De Nicaragua para el mundo: el escritor Guillermo Goussen* comenta
mayo 04, 2015![]() |
Goussen en sus años mozos, leyendo Sábado de Unomáuno |
LAS CONOCENCIAS EN LA ÉPOCA DEL FACEBOOK XLVIII
LA INSACIABILIDAD DE MARCO TULIO AGUILERA GARRAMUÑO
Todo relato es por definición infiel.
La realidad, como ya lo dije, no se puede contar ni repetir.
Lo único que se puede hacer con la realidad
es inventarla de nuevo.
Tomás Eloy Martínez
Santa Evita.
En mi ya larga carrera de lector y mi mezquino oficio de escritor, me he dado cuenta de que, simplificando, he encontrado dos tipos de autores que me interesan –por lo general emblemáticos- y que han pasado por mis ojos y por mis horas: los donadores y los no donadores.
Resulta muy fácil decir quién es donador y quién no. Pero esto no es cierto, porque los escritores preponderantes en la lectura de uno no tienen –strictus sensus- un papel muy definido, sino que se mueven de acuerdo con las búsquedas, capacidades, momentos e historia personal del aspirante a lector y escritor.
Por ejemplo: aunque he leído toda la obra de Gabo, jamás se me ocurrió escribir algo a partir de sus textos (aunque no dudo que, de alguna manera, me haya influido; después de todo, nuestra aldea global se llama Aracataca-Macondo). Asimismo, Borge –a quien poco aludo si no es para contrastarlo con el Borges mal escritor nicaragüense- me dio la posibilidad de un buen escrito basado en su cuento “El sur”, que ganó el Premio Relatos de Zaragoza 2003.
Y como este caso puedo contar miles, como tres ceros a la derecha tiene uno ante cualquier posibilidad de escribir.
Otro ejemplo: cuando decidí quemar mis 179 intentos de poemas (para no ser el lugar común dariano a que me obligaba mi pasaporte azul y blanco), me apoyé en el cuento “El centerfielder”, de Sergio Ramírez, y pergeñé “La cuenta”, un texto que fue finalista del Primer Concurso de Cuentos de la UAM, el cual ganó un tipo chiapaneco (César LópezTiana), quien en la premiación reconoció que mi cuento le había gustado y, a partir de entonces, se volvió mi primer tallerista y “ganamos” 7 concursos nacionales (de los cuales hablaré, como MTAG, en otra entrega). Con el tiempo, me volví amigo de unos de los jurados (Enrique López Aguilar), quien me dijo que mi texto no había ganado porque era MUY nicaragüense.
En el ínterin de estudiar, seguir o abandonar la Medicina y regresar a la lectura (revolución nica volente), descubrí en el “Sábado” de Batis a un cachaco que en su columna “Descabezadero” se jactaba de leer y cuestionarlos a todos, y de ganar cualquier concurso literario en Mexicalpan de la Tunas -y con ello edificaba su casa en Xalapa (un pueblo que, entonces, me resultaba brumosos y aburrido, nada que ver con el Veracruz que siempre promete cogida y baile, no importa el orden). Pues no lo van a creer: me cayó bien el tipo, aunque no le soportaba lo deportista y el ego.
Con respecto al ego tengo toda una historia: mis mejores amigos –salvo ese extraordinario Nazarín llamado Andrés del Ángel- han sido ególatras (para no joderlos sólo nombraré a tres con sus hipocorísticos o nombres: Primitivo, Pepetoño y Guido). Quiere decir que a los YO-YO les gusta tener un Sanchito Panza como yo, ahora que soy panzón.
Entonces, comencé a leer su columna y luego –cuando podía- sus libros… Y ahí se jodió la Matria mía…
Resulta que el jodío no me decía qué escribir, sino qué no. Comencé con el Frenáptero de “Los placeres perdidos”, y ahí abandoné siete relatos y una novela.. Luego me seguí con sus cuentos sobre el amor y, con dificultad se salvaron los de “Mujeres que matan” (“Con la carabina al hombro” renuncié a hacerlo, por el momento, novela).
