La basura a los vecinos
mayo 15, 2008La basura a los vecinos
Descabezadero 17
Sobre mi escritorio encontré la novela Cuerpo náufrago de la escritora mexicana Ana Clavel. Se lo había prestado a mi compañera Nina Crangle. Me lo devolvió como quien devuelve la basura que uno le echa al vecino. ¿Por qué me tiras la basura de tu casa, vecino? No me dijo eso pero yo lo entendí. Lo mismo había sucedido con otra novela que le presté, Alta infidelidad, de Rosa Beltrán. Me lo devolvió al poco tiempo. Los dos libros fueron publicados por Alfaguara, una de las editoriales que tienen mayor difusión en el mundo.
¿Por qué le presto algunos libros a mis amigos y compañeros? Muy sencillo: para que ellos ratifiquen o rectifiquen la impresión que me han causado esos libros. En los dos casos coincidimos: novelas de lectura difícil, en un caso por poseer un estilo lleno de piedras, lleno de lugares comunes y de dizque sofisticaciones; en otro caso por un esnobismo soso que hace ridículo el intento de seguir adelante en la lectura. ¿Es esta la gran literatura que están escribiendo las mexicanas? ¡Paso! Mejor releo Ana karenina o La guerra y la paz.
La pregunta es: ¿por qué editoriales trasnacionales como Alfaguara publican esos bodrios? Quieren imponer la estupidez, la mediocridad, la tontería. Que me perdone Marisol Schultz, quien también ha sido mi editora, pero sus lectores, sus dictaminadores deben ser personajillos deleznables, poco preparados o envidiosos (que je,je, recomiandan malos libros).
Juan Villoro y yo coincidimos en que la buena literatura la están publicando las pequeñas editoriales y que hacia ellas debemos voltear los escritores. Así como en los supermercados encontramos verduras desabridas y viejas, y en los mercados de pueblo las verduras frescas, las buenas obras literarias debemos buscarlas fuera de los emporios editoriales: Planeta, Alfaguara, etc.
Ya habiendo ganado dos nuevas enemigas —y conste que Beltrán y Clavel son cariñosas amigas y hasta Beltrán se declaró mi lectora de muchos años— paso a otro asunto: Ya estoy en Xalapa, dedicado a mis labores: trabajar en la Editorial de la U Veracruzana, escribir mi novela (ya llevo 270 páginas) y jugar básquet… Ah, también comer, dormir y hacer vida familiar.
En días pasados estuve en Chichen Itza y en Cozumel. En la isla hice snorqueling, es decir, buceo sin tanque de oxígeno. Aquello era un mar convertido en hervidero de gringos, alemanes, italianos, persiguiendo a los inocentes peces que todavía se creen el cuento del pan desmigajado. Chichen Itza es triste: los mayitas (compactos, muy semejantes los unos a los otros como chinos, humildes, trabajadores) como hormigas vendiendo sus chucherías; los extranjeros asoleándose como iguanas. Las pirámides impávidas. Tulum es menos triste porque allí no se permite vender nada. En la playa de Tulum un italiano calvo, ventripotente, frente a sus tres chicas, protegiéndolas para que nadie las mire. Con las piernas abiertas y sus anteojos oscuros parece un Corleone siciliano.
El regreso a Xalapa me reitera la vieja certeza: no hay nada como el hogar, la frescura del aire, la rutina de hacer lo que a mí me gusta. El hecho de pagar por un helado 15 pesos y no 126, como en la Quinta Avenida de Playa del Carmen, es un alivio a la economía. Ahora sí, a ver como remiendo mi tarjeta de crédito.
Visito la librería Librheras en Xalapaños ilustres. Voy a comprar un ejemplar de la primera edición de El pollo que no quiso ser gallo (14 500 ejemplares vendidos solo en México, próxima edición en Colombia, Argentina, España). Las vendedoras me comentan que en los últimos días se ha vendido bastante. Allí también se encuentra mi novela El amor y la muerte y Cuentos para después de hacer el amor (no confundir con Cuentos para ANTES de hacer el amor, edición de Educación y Cultura, disponible en Hidalgo 9, Feria Permanente del Libro Universitario).
¿Por qué le presto algunos libros a mis amigos y compañeros? Muy sencillo: para que ellos ratifiquen o rectifiquen la impresión que me han causado esos libros. En los dos casos coincidimos: novelas de lectura difícil, en un caso por poseer un estilo lleno de piedras, lleno de lugares comunes y de dizque sofisticaciones; en otro caso por un esnobismo soso que hace ridículo el intento de seguir adelante en la lectura. ¿Es esta la gran literatura que están escribiendo las mexicanas? ¡Paso! Mejor releo Ana karenina o La guerra y la paz.
