Una estudante de medicina reseña Historia de todas las cosas

enero 31, 2012

Historia de todas las cosas

Marco Tulio Aguilera Garramuño, Educación y Cultura, México en coedición con  Trama Editorial, Madrid, 2011
Por  Andrea Polo González
Pero antes les dejo el vínculo en el que se anuncia la presentación de la novela en el DF
http://mistercolombias.blogspot.com/2012/01/el-25-de-febrero-se-presenta-historia.html

Mis alumnos de Curso Intersemestral en Arquitectura, Medicina y Antropología. Andrea Polo está a la izquierda, al lado de la chica con sueter a rayas. MT en el centro con saco
Leyendo El ojo en la sombra, escrito por Peter G. Broad (estudioso de los libros de Garramuño)  me encontré con este epígrafe: “De modo que al final resulta que lo cotidiano deja de ser lo cotidiano y se transforma en lo significativo”, palabras dichas por el mismo Marco Tulio.
Éstas palabras serían, a mi parecer, el eje que rige la estructura  de Historia de todas las cosas, si es que puede hablarse acaso de una estructura. En ella narra algo que puede resultar completamente normal, pero dentro de esa normalidad se encuentra lo descabellado: el crear un mundo tan particular, con todas las cosas al revés, ajeno al real o más real que este, quién sabe,  la elaboración del lenguaje donde la palabras se inventan y revuelven, el sinfin de personajes chiflados que vienen y van, las situaciones  atemporales, la falta de una lógica cronológica. 
Marco Tulio Aguilera, escritor de nacionalidad colombiana, ha publicado casi treinta libros y recibido numerosos premios nacionales e internacionales. Pero sin duda alguna, al hablar del autor surge inevitablemente su primera y más controversial novela: Breve historia de todas las cosas. Escrita cuando tenía apenas 24 años y todavía estudiaba la licenciatura en Cali, se publicó en Buenos Aires, Argentina en 1975. Su redacción data de su época universitaria. Fue escrita, según cuenta el autor, en libros de contaduría que llenaba mientras tomaba una clase que él mismo describe como “aburridísima”. Lo que inició en ratos de ocio para sobrevivir a esas insufribles horas se convirtió en su primer gran éxito. Breve historia de todas las cosas, que le hizo merecedor del Premio Nacional de Novela otorgado por el Ministerio de Cultura de Costa Rica.
32 años después Garramuño decidió hacer una reedición de la misma: Historia de todas las cosas. Respetando la esencia natural de su primera obra Garramuño: no sólo llenó los huecos que había dejado años atrás, sino que pulió el estilo con la experiencia lograda tras casi 36 años y otros tantos libros publicados.
Historia de todas las cosas, siendo completamente ecléctica y con una trama poco visible, según palabras del autor, inició como la historia de uno de los personajes principales, pero poco a poco se fue extendiendo en un sinnúmero de ramas y subdivisiones, convirtiéndose en lo que el título inconscientemente trata de decir: la historia de todas y cada una de las cosas que ocurren en la tan poco convencional ciudad de San Isidro del General, Costa Rica, lugar donde Marco Tulio terminó el bachillerato.
Un poco irónica y tal vez hasta insensata, relata la visión --obviamente no del todo veraz-- del “ranador” Mateo Albán --seudónimo bajo el cual se esconde Garramuño-- , presidiario que disfrutaba escribiendo sobre los jocosos y exóticos personajes e interminables anécdotas que en la ciudad se vivían, con su muy peculiar estilo literario, con palabras en algunos casos incomprensibles porque, como él mismo dice: “Tengo, amigos, el derecho de inventar lo que se me de la gana. Fácil, en la tramoya literaria todo se puede, hasta lo que no se puede. El que quiera oír o leer, que oiga o lea, y el que no, que ponga a enfriar sus pelotas. En lo que escribo, señor orate, soy rey soberano, dios y el mundo se callan.”
No me siento con la libertad de establecer una relación entre Historia de todas las cosas y el resto de sus novelas, ya que no he leído nada más de su autoría, pero por lo poco que he oído de él, Garramuño sigue su propio estilo, un tanto erótico pero sobre todo divertido, en ésta, su última obra.
Sobre mi crítica, no voy a mentir, hay un momento en el que te preguntas --o al menos yo lo hice-- por qué demonios estás leyendo eso, que como para qué te sirve y tal vez por esa razón el narrador tantas veces hace comentarios sarcásticos, diciendo cosas como “Mi sufrido lector, si es que aún insistes en seguir leyendo” y sí, insistí y me llegué hasta el final de las 515 páginas y logré entender lo que para mi le da valor a la novela.
A mi parecer Historia de todas las cosas no es el tipo de novela que busque dejar alguna enseñanza o idea de doble moral, al contrario se jacta de hablar con total despreocupación de aquello que cualquiera considera inadecuado, en personajes muy poco convencionales y en la ley de las putas que rige a San Isidro encuentras la verdad y el valor que yo veo en la novela, lo que para mi resulta más importante: la completa sinceridad, que roza el descaro. Marco Tulio en su obra no trata de convencer a nadie, ni de cubrir nada, ni de creerse con la obligación de dar una moraleja: cuenta una historia, sin un orden, sin lógica tal vez, pero como él quiere y como dice: que lo lea quien quiera.
Y para explicar por qué al terminar de leer me quedé con un buen sabor de boca me permito copiar una parte de la novela, que para mí la hace que valga la pena, porque claramente puede verse que la escribió un loco, pero, como se sabe, todo lo que se ha hecho de bueno, diferente y valioso, lo han hecho aquellos a quienes en su tiempo se ha considerado locos.
Entonces entendió, como en una iluminación, que el mundo no era del todo bueno, pero sí divertido, y que había que reinventarlo todos los días, hasta que saliera bien. El buen Dios había dejado la tarea pendiente.

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