Carta a García Márquez
junio 30, 2013
El escritor colombiano Julio César Londoño da como novedad en un artículo que llama Carta a García Márquez, lo que yo ya había publicado en la revista Crítica: que García Márquez ya tiene escrito el segundo volumen de sus memorias. El siguiente párrafo es parte de la nota que publiqué:
"Para quienes, como yo, no hayan quedado satisfechos con este primer volumen hay una consoladora noticia. Una información que tendrán los lectores de Crítica como primicia mundial: Gabriel García Márquez ya terminó de escribir, muy en secreto, sus verdaderas memorias, una obra de altísimo calibre en todos los ámbitos, en la que no dirá ni una sola mentira, no inventará la más leve fábula". Xalapa, noviembre de 2012.
Aquí podrá leer el artículo completo: http://mistercolombias.blogspot.mx/2012/07/vivir-para-contarla-el-cuento-de-hadas.html
CARTA A GARCÍA MÁRQUEZ
Tomado de MEMORABILIA GGM 680, EL ESPECTADOR
Por: Julio César Londoño
Un amigo cercano al escritor me asegura que el segundo tomo de las
memorias de García Márquez está escrito desde hace muchos años. Sería magnífico
que fuera cierto.
GGM ha dicho que es falso, que no lo escribió por cansancio y porque
tendría que ocuparse de amigos que ya no ama, sujetos que lo traicionaron, como
Plinio y Vargas Llosa. Pero puede que sí, que esté escrito sin mencionarlos. O
citados de manera noble y discreta. O citados como actores de reparto, poetas
menores del hemisferio austral, digamos, que les haya dedicado dos páginas para
explicar de una vez por todas por qué un maestro de la estructura como el
peruano, amo y señor de una prosa austera y eficaz, no pudo crear nunca un
personaje sólido, capaz de andar solo por el mundo como Úrsula, Pedro Páramo,
Adriano, Raskólnikov o Jean Valjean.
Y por qué Plinio, dueño de ese pulso tan fino que le permitió trazar
perfiles perfectos, no pudo hacer nunca una novela medianamente legible.
Sería magnífico que usted, Gabriel, nos contara los presentimientos y
las confidencias que les contó, a usted y a la modelo Alba Lucía Ruiz, el
general Omar Torrijos en la víspera del misterioso accidente; o de qué se habló
el día en que se quedó encerrado con Wojtyla en la Biblioteca Vaticana; o de
las diligencias secretas que realizó por encargo de sus amigos poderosos para
buscarles salida a ciertos impases internacionales; o confesarnos si es verdad
que vio llorar a Fidel Castro cuando tuvo que ordenar el fusilamiento de su
amigo del alma, el coronel Antonio de la Guardia, un héroe nacional
involucrado, quizá por orden del mismísimo Castro, en el tráfico internacional
de drogas. Si usted ha hecho ficciones memorables con el tema del poder, ¿qué
no podría hacer con todo lo que sabe del poder real de los líderes con los que
ha tenido trato íntimo? ¿Será cierto que ya está escrito el volumen y guardado
bajo siete sellos con instrucciones precisas, para que se publique mucho
después de su muerte, cuando todos los involucrados sean polvo?
La verdad es que si el volumen existe, fue escrito cuando ya su pluma
vacilaba y empezaba a embotarse, como se observa en Memoria de mis putas
tristes, un libro casi tan malo como Ojos de perro azul, ese tomito de cuentos
surrealistas, atmósfera onírica y fantasía ingenua.
En Las putas, el problema no es de estilo. Su castellano sigue siendo
vigoroso y camaleónico y toma siempre la coloratura exacta del entorno y la
época (como en Del amor y otros demonios), pero el argumento es desangelado.
Que un viejito se agencie una niña para celebrar su cumpleaños número 90, que
duerma con ella sin tocarla y se limite a olerla y a contemplarla toda la
noche, no es tema suficiente para una novela. A lo sumo, daba para un cuento o
para un poemita decadente, o para una anécdota de salón sobre las
excentricidades sexuales de los millonarios japoneses viejos.
Muchos dirán que no importa. ¿Qué tanto es un libro flojo en medio de
tantos libros espléndidos? Estoy de acuerdo. Él ya tenía todo el derecho, luego
de dictarnos esa clase magistral de literatura y de vida que es su obra, luego
de regalarnos tantas horas, tantos años de felicidad, a aburrirnos un poco, y
este desliz no alcanza a empañar su alto magisterio.
En cualquier caso, si el segundo volumen no existe, si es sólo un libro
de la biblioteca inconclusa donde están La cordillera de Rulfo y Los libros que
no he escrito de George Steiner, o si aparece un día y resulta tan discreto
como las novelas de Plinio y las poéticas de Vargas Llosa, no importa. De todas
maneras, querido señor, usted ya tiene un lugar asegurado en la primera fila de
la historia universal de la literatura y en las yemas de los dedos de los
lectores.
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