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Día nueve. Club de Ególatras en Cali

noviembre 13, 2012

En una reunión de escritores (es decir ególatras por naturaleza) la más desagradable pregunta que se le puede hacer a un integrante del clan es: ¿Y tú, cómo te llamas? Esa fue precisamente la primera pregunta que me hizo Juan José Saavedra, un hombre elegante, indiscreto, agresivo, ingenioso a ultranza, de ojos claros, mirada de gavilán y elegancia decimonónica: lucía un coqueto sombrero y una lengua acerada que no paraba ni un instante de lanzar invectivas. Inmediatamente lo clasifiqué: es el tipo de hombre con déficit de atención infantil: ya de adulto hace lo imposible para ser siempre centro de atención. La reunión había sido organizada por Medardo Arias y Armando Barona y en las gestiones y coordinación participó Gabriel Ruiz, persona entregada por entero a servir a la cultura sin más ánimo ni ganancia que exaltar y difundir lo que considera valioso, y particularmente la literatura. Gabriel: una persona con vocación de servicio, un hombre noble, de los que ya no hay. Medardo Arias, de casi dos metros, poeta y novelista, fue el encargado de entregarme sano y salvo en la casa vacacional de Armando Barona (hundida en la montaña, con una piscina no muy ostentosa, una especie de templo griego a manera de centro de recepciones, una caballeriza con buenos ejemplares, extensos y cuidados prados, una hermosa casacon tejas limpias y nuevas). Armando Baraona: hombre de ademanes papales, a lo largo de la tarde y parte de la noche descerrajó varios discursos en honor a MT. Como a la hora de salida amenazó con un nuevo discurso, los escritores le pidieron encarecidamente que enviara sus “últimas palabras” por correo electrónico. Asistió “el dedo más famoso del Valle del Cauca”, el urólogo Joaquín García, que sin ningún recato declaró que ese dedito había visitado los conductos nobles de varias decenas de escritores y de todos los jugadores del América. Eduardo fue quien, avanzada la ceremonia, tras varios discursos de los más necesitados de atención, propuso que creáramos el Club de Ególatras de Colombia, del cual él mismo se ofrecería como presidente. Yo estuve de acuerdo, haciendo la salvedad de que no aceptaría cargo alguno, pues habiéndolos escuchado no me consideraba a la altura ni de el doctor Vera ni de Juan José Saavedra, quienes de verdad excedían a Larra, quien tras levantarse una mañana, se miró en el espejo y se dijo: En verdad nadie te excede, amigo, ni en apostura ni en talento, y tras decirlo se pegó un tiro en la sien. No sé si sea cierto el relato: el caso es que lo contó Saavedra. Aquello fueron sesiones incesantes de fotos y discursos, discursos y fotos. Todos teniendo como centro a MT, que se dejaba halagar con una media sonrisa no de suficiencia sino de callada aceptación. Y es que los escritores vallecaucanos no cesaban ni medían ditirambos y celebraciones: que si MT era conocido y apreciado en todo el mundo e injustamente olvidado en Colombia, ¿por qué, por qué?, preguntaba con una dosis algo sobreactuada de desesperación. Y yo no tuve corazón para decirle y decirles que aquello de mi fama y bestellericia era apenas un embeleco: que yo en realidad era desconocido no sólo en Colombia sino en casi todo el mundo y que encontrar un libro mío en librerías era una proeza. No tuve corazón para desilusionar a tan donosa compañía. Sucedió en Cali lo que en medida magnificada hasta el delirio había sucedido en San Isidro de El General, donde en una semana me engordaron quince kilos, me ofrecieron cinco hectáreas de bosques y poco faltó para que me hicieran una estatua y la colocaran en el parque, tirando a la basura a San Isidro Labrador, patrono del lugar. No todo fueron ególatras: también había escritores normales, sin aspavientos, como José Zuleta, Premio Nacional de Cuento Inédito, quien me obsequió su libro  Todos somos amigos de lo ajeno, recientemente publicado en Alfaguara. Tras varios discursos: uno de Medardo, tres de Adolfo Vera, cuatro de Armando Baraona, súbitamente la concurrencia se dio cuenta de una falta incalificable: a nadie se le había ocurrido que el homenajeado debía despepitar su discurso, que debería ser, obligatoriamente, mucho más elocuente y conmovedor que todos los discursos anteriores. Y sí, di más que un discurso, un… bueno sí un discurso, en el que toqué los temas de siempre (y agradecí que LL no estuviera presente: la pobre ha tenido que escuchar lo mismo treinta o cuarenta veces) pero los ególatras no pudieron estar callados más de cinco minutos y comenzaron a cortar una y otra vez la alocución hasta que simplemente el asunto se diluyó en alcohol y llegó la hora de salir de la casa de campo antes que la niebla convirtiera el regreso a Cali en una ruta de muerte. El poeta Riquelme (esta es una corrección: en la versión anterior escribí "el poeta Medardo")... El poeta Riquelme y su mujer me regresaron a Cali sano y salvo tras una breve estación para comer chorizo y tomar cerveza, lo que aumentó sin duda la circunferencia ventral del escritor más gordo de Colombia y de mi voraz persona, que no ha logrado permanecer en el sano peso de 95 kilos.
Eduardo Delgado, Hernando Revelo, Héctor González, Armando Barona. José Zuleta, Medardo Arias, abajo,
Eduardo Vera, Gabriel Ruiz, Joaquín García, Juan José Saavedra,.


Fotografía
MT con Medardo Arias, el más grande escritor
de Colombia

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7 comentarios

  1. NTC ... Cubrimiento y registros del evento, ver y navegar: http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2012_11_12_archive.html

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    1. Señalar la dirección web http://literaturaenelvalle.blogspot.com/2012_11_12_archive.html , luego click derecho sobre ella y luego click en ir a .

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  3. Sana verdad el titular "club de ególatras" porque ni mas ni menos lo podemos ser, si se nos da la gana, y entre nosotros mismos, además unos vinos, para que ya sea un lujo. Adicionalmente digo que los escritores del Valle, los de Colombia o los de la nación que sea propensa a unirse en algúna especie de boom mediático seudo-oligarca, como MT se destierren de tal necesidad. "Vamos a quitarle fama a los medios que nos la ofrecen. Ellos también son unos necesitados"

    Nota: No pertenezco al CE pero ojalá.

    Ales Gutiérres
    http://redactor.Co

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  4. Asqueroso como persona: este garramuño, es de lo más asqueroso que habita nuestro México. Como persona es un asco, como escritor mediocre con humos de parecerse a Gabo a quien odia y le tiene envidia. Asqueroso garramuño. Un desastre como "profesor" un depredador de estudiantes. Feo, mal hablado, tiene una garra en su muño.

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    1. En Anónimo debe ser de un alumno reprobado. No lo vcy a eliminar. Tal vez yo sea lo que dice. Pero... soy el que soy y no me arrepiento de ser como soy. Así como hay quienes piensan eso, hay quienes piensan lo contrario. Hasta las hienas y los cobardes tienen derecho a opinar.

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  5. No me desagrada lo de la "garra en su muño"

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