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LA NINFA BERE EN EL CAFÉ DE LOS TURCOS EN CALI

junio 01, 2012


Cali, 1973. Caí como una condenado en el Café de Los Turcos. Cali es una ciudad que parece tener un solo ombligo para los que son y los que se creen intelectuales. Allí estaba la ninfa Bere acompañada ¡por su secretaria! quien invariablemente responde a todas sus preguntas con un sí su merced. El mesero la atiende con enorme respeto. Muchas personas inclinan la cabeza al pasar a su lado. ¿Qué es esto? ¿Quién es esta niña desquiciante?
Caminamos hacia La Tertulia. Anocheció. Buscamos rincones oscuros para darnos besos. Seguimos caminando como si ya nada más tuviéramos que hacer sino caminar y darnos besos en la vida. Nos sentamos en las graderías del Teatro al Aire Libre Los Cristales. Nos tomamos de las manos. De las cuatro manos.
—¿Tú eres puro? —me pregunta.
—Eso depende de lo que llames puro.
—Tú sabes, esas cosas.
—¿El sexo?
—Sí.
—Pues creo que no.
—¿Te acostaste con tu amiga Nika y le hiciste sexo?
—Sí.
—¿Y con quién más?
—Con Maria Riascos, Carmela Riñón, con una de apellido Heinz y dos o tres mujercillas más.
—¿Y conmigo quiedes hacer esas cosas?
—No sé —le dije y creo que fui sincero. A esas alturas del baile ya no sabía distinguir mis objetivos de mis subjetivos.
—Yo sí sé que NO quiedo hacedlo --dijo Bere--. Yo soy puda, yo te amo pero no, no y no te voy a ceder mi cosita—. Sus manos de muñeca se humedecieron entre las mías.
—Creo que uno se gasta haciendo el sexo con muchas personas y luego ya no tiene para cuando le llega el verdadero —pronunció “veddadero” de una forma exquista que me hizo saltar el corazón como una rana en una olla de agua hirviendo.
Tomó mi cabezota entre sus manos y me besó la cara con tierna violencia entre murmullos vengativos.
— ¿Sabes lo que me gusta de ti? —preguntó.
—No sé.
—Adivina.
—No sé.
—La boquita toda roja y los dientes de ratón.
Y yo soñando con la inauguración de su ruta de canela. No pude menos que sonreírle candorosamente sacando de quién sabe dónde diablos mis reservas arcangélicas.
Bere suspiró aliviada.
—Si sólo hubiera dos personas y un arbolito en el mundo, te sentarías conmigo debajo del arbolito?
— ¿Qué responder?

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