La edad de oro de Radio Universidad Veracruzana
marzo 18, 2015
En 1979 llegué a la
ciudad de Xalapa, proveniente de la ciudad de Monterrey, donde había estado
dictando clases de traducción e impartiendo talleres literarios. Vine invitado
por el entonces rector, Roberto Bravo Garzón, quien era una especie de Ludovico
rey de Baviera, protector de las artes y promotor de grandes francachelas. Me
invitó en la fiesta que se hizo para celebrar los premios literarios de La
Palabra y el hombre, que fueron ganados por Sergio Pitol y quien esto escribe.
Cuando llegué a la ciudad y busqué al señor rector, éste no me recibió, de modo
que quedé a la intemperie, sin trabajo, sin casa y con pocos ahorros. No
recuerdo quién me vinculó con Radio Universidad Veracruzana, que por esos días
tenía su local en la parte trasera del Teatro del Estado.
Aunque jamás había hecho un guión radiofónico ni tenía noción alguna de la producción de éstos, arranqué a hacerlo. Mi experiencia como escritor se limitaba a la publicación de una novela en Buenos Aires y a haber ganado cinco o seis concursos de cuento, uno de ellos muy grande, en España. Mi primer guión se basó en uno de los más hermosos cuentos de José Revueltas, “Lo que sólo uno escucha”. Después guionicé cuentos de Arreola, Bradbury, Rubem Fonseca, Ambrose Bierce, Edgar Allan Poe, Hemingway, Averchenko, Eraclio Zepeda, García Márquez y…claro, dos míos. Uno de ellos “Las cuatro doncellas y el guerrero florido” fue motivo de que me suspendieran el pago. El tema era el sacrificio de un hombre a manos de cuatro mujeres dispuestas a darle placeres extremos en medio de sacrificios aztecas.
A riesgo de sonar nostálgico y convencional me atrevo a decir que aquella época de principios de los 80s es la edad de oro de la Radio Universitaria: para mis programas contaba con lo que es hoy la plana mayor de los actores que hoy son fundamentales para el cine mexicano: Dagoberto Gama, Víctor Manuel Carpinteiro, Demián Bichir, Damián Alcázar y con actrices que han hecho teatro por muchos años, como Juana María Garza. El pago a los actores era generoso y había mucho entusiasmo. Los efectos de sonido los improvisábamos en estudio. Los programas se hacían en caliente, leyendo los guiones y coronábamos uno por semana, a ritmo de orquesta sinfónica. La rúbrica del programa era la Campanella de Paganini, que con el tiempo comenzaría a detestar, pues la serie de programas, que llamé “Alquimia popular”, sería repetida una y otra y otra vez a lo largo de los años, al punto que yo mismo pedí que la suspendieran.
Y bien que la suspendieron: por más de veinte años los programas desaparecieron en la fonoteca, hasta que llegó el nuevo director, Rafael Méndez y halló carretes con 29 cintas de carrete abierto, muchas de ellas, supongo, cultivando una alegre y fecunda colección de hongos.
De estas cintas, el director de radio rescató y digitalizó una, que contiene la dramatización de “Remedio para melancólicos” de Ray Bradbury.
En Radio Universidad se han hecho radiodramas memorables como El beso de la mujer araña¸ basado en una novela de Manuel Puig, protagonizado por Carlos Romano y Felipe Casanova; Polvos de arroz, basada en una novela de Sergio Galindo, producida por Silvia Sigüenza y protagonizada por Liliana Calatayud.
Hoy, que estoy desvinculado de Radio Universidad Veracruzana, sólo escucho la radio cuando voy en el coche y no estoy enterado de que haya dramatizaciones. Lo que sí sé es que es deseable que se vuelvan a hacer radiodramas: la Universidad tiene todo para hacerlos: una Facultad de Teatro que es de las primeras en México y Latinoamérica, instalaciones, equipo técnico, todo.
