Los motivos de Archimboldi Bolaño
enero 27, 2015
Primeros acercamientos a la novela 2666 de Roberto Bolaño
Tiene 1125 páginas. En las primeras 209, que se presentan bajo el título
“La parte de los críticos” se relata la búsqueda del grial de un grupo de académicos (el español, Espinosa;
el francés, Pelletier; el italiano, Piero, y la inglesa Liz Norton): ese grial,
ese sentido de su vida, ese objetivo vital, esa razón para vivir, que comparten
tan apasionadamente tan sin pausa y reposo es el elusivo escritor alemán Benno
von Archimboldi.
El interés de la novela no se basa, en mi opinión, precisamente en el intento de solucionar el misterio de los libros y la personalidad e identidad de ese escritor fantasmal que es candidateado una y otra vez al Nobel y al que nadie ha visto (pienso que quizás tras esta máscara se halle Bruno Traven: de los grandes misterio de la literatura americana) sino en la habilidad estilística de Bolaño, la caprichosa prosa de jardines que se bifurcan al azar y a gran celeridad pero que dejan ver paisajes siempre atrayentes: como si lo importante no fuera el fin, sino el transcurso: no la vida en su objetivo final sino en cada uno de sus instantes).
Me parece ocioso comentar las diversas escenas, los diversos
escenarios de una novela que ya ha sido espulgada por la crítica una y
otra vez (los encuentros en congresos en muchos países de Europa, el triángulo
amoroso que termina siendo un cuadrángulo, el viaje de los críticos a México
siguiendo una pista de su autor, la disquisición brillante, despiadada de la
intelectualidad mexicana). El gran arte de Bolaño no está en estructura de la
breve novela (pero sí en la estructura de la grande, 2666) sino en el interés
sostenido de la narración, que abusa despiadadamente y gozosamente de la
omnisciencia permitiéndose entrar a saco en todos los personajes. Si hay caídas
en la novela (a mi juicio) es en el abuso del relato de algunos largos sueños
que no aportan nada porque no embonan sino en el capricho del autor que se
engolosinó con su don indudable de narrador.El interés de la novela no se basa, en mi opinión, precisamente en el intento de solucionar el misterio de los libros y la personalidad e identidad de ese escritor fantasmal que es candidateado una y otra vez al Nobel y al que nadie ha visto (pienso que quizás tras esta máscara se halle Bruno Traven: de los grandes misterio de la literatura americana) sino en la habilidad estilística de Bolaño, la caprichosa prosa de jardines que se bifurcan al azar y a gran celeridad pero que dejan ver paisajes siempre atrayentes: como si lo importante no fuera el fin, sino el transcurso: no la vida en su objetivo final sino en cada uno de sus instantes).
Me parece ocioso comentar las diversas escenas, los diversos
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