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Sábado de Huberto Batis: La edad de oro de la libertad crítica y creativa de México

marzo 16, 2017

Entrevista a Marco Tulio Aguilera Garramuño sobre sábado de unomásuno

Catalina Miranda

 ¿Cómo conociste al maestro Huberto Batis?
No me acuerdo. Lo que sí me acuerdo es que siempre me regañaba, con razón o sin razón. Yo llegaba a su oficina en unomásuno con ánimo conciliador y como ya estaba advertido de su carácter explosivo, lo dejaba despotricar a su antojo. Sábado me pagaba una miseria por los artículos y yo tenía que hacer un viaje de muchas horas desde Xalapa y de otras horas en transporte público desde el centro del DF hasta el periódico. La oficina de Batis parecía una enorme caverna de un pepenador de revistas de todo tipo, particularmente eróticas. Batis era y es un erotómano irredento y no podía ver una chica guapa sin querer fotografiarla en un sillón que se hizo famoso. No sé si alguna vez llegó más allá de las fotografías con sus musas y lo hizo espero que haya escrito sus experiencias, lo que nos daría un divertido libro de memorias eróticas. Octavio Paz era el blanco favorito de sus disparos no eróticos y Carlos Fuentes su segundo blanco favorito.

¿Cómo empezaste a colaborar en el suplemento cultural sábado de unomásuno, y cuáles fueron esas colaboraciones?

Tampoco me acuerdo. Lo que sí sé recuerdo es que durante muchos años publiqué en columna fija una larga novela o más bien una serie de novelas de corte erótico que se llamaron Diario de un frenético, Las noches de Ventura, La hermosa vida, La pequeña maestra de violín, en las que contaba con todo detalle mi vida íntima e inventaba a veces situaciones algo exageradas o subidas de tono. Las novelas fueron seguidas por lectores de todo México, elogiada, insultada. A donde quiera que fuera yo en México, encontraba lectores. Y aun hoy, quince o veinte años después hay lectores que recuerdan esas novelas y algunos de ellos las han comprado ya convertidas en obras impresas. A la fecha son siete obras, cinco de ellas publicadas. Una, La hermosa vida, está dedicada a Huberto. Quien de paso, escribió un largo, minucioso y divertido texto que publicó en libro y que circula en internet. ¿Recuerdas a algún lector en particular? Sí, a Juan García Ponce, quien me llamó imbécil por haber publicado una crónica adversa a su novela Crónica de la intervención (dije que tenía un estilo tan complicado que parecía una mala traducción del alemán). Tras haber escrito eso, Juan García Ponce escribió que se había arrepentido de haberme llamado imbécil pues la verdad era que leía con mucho gusto junto con sus amigos mi novela, que le parecía de lo mejor del suplemento. ¿Qué opinas del suplemento cultural sábado que dirigió Huberto Batis? Nunca hubo en México (que yo sepa) y nunca habrá (supongo) un suplemento tan heterodoxo, loco, atrevido, variado, un refugio tan acogedor para tantos maleantes de las letras y para tantos talentos críticos y creativos. Allí hicieron sus primeras armas Enrique Serna, Oscar de la Borbolla, Juan Villoro, Fadanelli, Vallarino, Margarita Pinto, Rui Sánchez y otros cientos de los que hoy siguen escribiendo. Había mucha crítica serie, de cine, de artes plásticas, abundantes reseñas de libros, algunas muy agresivas. Había pendencias, amistades, complicidades.

¿Participaste en El Desolladero?