Y hoy en día, con el uso de la inernet (mi lap top al lado de la cama, con sus megáfonos) , he regresado a priorizar la imagen auditiva sobre la visual: prefiero escuchar, que ver: todas las noches, sin falta, escucho antes de dormir cuentos leídos por Alba de España o difundidos en un sitio que se llama Ivoox, donde hay miles y miles no solo de cuentos sino de conferencias sobre los temas más diversos e inimaginables: desde física cuántica a hipnosis, de los presocráticos a Savater. Para un mundo dominado por las imágenes visuales, el regreso a lo auditivo es un alivio y una necesidad.
Aunque jamás había hecho un guión radiofónico ni tenía noción alguna de la producción de éstos, arranqué a hacerlo. Mi experiencia como escritor se limitaba a la publicación de una novela en Buenos Aires y a haber ganado cinco o seis concursos de cuento, uno de ellos muy grande, en España. Mi primer guión se basó en uno de los más hermosos cuentos de José Revueltas, “Lo que sólo uno escucha”. Después guionicé cuentos de Arreola, Bradbury, Rubem Fonseca, Ambrose Bierce, Edgar Allan Poe, Hemingway, Averchenko, Eraclio Zepeda, García Márquez y…claro, dos míos. Uno de ellos “Las cuatro doncellas y el guerrero florido” fue motivo de que me suspendieran el pago. El tema era el sacrificio de un hombre a manos de cuatro mujeres dispuestas a darle placeres extremos en medio de sacrificios aztecas.
A riesgo de sonar nostálgico y convencional me atrevo a decir que aquella época de principios de los 80s es la edad de oro de la Radio Universitaria: para mis programas contaba con lo que es hoy la plana mayor de los actores que hoy son fundamentales para el cine mexicano: Dagoberto Gama, Víctor Manuel Carpinteiro, Demián Bichir, Damián Alcázar y con actrices que han hecho teatro por muchos años, como Juana María Garza. El pago a los actores era generoso y había mucho entusiasmo. Los efectos de sonido los improvisábamos en estudio. Los programas se hacían en caliente, leyendo los guiones y coronábamos uno por semana, a ritmo de orquesta sinfónica. La rúbrica del programa era la Campanella de Paganini, que con el tiempo comenzaría a detestar, pues la serie de programas, que llamé “Alquimia popular”, sería repetida una y otra y otra vez a lo largo de los años, al punto que yo mismo pedí que la suspendieran.
Y bien que la suspendieron: por más de veinte años los programas desaparecieron en la fonoteca, hasta que llegó el nuevo director, Rafael Méndez y halló carretes con 29 cintas de carrete abierto, muchas de ellas, supongo, cultivando una alegre y fecunda colección de hongos.
De estas cintas, el director de radio rescató y digitalizó una, que contiene la dramatización de “Remedio para melancólicos” de Ray Bradbury.
En Radio Universidad se han hecho radiodramas memorables como El beso de la mujer araña¸ basado en una novela de Manuel Puig, protagonizado por Carlos Romano y Felipe Casanova; Polvos de arroz, basada en una novela de Sergio Galindo, producida por Silvia Sigüenza y protagonizada por Liliana Calatayud.
Hoy, que estoy desvinculado de Radio Universidad Veracruzana, sólo escucho la radio cuando voy en el coche y no estoy enterado de que haya dramatizaciones. Lo que sí sé es que es deseable que se vuelvan a hacer radiodramas: la Universidad tiene todo para hacerlos: una Facultad de Teatro que es de las primeras en México y Latinoamérica, instalaciones, equipo técnico, todo.
Y hoy en día, con el uso de la inernet (mi lap top al lado de la cama, con sus megáfonos) , he regresado a priorizar la imagen auditiva sobre la visual: prefiero escuchar, que ver: todas las noches, sin falta, escucho antes de dormir cuentos leídos por Alba de España o difundidos en un sitio que se llama Ivoox, donde hay miles y miles no solo de cuentos sino de conferencias sobre los temas más diversos e inimaginables: desde física cuántica a hipnosis, de los presocráticos a Savater. Para un mundo dominado por las imágenes visuales, el regreso a lo auditivo es un alivio y una necesidad.
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