ADOLFO MONTAÑO EL FRENÁPTERO, POEMAS Y HONGOS ALUCINÓGENOS. JULIO CESAR LONDOÑO.
julio 16, 2010Una estrofa de Adolfo:
Qué bien siente galatea
Orillas del manzanares
De su pastor las ausencias
Los descuidos de su amante
Rodeado de cantidad de amigos. Su padre agonizante. La gente espantando a los fantasmas. Adolfo siente complejos de culpa. "En el psiquiátrico me dieron lo que yo queriendo quería: una habitación para mí solo. Mi hermana me entraba una cocorita llena de marihuana. Una habitación con una cama, luz, una mesa y una pluma. Lo que quería Virginia Wolf me lo dieron. Arnulfo se casó con una morena. Tuvo mellizas. Cada rato está pariendo. En el psiquiátrico conocí a Jaime Rosenbaum, de una familia judía. Lo metieron allí porque se enamoró de una gentil. Para poderle sacar ese amor del cuerpo, lo metieron allí". Adolfo se lava la cara en un arroyo del paraíso. Qué hermoso el día yéndose. Él lo sabe y por eso se demora. "Mi hermana se dedica a las artes, según de quién está enamorada. ¡Qué tipo tan esquivo el Creador!" Adolfo ha mirado hacia arriba. “Es lindo tener este paraíso. Tantas cosas diferentes en medio de estos roquedales. Hay un árbol que quisiera tener: es el mespilus germanicus. Es una especie de níspero europeo. Daniel tiene una característica: siempre halla la forma de sentarse encima de mi cuerpo. Tengo un amigo, Erik, que inventó una máquina para hacer nueve masajes al mismo tiempo". Le pregunto a Adolfo qué pasó con la niña que decía “te lo dije, ya soy mujer” (esa niña aparece en mi novela Los placeres perdidos). Según parece a Adolfo lo casaron. Daniel no lo deja en paz ni un instante, parece un mosquito. Detesta que lo llamen Daniel el travieso. “Cuando tenía año y medio Daniel escuchaba seis veces seguidas La consagración de la primavera y luego se pasaba cantándola en la escuela". Daniel le mete las manos en todas partes a Adolfo. "En mi novela había vacas que sólo son ubres o que tienen dos cabezas, una adelante y otra atrás. O una vaca que come en esta dimensión y caga en otra. Cercas eléctricas que se van corriendo". La mente de Adolfo no se detiene, salta, casi nadie lo entiende ni lo poporta. Andar con él es como estar asido a un cable de alta tensión. El niño adora a Adolfo. Lo tortura constantemente. “Me encanta imaginarme un instante de la historia de mi novela que me parece maravilloso. William Ospina se sabe de memoria varios de mis poemas. En Palmira algunos borrachos declaman mis poemas míos de los que yo ni me acuerdo". Hay un club de adoradores de Adolfo. "Yo me imaginaba una escena muy tierna. ¿Por qué solamente tienes boca? Y no se puede parar la muerte. Tal vez la posesía sí pueda. En este país en el que todos se matan. Me gustaría encontrar un hechizo contra la muerte".
A continuación reproduzco una estrofa de un poema de Adolfo, de uno de esos volátiles poemas que desaparecen si alguien no se lo hurta a los vientos ineluctables del tiempo. Yo, que soy su biógrafo, me siento con derecho a guardar sus poemas. Va la estrofa, que pude rescatar de un banquete de hongos en el que participé con la asesoría del frenáptero.
Ábrase al fin la fosa boquiabierta
Y hambreada
Y desfilen los cuerpos inermes
Para ser digeridos por la muerte
Abrázese la muerte con la muerte
Y muera de una vez al fin sin suerte
La guerra de la guerra con la guerra.
"Daniel tomó tetero hasta muy tarde directamente de la teta de su madre y el doctor le dijo: Si usted no desteta a este niño, el niño la desteta a usted". Daniel tiene seis años y maneja palabras como inherente, inquietante, altisonante. "Ana Marái Gópmez, poeta amiga, siempre está esperando que le llegue algo de ultramar. Teníamos un grupo de literatura. Allí asistía Julián que escribió una novela que se llama Cómo matar a Laura. El papá de Andrés Caicedo. Julio César Londoño escribe cuentos maravillosos. Escribe en El País una columna que se llama “La plana”. Escribe historias enciclopédicas. Le aprendió el truco a Borges: resumir la Enciclopedia Británica. Uno podría escribir una maravillosa historia de amor en la que con el tiempo ella se transforma en él y viceversa. Y entonces comenzartían a odiarse. Se copian tanto que se vuelven caricatura. Y gradualmente eso es lo que ocurre en las relaciones. La mujer se la cree tanto y termina haciendo el monstruo de dos cabezas. Eso es el matrimonio: el mosntruo de dos cabezas". Parece que La Flaca de anteojos, que parece una caricatura de mujer, una especie de figura femenina de un método de aprendizaje de francés, es el gran amor de Adolfo.
