El deleitoso regreso a la rutina
octubre 29, 2011Hoy, de regreso a mi rutina en Xalapa, después de batir mi marca en los cien metros libres natación por cinco segundos, doy por superado el bache en mi entrenamiento ocasionado por quince días de comer paellas, tapas, butifarras, tomar vinos y no hacer más ejercicio que caminar y caminar por las calles de Madrid y Barcelona: hice un minuto treinta segundos 87 centésimas en los 100 metros estilo crawl. Y no fue en competencia sino en un entrenamiento normal... De modo que si en la próxima competencia en Aquabel, Veracruz, en noviembre 25 (creo), me vuelvo a encontrar con Arturo Moreno Loyo, ex campeón panamericano, quien me ganó todas las competencias el año pasado, es posible que pueda nadar a su ritmo e incluso ganarle.
Con "El Príncipe de Mónaco, Alexis", famoso personaje de San Isidro, incluido en mi novela Historia de todas las cosas |
Por otra parte, después de un desencuentro con Alfaguara (lo que ya es casi un juego) mi libro Cuentos para después de hacer el amor, podrá salir en una nueva edición EN LIBRO (la 14) en Editorial JUS, mientras quedo a la espera de que salga la edición electrónica en Alfaguara. Edición que será simultánea con el e-book de El pollo que no quiso ser gallo, en Alfaguara Infantil, que sigue vendiéndose en México, Colombia y otros países, literalmente como... sí, como pan caliente.
En reserva tengo mi novela inédita El sentido de la melancolía, para la que ya se apuntó un editor ya citado en esta crónica de actualidades.
Mis alumnos de las facultades de Letras y Danza me recibieron con 30 ensayos sobre Cien años de soledad y 25 ensayos sobre Mi vida de Isadora Duncan, de modo que estos días han sido de corregir y corregir trabajos. Tras varios días de jet lang y de trasnochar trabajando y pendejeando en facebook y twitter, por fin hoy me siento descansado. Y si había envejecido cinco años en mi viaje, ahora rejuvenecí diez, de modo que me siento ¡bomba! Salí ganando.
Me encontré con mi querido rector, Raúl Arias Lovillo, con el que había tenido un desencuentro antes del viaje motivado por mi egolatría y su bonhomía. Ya remendamos el entuerto. Acaba de ingresar a la Academia Nacional de Economía y lo felicité. El también me felicitó por mis "exitos". Pongo éxitos entre comillas, porque en realidad el único verdadero éxito es ser feliz y estar en paz. Dos estados que me parece hoy se acomodan a mi andadura por este mundo xalapeño.
Trabajo en la Editorial de la Universidad Veracruzana por las tardes, en absoluta soledad, lo que es un paraíso. A veces me pregunto por qué creyendo hacer el mal hago el bien o al revés. Escribe Héctor D'Alessandro que tengo una personalidad virtual estereofónica. Me´parece que es una especie de crítica porque estoy demasiado presente en las redes: tres blogs, facebook, twitter, linkedin. Ya me había dicho algo de eso Ales Gutiérres: mis mensajes corren el riesgo de volverse spam. Pero, ¿qué puedo hacer, si el mundo me hizo así? Yo me soporto. Ojalá el mundo aprenda a soportarme. Gracias a mi amigo el escritor de dos metros diez, Medardo Arias, por ofrecerme el Premio Nobel. Tengo una lista de amigos que ya me lo han ofrecido. Son como 30 inocentes. Primero se lo dan a Chespirito. O a Murakami (cuya novela 1Q84 me ha parecido vacía, vacía, hasta el punto que la he abandonado y a cambio de ella incié con gran deleite la lectura de Mis años de juventud, de Artur Rubinstein, publicada orgullosamente por nuestra Editorial de la Universidad Veracruzana, en traducción del poeta Jorge Brash y editada por mi amigazo Silverio Sánchez).
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