahí va.
Iba seguido por dos o tres personas. Caminaba apresuradamente y los otros semejaban pollos tras el gallino mayor.Alguien lo detuvo antes de que bajara la escalera. Lo alcancé y, optimista, le tendí la mano.
-Quihubo, Gabriel.
Me miró como quien mira un vendedor de enciclopedias.
-¿Se acuerda?... Marco Tulio… Aguilera… Garramuño… ¿Se acuerda?
-¡Claro! –dijo estrechándome la mano con flojedad (…)
Era obvio que no se acordaba de mi ilustre cara.
-El de Breve historia de todas las cosas.
-Ah, sí –murmuró distraído, ajeno por completo a mi entusiasmo.
-Escritor colombiano…Finalmente preció detenerse, plegó las alas y adoptó su personalidad de Clark Kent.
Dijo:-Ahora sí me acuerdo. El de la novela de todas las cosas. Tenemos que hablar.
Pero ya se había acercado una periodista, Rosa Elvira Vargas. Gordita por entonces, agresiva, bastante joven, le llenó los ojos y lo hizo retornar a su personalidad de superhéroe.
-El problema, Marco Tulio, es que tengo un compromiso con esta potranquita. Me comprometí a responderle unas preguntas. Pero voy a estar al lado de la piscina. Te espero dentro de 15 minutos.
Cumplidos los 15 minutos, me acerqué. La compacta y bien dotada periodista, todo un espectáculo de coquetería enfilando sus baterías contra aquella pieza de caza mayor, me miró con el recelo con que mira un niño comiendo pastel. Un niño que teme que le quiten mitad de su pastel. Cinco o seis periodistas, apostados estratégicamente –tras la vidriera de la cafetería, fingiendo leer diarios en sillas cercanas, disfrazados de agentes de la CIA- tuvieron un movimiento de rebelión. Era evidente que estaban haciendo fila y que yo me había colado por delante de varios.
-La entrevista es para la potranca –dijo García Márquez con dureza.
-No vengo a pedir nada ni a hacer entrevistas –dije levantándome de la silla.Le di la espalda y comencé a alejarme.
-Ven acá, cabrón –(supongo que esa es una palabra cariñosa en la costa atlántica colombiana, de la misma forma que la palabra “huevón” significa “amigo”, y no, como en México, que significa “perezoso”)-. No pareces cachaco –estaba sonriendo y me tomó del brazo.
-Mira, estoy cumpliendo un compromiso. Mañana vienes a las ocho de la noche y cenamos juntos.
Al día siguiente, cuando llega Marco Tulio al hotel Xalapa, se dirigen a otro Hotel, el María Victoria y… La reunión que tiene lugar es genial, pueden leerla en este libro. Yo recuerdo este encuentro con tantos escritores, fue un homenaje a Onetti, que el Instituto de Investigaciones Lingüístico Literarias le organizó, estaba en la dirección Jorge Ruffinelli, a quien guardo gran estima. Vinieron escritores, críticos, estudiosos de la literatura de todo el mundo, los estudiantes de letras en esos tiempos estábamos fascinados y no solo nosotros, fue un encuentro internacional excelente.Pero continuando con el libro, hay otros capítulos que vale mucho la pena leer: “La creación del cuento”, “La mecánica del cuento erótico”, “Erotismo y sentido de la poesía en Lolita”, “¿De dónde salen los cuentos?”, “El gran modelo (notas sobre el erotismo y la literatura)”, “Mi reino por un caballo. El arte de la novela”, y mucho más.
------------------------------------------------------Magda Díaz
* Que tengan muy felices vacaciones.
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