O sea, el cachaco me estaba marcando la pauta para no regarla (no cagarla, fuera de México). Y me avine a su necedad, con tal de descubrirlo.
Marco Tulio, al igual que Vila-Matas, hace narrativa expresamente intertextual o sobre los escritores, el oficio, dificultades o problemas para escribir. Sólo que al revés: el español habla de quienes dejaron el oficio o los que tienen ese impasse tan temido a la hora de crear. Aguilera Garramuño nos relata lo contrario: el ser escritor siempre y en todo lugar (ante la máquina de escribir o sobre el tálamo). De eso trata LA INSACIABILIDAD.
Recuerdo que hace muchos años, mientras estudiaba Literatura, había renunciado los fines de semana a conducir para aprovechar el tiempo leyendo en los buses. Una tarde me encontré a Fernando García Ramírez –un excelente lector ahora directivo de la revista “Letras Libres”-, quien me preguntó qué leía. “La Regenta”, le dije. ¿Y qué tal?, me dijo Fernando. No me acaba de convencer, le dije. Mira. Te la voy a contar de manera sucinta –me dijo-: “Cómo Álvaro de Mesía se coge a La Regenta en poco más de mil páginas”, y ya que sabes de qué trata, disfruta cómo Clarín construye un espacio mítico-literario de la ciudad de Oviedo y la convierte en Vetusta, como Rulfo hace a Comala, García-Márquez a Macondo, Borges a Buenos Aires, etcétera.
Así, Marco Tulio nos describe cómo Ventura –su protagonista y alter ego- se coge a todas las mujeres que pasan por su vida, pero de manera ralentizada a Trilce. Él no construye a Xalapa como espacio mítico-literario (aunque toca la ciudad, no es su preocupación), sino nos dice cómo construye un escritor el entramado de su vida, cómo vive por y para la escritura mientras folga a su antojo y le da rienda suelta a la cabeza no pensante. Aguilera nos da en estas 490 páginas una visión muy honesta, y por ello descarnada, del escritor comprometido con su obra. “La Insaciabilidad” es una fuente inagotable de guiños, citas, alusiones a su panteón literario. Imitaciones que el autor no oculta –todo lo contrario-, giros dialectales que tanto gustan al hacedor de esta novela, adelanto de otras novelas o apuntes que son un filón para cualquier escritor incipiente.
Siempre que comienzo un taller de narrativa recomiendo a mis talleristas leer a MTAG, porque es un escritor bondadoso, no deja nada oculto y resulta –al menos para mí- el mejor donador a la hora de escribir o pensar en motivos para teclear o no hacerlo.
Mucho se ha hablado del personajeTrilce –que es una nueva Lolita del Nabokov Garramuño, que es el personaje más inteligente e intenso del mundo garramuñano, etc. A mí me parece la mejor versión de Marco Tulio, ese que trabaja con tesón sus textos –como ella toca con vehemencia las cuerdas del violín y él llega hasta la obsesión a la hora de practicar-corregir sus narraciones. Por eso no se da el verdadero ayuntamiento entre ambos personajes (Ventura y Trilce) y nos encontramos ante la verdadera insaciabilidad del escritor que tiene que seguir escribiendo para darle un sentido a su vida.
“La insaciabiidad”es una novela redonda, pensada con el tiempo hasta para saber –el autor- que puede tener un lector como yo, que se toma en serio el vivir la vida del otro, del personaje que es una invención pero que hace, sufre o vive lo que uno ha hecho, sufrido o vivido de manera muy similar. Tan es así, que bien pudiera yo seguir una trama de cualquier novela suya en ciernes, aventurar el borrador de un par de capítulos y decirle: Mirá, puedo hacer con vos lo que Cabrera Infante hace con Carpentier, y le sacaría una carcajada al nativo de Colombia.
Marco Tulio ha aspirado a la gloria, a ser reconocido por todos los lectores que pueblan este planeta. Pero se ha equivocado siempre: es un escritor para unos pocos, los que leen sin pensar en la trama, los que buscan esas complicidades que sólo el lenguaje bien manejado brinda. Lo siento, cachaco, somos pocos pero bien peinados.
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Guilermo Goussen Padilla es nicaraguense, escritor, editor, crítico literario y académico universitario en México.
