INTIMIDAD CON JACK DANIELS, ALBANY, ROCKEFELLER CENTER
octubre 11, 2010DIARIO DEL 2002
El hecho de que haya ordenado un poco el apartamiento me unió con Cervantes, a quien ahora conozco más a fondo y respeto por mantener en todo instante la distancia. Mi amigo trajo de la licorería un Jack Daniels y bebimos hasta las once. El whisky sacó algunas cosas a flote: especie de reproches sobre mis conferencias que calificó de sexistas. Y llegó el momento crucial.
-Si yo buscara la fama -le dije- no viviría en Xalapa sino en París, Nueva York o Barcelona. En realidad soy un caballero hedonista al servicio de la verdad, de mi familia y de mi comunidad.
Hablé con L por teléfono y se mostró tranquila. Dijo que por primera vez en mucho tiempo la casa estaba ordenada, dijo que si quería quedarme más tiempo en Estados Unidos podía hacerlo. Le respondí que regresaría exactamente el 2 de noviembre, como estaba planeado, justo el día de su cumpleaños y que se preparara porque iba a llevar muchos regalos. No sé por qué, pero sentí desilusión en su voz, como un deseo de que me quedara en Estados Unidos y no regresara a dar lata a Xalapa. Por primera vez no hubo quejas o recriminaciones. Simplemente todo estaba bien sin mí. Estoy leyendo Diatriba de amor contra un hombre sentado, de García Márquez, publicada por Arango Editores. Una mujer en el 25 aniversario de su boda le habla su esposo, un hombre que lee un periódico y que no responde. 10 años antes de que apareciera esta Diatriba de GM, yo escribí "Viaje compartido" (que convertí en obra de teatro bajo el nombre de "Oso, oso, oso", publicada en Tramoya). En esa obra, repito, escrita diez años antes que la de García Márquez y también publicada antes, un hombre le habla a su mujer que no responde, mientras ella teje. Sin duda GM sacó la idea de su obra de la mía, porque es bien sabido que el Gabo lee con agrado y conserva lo que escribo. El que lo dude que se lo pregunte.
Lo que la protagonista de García Márquez le dice a su hombre es diferente a lo que le dice mi protagonista a su mujer, pero el método y la idea son similares.
Hoy ha sido un día largo en el que recorrí mucho territorio y conocí a mucha gente. De New Paltz a Albany son casi dos horas. El autobús sigue la ruta que lleva a Montreal, entre bosques y ríos frecuentes, de escasa corriente, que parecen muy limpios. El sol de otoño se vuelve luz en las hojas de los árboles. Cervantes dice que en el paso de la primavera al otoño hay un instante perfecto, sólo uno, que muy poca gente puede captar. Es el instante en que las hojas se vuelven luz.
Albany es una ciudad de calles muy amplias y limpias, con poca gente. Es una ciudad casi irreal. Es, aunque casi nadie lo sepa, la capital del estado de Nueva York. Tiene una universidad de 20 000 estudiantes. Con Cervantes recorrimos las calles aprisa, subimos a una de las torres de la Plaza Rockefeller, visitamos a sus amigos colombianos que tienen un gran negocio de reparación de calzado, compramos un sandwich con un refresco y lo comimos en un parquecito en pleno centro, bajo un árbol con hojas de color sepia.
La Plaza Rockefeller es un conjunto arquitectónico impresionante, que Hollywood no podría igualar, es un lugar como de sueños, monumental, perfecto, en el que se ve poquísima gente. Uno imagina un gran planeta abandonado por sus habitantes en el momento de mayor esplendor. En el Museo del Estado de Nueva York de Albany gasté muchos de los dólares que gané en Indiana. Compré cosas hermosísimas que regalaré a L el día de su cumpleaños, que será cuando me reciba en el aeropuerto de Veracruz. L cumple años precisamente el día de los muertos. La mala suerte ha hecho que en los diez o más años que hemos estado casados, sólo una vez no he estado de viaje y en esa oportunidad, que siempre me recuerda ella, salimos a comprarle su regalo, y regresamos con un taladro o algo útil.
Ya de regreso del viaje a Albany, dormí una hora y recuperé energías para dar una buena charla a la comunidad de latinos, o hispanos, como gustan llamarse, en New Paltz. Escucharon con avidez y quisieron mis libros, pero ya no había. Es buena gente, que se siente un poco abandonada en los Estados Unidos, y está dispuesta a creer en todo lo que uno les diga con énfasis. Admiran con lealtad, sin segundas intenciones. Hay en ellos avidez por leer, por escribir, por reconocerse. Se reúnen, cocinan, comen, leen poesía, se quieren: nicaraguenses, colombianos, dominicanos, mexicanos, peruanos. Son gente sencilla y tierna, sin envidias.
0 comentarios