­

La novia de Rubem Fonseca

marzo 14, 2017

MT y Rubem Fonseca en Guadalajara
Rubem Fonseca es el viejo más simpático que he conocido en mi vida. Simpatizaba con el muchísimos años antes de conocerlo en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara (¿2008?). Sus libros me parecieron siempre de un atrevimiento supremo, pero de una naturalidad asombrosa. Ese mismo atrevimiento se manifestó en Guadalajara, donde leyó ante un público multitudinario que incluía empringotadas damas y jóvenes universitarias, un texto que haría sonrojar al Marqués de Sade. Lo leyó con tal gracia y sencillez, sin dramatismos o sofisticaciones, que todos y todas cuantos lo oyeron quedaron subyugados. Cuando fui presentado a Rubem Fonseca, dijo algo que nunca olvidaré y que recuerdo como una de las más altas condecoraciones de mi vida: “¿Eres Marco Tulio Aguilera?... Desde hace muchos años soy lector tuyo. Todo lo que haces me gusta”. Por un instante quedé lelo. Luego me dije: “Esto no se puede quedar así. Necesito testigos para que no digan que soy un mentiroso”. Llamé a un testigo muy cercano a mí y le pedí a Rubem que repitiera lo que acababa de decir. Lo repitió con toda naturalidad. Fue entonces cuando me atreví a abrazarlo y le hice una confesión: “Pues si tú lees lo que yo escribo, yo plagio lo que tú has escrito. Incluso te puedo decir el nombre de un cuento mío que fue escrito a tu manera: se llama El suave olor de la sangre”. Mi contacto con Rubem Fonseca no fue más allá. Al viejo se lo llevaron casi en andas sus cicerones. Entendiendo esto como un asunto perfectamente natural lo vi alejarse. Me dejó un libro suyo dedicado. Bajo su firma colocó su dirección electrónica, escrita de forma tan abstrusa que no pude descifrala… Además el libro lo perdí en el viaje de regreso a Xalapa (o el Moch se quedó con él). Antes de despedirme del hermoso viejo, le robé un beso a su acompañante, su secretaria o su amada, una chica que tendría acaso 20 años, pero tan brasileñamente hermosa y pizpireta que no pude hurtarme de mirarla de soslayo y peligrosamente, pues mi dueña estaba a mi lado con la espada a medio desenvainar.

RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores