TRES NOVELAS CORTAS DE LUIS ARTURO RAMOS
septiembre 13, 2025TRES NOVELAS CORTAS
LUIS ARTURO RAMOS, Editorial Eón, México 2025
Marco Tulio Aguilera Garramuño
Cuando un escritor se acerca a los 80 años de edad, como es el caso de Luis Arturo Ramos y de quien escribe esta nota, algunos lectores e incluso los mismos escritores se preguntarán si sus nuevas obras estarán a la altura
de lo que publicaron cuando estaban en la plenitud de sus poderes creativos, cuando escribieron las que se consideraban o ellos mismos consideraban si no sus obras maestras, por lo menos lo mejor o lo más apreciado de su corpus narrativo. Luis Arturo Ramos ha publicado 30 o más libros. Cuando transcurría su vida entre los 30 y los 50 años de edad publicó Violeta Perú, Intramuros, Este era un gato y La casa del ahorcado, cuatro novelas de indudable y ascendente calidad que le dieron prestigio y algunos premios apreciables.
Por estos días de 2026, en los que transita los 78 años, acaba de ver publicado un libro al que llamóTres novelas cortas (Confesiones de un verdugo, Confesiones de un condenado y La llorona del Bed and Breakfast). En principio debo decir que en lo que respecta al estilo, a su forma de escribir, este autor está en su pleno esplendor: inteligente,ingenioso, claro sin ser simplista, culto sin ser culterano, fluye y a veces deja deslizar alguna brillante metáfora, una comparación, una imagen sorprendente; en todo caso no nos ofrece nada que obstaculice la lectura sino solamente un pequeño fulgor que nos hace apreciar la forma en que nada sin alterar demasiado la superficie del agua.
Confesiones de un verdugo consta de dos partes claramente diferenciadas: en la primera un escritor espía el destino de sus propios libros en una librería, lamenta el poco éxito de sus obras, observa que una mujer compra un ejemplar, sigue a la compradora, la aborda… y a partir de entonces se involucra en una historia que si no fuera lugar común en esta realidad de paradojas que se vive, parecería del todo absurda. ¿Conclusión? Nada hay tan absurdo que no pueda suceder en la vida real.
El segundo texto difícilmente se podría llamar novela, pero si el autor la quiso denominar novela, qué puede importar. Está constituido por textos breves, que no van más allá de una página y que en ocasiones alcanzan solo dos líneas:
En un tiempo aspiré a combatir el destino con simpáticas paradojas. Ejemplifico: “Yo al paredón, ni muerto”. Pero ya no hago cosas malas aunque parezcan buenas.
…
Solía decir: A mi edad es inútil competir con hombres de 20 años; luego afirmé: no puedo competir contra hombres de 40. Y así sucesivamente. De esta manera mido el tiempo. Tal es el velocímetro de mi existencia.
…
Los sobrios contemplan el vaso medio lleno; los borrachos, medio vacío. A los viejos nos importa un carajo lo que vemos.
En general son reflexiones agudas, apotegmas (apotegma: dicho breve, sentencioso y feliz, especialmente el que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito alguna personalidad o por cualquier otro concepto). A veces parecen ser una especie de ars vivendi —me pregunto si la expresión existe… y si no existía… ya existe). Vale la pena registrar este texto in extenso:
A estas alturas conviene admitir o confesar (escoja el lector el infinitivo más conveniente) que estas páginas conforman una noveleta y no una autobiografía. Ni siquiera una biografía novelada. Que nadie busque o espere encontrar huellas de la vida del autor-real, cuyo nombre registra la portada de este libro… Mi empeño refleja el intento de reconstruir una vida a partir de fragmentos inconexos donde la trama no conduce a la novela ni la novela a la trama…”
Entre los fragmentos hay uno que destaca no por su originalidad sino por lo divertido. Se llama “De la organización de los orgasmos”. Inicia así:
Durante algunos años, mientras el vigor masculino me lo permitió, coleccioné orgasmos femeninos.
Es el texto más largo e interesante en términos narrativos.
La tercera novela incluida podría dar tema a una película de aire gótico y se inicia así:
La leyenda afirmaba que la casa había sido un reconocido burdel establecido a principios de los años treinta. El aspecto del inmuebe proporcionaba peso a la historia y consistencia a la imaginación. La fachada reproducía detalles propios de una típica construcción victoriana decimonónica… Era un edificio de tres niveles, con dos anacrónicas y chatas torres de pretensiones góticas, pespunteadas por ventanitas ojivales y rosetones que figuraban ojos abiertos al máximo.
Personajes y situaciones extrañas, algún fantasma femenino que gime placeres nocturnos, la leyenda de la muerte de una prostituta muerta en el ejercicio de su alta y ajetreada profesión, un escritor que comienza a investigar el pasado de la casa y de sus habitantes y a detallar a los pasajeros inquilinos, una matrona que administra el negocio (ya convertido en honesta residencia de habitantes provisionales o casi permanentes), un empleado postal conocedor de secretos, una pareja de recién casados que busca rincones alejados para no importunar a los demás con sus rutinas eróticas, una robusta y amorosa empleada de servicios dométicos, todos ellos configuran un atractivo relato que finalmente no devela el misterio de los gemidos, pero por lo menos entretiene al escritor, que deja a un lado su obligaciones académicas para ocuparse de tratar de entender la casa y sus misterios y que, por lo pronto, sale premiado con una mujer que decide irse con él, abandonar la casa … y dejar el misterio intacto: y fin. La línea final dice: La leyenda tenía todas las apariencias de continuar.
Y al terminar la lectura de las tres novelas concluyo: es ocioso preguntarse si su nuevo libro es mejor o peor que sus anteriores obras. Baste decir que tiene el sello de Luis Arturo Ramos y que amerita lectura e incluso relectura.
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