Todo relato es por definición infiel.
La realidad, como ya lo dije, no se puede contar ni repetir.
Lo único que se puede hacer con la realidad
es inventarla de nuevo.
Tomás Eloy Martínez
Santa Evita.
En mi ya larga carrera de lector y mi mezquino oficio de escritor, me he dado cuenta de que, simplificando, he encontrado dos tipos de autores que me interesan –por lo general emblemáticos- y que han pasado por mis ojos y por mis horas: los donadores y los no donadores.
Resulta muy fácil decir quién es donador y quién no. Pero esto no es cierto, porque los escritores preponderantes en la lectura de uno no tienen –strictus sensus- un papel muy definido, sino que se mueven de acuerdo con las búsquedas, capacidades, momentos e historia personal del aspirante a lector y escritor.
Por ejemplo: aunque he leído toda la obra de Gabo, jamás se me ocurrió escribir algo a partir de sus textos (aunque no dudo que, de alguna manera, me haya influido; después de todo, nuestra aldea global se llama Aracataca-Macondo). Asimismo, Borge –a quien poco aludo si no es para contrastarlo con el Borges mal escritor nicaragüense- me dio la posibilidad de un buen escrito basado en su cuento “El sur”, que ganó el Premio Relatos de Zaragoza 2003.
Y como este caso puedo contar miles, como tres ceros a la derecha tiene uno ante cualquier posibilidad de escribir.
Otro ejemplo: cuando decidí quemar mis 179 intentos de poemas (para no ser el lugar común dariano a que me obligaba mi pasaporte azul y blanco), me apoyé en el cuento “El centerfielder”, de Sergio Ramírez, y pergeñé “La cuenta”, un texto que fue finalista del Primer Concurso de Cuentos de la UAM, el cual ganó un tipo chiapaneco (César LópezTiana), quien en la premiación reconoció que mi cuento le había gustado y, a partir de entonces, se volvió mi primer tallerista y “ganamos” 7 concursos nacionales (de los cuales hablaré, como MTAG, en otra entrega). Con el tiempo, me volví amigo de unos de los jurados (Enrique López Aguilar), quien me dijo que mi texto no había ganado porque era MUY nicaragüense.
En el ínterin de estudiar, seguir o abandonar la Medicina y regresar a la lectura (revolución nica volente), descubrí en el “Sábado” de Batis a un cachaco que en su columna “Descabezadero” se jactaba de leer y cuestionarlos a todos, y de ganar cualquier concurso literario en Mexicalpan de la Tunas -y con ello edificaba su casa en Xalapa (un pueblo que, entonces, me resultaba brumosos y aburrido, nada que ver con el Veracruz que siempre promete cogida y baile, no importa el orden). Pues no lo van a creer: me cayó bien el tipo, aunque no le soportaba lo deportista y el ego.
Con respecto al ego tengo toda una historia: mis mejores amigos –salvo ese extraordinario Nazarín llamado Andrés del Ángel- han sido ególatras (para no joderlos sólo nombraré a tres con sus hipocorísticos o nombres: Primitivo, Pepetoño y Guido). Quiere decir que a los YO-YO les gusta tener un Sanchito Panza como yo, ahora que soy panzón.
Entonces, comencé a leer su columna y luego –cuando podía- sus libros… Y ahí se jodió la Matria mía…
Resulta que el jodío no me decía qué escribir, sino qué no. Comencé con el Frenáptero de “Los placeres perdidos”, y ahí abandoné siete relatos y una novela.. Luego me seguí con sus cuentos sobre el amor y, con dificultad se salvaron los de “Mujeres que matan” (“Con la carabina al hombro” renuncié a hacerlo, por el momento, novela).
O sea, el cachaco me estaba marcando la pauta para no regarla (no cagarla, fuera de México). Y me avine a su necedad, con tal de descubrirlo.
Marco Tulio, al igual que Vila-Matas, hace narrativa expresamente intertextual o sobre los escritores, el oficio, dificultades o problemas para escribir. Sólo que al revés: el español habla de quienes dejaron el oficio o los que tienen ese impasse tan temido a la hora de crear. Aguilera Garramuño nos relata lo contrario: el ser escritor siempre y en todo lugar (ante la máquina de escribir o sobre el tálamo). De eso trata LA INSACIABILIDAD.
Recuerdo que hace muchos años, mientras estudiaba Literatura, había renunciado los fines de semana a conducir para aprovechar el tiempo leyendo en los buses. Una tarde me encontré a Fernando García Ramírez –un excelente lector ahora directivo de la revista “Letras Libres”-, quien me preguntó qué leía. “La Regenta”, le dije. ¿Y qué tal?, me dijo Fernando. No me acaba de convencer, le dije. Mira. Te la voy a contar de manera sucinta –me dijo-: “Cómo Álvaro de Mesía se coge a La Regenta en poco más de mil páginas”, y ya que sabes de qué trata, disfruta cómo Clarín construye un espacio mítico-literario de la ciudad de Oviedo y la convierte en Vetusta, como Rulfo hace a Comala, García-Márquez a Macondo, Borges a Buenos Aires, etcétera.
Así, Marco Tulio nos describe cómo Ventura –su protagonista y alter ego- se coge a todas las mujeres que pasan por su vida, pero de manera ralentizada a Trilce. Él no construye a Xalapa como espacio mítico-literario (aunque toca la ciudad, no es su preocupación), sino nos dice cómo construye un escritor el entramado de su vida, cómo vive por y para la escritura mientras folga a su antojo y le da rienda suelta a la cabeza no pensante. Aguilera nos da en estas 490 páginas una visión muy honesta, y por ello descarnada, del escritor comprometido con su obra. “La Insaciabilidad” es una fuente inagotable de guiños, citas, alusiones a su panteón literario. Imitaciones que el autor no oculta –todo lo contrario-, giros dialectales que tanto gustan al hacedor de esta novela, adelanto de otras novelas o apuntes que son un filón para cualquier escritor incipiente.
Siempre que comienzo un taller de narrativa recomiendo a mis talleristas leer a MTAG, porque es un escritor bondadoso, no deja nada oculto y resulta –al menos para mí- el mejor donador a la hora de escribir o pensar en motivos para teclear o no hacerlo.
Mucho se ha hablado del personajeTrilce –que es una nueva Lolita del Nabokov Garramuño, que es el personaje más inteligente e intenso del mundo garramuñano, etc. A mí me parece la mejor versión de Marco Tulio, ese que trabaja con tesón sus textos –como ella toca con vehemencia las cuerdas del violín y él llega hasta la obsesión a la hora de practicar-corregir sus narraciones. Por eso no se da el verdadero ayuntamiento entre ambos personajes (Ventura y Trilce) y nos encontramos ante la verdadera insaciabilidad del escritor que tiene que seguir escribiendo para darle un sentido a su vida.
“La insaciabiidad”es una novela redonda, pensada con el tiempo hasta para saber –el autor- que puede tener un lector como yo, que se toma en serio el vivir la vida del otro, del personaje que es una invención pero que hace, sufre o vive lo que uno ha hecho, sufrido o vivido de manera muy similar. Tan es así, que bien pudiera yo seguir una trama de cualquier novela suya en ciernes, aventurar el borrador de un par de capítulos y decirle: Mirá, puedo hacer con vos lo que Cabrera Infante hace con Carpentier, y le sacaría una carcajada al nativo de Colombia.
Marco Tulio ha aspirado a la gloria, a ser reconocido por todos los lectores que pueblan este planeta. Pero se ha equivocado siempre: es un escritor para unos pocos, los que leen sin pensar en la trama, los que buscan esas complicidades que sólo el lenguaje bien manejado brinda. Lo siento, cachaco, somos pocos pero bien peinados.
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Guilermo Goussen Padilla es nicaraguense, escritor, editor, crítico literario y académico universitario en México.
2 comentarios
Gracias, sensei. Hoy fui parco, pero esta novela me marca como el gran abrevadero de tres novelas mías que tuve que cambiar desde que te leo. Por eso sos mi donador.
ResponderEliminarComo nica y escritora también, me enorgullece que Goussen sea nuestro. Genial.
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