Las predicciones de Abu Naim
junio 05, 2015![]() |
Alejandro Magno y Diógenes |
Cada mañana se
levantaban con el surgir del sol, metían la mano bajo la almohada y con gran
cuidado leían cada uno de sus pasos, cada gesto, cada minúscula acción para
cumplirlas, porque si no lo hacían, según los hacedores de horóscopos, estarían
rebelándose contra el orden del universo y podrían acarrear la destrucción del
orbe.
Al poco tiempo
de estar los hacedores de horóscopos en el oficio, no sólo los nobles sino el
llano pueblo comenzó a creer a pie juntillas en lo predicho. Los que no tenían
recursos para mandarse hacer horóscopos
individuales apelaban a los genéricos, que exhibían en los templos. Y los que
no podían entrar a los templos por butras de ley, se las ingeniaban para mirar
los horóscopos de los demás y adaptarlos a sus propias circunstancias.
Abu Naim, el más
famoso hacedor de horóscopos, predijo dos eventos: uno mayúsculo y otro íntimo:
la caída de Babilonia ante la arremetida de las fuerzas de Alejandro y el
futuro de su propia vida, que sería el del más grande esplendor de horoscopista
alguno.
Lo primero se
cumplió. Lo segundo no. Alejandro halló un pueblo resignado a obedecer el destino que Abu Naim decía haber leído en
los cuerpos celestes.
La primera
medida que Alejandro tomó fue contra el cuello de Abu Naim. Según los apócrifos
esto se debió a que el conquistador se había puesto de acuerdo con el
horoscopista para que predijera la caída de Babilonia. Y naturalmente el
conquistador estaba interesado en sepultar el secreto con su inventor.
Abu Naim murió
rodeado de la admiración de sus conciudadanos, quienes nunca pudieron
comprender cómo logró predecir un hecho
tan trascendental y no obstante eludir la precognición de su propia y nimia
muerte.
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