LA PEQUEÑA MAESTRA DE VIOLIN
diciembre 18, 2009PEDRO ANGEL PALOU PRESENTA LA NOVELA LA PEQUEÑA MAESTRA DE VIOLIN
de Marco Tulio Aguilera Garramuño.
Escritor jalapeño nacido en Colombia, Marco Tulio Aguilera Garramuño es
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uno de los escritores más prolíficos de la literatura latinoamericana, su libro
Cuentos para después de hacer el amor, es considerado como uno de los
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más importantes del siglo XX en Colombia y su muy particular visión del
erotismo en la literatura, lo hacen, ya, uno de los imprescindibles en el
panorama literario nacional contemporáneo.
El estado moderno, el orden moral y lo políticamente correcto, asociados,
sueñan con que el hombre se convierta en un esclavo total y con que, por lo
tanto, sea asexuado. Pero nada impedirá que se sexualice ~ ultranza, tan
pronto como el Estado disponga de técnicas para imponer o limitar los hasta
ahora llamados "desenfrenos". Es necesario, pues, que lleguemos a un
,
acuerdo: o refrendamos la libre disposición del Ser, o lo pagamos. Esto es
odioso, pero esa es la solución que emana del sistema.
El personaje principal de La pequeña maestra de violín, que es un "escritor
medianamente soportable", como lo dice Trilce, la misma pequeña maestra
de violin, vive en función de su erotismo, de su deseo sexual. Sus
relaciones con las mujeres, Bárbara Blaskowitz, madre de Trilce, la misma
Trilce, violinista caprichosa, Carmina Ximena, la Princesa de Huamantla, La
de los Senos mas Eminentes de la Parroquia, y algunas otras, giran en
relación con al sexo y sus delicias. Es un erotómano.
La esencia de la obra toda de Aguilera Garramuño me mueve a algunas
reflexiones que pongo a consideración para, considero yo, mejor entender
su propuesta estética. La discusión que hay para intentar diferenciar entre la
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belleza libidinizada (lo erótico) y la fealdad funcional (la pornograffa) es
gratuita, subjetiva y apenas digna de sacristanes veleidosos que quieren
dárselas de perdonar a Sartre y al vertedero del orden establecido: Uno
después de otro los libros pasarán por obras eróticas o por obras
pornográficas, que no es el caso de este libro, lo menciono sólo para buscar
un marco referente. Vaya usted a conciliar lo que es pornográfico para un
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hombre y que, para otro, es una genialidad, dijo D. H. Lawrence que algo
sabía del asunto.
El cine sigue siendo joven para suministrarnos referencias al respecto, la
literatura ofrece puntos de referencia más seguros. Siempre hubo, en las
obras importantes, tal decencia en el estilo, tal inteligencia en la intriga, que
ninguno de esos textos podía ser tachado de pornográfico. Agreguemos de
buena gana que la falsa necesidad de hacer moral dañaba a todos esos
pequeños maest~os del siglo XVIII (sin exceptuar a Sade, por lo demás, algo
que los censores actuales deberían saber) que por momentos parecen
plagiar los más insoportables sermones de Bossuet o de Saint-Just. Pero
hay que reconocer que, tras haber ofrecido s.acrificio al becerro moralizante,
todos esos escritores -digamos desde Brantone hasta Restif de la
Bretonne- consiguen decirlo todo, poco más o menos, bastante cercanos a
la fórmula célebre y celebrada: "El libro erótico es un medio cuyo fin es la
sensación",
Tomar clases de violín para estar cerca del luminoso objeto del deseo,
guisar un revoltijo de cebollas, papas y huevos bajados con vino de
alcantarilla, tomar café hasta la gastritis en La Parroquia jalapeña. Sí, con
tal de estar cerca del brillante objeto del deseo y tener la oportunidad de
llegar con él a la cama, a la piedra de los sacrificios, al tálamo del pecado.
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La aventura es .la seducción, la consecución es sólo el moño de la caja, la
cereza del pastel. El juego de la seducción, lo que sucede en la imaginación
mucho antes que en la realidad, es la baza importante del erotómano
personaje de La pequeña maestra de violín.
Generalmente, en este libro no es el caso, el pretexto moralizante de los
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escritores libertinos se convierte en pretexto científico en los escritores
eróticos: el filósofo se vuelve médico. Y al carecer desesperadamente de
relieve la sexualidad ordinaria, el sabio suelta la sexualidad patológica o
seudopatológ ica.