Antes hay que aclarar qué fue Desolladero: Fue una sección de cartas muy agresivas y muy sinceras o tendenciosas contra los colaboradores de sábado. Cartas con réplicas y contra réplicas en general muy divertidas. Fui una de las víctimas más recurridas y vapuleadas de los desolladero y uno de los propiciadores. Incluso hubo un grupo de mujeres que se ampararon en el nombre de Las conejitas de Batman para atacarme constantemente. Nunca supe quienes eran pero sospecho del mismo Batis y de Fernando Nachón, el personaje más sórdido y peligroso de quienes escribieron en sábado. En esas cartas las conejitas de Batman me acusaban de que yo era un escritor machista. Como respuesta a esto, comencé a escribir como hembra, con punto de vista femenino. Recuerdo que una poeta jalapeña tras leer esto me escribió: “Nunca había leído nada parecido. No entiendo como un hombre puede saber tantos secretos que sólo sabemos las mujeres y escribirlos tan despiadada y descaradamente”. Esos textos los recogí en un libro que se llama El imperio de las mujeres y en mi serie de novelas que llamé El libro de la vida (que incluye Mujeres amadas, La insaciabilidad, La hermosa vida y otras). ¿Saliste retratado en El Diván? No, yo era menos fotogénico que Bibí Gaytán. Agrega la información que desees compartir sobre sábado y HB. Para mí sábado fue una especie de nave de los locos que sirvió de equilibrio a una cultura acartonada y servil que comenzaba a apoltronarse bajo las alas del poder. Había entre los colaboradores locas descaradas, locas cultas, gente seria, críticos severos. Entre los locos más peligrosos estaba Fernando Nachón, que agredía a todo el mundo sin razón y hacía rabietas de niño genio, aunque su talento era apenas mediano y provocador. Yo fui el responsable de que Batis lo aceptara como columnista. Lo visité en su casa y traté de sacarlo de su ostracismo: se sentía marginado por todos debido a que era un niño rico, güerito y guapo. Sobre su casa flotaba una nube de humo de alucinaciones, sin el cual no podía pasarse ni un minuto. Yo fui a su casa y salí intoxicado. La exposición en sábado en lugar de beneficiarlo lo perjudicó: hizo grabaciones de Batis hablando mal de Octavio Paz y de muchas personas de la alta cultura mexicana. Con esas grabaciones quiso extorsionarlo. Sus locuras eran famosas en Xalapa. A mí me invitaba a orgías en las que me decía tendría toda una piscina de mujeres desnudas a mi disposición. Nunca acepté ninguna de sus invitaciones porque sabía o suponía que tenía vínculos con personas peligrosas. En las ferias de libros aparecía enmascarado y lanzaba preguntas insolentes o acosaba a Herralde, Pitol, Villoro o a cualquier persona que considerara importante. Después andaba rondando mi casa en los tiempos en que yo estaba fuera del país y en ocasiones se pasaba horas enteras al frente, esperando que yo saliera. A media noche llamaba para molestar a mi esposa. Hoy la suerte de Nachón es un misterio. Parece que lleva años sufriendo un cáncer terminal que no acaba de llevárselo. Varias veces en chismes lo han matado. No sé si está vivo.

 ¿Qué quedó de sábado?

 La nostalgia de un medio crítico, con sentido del humor y del riesgo. Ya no se hace crítica como la que se hacía allí. Hoy en general los críticos son complacientes, cómplices, están vendidos, intercambian favores a cambio de publicaciones o becas. El Sistema Nacional de Creadores corrompió a muchos escritores mexicanos haciéndolos dependientes del poder. Hay un amafiamiento del poder central cultural que se reparte las becas y hace a un lado todo lo que se hace fuera de la Ciudad de México. El sistema ha creado un grupo de millonarios de la cultura que es fácil de identificar: son los que aparecen en todas partes, reciben toda la atención, se repartes premios, becas, ediciones y no dejan ni las migajas para los creadores de la provincia mexicana. Muchos de los que fueron colaboradores de sábado cayeron en ese juego: el resultado es que la calidad de su trabajo literario decayó, aunque sigan publicando en las grandes editoriales. Sábado era precisamente lo contrario a eso: lo suyo era estar al margen para poder ejercer la crítica sin perder el sentido del humor.

¿Y a ti personalmente que te dejó?

Me hizo visible en México, me sacó de la provincia y me puso casi como lectura obligatoria de todos los que se ocupaban de la literatura en México. Mis libros fueron comentados, en general positivamente, y a veces de forma despectiva. Se llegó a decir que mi novela Mujeres amadas era la mejor novela amorosa de fin de siglo pasado y se repitió el viejo chisme de que yo era un mal imitador de García Márquez, aunque también se dijo que yo había escrito los últimos libros de don Gabo. Gracias a sábado, Cuentos para después de hacer el amor llegó a tener catorce ediciones… lo que fue propiciado por una publicidad algo exagerada que hizo el editor Marco Antonio Jiménez Higuera, que pagaba páginas enteras del suplemento para promocionar ese libro. Para mí sábado representa la edad de oro de la libertad crítica y creativa de México.

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