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Pedro de Isla dice

julio 18, 2014


Pedro de Isla
La historia nunca es breve

El alpinismo es una profesión dura, solitaria y solidaria. Requiere de años de trabajo y dedicación y el montañista poco a poco se va preparando para nuevas aventuras. Muchos de los escritores actuales nos parecemos a esos montañistas: trabajamos solos, duramente y por años para ir conquistando poco a poco nuevas aventuras.

Los alpinistas tienen un grupo de montañas, "el club de los ochomiles" le llaman. Son las cumbres más altas, más inhóspitas e inaccesibles. Conquistar un ochomil es una hazaña. Completar todos es sólo para elegidos.

Los escritores también tenemos nuestros ochomiles. Y desde el punto de vista comercial, los ochomiles son ciertas editoriales de fama y prestigio en las cuales desearíamos publicar para alcanzar a más lectores (la parte económica no entra en este punto).

Pues bien, conozco a dos de esos escritores que, después de alcanzar uno de los ochomiles comerciales, decidieron dejarlos a un lado y buscar nuevos retos. Desconozco bien si ambos terminaron desilucionados del especáculo desde la cima o buscaron escalar a rapel o a mano limpia, lo cual es imposible en los ochomiles.

Uno de ellos Andrés Jorge González. El otro es Marco Tulio Aguilera, que hace años se dedica a lo que le gusta, escribir, sin buscar necesariamente esas editoriales (aunque si se le acercan quizá les guiñaría el ojo de nuevo). El caso es que ellos dos ahora publican en versión electrónica (Andrés Jorge) o en editoriales menos glamorosas pero que le aseguran circulación (Marco Tulio).

Y su novela emblemática Historia de todas las cosas, editada y reeditada no sé cuántas veces (tengo la versión de Trama Editorial, 2011, pero la primera fue en 1974) es una delicia que empanza, porque mantener ese sabor a lo largo de más de 500 páginas es una proeza. En ella uno no va descubriendo una historia, sino un mundo entero que se llama San Isidro de El General y está perdido en un país perdido de una región perdida en la cartografía literaria mundial.

Si Macondo no existe y GGM la inventa, San Isidro existe en el plano físico, pero MTA la reinventa, le pone color, le da vida y la vuelve un terreno donde todo puede suceder pero, a diferencia de GGM, la ironía ácida y el gusto por burlarse directamente de algunas cosas marca una clara distancia con el hombre que popularizó el Realismo Mágico. GGM jamás llamaría a uno de sus personajes "La de los Pesados Senos" o "El Embajador de la Elegancia". Imagino las tribulaciones de Mateo Albán como las de propio autor ante esos primeros comentarios de su obra, entretenido delante de un mapamundi de personajes que entran, salen, se escabullen y finalmente forman un mosaico que es necesario ver a la distancia para intentar comprenderlo a cabalidad.

Al terminar de leer Historia de todas las cosas no pude sino preguntarle ¿hasta dónde llegará la reimpresión constante de esta novela?, ¿quienes serán sus futuros lectores y su futuro juicio sobre la misma? No puedo imaginarlo siquiera, pero espero sinceramente que sobreviva a tantas cosas que se publican hoy en día y que no pasarán ni el primer filtro de las bibliotecas, ya no digamos el de Cronos.


Pedro de Isla

 

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