LAS VISITACIONES DEL DESEO (SIN MÁSCARA...)
mayo 21, 2012
He estado sometido en las últimas noches a una serie de visitaciones nocturnas en ocasiones espantosas por atroces, degradantes, bestiales y sin duda inhumanas, y en ocasiones de un atractivo perverso, torturante. Una de ellas es tan insufrible que me resisto a describirla de manera realista y prefiero incurrir en la cobardía de la perífrasis: un asqueroso mendigo, un ser desechable, tiene adherido a su sexo, succionándolo, a un pequeño mendigo, casi un bebé, de acaso cinco o siete años. Los dos están vestidos. El desechable tiene asida la cabeza del niño con las manos. El niño mama con abnegación, con disciplina, con desesperación, como si fuera una obligación, como si fuera su trabajo. Perdón: no hubo perífrasis. Espero los lectores disculpen este abuso de minuciosidad en la descripción de la degradación humana. La otra visitación no es tan espantosa, pero coincide en el hecho de que el soñador (un yo que soy yo, mi ser onírico, sin tapujos) tiene al alcance de la mano las más deliciosas obras del paraíso, la carne que nos tienta con sus frescos frutos: dos hermosísimas adolescentes que pasan todas las tardes en un apartamento incitando al placer al yo soñante: las dos en shorts, riendo, haciendo dibujos, luciendo sus cuerpos divinos, mirando libros con ilustraciones eróticas. El yo soñante simplemente se resiste a acercarse a ellas por una especie de sufriente sentimiento de pecado, y si se atreve es con una débil energía que se resuelve en nada, aun antes de tocarlas. En las dos visitaciones hay sufrimiento, compasión del soñador por el yo soñado, conciencia de que el mensaje es claro e inapelable. Las visitaciones han coincidido con tres circunstancias: una abstinencia sexual no muy larga, exceso de ejercicio físico y la suspensión de una medicina que debe estar luchando contra la inflamación de la parte más delicada del cuerpo masculino. Conclusión más que obvia: la imaginación exacerba sus excesos cuando el cuerpo comienza la declinación irremediable.
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