AMNESIA
septiembre 26, 2012--Esto que
estamos haciendo no es malo porque me gusta, ¿cierto?
Fui
avanzando en mis caricias y comencé a acariciarle suavemente su partecita y a
besarle los senos. Mis dedos índice
pulgar jugaron con la campanita del placer. Ella se fue entregando, se dejó gozar entre
débiles suspiros y en el momento en que ya estaba jadeando y musitando palabras
de amor, de gozo, le pregunté mi nombre.
Me lo dijo correctamente como quien recita la tabla del dos.
--¿Y quién
soy yo?
--Eres mi
esposo, el esposo que amo.
Nos
entregamos plenamente el uno al otro y dormimos abrazados.
Ah, pero
antes hubo un momento en que miró la habitación.
--¡Qué
bonito cuarto! ¡Con alfombra! ¿Este cuarto es tuyo?
--Sí.
--Yo siempre quise vivir en un
cuarto con alfombra.
Pensé: a mi esposa le está sucediendo lo que a Segismundo, el de La vida es sueño, que sale de la miseria y se encuentra
convertido en rey.
--Creo que
estoy soñando. Creo que cuando despierte
voy a despertar en casa de mi mamá.
--Sí, estás
soñando, pero cuando despiertes estarás conmigo, casada, viviendo en esta casa.
--Ojalá así
fuera. No creas que me gusta mucho mi vida cuando estoy despierta: regaños,
miseria, mi papá en la cantina con la guilas, mi mamá pendiente de todos mis
movimientos: a dónde vas, con quién, a qué hora regresas.
--Pues te
informo que no vas a despertar en casa de tu madre sino aquí, conmigo.
--¿Me lo
juras?
--Te lo
juro.
--¿Por tu
madre? ¿Tienes madre?
--Sí, lo
juro por mi madre y por los hijos que vamos a tener y por la casa con dos
jardines, por los gatos, por el perro antiguo pastor inglés y por los viajes
que haremos a Barcelona, París y las Islas Faroe.
--¿A poco
ya conoces el futuro?
--No lo
conozco pero lo imagino.
--Está bien
–-dijo dejando descansar su cabeza en mi pecho y su mano derecha sobre el sitio
donde palpita mi corazón--, está bien, te creo, aunque sea imposible.
6 de abril de 1983. Ahora los síntomas de sus amnesias se manifiestan
con peticiones de que todos se callen. Se pone un dedo índice en los labios y
dice:
--¿No oyes
a un niño llorar?
Anoche
la encontré desmayada sobre la cama, con el dinero que nos resta de la quincena
en la mano. Cuando pude recuperarla estaba en una etapa infantil. Me pedía que
le buscara su muñeca de trapo. Entendí lo que significa la palabra
desesperación. Simplemente no esperar
nada. La cuidé un rato hasta que regresó
a su juicio. Luego fuimos a caminar.
Decidimos cambiarnos de casa. Sus problemas quizás obedezcan a las tensiones con don Gonzalo, el esposo de
la mormona, un hombre seco, autoritario, despectivo, que odia a su esposa y
adora a su perro policía, una bestia cochina e iracunda que vive atada a una
cadena, justo al lado de la ventana del cuarto donde dormimos. Durante la
caminata le relaté las cosas que hacía durante sus raptos de amnesia. Estás
inventando, estás loquito, ¡cu cu!, dijo riéndose. No, insistí. Debes tratar de controlarte, mira, todo está
bien, tenemos comida, estudio, trabajo, amor. Tienes razón, dijo, desde hace
mucho tiempo me pasan cosas raras, estoy cu cu. Por la noche cogimos
sabrosamente. El perro no dejó de ladrar. El 11 de abril nos cambiamos de casa.
El paraíso con su hermoso jardín, rosas, tortugas, patos, gallinas, el anciano
y enano gallo Ricardo con sus cantos a destiempo, se convirtió en un infierno
gracias a la presencia irascible y asqueante de don Gonzalo. Mi esposa insiste en que
tengamos un hijo. Yo me empeño en que antes de pensar en eso, debe tener por lo
menos seis meses de salud. Ayer me agarró a puñetazos en la cama porque no
quise hacer chocolatito sin anticonceptivos. Marica, me gritó, poco hombre, y
me dio la espalda. Aviones norteamericanos bombarden Tripoli y Bengashi como
venganza contra un atentado a una discoteca en Berlín.
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