HAROLD ALVARADO, EL ENANO VALVERDE Y GUSTAVO ALVAREZ, CON VERSION DE LIRIAM
julio 03, 2009MITOLOGIA DE CALI EN LOS 60s-70s

Entrada ENRIQUECIDA en proceso...
EN LAS FOTOS: MT EN SU CARACTERIZACIÓN DE BRUCE WILLIS O RUBEM FONSECA; A LA DERECHA HAROLD ALVARADO CON SU GATO JORGE LUIS BORGES
La ciudad de Cali tiene una sorprendente y copiosa cantidad de personajes de las más diversas cataduras. Seres extravagantes, rencorosos, feroces, altisonantes, modestos, licenciosos, desenfrenados, que habría que recuperar para la historia literaria y los anales de la infamia o la gloria: Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tomás González, Andrés Caicedo, el enano Valverde, que ha hecho de la mediocridad, la estupidez y la cercanía con las zonas más oscuras de la patria su guarida y la tribuna desde la que canta su deleznable vanaglorioria(a la fecha no ha "coronado" un buen libro, y sin embargo figura como escritor importante)..
Uno de esos personajes estrafalarios y magníficos, un vociferante, un eterno protestante, un monumental personaje, es el poeta Harold Alvarado Tenorio, que recuerda no sólo por su nombre sino por su figura desaforada a un vikingo excedido de excesos. Recuerdo al respecto una anécdota que muestra su atrabiliaria y voluntariosa personalidad: a su finca, situada no sé dónde, llegaron guerrilleros con la intención de secuestrarlo. Harold se tendió en el suelo --supongo que pesa o pesaba ciento cincuenta kilos y sé que mide cerca de uno noventa-- y les dijo: "Señores, si quieren llevarme de paseo: ¡Adelante! Pero tienen hacerme el honor de llevarme alzado, como a un emperador. No voy a mover un dedo". Y así estuvieron los
individuos como hormigas en torno al terrón de azúcar y finalmente tuvieron que darse por vencidos ante la considerable hmanidad del bardo.
Una de las mayores hazañas de Harold fue escribir cinco sonetos de Borges, que Borges, al fin y al cabo con sentido del humor y un altísimo criterio de calidad, nunca desmintió:
He aquí estos sonetos de Jorge Luis Borges
escritos por Harold Alvarado Tenorio
Cinco poemas inéditos
I
Encorvados los hombros, abrumado
por su testa de toro, el vacilante
Minotauro se arrastra por su errante
laberinto. La espada lo ha alcanzado
y lo alcanza otra vez, Quien le dio muerte
no se atreve a mirar al que fue toro
y hombre mortal, en un ayer sonoro
de hexámetros y escudos y del fuerte
batallar de los héroes. Ilusoria
fue tu aventura, trágico Teseo;
de la bifronte sombra la memoria
no ha borrado las aguas el Leteo.
Sobre los siglos y las vanas millas
ésta da horror a nuestras pesadillas.
II
Me pesan los ejércitos de Atila,
las lanzas del desierto y las murallas
de Nínive, ahora polvo; las batallas
y la gota del tiempo que vacila
y cae en la clepsidra silenciosa
y el árbol secular donde clavada
por Odín fue la hoja de la espada
y cada rosa y cada primavera
de Nishapur. Me abruman las auroras
que son y fueron los ponientes,
el amor y Tiresias y las serpientes
las noches y los días y las horas.
gravitan sobre la sombra que soy.
La carga del pasado es infinita.
III
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el fin, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá quien fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.
IV
Los ordenes de libros guardan fieles
en la alta noche el sitio prefijado.
El último volumen ha ocupado
el hueco que dejó en los anaqueles.
Nadie en la vasta casa. Ni siquiera
el eco de una luz en los cristales
ni desde la penumbra los casuales
pasos de vaga gente por la acera.
Y sin embargo hay algo que atraviesa
lo sólido, el metal, las galerías,
las firmes cosas, las alegorías
el invisible tiempo que no cesa,
que no cesa y que apenas deja huellas.
Ese alto río roe las estrellas.
V
¡Cuántas cosas hermosas! Los confines
de la aurora del Ganges, la secreta
alondra de la noche de Julieta.
El pasado está hecho de jardines.
Los amantes, las naves, la curiosa
enciclopedia que nos brinda ayeres,
los ángeles del gnóstico, los seres
que soñó Blake, el ajedrez, la rosa,
El cantar de los cantares del hebreo,
son la flor que florece en el desierto
de la atroz Escritura, el mar abierto
del álgebra y las formas de Proteo.
Quedan aún tantas estrellas.
Suspendo aquí esta vana astronomía.
