FABULA DEL PERIODISTA QUE SE CONVIRTIÓ EN HIENA
enero 26, 2010
Ésta, amigos, es la extraña historia de un periodista que se convirtió en hiena. Comencemos: Pepe K estudió en una facultad de periodismo. Cuando salió al mundo estaba dispuesto a cumplir con algunos ideales como defender la justicia, no transigir, luchar por lo lo que sinceramente creía, no bajar la cabeza ante los poderosos, no estar dispuesto a venderse a ningún precio. Mientras fue joven y soltero cumplió con sus objetivos: había que leer sus artículos, sus entrevistas, observar sus ojos fulgurantes y su pluma feroz. Cuando aparecía la firma de Pepe K en un artículo, los lectores se relamían el bigote de la conciencia. Porque Pepe K siempre sacaba las verdades como peces vivos y furiosos. Pues resulta que Pepe K se casó. Y por primera vez, cuando tuvo que comprarle un anillo de diamantes a su esposa, escribió por consigna. El resultado fue que le comenzó a ir bien. Se supo en los círculos del poder que Pepe K rentaba su pluma y comenzaron a lloverle trabajitos. Pepe K se dedicó a escribir sin molestarse en investigar. Al fin y al cabo era más fácil permanecer en la oficina, desarrollar la imaginación y tender la mano. Pues sí, la pluma de Pepe K comenzó a ser poderosa al tiempo que Pepe K se hacia más insolente, mas prepotente, mas perezoso e indolente. Y así fueron creciendo la cuenta bancaria y la panza a Pepe K. Sin saber cómo ni cuando ni por qué se aficionó a comer carne cruda. Su mujer comenzó a ir al club y a comprar en Fábricas de Francia y sus hijos estudiaban en colegios privados y hablaban inglés a la hora de la comida y todo iba bien, y él se codeaba con los poderosos y el mundo pintaba de maravilla, hasta que una mañana, al mirarse al espejo descubrió que le estaban creciendo unos pelos algo más robustos que de costumbre y que le salían en sitios insospechados, y que cada vez le era más difícil afeitarse y que cada vez que abría la boca surguía de ella una peste mortecina que espantaba a todo el mundo. El crecimiento de la pelambre se hizo tan desproporcionado, que José K ya no pudo salir a la calle y todo ello se vio agravado por el hecho de que una mañana no pudo ponerse en pie sino que descubrió que sólo podía andar en cuatro patas. Se paró como pudo poniendo sus dos patas delanteras en le lavamanos y descubrió frente al espejo, con enorme horror, que ya no tenía cara, sino un feo y babeante hocico de hiena.
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Incluida en Maelström agujero negro, de Marco Tulio Aguilera, Editorial de la Universidad Veracruzana, Colección Ficción, 2009.
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