ATENTADO CONTRA MI ESPOSA LETICIA LUNA

febrero 21, 2010





El siguiente es un texto escrito por mi esposa sobre la detención a la que se vio sujeta hace un par de días por parte de dos agentes judiciales. Aclaro que este no es un texto de ficción y agradezco la atención y el apoyo personal y jurídico que ha prestado a Leti el doctor Raúl Arias Lovillo, rector de la Universidad Veracruzana. A continuación la carta de Leti a los medios de prensa...

El jueves 18 de febrero del presente, a las 9:00 de la mañana cuando me dirigía a nadar, una camioneta tipo pick-up me orilló sobre la Avenida Miguel Alemán. Dos hombres armados se bajaron de la camioneta, se dirigieron a mí y argumentando que mi auto había sido utilizado en el secuestro de un menor y que tenían que revisar la cajuela me hicieron bajar de él. Una vez fuera de mi auto dijeron que tenían una orden de aprehensión en contra mía. Les pedí que me mostraran el documento que avalara sus palabras; su respuesta fue: “No queremos violentarla: mejor coopere” e inmediatamente me esposaron violentamente mientras me insultaban, me humillaban y me decían "hija de la chingada te va a llevar", etc... Mi condición era de absoluto desamparo, no llevaba teléfono celular que me permitiera informar a mi familia del atentado del que estaba siendo objeto. Les pedí que me permitieran un teléfono para avisar del incidente pero toda súplica fue inútil. Con enviones me subieron a la camioneta, luego subieron ellos, uno a cada lado dejándome en el centro, esposada y colgando mis brazos de una argolla previamente adaptada en el techo de la camioneta. Insistí que me permitieran un teléfono para avisar del caso, pero toda súplica fue infructuosa. Dentro de la camioneta volví a pedir que me dijeran de qué se me acusaba y solicité que me mostraran la orden de aprehensión que decían llevar en contra mía. Nada me mostraron. Mi auto había quedado a media avenida, mal estacionado. Pedí que me permitieran cerrarlo pero me impidieron bajar de la camioneta. Uno de ellos tomó las llaves de mi auto para cerrarlo y arrancaron conmigo dentro de la camioneta, dijeron que con rumbo al ministerio público. Durante el trayecto volví a pedirles que me mostraran el documento que avalara la agresión; uno de ellos sacó de uno de los bolsillos de su chamarra una hoja doblada en cuadritos, la pasó frente a mis ojos e inmediatamente volvió a guardarla en su chamarra, sin que yo hubiera podido corroborar la acusación. Temí que aquello fuera un secuestro y que ese par de “hombres” no fueran otra cosa que un par de sicarios. Temí que fueran a descuartizar mi humanidad para luego abandonar mis restos en algún paraje solitario. Me llevaron a una agencia del ministerio público, me hicieron preguntas, llenaron formularios, me custodiaron como si yo fuera una delincuente. Finalmente pude comunicarme a mi casa e informarle a mi hijo lo ocurrido. Los judiciales --auténticos salvajes, ignorantes, matones, que disfrutan del ejerccio de un poder indiscriminado-- me trasladaron al cuartel de San José, luego al Penal de Pacho Viejo. En el reclusorio volvieron a tomar mis generales, me tomaron fotos, me obligaron a plasmar mis huellas digitales, todo el tiempo custodiada. A partir de ahí me fueron pasándo a otros sitios, todos delimitados por rejas y asegurados con candados hasta llegar al sitio donde se encuentran los presidiarios en condiciones infrahumanas. Ahí permanecí varias horas hasta que fui requerida para declarar. Me trasladaron, custodiada, por largos pasillos hasta llegar a una ventanilla. Del otro lado de la ventanilla una persona me preguntó qué delito había cometido, mi respuesta fue que no sabía pues en ningún momento me mostraron la orden de aprehensión que según decían tener en contra mía. Llegó mi hijo a buscarme, lo hicieron pagar una fianza de $ 8000.000. Horas después me liberaron.

Con esta narración no pretendo limpiar mi honra: quienes me conocen saben que tipo de persona soy; básicamente una mujer que ha trabajado en la Universidad Veracruzana por más de quince años sin que durante todos ellos exista alguien que pueda increparme delito alguno o la más mínima falta. Soy ama de casa, estudiante, con proyectos de vida y convicciones firmes.