Fuente:arquitrave.com
Pronto la querida Liriam Marulanda, con su vocación de bruja sabelotodo y todo-me-lo-guardo, hizo una acotación a mi comentario, que estoy reproduciendo como aporte a la mitología de los egos caleños:
¡Ay los egos de los especímenes que navegaron por los caminos de la caleñidad setentera! El ego de Harold Alvarado Tenorio, sumamente pesado, como de 120 kilos, farsante y embustero: escribió un prólogo y puso el calce el nombre de Jorge Luis Borges, colocó el prólogo al inicio de un libro de poemas suyo (de él, de Harold). A partir de entonces se paseó por los pasillos de la Universidad del valle, blandiendo a los cuatro vientos su poemario discursivo, diciendo con voz de "canto recio", que "su amigo Borges le había escrito el prólogo". Estaba el "arriador de ganado" haciendo su apología de sí mismo, cuando apareció por un intersticio el "ego" de Gustavo Álvarez, con profundas raíces de ceiba centenaria y derrumbó la perorata de Harold y desenmascaró el plagio. Dijo unas cuantas verdades y se retiró tranquilo y sereno. El "ego" de Harold, herido y frágil, para que todos olvidáramos el insuceso, retoma aliento de lo poco o nada que quedaba de su "canto recio" e invita a los presente y ausentes a una "bacanal" en su finca a las afueras de Buga. La historia reconfirmó la verdad de Gustavo.
Mucho me gustaría que el mismo Gustavo me escribiera una nota aclarando su versión de los hechos, como me aclaró ciertos secretos de Andrés Caicedo que no he registrado en mi anterior entrada del blog, debido a que no tengo su autorización. Pero prometo que si el gurú de las ondas hertzianas de Colombia me escribe y me autoriza, reproduciré sus comentarios.
Y ahora una breve nota sobre Umberto Valverde enviada por Liriam...
Tu nota me invita a hablar sobre el “Enano Valverde” y la impronta que ha dejado su presencia en Cali, que evoca “la poquedad del ser”. Temas recurrentes en su devenir en la Univalle: “La hembrota que me levanté ayer en….”, “la rumba en…”, que la salsa, que el último disco de Celia Cruz, que Willy Colón, que bla, bla, bla…. Su “estatura intelectual” era tan baja, que mi “ego” de 163 centímetros, tenía que inclinarse para ver la expresión de su rostro. Él tenía que posicionar su “eguito”, entonces se le veía trajeado de ”intelectual”, con un arrumen de libros grasosos, que estaba leyendo simultáneamente. Decía que pertenecía a la “vanguardia”, que era miembro activo de la Juventud Comunista, donde estaba “el semillero” de los intelectuales, y bla, bla, bla….. Al abrir mi “baúl de los trofeos robados al pasado”, lo único que encuentro del “Enano Valverde”, son los nombres y referencias de los “mejores sitios” para ir de rumba, clasificados por días de la semana. El pasado exhala un vaho de añoranza de aquellos tiempos en que, tú Marco, andabas con tus manuscritos en las manos, discutíamos y analizábamos los personajes, el narrador, la historia y que luego tu frenética obsesión corregía y reescribía para llevarlos a las manos de Gustavo Alvarez, que con su “sabiduría de ceiba centenaria”, los volvía a desbaratar y vuelta a escribir. ¿Recuerdas cuando te dio (y lo hiciste) por estudiar “griego antiguo” para poder leer Los Diálogos de Platón, en su idioma original? Tus artes de seductor no lograron convencerme de acompañarte para emprender semejante empresa.
Y esta rememoración de Liriam me lleva a otra en la que participan Valverde, MT y Gustavo Alvarez, rememoración que tiene tintes de autocelebración, que mis 20 lectores y mis 200 lectores a regañadientes, espero disculpen, y que sólo puedo justificar diciendo que es estrictamente apegada a la verdad (y de ello puede dar fe Gustavo y los que vivieron aquellos días de "esplendor literario" en Cali...
Resulta que la Universidad Santiago de Cali organizó a fines de los 70 un concurso de cuentos con tres muy generosos premios. Mistercolombias se dijo: Hum, jugosos billetes al alcance de mis casi pueriles y ya ambiciosas manos literarias (tendría yo por entonces 20 años). Había un problema: el concurso estaba dominado por Umberto y sus amigos de la izquierda rumbera. Medité el golpe y me dije: Umbert-Umbert es un lujurioso lector que sin duda privilegiará a las mujeres sobre los hombres... De modo que busqué mis tres mejores cuentos --recuerden que yo escribía a un ritmo de tres cuentos diarios-- y los firmé con seudónimos femeninos. ¡Bingo! Gané los tres premios, lo que sin duda fue un golpe al grupo de izquierda rumbera, pero sobre todo una cachetada guajolotera a Valverde, que odiaba a Gustavo Álvarez y a sus pupilos (yo era pupilo de Gustavo en su Taller Literario...al que por otra parte el tiempo le ha dado un sitio de privilegio en la literatura colombiana: Gustavo González Zafra, José Cardona, Naya Chehade (la musa perfumada), Aleyda Roldán de Micolta (la madre universal), Horacio Benavidez, Omar Ortiz y los que se me olvidan pero espero recordar, ya soy hoy escritores de respeto, unos en París, otros en EU, otros en Cali). Gané los tres premios y mi más grande pena es no haber asistido a la apertura de las plicas y a la premiación. ¿Resultado? Buenos billetes para MT y un artículo vitriólico del enano Valverde publicado en El País, en el que en lugar de destacar la versatilidad del autor que escribía en tres estilos diferentes, Valverde lanzaba sapos y serpientes contra mi inocente y entusiasta persona. Como respuesta, en el diario Occidente Gustavo le ponía una revolquiza al enano cumbiambero.
Si alguien tiene una versión diferente, favor enviarla, que yo la publicaré, por adversa que sea...
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