De cualquier manera, el distingo entre erotismo y pornografía no supone
ninguna ayuda para resolver entre dos aspectos de una realidad
enmarañada. Las agresiones de la fealdad no son en absoluto
I convincentes, ~obre todo hoy, cuando las inmundicias acumuladas y
precintadas pasan por obras de arte. Nos queda la óptica de una visión
personal y uno mismo pegará la etiqueta de pornográfico o de erótico.
Si atendemos a Julien Green, el erotismo puede ser la fuente envenenada
de un universo que se nos escapa. Green afirmaba, ustedes califiquen su
aseveración: "Estoy seguro de que la finalidad normal del erotismo es el
asesinato". Si al menos hubiese hablado de pornografía. El artificio de la
separación de géneros habría sido casi aceptable.
El erotismo es quizá una cierta sublimación del amor tal como Occidente lo
concibe, la "memoria del sexo", el desahogo lírico de la pasión no
expresada. En el erotismo convergirían así los impulsos del deseo en
estado puro -sin los cuales no habría especie- y las largas estratificaciones
de la memoria, a las que Stendhal llamó cristalización. Común
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denominador ideal, en suma, en el que se unen la~ razones de la biología
con las razones de la cultura.
La noción de pasión que yace en La pequeña maestra de violín, me parece
fundamental. Por momentos el personaje principal, el tipo que toma
lecciones de violín con la finalidad de seducir, o ser seducido, por la
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pequeña maestra de violín, y ella misma, me hicieron pensar en dos
espíritus completamente opuestos, pero que coinciden con respecto a la
pasión, como es el caso de San Agustín y Buss-Rabutin. El primero afirma:
"La medida del amor consiste en amar sin medida". El otro: "Y el exceso es
la medida razonable que debe otorgarse al amor". Sólo que el estudiante de
violín y Trilce tienen diferentes caminos para transitar por la pasión; Trilce
tiene la música, es una romántica, el erotómano piensa en el sexo por el
sexo, en el sexo y nada más en el sexo.
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En Aguilera Garramuño el erotismo supone culto y voluptuosidad del deseo,
empleo de lo imaginario, y, frecuentemente, de la inteligencia, para arribar,
más allá de los comportamientos, a una cierta cualidad de alegría cósmica,
a una fiesta sin medida, a la conciencia de una falencia, generadora tanto
de misticismo como de sadismo multiforme (el modo de vengarse en el
prójimo de la imposibilidad del éxtasis).
Por supuesto que el escritor no podía dejar pasar, una vez más, la
oportunidad que le dan las letras de darle un rasponcillo a su insigne
paisano Gabriel Garcia Márquez, a quien llama Papá Grande y que al recibir
el Premio Nobel no pudo dejar de señalar: "Yo tengo algo en contra de Cien
años de soledad, porque fue el primer atentado en contra de mi vida
privada, antes yo vendía 70 ejemplares de mis libros, bueno, en realidad yo
los compraba todos. Son tantas las llamadas que no he tenido tiempo para
. ¡
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sentarme y pensar dos minutos lo que debo sentir. De todos modos nada va
a cambiar en mi vida. Seguiré limpiando la jaula a los pericos australianos, I
escribiendo todas las mañanas y esperando las llamadas de los amigos por I
las tardes".
Hay música, pintura, literatura, la vida de Jalapa, sus rincones más oscuros,
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sus plazas y jardines, los personajes que pululan por sus noches y sus días.
La esperanza siempre viva y constante de algunos escritores de ganar
premios internacionales de literatura que les permitan una jubilación
temprana, una vida disipada, la molicie como forma y estilo vital.
Cuando casi al final de la novela el escritor y personaje principal, por fin
obtiene los favores de la pequeña maestra de violín -más por cansancio,
por vengarse de la madre, por aburrimiento-, sin embargo el crescendo
esper~do, el cl.ímax, el culmen, no llega, el asunto transcurre sin la mayor
pasión, ésta se ha consumido en el proceso de seducción, en mil ilusiones,
en mil alucinaciones. Finalmente Trilce es una persona de carne y hueso,
no el claro objeto del deseo que acompañó al personaje a lo largo de las
páginas de la novela.
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