Día 5. Fernando Vallejo frente a 1000 jóvenes
diciembre 05, 2013
Crónica de la Feria del Libro de Guadalajara. Ayer Fernando Vallejo se paró ante un micrófono, al frente de
1000 muchachos, vestido como una mendigo de Nueva York -un saco
con enormes bolsas, un pantalón flojo y medio caído, zapatos
con enormes bolsas, un pantalón flojo y medio caído, zapatos
demasiado trajinados- y con las manos en los bolsillos, inexpresivo,
desgranó
un discurso de 45 minutos que comenzó así: "Dios no
existe, muchachos, es
una patraña".
Parecía un curita aburridor de Medellín.Ya su discurso se ha vuelto
monotemático y retórico, sin matices. Es un gran erudito pero se ha
vuelto intolerante y cansón como la mayoría de los viejitos.
Retó a una discusión el papa Bergoglio y dijo:
"Ese cura marica no acepta la polémica ni la va a aceptar. Si la
aceptara yo lo haría papilla en cinco minutos".
Algunos muchachos comenzaron a salirse de la sala. Otros
prevalecieron en ella y terminaron ovacionándolo.
Parecía un curita aburridor de Medellín.Ya su discurso se ha vuelto
monotemático y retórico, sin matices. Es un gran erudito pero se ha
vuelto intolerante y cansón como la mayoría de los viejitos.
Retó a una discusión el papa Bergoglio y dijo:
"Ese cura marica no acepta la polémica ni la va a aceptar. Si la
aceptara yo lo haría papilla en cinco minutos".
Algunos muchachos comenzaron a salirse de la sala. Otros
prevalecieron en ella y terminaron ovacionándolo.
Desayuné con Vallejo hace un par de días en el restaurante del
Hilton. Me dio unos consejos casi sacerdotales sobre la actitud que
el escritor
debe tener ante la vida y la literatura:
"Eso de los libros es efímero, no hay que ocuparse de ello ni darle
importancia".
En la mesa aledaña estaban Vargas Llosa y la plana mayor de
Alfaguara. Más allá, Poniatowska. Evidentemente los ignoramos.
Son totalmente efímeros. Nosotros también, claro.
"Eso de los libros es efímero, no hay que ocuparse de ello ni darle
importancia".
En la mesa aledaña estaban Vargas Llosa y la plana mayor de
Alfaguara. Más allá, Poniatowska. Evidentemente los ignoramos.
Son totalmente efímeros. Nosotros también, claro.
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