VIEJAS NOTICIAS DE GARCÍA MÁRQUEZ
septiembre 21, 2010
Diario de 1996
Por la noche me encuentro en una reunión con Motato, un académico colombiano que también escribe sus ficciones. Me comenta que asistió al seminario que impartió García Márquez sobre su propia obra en Guadalajara y que días después fue, junto con otros cinco participantes, a tomar unos tragos a la casa de Gabo. Allí García Márquez les enseñó su biblioteca. Al preguntarle qué libros de autores colombianos tenía, señaló su librero. "Sólo guardo los de dos autores colombianos, con ellos me basta: son Alvaro Mutis y Garramuño". Motato le comentó que había permanecido una semana en mi casa en Xalapa y Gabo indagó sobre mi persona. "Le conté que tienes una hermosa casa y un bello jardín en el que estás haciendo un estudio con chimenea y grandes ventanales", dijo Motato. "También le dije lo que me contaste: que no podías soportar la envidia al saber que Gárquez Márquez tenía un hermoso estudio en el jardín de su casa en la Calle Fuego y que decidiste hacer uno mejor". Y entonces GM dijo: "Ese Marco Tulio es todo un personaje, hace de la envidia una profesión".
"Mira", dijo García Márquez sacando uno de mis libros del librero. "Lee esta dedicatoria": Motato la leyó: "Para García Márquez, que se me adelantó en el Nobel". Luego Gabo habló sobre mí, pero antes se percató de que ninguno de los presentes tuviera una grabadora. "He hecho uno de mis principios nunca hacerle propaganda a un escritor colombiano. La única vez que lo hice, ese escritor comenzó a publicar todas sus cosas. Nunca volvió a escribir nada bueno". Luego agregó: "Marco Tulio es muy burlón. Cada vez que nos vemos me entrega tres o cuatro de sus libros con dedicatorias que son increíblemente insolentes". García Márquez sacó el resto de mis libros del estante y comenzó a leer las dedicatorias. Leyó la de Breve historia de todas las cosas: "Para GM, a quien pienso matar (literariamente)". Esto me recuerda la dedicatoria que GM me puso en El olor de la Guayaba: "Para MT, de la competencia". Cuando en 1980 le quise regalar Cuentos para después de hacer el amor (nos habíamos encontrado en Coyoacán junto con otros colombianos y nos invitó a comer tacos en una taquería de pobres, donde nadie nos --¿se me permite presumir un poco...más?-- reconociera). GM no aceptó el libro. Le pidió a su hijo Gonzalo que lo fuera a comprar en la librería El Parnaso. "Porque sin duda ya estás en El Parnaso", dijo coquetamente. "En este momento sí estoy en el Parnaso", le respondí mirándolo con afecto. "Nunca vas a cambiar", dijo. "Ya cambié", le dije, "desde que se me olvidó escribir como tú", comenté refiriéndome a la vieja querella de los críticos que me atacaron porque dijeron que yo era un imitador de GM (eso fue por los tiempos de mi primera novela, hace ya veinte años). (Agreguen otros catorce, para actualizar). "Tú nunca escribiste como yo", dijo Gabo. Y entendí que eso podría seragresión como un halago.
Motato contó que la primera vez que vio a GM en el DF y que se supo invitado a la casa del Gabo, permaneció en silencio casi dos horas, sin saber qué decir, temiendo quizás meter las patas. Eduardo García Aguilar comentó que después de darle la mano a GM, no se la lavó durante una semana. Yo recuerdo que después de mi tercer encuentro con don Gabriel, en el que por fin pude hablar largamente y en confianza, descubriendo o inventando que GM es en realidad un espíritu superior, no pude dormir tranquilo. Tal vez se trataba solamente de la energía que transmite la fama o del hecho de que en verdad es una persona tan poderosa como una bruja africana que conocí hace ya lustros en el famoso Congreso de los Brujos celebrado en Bogotá.
Muchos de los datos anteriores del encuentro de Motato con Gabo se los extrajo mi dueña a Motato. Ella ni tarda ni perezosa vino a contármelos, sabiendo que eso me iba a poner contento. Siempre he sabido que Gabo me aprecia. De aquí y de allá me llegan noticias sobre sus amables palabras hacia lo que escribo. Y si registro todo esto es para no olvidarlo y para hacer rabiar a algunos de los que me leen a regañadientes y piensan que me la paso inventando glorias efímeras. Podré inventar en mis escritos literarios, pero en estos asuntos de mi vida soy fidedigno. Dos o tres veces he estado a punto de rozar el cielo, y supongo que en gran parte Gabo ha contribuido. En una ocasión Feltrinelli o no se qué editorial italiana quiso comprar los derechos de traducción de todos mis libros, pero el negocio se echó a perder porque estuvo en manos de Carmen Ballcells quien hizo alguna movida (de dinero sin duda) que me aguó la fiesta.
(Lo anterior fue escrito en 1996 y forma parte de un diario que encontré en mi disco duro y que acostumbraba a publicar en Sábado del periódico Unomásuno. Poco a poco he ido rescatando ese diario y lo he publicado en este blog. Hoy, 20 de septiembre de 2010, he terminado la enésima lectura de Cien años de soledad y me he dado cuenta de cuánto le debo a Gabo no sólo en cuanto a estilo sino en cuanto a personajes y escenas parecidas: yo también tengo una mujer que asciende al cielo, tengo a Californio el simple, que se parece a Remedios la Bella, mi estilo se asemeja al suyo pero es evidentemente más rústico --tenía yo 23 años cuando escribí mi primera novela Breve historia de todas las cosas. Es claro que le debo mucho a Gabo, pero me he despegado de su influencia y abierto mi propia trocha).
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