La pregunta es: ¿por qué editoriales trasnacionales como Alfaguara publican esos bodrios? Quieren imponer la estupidez, la mediocridad, la tontería. Que me perdone Marisol Schultz, quien también ha sido mi editora, pero sus lectores, sus dictaminadores deben ser personajillos deleznables, poco preparados o envidiosos (que je,je, recomiandan malos libros).
Juan Villoro y yo coincidimos en que la buena literatura la están publicando las pequeñas editoriales y que hacia ellas debemos voltear los escritores. Así como en los supermercados encontramos verduras desabridas y viejas, y en los mercados de pueblo las verduras frescas, las buenas obras literarias debemos buscarlas fuera de los emporios editoriales: Planeta, Alfaguara, etc.
Ya habiendo ganado dos nuevas enemigas —y conste que Beltrán y Clavel son cariñosas amigas y hasta Beltrán se declaró mi lectora de muchos años— paso a otro asunto: Ya estoy en Xalapa, dedicado a mis labores: trabajar en la Editorial de la U Veracruzana, escribir mi novela (ya llevo 270 páginas) y jugar básquet… Ah, también comer, dormir y hacer vida familiar.
En días pasados estuve en Chichen Itza y en Cozumel. En la isla hice snorqueling, es decir, buceo sin tanque de oxígeno. Aquello era un mar convertido en hervidero de gringos, alemanes, italianos, persiguiendo a los inocentes peces que todavía se creen el cuento del pan desmigajado. Chichen Itza es triste: los mayitas (compactos, muy semejantes los unos a los otros como chinos, humildes, trabajadores) como hormigas vendiendo sus chucherías; los extranjeros asoleándose como iguanas. Las pirámides impávidas. Tulum es menos triste porque allí no se permite vender nada. En la playa de Tulum un italiano calvo, ventripotente, frente a sus tres chicas, protegiéndolas para que nadie las mire. Con las piernas abiertas y sus anteojos oscuros parece un Corleone siciliano.
El regreso a Xalapa me reitera la vieja certeza: no hay nada como el hogar, la frescura del aire, la rutina de hacer lo que a mí me gusta. El hecho de pagar por un helado 15 pesos y no 126, como en la Quinta Avenida de Playa del Carmen, es un alivio a la economía. Ahora sí, a ver como remiendo mi tarjeta de crédito.
Visito la librería Librheras en Xalapaños ilustres. Voy a comprar un ejemplar de la primera edición de El pollo que no quiso ser gallo (14 500 ejemplares vendidos solo en México, próxima edición en Colombia, Argentina, España). Las vendedoras me comentan que en los últimos días se ha vendido bastante. Allí también se encuentra mi novela El amor y la muerte y Cuentos para después de hacer el amor (no confundir con Cuentos para ANTES de hacer el amor, edición de Educación y Cultura, disponible en Hidalgo 9, Feria Permanente del Libro Universitario).
4 comentarios
MT. estoy muy de acuerdo con lo que dices aquí, fuera de lo anecdótico, tienes, desgracidamente, toda la razón en cuanto a la basura (en su mayoría) que publican las grandes editoriales, muy buena tu comparación entre los mercados y los súper. Estamos jodidos, tan jodidos, que un brasileño de apéameuno se conviert en un "gran escritor" y por si fuera poco se hace rico escribiendo excrementicos de conventos y brujerías de cagarruta.
ResponderEliminarPero adelante, hermano, adelante.
Un abrazo:
Félix Luis
MT. estoy muy de acuerdo con lo que dices aquí, fuera de lo anecdótico, tienes, desgracidamente, toda la razón en cuanto a la basura (en su mayoría) que publican las grandes editoriales, muy buena tu comparación entre los mercados y los súper. Estamos jodidos, tan jodidos, que un brasileño de apéameuno se conviert en un "gran escritor" y por si fuera poco se hace rico escribiendo excrementicos de conventos y brujerías de cagarruta.
ResponderEliminarPero adelante, hermano, adelante.
Un abrazo:
Félix Luis
MT. estoy muy de acuerdo con lo que dices aquí, fuera de lo anecdótico, tienes, desgracidamente, toda la razón en cuanto a la basura (en su mayoría) que publican las grandes editoriales, muy buena tu comparación entre los mercados y los súper. Estamos jodidos, tan jodidos, que un brasileño de apéameuno se conviert en un "gran escritor" y por si fuera poco se hace rico escribiendo excrementicos de conventos y brujerías de cagarruta.
ResponderEliminarPero adelante, hermano, adelante.
Un abrazo:
Félix Luis
Felix
ResponderEliminarCreo que estoy alcanzando el estado ideal. Muchos enemigos, pocos amigos... pero por lo menos talentosos, como tú.
Marco T.