Orillas del manzanares
De su pastor las ausencias
Los descuidos de su amante
Rodeado de cantidad de amigos. Su padre agonizante. La gente espantando a los fantasmas. Adolfo siente complejos de culpa. "En el psiquiátrico me dieron lo que yo queriendo quería: una habitación para mí solo. Mi hermana me entraba una cocorita llena de marihuana. Una habitación con una cama, luz, una mesa y una pluma. Lo que quería Virginia Wolf me lo dieron. Arnulfo se casó con una morena. Tuvo mellizas. Cada rato está pariendo. En el psiquiátrico conocí a Jaime Rosenbaum, de una familia judía. Lo metieron allí porque se enamoró de una gentil. Para poderle sacar ese amor del cuerpo, lo metieron allí". Adolfo se lava la cara en un arroyo del paraíso. Qué hermoso el día yéndose. Él lo sabe y por eso se demora. "Mi hermana se dedica a las artes, según de quién está enamorada. ¡Qué tipo tan esquivo el Creador!" Adolfo ha mirado hacia arriba. “Es lindo tener este paraíso. Tantas cosas diferentes en medio de estos roquedales. Hay un árbol que quisiera tener: es el mespilus germanicus. Es una especie de níspero europeo. Daniel tiene una característica: siempre halla la forma de sentarse encima de mi cuerpo. Tengo un amigo, Erik, que inventó una máquina para hacer nueve masajes al mismo tiempo". Le pregunto a Adolfo qué pasó con la niña que decía “te lo dije, ya soy mujer” (esa niña aparece en mi novela Los placeres perdidos). Según parece a Adolfo lo casaron. Daniel no lo deja en paz ni un instante, parece un mosquito. Detesta que lo llamen Daniel el travieso. “Cuando tenía año y medio Daniel escuchaba seis veces seguidas La consagración de la primavera y luego se pasaba cantándola en la escuela". Daniel le mete las manos en todas partes a Adolfo. "En mi novela había vacas que sólo son ubres o que tienen dos cabezas, una adelante y otra atrás. O una vaca que come en esta dimensión y caga en otra. Cercas eléctricas que se van corriendo". La mente de Adolfo no se detiene, salta, casi nadie lo entiende ni lo poporta. Andar con él es como estar asido a un cable de alta tensión. El niño adora a Adolfo. Lo tortura constantemente. “Me encanta imaginarme un instante de la historia de mi novela que me parece maravilloso. William Ospina se sabe de memoria varios de mis poemas. En Palmira algunos borrachos declaman mis poemas míos de los que yo ni me acuerdo". Hay un club de adoradores de Adolfo. "Yo me imaginaba una escena muy tierna. ¿Por qué solamente tienes boca? Y no se puede parar la muerte. Tal vez la posesía sí pueda. En este país en el que todos se matan. Me gustaría encontrar un hechizo contra la muerte".
A continuación reproduzco una estrofa de un poema de Adolfo, de uno de esos volátiles poemas que desaparecen si alguien no se lo hurta a los vientos ineluctables del tiempo. Yo, que soy su biógrafo, me siento con derecho a guardar sus poemas. Va la estrofa, que pude rescatar de un banquete de hongos en el que participé con la asesoría del frenáptero.
Ábrase al fin la fosa boquiabierta
Y hambreada
Y desfilen los cuerpos inermes
Para ser digeridos por la muerte
Abrázese la muerte con la muerte
Y muera de una vez al fin sin suerte
La guerra de la guerra con la guerra.
"Daniel tomó tetero hasta muy tarde directamente de la teta de su madre y el doctor le dijo: Si usted no desteta a este niño, el niño la desteta a usted". Daniel tiene seis años y maneja palabras como inherente, inquietante, altisonante. "Ana Marái Gópmez, poeta amiga, siempre está esperando que le llegue algo de ultramar. Teníamos un grupo de literatura. Allí asistía Julián que escribió una novela que se llama Cómo matar a Laura. El papá de Andrés Caicedo. Julio César Londoño escribe cuentos maravillosos. Escribe en El País una columna que se llama “La plana”. Escribe historias enciclopédicas. Le aprendió el truco a Borges: resumir la Enciclopedia Británica. Uno podría escribir una maravillosa historia de amor en la que con el tiempo ella se transforma en él y viceversa. Y entonces comenzartían a odiarse. Se copian tanto que se vuelven caricatura. Y gradualmente eso es lo que ocurre en las relaciones. La mujer se la cree tanto y termina haciendo el monstruo de dos cabezas. Eso es el matrimonio: el mosntruo de dos cabezas". Parece que La Flaca de anteojos, que parece una caricatura de mujer, una especie de figura femenina de un método de aprendizaje de francés, es el gran amor de Adolfo.
(Continuará y es continuación de 4 o cinco capítulos anteriores)....Sin piedad escribopara que quede en la red...
3 comentarios
Los demonios somos los que vivimos pensando en las cosas que se supone que no se deben hacer....
ResponderEliminarHola, Marco Tulio, es la primera vez que leo este capítulo. Aquí aparezco en relación con el grupo de literatura que teníamos con Adolfo, allí escribiste mal mi nombre te agradecería, si puedes, que lo pongas bien, esté en: "Ana Marái Gópmez, poeta amiga, siempre está esperando que le llegue algo de ultramar. Teníamos un grupo de literatura." Por supuesto, no nombre es Ana María Gómez... Abrazos, desde Cali.
ResponderEliminarHola, Marco Tulio, es la primera vez que leo este capítulo. Aquí aparezco en relación con el grupo de literatura que teníamos con Adolfo, allí escribiste mal mi nombre te agradecería, si puedes, que lo pongas bien, esté en: "Ana Marái Gópmez, poeta amiga, siempre está esperando que le llegue algo de ultramar. Teníamos un grupo de literatura." Por supuesto, no nombre es Ana María Gómez... Abrazos, desde Cali.
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