DIARIO DE BANFF 1997 (PENÚLTIMA)
noviembre 24, 2010Seres de muchos momentos
Pienso en Juval y Tamy, el dueto de piano formado por el israelita y la japonesa, que se prepararon durante seis meses para un recital en el Centro para las Artes de Banff. Cuando lo dieron, brillante técnicamente y demasiado seco, fueron descalificados olímpicamente por Sergio Cárdenas. Así es este asunto del trabajo artístico: uno se prepara durante años y luego viene alguien y pretende borrarlo de un plumazo. Mañana el dueto partirá de Banff y dará un recital en el Carnegie Hall de Nueva York, con el peso de la descalificación del direcor de la Orquesta Sinfónica de Querétaro. Un concierto no hace a un artista, así como una novela no hace a un escritor; un instante no hace a un ser humano: somos seres de muchos momentos, no todos resplandecientes.
L dejó un calendario escrito a máquina en mi Leighton Studio para que yo tachara los días que fueran pasando. En Xalapa también pegó uno tras la puerta de la entrada de nuestra casa, para que mis hijos supieran cuánto faltaba para que regresara el monstruo. En la pequeña cocina del estudio voy viendo que los filtros de papel para el café se van terminando. Sé que cuando se terminen sólo me quedarán cuatro días de estancia en Banff. Ya quiero regresar a mis rutinas, no lo dudo, tengo muchas cosas pendientes en Xalapa, una de ellas, la casa que tenemos empezada en el jardín y para la cual voy a necesitar mucho dinero. A ver qué pájaro literario se me atraviesa en el camino. Por lo pronto, una vez que regrese a Xalapa, regresaré con dos novelas terminadas y la tercera a medias. Con respecto a la última, El amor pleno, he de decir que hoy avanzó considerablemente. Me sentí muy animado, la novela marcha, es extraña pero apasionante. Un resumen apresurado de ella sería el siguiente: un escritor que es mujeriego hasta extremos casi delirantes, se encuentra con una mujer que resulta insaciable en su amor y en su erotismo exaltado. Siendo muy joven, lo trastorna al punto de alterar todos sus proyectos megalómanos, lo convierte en un esclavo suyo y lo hace revaluar al papel del amor en la relación hombre-mujer. La relación con esa mujer lo redime de alguna forma y le sirve para culminar su carrera como don Juan y como escritor. Si a algún lector de Sábado --no lo había dicho pero ahora voy a decirlo: estos textos fueron escritos para el suplemento literario Sábado del periódico Unomásuno y fueron publicados en 1977-- le suena conocida esta historia es porque ya publiqué apartes de la primera versión de la novela en estas páginas.
Mientras he estado aquí cosas extrañas han sucedido en Xalapa. Hombres desconocidos y malencarados se apostan al frente de mi casa. Alguien ha estado llamando todos los días a las tres de la mañana. No dice nada, simplemente espera escuchar la voz de L y luego cuelga. Si la persona que hace las llamadas está leyendo estas páginas le ruego que espere mi llegada y se comunique conmigo a ver qué podemos hacer por su manía. Conozco buenos psiquiatras, pero si el caso es de alguna enemistad conmigo, sé que lo podremos arreglar de alguna manera.
He conversado extensamente con Sergio Cárdenas. Es un hombre muy inteligente. Ayer me preguntó, mientras estábamos en el Sally Borden, al lado de los cristales que permiten ver la piscina y el cielo:
--¿Qué crees que hay en el fondo del alma humana?
Me costó trabajo encontrar la respuesta pero la hallé:
--Todos los seres humanos que cumplen con su naturaleza aspiran a ser Dios.
Estuvo de acuerdo.
Ya casi no visito mi estudio. Una vez que terminé la escritura de la cuarta novela salí a ver la realidad. Parece que regresé a un mundo más simple, que me ocasiona menos problemas, en el que la gente es plana, sencilla y elemental. Con un poco de nostalgia quise visitar el estudio. Abro la puerta. El sol entra a raudales. Pienso que he pasado siglos en él, que ha habido eras: la era de L, con sus juegos de amor e infantiles: hacerla girar en la silla rodante, las salidas a fumar en el balcón, lo que cocinó, los sándwiches monumentales, luego su partida, mi soledad, sus cartas en las que me reitera su amor y sus advertencias, dice que soy muy débil con las mujeres, demasiado curioso, y si no lo fuera, sobre qué iba a escribir, si desde que me conozco ese es casi mi tema exclusivo, sus cartas en las que se siente amenazada por las llamadas nocturnas, que de paso se suspendieron y L regresó a la alegría de hacer y deshacer en casa, ahora está cambiando el piso del cuarto de los niños. Luego vino la etapa de la escritura obsesiva durante tantas horas que me salió una ampolla en el trasero y tuve que sentarme sobre una dona de espuma, luego, el vacío de quedarme sin novela y salir a ver el mundo, a conocer gente.
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