Los orgullosamente mexicanos habitamos un país en el cual el poder está en manos de seres inicuos, donde la gente de trabajo se halla desprotegida y los delincuentes abusan de los puestos que les hemos conferido: para llevar a cabo la “justicia” vegetan detrás de un escritorio llenándose los bolsillos de dinero porque de las encomiendas para las que fueron contratados saben tanto como yo sé de chino. Mi conciencia está tranquila, no hay nada en mi conducta que me obligue a bajar la mirada ante nadie. Me da tristeza darme cuenta de que la gente que me estima haya sufrido por esta causa, a todos ellos le digo que estén tranquilos. Yo estoy tranquila. Este suceso ha servido para darme cuenta de cuantos amigos tengo, en realidad muchos. No sabía que mis amigos me apreciaran tanto. He puesto el dedo en la represa y lo mantendré ahí hasta que todo se aclare. Pido disculpas a mi Universidad, a mi área de trabajo que tanto amo, nunca hubiera sido mi intención manchar un lugar que considero sagrado. Jamás he querido alejarme de mis raíces, y no quiero hacerlo. No quiero entrar en el mundo superficial que tienen otros estratos, quiero todavía sentir que necesito mis necesidades porque me ayudan a pensar, a solucionar y a querer. Estoy, estamos, en un mundo de apuros y corrupciones; no estoy eclipsada, esto no es sorpresa para mí, es sólo un tropiezo en la vida de una guerrera. Lo que me ha sucedido es apenas un evento, un paso, una etapa que quiero resolver con integridad, sabiendo que de todo se aprende y que condición de la paz es en alguna medida la guerra. Quero hacer pausas en mi vida para salir a nadar, a trotar en mi querido cerro de Macuiltepetl, para comprarle en el mercado a mi marchante de siempre, para correr con mis piernas, para caminar por las calles sin estar pendiente de que alguien me persiga. Quiero ser siempre como soy, simple, graciosa, juguetona, vaga, fresca, querendona, un poco bromista, un poco bohemia, un poco cantante. Por último, soy consciente que esta carta, que pretendo publicar en los medios de comunicación que me han difamado, podría desatar una mayor persecución en mi contra. Estoy dispuesta asumirla si fuera el caso.
Leticia Luna

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7 comentarios

  1. MT: mi solidaridad con tu esposa y también mi admiración: su entereza y valentía trascienden el aliento de las palabras.
    Un abrazo afectuoso,
    Martha

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  2. Esto que le ocurrió a su esposa es una salvajada, que es eso tan horroroso, por favor, por un momento pensé en ocupar su lugar, y sinceramente le digo: Yo no hubiera soportado semejante agresión ahí mismo hubiera caído muerta del susto y de la impotencia. Así está este mundo hecho un desastre, un abrazo solidario a su esposa y a su familia, solo me queda elevar una súplica a lo Alto para que puedan sentir la paz esa paz que sobrepasa el entendimiento humano. Saludos Emma Ceciliano

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  3. Hay Dios mío, pero qé está pasando en este mundo?, no puedo creer, esto es una salvajada, por un momento he intentado en ponerme en el lugar de su esposa y creo que yo me hubiera muerto de la impotencia y del susto. Un abrazo solidario y una oración al Altísimo para que venga la normalidad a todos en la familia. Saludos Emma Ceciliano

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  4. Gracias por tu solidaridad. Ya se están calmando las cosas. Un saludo

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  5. Marco Tulio...

    No te conozco personalmente aunque te reconozco por tu trayectoria.
    Cuando leí la carta de tu esposa en al calorpolitico.com encontré la revelación del nivel que han alcanzado las cosas en esta hermosa tierra.
    Peor aún fue que al día siguiente tu carta y la de tu esposa habían desaparecido del mencionado portal.
    Cuenten con mi apoyo y pensamiento solidario.

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  6. Para Leticia Luna:
    No tengo el gusto de conocerla pero sí a Marco Tulio cuando fue a dar una charla a mi escuela en Banderilla.
    Apenas hoy me entero del agravio contra su libertad de tránsito y seguridad jurídica.
    Me indigna muchísmo la conducta abusiva de los policías contra una persona que se ganan las vida honradamente.
    Reciban ambos un abrazo muy solidario.
    Joaquín Garrido

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