La crueldad del nadador metido a jurado de premio literario
abril 13, 2013
22 de julio de 2012. A mi izquierda, en una espacio libre de mi
estudio (tercer piso, soledad y silencio absolutos, al frente colgando de un
clavo mi violín apolillado, los diplomas de mis premios favoritos, la cartelera
con mis papeles recordadorios, la televisión pantalla plana, el ventilador,
libros en todas las paredes) hay una pila con
56 manuscritos desechados de novelas del concurso José Eustasio Rivera
(en sus portadillas he escrito: crueldad
inaudita, partes mal cosidas, flojo, errático, estilo torpe y con retóricas
retorcidas, niño de ocho años mata a su padre mientras éste cabalgaba a su
madre, ciencia ficción elemental, ágil, interesante pero cursi y torpe,
costumbrista, adjetivación alambicada "lo miró absorto y estupefaciente”) chispeante diálogo intrascendente, pobre, muy mal escrito, no tiene una puta
idea de cómo se usan los signos de puntuación, vulgar y discursivo, palabrería
en dos tomos (550 páginas), mensajista, turístico, cuenta la violación de una
prima en un parque de Bogotá, impreso con un lujo casi ofensivo pero escrito
con las patas, prosa escabrosa, cursilería poética femenina, chilena: sobre
galanes juniors, flojo, sobre un inadaptado, sacerdote guapo que
tienta a monjas lujuriosas, recreación de la Ilíada en 600 páginas: escrita
como fábula infantil, vida universitaria en Colombia: huelgas, pedreas, Marx,
etc., mal escrito, insustancial, secuestro en Bogotá. Y en una caja, al lado de
la cama, las quince novelas sobrevivientes, algunas prometen lecturas muy
agradables, otras están escritas con fineza, hay una con umpecable estilo del
siglo XVII, hay una (breve) que parece escrita por mi amigo Daniel Ferreira,
hay una novela negra escrita por un argentino. Hace dos días recibí cinco
(onerosas, escribiría Borges) cajas que fueron traídas por UPS desde Neiva,
Colombia, tuve que pagar 448 dólares de derechos aduanales. Espero que los
organizadores del concurso me regresen el dinero. Todo (a excepción del básquet
y la natación) lo he suspendido para leer: he leído por lo menos tres capítulos
de 71 novelas en dos días. Es una actividad agradable y apasionante. Cada vez
que desecho una novela (arrojándola a un lado sobre una caja con un aire de
diva hastiada del asedio de los caballeros de frac) me siento como un cruel y
sonriente verdugo que goza viendo escurrir la sangre de los cuellos
nítridamente cortados de tantos escritores (aspirantes a escritores, aclaro):
imaginar que alguien gaste cinco años de su vida para terminar un mamotreto de
500 páginas y después un escritor (viejo, curtido, despiadado como yo) lea las
primeras páginas y luego, ¡paf!, a la
vil basura. ¡Bien merecido lo tenían por pretenciosos! ¡Cómo se atrevieron a aspirar a 20 000 dólares sin haber siquiera
aprendido a usar las herramientas básicas: ¡a la basura! ¡Vaya insolencia e
ingenuidad!
2 comentarios
¡¡¡súper!!! En algunas ocasiones la crueldad es necesaria, y más para aquellos que se autodenominan novelistas.
ResponderEliminarDe acuerdo
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