Una novela extraordinaria de Jorge Arturo Abascal
julio 01, 2013![]() |
Ales Gutiérrez, MT, Ricardo Moreno (editor de EyC) y Héctor D'Alessandro |
He leído tres veces seguidas la noveleta titulada Cuentos de conjuros, de amanuenses y demonios, de
Jorge Abascal Andrade (Educación y Cultura, México, 2007), escritor
residente en Puebla, y debo decir que ninguna otra novela me había
encantado al punto de leerla tres veces ininterrumpidamente. Recuerdo
que Farabeuf la leí dos veces.
La novela de Abascal me obligó a volver a comenzar varias veces,
atrapado como estuve por un ambiente de encantamiento y deleite,
personajes inolvidables y un estilo subyugador por poético e
inteligente. Sólo en una ciudad
como Puebla, en la que el pasado se halla tan presente, agazapado en
las arquitecturas y los infolios ocultos en bibliotecas arcanas, se
podría haber producido una obra como ésta.
En tiempos
medievales el pueblo de Huesca, conjeturo que en España o Portugal (por
ahí se menciona Lusitania) se ve arrasado por un viento gris que borra
toda posibilidad de recato y lanza a sus pobladores a un desenfreno
absoluto, que aparentemente tiene que ver con el universal dominio del
mal, pero que muy sutilmente insinúa la búsqueda de un conocimiento
otro, lejano a las teologías y dogmas.
El amanuense Teclo, que descifra la versión obscena de la legendaria Disciplina clericalis, la
heteira Pitania, el enano Fito, con su descomunal parte poco
sentimental, el judío Elías y su gélida mujer Kyra, los barones que
poseen el pueblo, doña Sol, la mujer del barón Gome, todos ellos son
arrastrados por un viento de lujuria del que no escapan ni siquiera los
huertos y los jardines, que poseen desaforadamente a hombres y mujeres.
Abascal,
el autor, debe ser un buen lector de textos medievales y de infolios
crípticos, así como un erudito en lenguajes arcaicos, además conocedor
pleno del Quijote y sus
antecesores, pero no por ello configura una novela rebuscada, alambicada
o prepotente: antes por el contrario logra un estilo ágil, elegante,
con frecuentes y deslumbrantes imágenes, ocasionando el placer intenso
del lector ( o por lo menos de este lector que soy yo).
Huesca,
el pueblo, es un lugar sin Dios, visitado solamente por el demonio
Azaquiel, sin duda un ángel caído y vengativo, que quiere someter a los
humanos a nuevas reglas, lejanas de los cilicios y cercanas a toda
sensualidad, a todo exceso, a toda falta de remordimiento.
Es claro en
esta novela el irracional atractivo que tienen el mal y el pecado para
los hombres. La apoteosis de la novela se halla en dos puntos: cuando el
judío y su antes gélida mujer, se funden en un solo cuerpo tras
fornicar ciclopeamente por
muchas horas, configurando la nueva imagen (ya prefigurada por Platón):
la del andrógino: un solo cuerpo dos sexos. El otro momento se halla
cuando Fito, el enano bien dotado, bebe de la fuente de agua turbia,
tornada clara por arte de encantamiento, y se ve transformado en un
hombre de proporciones normales.
Intentar
una lectura alegórica de esta obra sería perfectamente lícito y sin
duda hay trasfondo suficiente, pero para este lector que soy, me basta
con los pases mágicos de este narrador pasmoso que es Andrade, me basta
con ese aire gris que arrasa a Huesca, con esos personajes que no son
esperpénticos, sino simplemente humanos, pecadores, comme il faut.
Dice Anatole France que no hay castos; solamente enfermos, hipócritas,
maníacos y locos. Estoy de acuerdo. Supongo que Andrade también. El
placer que ocasiona la lectura de esta noveleta no tiene precedentes
para mí en la literatura mexiocana –si leí dos veces seguidas Farabeuf fue por curiosidad, la más elemental de las incitaciones; si leí tres veces Cuentos de conjuros, de amanuenses y demonios, fue por puro deleite sibarita.
Sólo una editorial como
Educación y Cultura, dirigida por Ricardo Moreno Botello, podría
publicar un texto tan lejano al estruendo publicitario actual, tan
cercano a la esencia de lo que creo debe ser la literatura auténtica,
tan íntimamente disfrutable. El texto de la contraportada, escrito por
Moreno Botello es una maravilla de síntesis y de sabiduría hermenéutica:
difícil cifrar una obra como la de Abascal, que tiene tanto fondo.
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