El amor en la selva. Diario bogotano hace muchos años

noviembre 02, 2011

EL AMOR DE LOS HUITOTOS. CAMINANDO POR LA SÉPTIMA

Sesión de diapositivas del Amazonas y Araracuara. Entre lo que recuerdo
de la plática de Pedro Botero, el hombre que trazó la mayor parte
de los mapas de la Amazonia Colombiana, se halla el hecho de
que las indígenas huitotos no le ponen ningún romanticismo en la
relación de pareja y que aceptan la sexualidad con
naturalidad. "El romanticismo, eso que llaman amor, los ojos en
blanco y los arrumacos, son pendejadas de los blancos", dice Pedro
Botero con su sonrisa de sabio socarrón. "Cuando los indígenas quieren
darle gusto al cuerpo se escapan al campo donde van a sembrar y allí lo
hacen, en estrecha vinculación con la tierra".
Pedro Botero explicó que en una choza de huitotos, el hombre
duerme en una hamaca arriba; bajo él duerme su mujer en otra hamaca
y bajo ellos duermen los hijos. Que cuando el indígena quiere
aliviarse las ganas se baja a la hamaca de la mujer y lo hace con
absoluto sigilo, en silencio, casi sin moverse.
Pedro nos atendió a mi hermana y a mí con absoluta cordialidad. Yo llegué
 a su casa tarde, caminamospor la Séptima y la Novena,
territorio de putas y de casas de empeño. Una hermosa
putica negra, que estaba a las puertas de una sórdida sala
de cine pornográfico, se ofreció a ir
conmigo. Le dije gracias, hija, te lo agradezco.
Todo el día posterior lo pasé eludiendo invitaciones de
la azafata poeta que dice tener tiene un clítoris esparcido por todo
el cuerpo, un punto "G" extenso y robusto y unos músculos abdominales
deatleta genital, según sus propias palabras. Intenté comunicarme con
Elkin Patarroyo, inventor de la vacuna contra la malaria,
 infructuosamente. Quiero invitarlo a formar parte del
Comité Internacional La Ciencia
y el Hombre. Visité al editor de Plaza y Janes. Está como de costumbre
deprimido por la situación de la empresa y de Colombia. Dice que no
 publica un libro si el autor no está dispuesto a mojarse el
trasero, a vender personalmente mil ejemplares o a pagar la mitad
de la edición. Lo único que publica inmediatamente son bestsellers
asegurados. Tuve con ganas de mandarlo a la mierda, pero me porté
 con prudencia. Le dije que podría intentar gestionar una coedicion, con
Tusquets, por ejemplo. Le había ofrecido mi libro inédito y luego se lo
iba a quitar de las manos, pero dijo déjamelo, quiero leerlo. Es su táctica.
Dentro de un mes recibiré un contrato. Mi libro es tan bueno que es imposible
que lo rechace. Y así lo dijo: "Todo lo que escribes me gusta, de eso estoy
seguro. De lo que dudo es del mercado colombiano. Aquí nada que no sea
un best seller o un libro de motivación personal sale adelante". Afirmó que
  todo el asunto ese de los tirajes de medio millon de ejemplares de los libros de
García Márquez era puro cuento inventado por Kataraín, de la Oveja
Negra. Que se hacía un tiraje de cien mil ejemplares y se
desplazaba de un país a otro. Lo mandaba a un país, luego lo recogía
 y así iba rotando los libros, con propaganda. Yo opino que cualquier
estrategia para vender un libro es válida.
Incluso las mentirillas tan frecuentes. Recuerdo haber escuchado
en el Hotel Xalapa hace ya más de diez años que García Márquez
 y Gustavo Sáinz tramaban inventos para hacerle publicidad a un
nuevo libro de Gabo. Le reclamé al editor de Plaza por el hecho de
no haber publicitado la nueva edición (décima en lengua castellana) de
 Cuentos para después de hacer el amor. Le dije que le
faltaba sentido del riesgo, una dosis de atrevimiento. Aceptó ponerle
 un cintillo a mi libro: "45 000 ejemplares vendidos, décima edición,
del maestro del erotismo latinoamericano". La verdad
(y ésta sólo se la cuento a mis lectores) es que no creo se hayan
vendido 45 000 pero si bastantes :
20 000 de la primera edición de la Oveja Negra, en la Colección
Biblioteca de Literatura Colombiana; 8000 de las ediciones de Plaza;
y entre 5000 y 8000 de las cuatro ediciones de Leega -aunque
supongo que Jiménez tiró más libros de los que afirma.
Visité la librería Bucholz de la Carrera Séptima, subí por una escalera
de cuatro metros y allá cerca del techo, encontré un ejemplar
de mi primer libro de cuentos de la Colección Rotativa de
Plaza y Janés, Alquimia Popular (1979). Precio: 1500 pesos,
es decir, un dolar. El mismo Bucholz -un alemán tímido, de voz apagada-
me hizo una rebaja de 500 pesos. La dependiente fue
amable, dijo que mis libros a lo largo de los años se habían
vendido bien. Y que la gente preguntaba frecuentemente por mí.


RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores