CONCURSOS Y FALLOS
mayo 26, 2009OTRA VEZ SERÁ
Finalmente no gané el Concurso de Novela Ciudad de Barbastro en el que mi novela Agua clara en el Alto Amazonas estaba de finalista. El premio se lo llevó el madrileño Pablo Villafruela Sáenz, funcionario del ayuntamiento de Madrid y novelista de cierta trayectoria. Hace unos días mi amiga Lirian Marulanda me preguntaba si pensaba que iba a ganar. Eran diez finalistas de varios países. Le respondí: "No me hago muchas ilusiones de ganar. Generalmente en España ganan los españoles y no creo que vayan a ceder otro premio este año". Como recordarán el premio Alfaguara lo ganó Neuman, un argentino; el Tusquets, un colombiano, Evelio Rosero, etc. Ya me imagino a los escritores españoles despotricando contra los literatos sudacas. Entonces me preguntarán mis 13 lectores, por qué participa MT en concursos si es pesimista. Sencillo, porque a veces sucede el azar de que se realice la excepción. En mi caso ya ha habido bastantes excepciones; ninguna, desgraciadamente, en premios demasiado grandes. Cuando estuve de finalista en Alfaguara, ganó Elena Poniatowska, la princesa polaca de la literatura mexicana, que forma parte del grupo del poder cultural de izquierda de este país, con una novela extremadamente mediocre, La piel del cielo. Hay un hecho que casi siempre se cumple, desde los tiempos de Cervantes: no son las buenas novelas las que ganan los concursos. La calidad generalmente queda relegada a los segundos lugares. Y aclaro: participo en concursos porque me gusta el dinero, como a Salvador Dalí y a cualquier ser humano que no quiera presumir de casto, puro y virtuoso. Los premios literarios permiten saltar trancas, evitar antesalas, eludir agentes literarios, conseguir buenas ediciones (mis mejores ediciones las he conseguido mediante premios: Planeta, Joaquín Mortiz, Alfaguara, etc.). De modo que si uno no forma parte de una mafiecilla de las que habitualmente controlan las editoriales, puede meterles uno y otro gol por medio de premios. Eso es lo que yo he hecho. La única mafia a la que pertenezco es la de mi amigo Mistercolombias. Y he sido tan severo y crítico en mis rerseñas ya artículos, que nunca falta algún enemiguillo saltando debajo de cualquier piedra y obstaculizando mi camino. Pienso que generealmente me he atrevido a decir lo que pocos dicen: eso se paga. Especialmente si uno es un escritor de provincia como yo, que sueña con glorias pero no se desespera por ellas. Aprecio la posibilidad de seguir jugando básquet cinco días a la semana... Y ya casi estoy curado del tobillo. En 15 días de descanso aumenté tres kilos.
Finalmente no gané el Concurso de Novela Ciudad de Barbastro en el que mi novela Agua clara en el Alto Amazonas estaba de finalista. El premio se lo llevó el madrileño Pablo Villafruela Sáenz, funcionario del ayuntamiento de Madrid y novelista de cierta trayectoria. Hace unos días mi amiga Lirian Marulanda me preguntaba si pensaba que iba a ganar. Eran diez finalistas de varios países. Le respondí: "No me hago muchas ilusiones de ganar. Generalmente en España ganan los españoles y no creo que vayan a ceder otro premio este año". Como recordarán el premio Alfaguara lo ganó Neuman, un argentino; el Tusquets, un colombiano, Evelio Rosero, etc. Ya me imagino a los escritores españoles despotricando contra los literatos sudacas. Entonces me preguntarán mis 13 lectores, por qué participa MT en concursos si es pesimista. Sencillo, porque a veces sucede el azar de que se realice la excepción. En mi caso ya ha habido bastantes excepciones; ninguna, desgraciadamente, en premios demasiado grandes. Cuando estuve de finalista en Alfaguara, ganó Elena Poniatowska, la princesa polaca de la literatura mexicana, que forma parte del grupo del poder cultural de izquierda de este país, con una novela extremadamente mediocre, La piel del cielo. Hay un hecho que casi siempre se cumple, desde los tiempos de Cervantes: no son las buenas novelas las que ganan los concursos. La calidad generalmente queda relegada a los segundos lugares. Y aclaro: participo en concursos porque me gusta el dinero, como a Salvador Dalí y a cualquier ser humano que no quiera presumir de casto, puro y virtuoso. Los premios literarios permiten saltar trancas, evitar antesalas, eludir agentes literarios, conseguir buenas ediciones (mis mejores ediciones las he conseguido mediante premios: Planeta, Joaquín Mortiz, Alfaguara, etc.). De modo que si uno no forma parte de una mafiecilla de las que habitualmente controlan las editoriales, puede meterles uno y otro gol por medio de premios. Eso es lo que yo he hecho. La única mafia a la que pertenezco es la de mi amigo Mistercolombias. Y he sido tan severo y crítico en mis rerseñas ya artículos, que nunca falta algún enemiguillo saltando debajo de cualquier piedra y obstaculizando mi camino. Pienso que generealmente me he atrevido a decir lo que pocos dicen: eso se paga. Especialmente si uno es un escritor de provincia como yo, que sueña con glorias pero no se desespera por ellas. Aprecio la posibilidad de seguir jugando básquet cinco días a la semana... Y ya casi estoy curado del tobillo. En 15 días de descanso aumenté tres kilos.
5 comentarios
Al menos hay algo bueno, la recuperación de tu tobillo. Un abrazo.
ResponderEliminarTranquilo!
ResponderEliminarEl azar siempre nos sorprende. Sólo hayq ue darle tiempo y no aflojar...
De acuerdo: la clave está en no aflojar, estar con...la flecha lista y el arco tenso, y, disparar en el momento preciso(filosofía de pacotilla al alcance de cualquier bolsillo). Por cierto que Daniel Divinsky, de La Flor, en Argentina, prometió publicar una novela mía y... ya no contesta los meils.
ResponderEliminarNo solo La Piel del Cielo, el premio Alfaguara ha sido prodigo en premiar novelas mediocres, salvo contadas excepciones, como por ejemplo, Abril Rojo de Santiago Roncagliolo
ResponderEliminarLindon Yani Velez (Cali-Colombia)
Precisamente la de Roncagliolo es la que no he leído. Estoy leyendo El viajero del siglo. Sólo hasta llegar a la página 100 me sentí interesado. Veremos si llego al final.
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