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Vargas Llosa, Sábato, Gabo, Mutis, Donoso, Rubem Fonseca, Pitol, Puig

enero 03, 2009


Escritores famosos: bichos extraños


He tenido el gusto, el disgusto, el honor, la experiencia desagradable o deslumbrante de conocer en orden respectivo a Vargas Llosa, García Márquez, Ernesto Sábato, Álvaro Mutis, Manuel Puig, José Donoso, Sergio Pitol y Rubem Fonseca, entre otros escritores admirables y famosillos. Cuando yo tenía 20 años asistí a un importante congreso de narrativa organizado por Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor contestatario, gritón, insolente, noble, y el mejor amigo del mundo. Eso fue en Cali, en la década de los setentas. No recuerdo qué había leído de Vargas Llosa o si en realidad había leído algo. El caso es que me acerqué a él con la intención de saludarlo. Mario estaba rodeado por las señoras de La Tertulia, mujeres que pasaban por cultas y que en realidad eran ricas. Mario apenas si se molestó en mirarme y luego me dio la espalda poco diplomáticamente. Una experiencia semejante me sucedió con Álvaro Mutis. Estábamos hablando no sé dónde como si en verdad fuéramos grandes amigos, cuando llegó el embajador de Colombia. Inmediatamente me dio la espalda y se olvidó de que yo existía. Con Sábato, a quien admiraba y sigo admirando, principalmente por El Túnel y Sobre héroes y tumbas, también tuve una experiencia desagradable. Asistí a una conferencia que dictaba en Kansas City. Tras la conferencia me acerqué a él y quise obsequiarle un ejemplar de mi novela Breve historia de todas las cosas, recién publicada en Buenos Aires. Sábato ni siquiera tuvo la cortesía de mirar la portada. Simplemente dijo: “No tengo espacio en la maleta. Mándamela a Santos Lugares, Buenos Aires. Allí todo el mundo me conoce”. Con García Márquez he tenido varios encuentros, la mayoría de ellos casuales. Recuerdo bien el deslumbramiento que me causó la autoridad con que hablaba, la gracia al decir cualquier cosa, la naturalidad en el trato y el interés en lo que yo quería decirle. Ya escribí en mi libro Poéticas y obsesiones las crónicas puntuales de mis encuentros con Gabo. Estos textos han sido calificados de insolentes. Intercambiamos dedicatorias. Yo le dediqué Breve historia de todas las cosas así: “Para Gabriel García Márquez, a quien quiero matar…literariamente”. Él me dedicó, muchos años después, El olor de la guayaba, así: “Para Marco Tulio, de la competencia”. Solo uno de los encuentros con GGM fue programado. Estando en el DF decidí llamar a Gabo, a ver si podía visitarlo. Sorprendentemente sí estaba, y aún más sorprendentemente quiso pasar al teléfono, y todavía más sorprendentemente dijo que sí quería verme, y todavía más sorprendentemente me dijo que no fuera a su casa sino que él me buscaría en el centro del DF. Nos citamos en el Samborns Las Lajas. Fue muy amable, me dijo que tenía una conjuntivitis del carajo, tomamos chocolate, investigó mis planes, yo los suyos. Le pedí que leyera mi novela inédita La región del azar necesario, también llamada La hora del eructo. Dijo: La voy a leer hasta que aguante. Parece que la novela no aguantó. Gabo nunca me dio su opinión. La novela se perdió. Y sin vanagloria puedo decir que pienso se perdió con justas razones. Era una novela en la que yo contaba la historia de un reinado de drugos que se instaló en Cali. Después que le dieron el Nobel no lo volví a ver. Gabo me salvó de una inminente expulsión de México que he contado en alguna entrevista. Que yo sepa, nunca me ha ayudado en el campo literario. Y eso me lo anunció en alguna oportunidad. “Todos los escritores a los que ayudo se pudren”, dijo. Sé que habla bien de mi obra en privado y que conserva todos mis libros al lado de los de Mutis en sitio privilegiado en sus libreros. El dato me lo dio Fabio Jurado, ex director de Letras de la Universidad Nacional. Hay quienes me dicen que estoy obsesionado por Gabo. Otros están obsesionados por las arañas o la filatelia. Eso en realidad no importa. Lo que importa es si yo he escrito algo que valga la pena. Manuel Puig es el escritor más tímido y amable que haya conocido. Sólo eso recuerdo de él. Tuve el honor de ser jurado del Concurso Internacional de Novela Jorge Isaacs junto con José Donoso y Johnattan Tittler. El concurso fue un evento irrepetible: el pago a los jurados era de varios miles de dólares, la atención extraordinaria, estuvimos una semana en el Hotel Intercontinental Cali y una semana en el Tequendama en Bogotá, tuvimos una atención inmejorable por parte de todos los medios. José y yo fundamentamos una amistad llena de complicidades, basada sobre todo en el hecho de que yo conocía al dedillo sus libros. José buscaba por todos los medios escapar de la protección-vigilancia de Pilar, su esposa, y sin duda que logró grandes escapes. En uno de ellos pudimos hablar a fondo y poner las cartas sobre la mesa hasta que Pepe se durmió. Era José un viejo maravilloso, pizpireto, que coqueteaba descaradamente con la diosa perra, es decir la fama. En una ocasión, ante veinte micrófonos y diez cámaras, se le aceleró a tal punto el corazón que fue necesario buscar un doctor de emergencia. Casi sin aliento dijo ante el público: “Se me va a cumplir uno de mis sueños: morir ante mis lectores”. Sobrevivió. Seguimos escribiéndonos. Una vez me escribió: “Marco Tulio, no te invito a Chile porque eres una fichita y yo tengo una hija muy bella que quiero conservar a cinco mil kilómetros de tus garras, garañón”. A Sergio Pitol lo veo con mucha frecuencia. Yo lo saludo con mucha amabilidad y él trata de escabullirse lo más pronto posible. Vive en Xalapa, en la misma ciudad donde resido. ¿Por qué huye? Supongo que cree que le voy a pedir una recomendación para publicar mis libros o un préstamo de varios miles de pesos. Hace varios años me recibía en su casa y hablábamos con tranquilidad, apenas vulnerada por su perro Sacho. A Rubem Fonseca lo conocí el año pasado en la Feria del Libro de Guadalajara. Lo primer que me dijo fue: “Hoy en la comida estuvimos hablando de ti y estuvimos de acuerdo en que eres uno de los mejores cuentistas latinoamericanos”. No me avergüenza repetirlo. Lo dijo uno de mis más admirados escritores, a quien le he seguido la pista por muchos años y a quien conscientemente he querido copiar el estilo en tres cuentos: “El suave olor de la sangre”, “La piel más tersa” y otro, cuyo nombre no recuerdo. Rubem Fonseca es el viejo más divertido y provocador que haya conocido. Se atrevió a leer un cuento abiertamente pornográfico en la Feria de Guadalajara y muchas correctas señoras lo escuchaban como si estuvieran en misa. Me regaló un libro dedicado y en él escribió su dirección de e-mail. Perdí por partida doble: el libro se me extravió en el trayecto de Guadalajara a Xalapa –creo que el Moch me lo robó—y la dirección de e-mail estaba escrita con una letra tan ilegible que de todos modos no habría servido. Hay un escritor al que llevo más de cincuenta años tratando de conocer. Se llama… Mistercolombias.

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5 comentarios

  1. Y yo que me sentía privilegiada por tener unos cuantos autografos de escritores mexicanos medianamente famosos, buuu, yo también quise ser escritora, por el momento soy bloguera.
    Ja, ja, ja, me provocó mucha gracia que huyan de usted algunas personalidades.

    Saludos desde Oaxaca

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  2. Este mundo de escritores es de mezquinos y envidiosos y yo soy algo agresivo... por eso me huyen o porque temen que les vaya a pedir algo... que nunca he pedido... todo lo he conseguido a pulso

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  3. Je je, me gusta como escribes. Solo he leido tu libro "La pequeña maestra de violin" y es uno de mis favoritos. Y a razón de esto, parece q tu encuentro con el "papá grande" (como tu lo llamas en el libro) y tu frustrada expulsión del país la leí en él.
    Por el momento cuenta con una asidua lectora de tu blog, desde q lo encontré (hace 5 días je je) lo checo diarriamente.

    Nota: Me di de alta sólo para publicar mi comentario jeje. No podia dejar pasar la oportunidad.

    Un saludo desde Puebla.

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  4. Rastavian y Geisha
    Un cariñoso saludo a quienes representan el 20 por ciento de mis lectores. "La pequeña maestra de violín" es una novelita que me gusta y a la que no le han puesto atención... Tal vez porque la editorial de la Benemerita U de Puebla publica 300 ejemplares y distribuye 10.

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  5. Muy interesante todo lo que he leído. Es "inspirador" encontrar autores-escritores como usted. Que dicen lo que piensan o sienten, sin hipocresía o falsa modestia. Confieso que no he leído aún ninguna de sus obras, pero mañana mismo voy a corregir ese error. Un saludo.

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