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¿Se puede corregir el pasado?

mayo 16, 2013

Cuando un autor se reescribe: la Breve (y la no tan breve) historia de todas las cosas de Marco Tulio Aguilera Garramuño

Peter G. Broad, Ph.D.
Professor of Spanish Emeritus
Indiana University of Pennsylvania
Indiana, PA 15705
peterbroad7@gmail.com

Fotografía
Una foto de 1982 con José Donoso en deliberaciones de Concurso Jorge Isaacs
No es nada nuevo que un autor retoque sus obras cuando se publica una nueva edición, pero Marco Tulio Aguilera Garramuño, escritor colombiano-mexicano, ha elevado la práctica a un nuevo nivel. Hace poco más de un año publicó una nueva versión de su primera novela, la obra con la que inició su larga carrera literaria, Breve historia de todas las cosas. La versión original, publicada en Argentina en 1974 y premiada con el premio nacional de novela de Costa Rica, fue un tomo breve, humorístico, que la crítica comparó con la invención de Macondo de García Márquez. La nueva versión, que ha perdido (con razón) la palabra “breve” de su título, se ha modificado, ampliado, cambiado y, en general, reescrito sin que llegue a ser una verdadera obra nueva.
            Desde el principio de su carrera como narrador, Aguilera Garramuño ha reescrito cuentos, y títulos con bastante frecuencia. También cambió el final de su novela Mujeres amadas en la segunda edición. Estos cambios y modificaciones a veces mejoran de forma notable las versiones originales, pero en otras ocasiones no tanto. Hace poco Aguilera Garramuño afirmó en su blog que: “Si yo viviera 200 años probablemente reescribiría todos mis libros tres o cuatro veces. La idea es que todo se puede mejorar siempre. Creo que soy mejor escritor (o por lo menos mejor estilista) ahora que hace 35 años” (Descabezadero, 30 de octubre de 2012).
            La publicación de la nueva versión de Historia de todas las cosas ofrece la perfecta oportunidad de examinar tal declaración con el fin de estudiar el desarrollo artístico del autor a través de las decisiones que ha tomado al reescribir su novela casi cuarenta años después de escribirla por primera vez. En este estudio veremos primero algunos ejemplos de las previas reescrituras de las obras de Aguilera Garramuño con el fin de ver los recursos que emplea al emprender tal reescritura. Luego compararemos algunos ejemplos destacados de las modificaciones que ha sufrido la novela en su nueva versión. De esta manera, sin estudiar toda su trayectoria literaria, tendremos una visión de cómo se ha desarrollado la escritura de Aguilera Garramuño a lo largo de su carrera como narrador. Como indicó un crítico mexicano en Corónica: “Será indispensable que alguien realice un estudio comparativo entre la primera versión de la novela y la que ahora llega a nuestras manos, no son muchas las oportunidades que se tienen de atisbar el proceso de gestación de una obra de arte de estas proporciones” (López). El estudio comparativo exhaustivo tendrá que esperar otra ocasión, pero aquí por lo menos lo vamos a iniciar.
            Quizás la principal característica de la reescritura de Aguilera Garramuño sea su empeño en buscar palabras más exactas para expresarse. Antes de examinar la novela que nos ocupa aquí, miremos primero unos ejemplos previos de lugares donde el autor reescribió eficazmente porciones de sus cuentos.
            Considérese, por ejemplo, esta oración en dos versiones que demuestran de forma muy clara el esfuerzo, hasta el cariño con el que Aguilera Garramuño se acerca a su prosa. Viene de “El suave olor de la sangre”, cuento que apareció por primera vez en las ediciones primeras de Cuentos para después de hacer el amor. El narrador-protagonista, que está asaltando un autobús junto con una pandilla de hombres vestidos más o menos de neo-aztecas, se dirige a los pasajeros: “Como podrán notar si miran con cuidado a lo largo de la extensión de este vehículo automotor hay la cantidad de trece jóvenes sonrientes y armados con puñales, dagas, macanas, llaves inglesas, picahielos, cuchillos matamarranos y estiletes, de modo que lo más conveniente para la salud y el correcto tejido de la piel es que permanezcan en silencio, inmóviles y tranquilos como en misa.” Eficazmente el autor ha logrado comunicar la idea de que se trata de una persona que intenta elevar su discurso a algo más que una simple amenaza de asaltante, pero que carece de una formación adecuada para hacerlo. Así dice, por ejemplo, “vehículo automotor”, frase de resonancia cuasi-jurídica. También refuerzan este tono las palabras excesivas que emplea, como “a lo largo de la extensión de” y “la cantidad de”, frases que sólo sirven para resaltar el carácter del discurso y no para comunicar.
            Cuando reescribe este cuento para Cuentos para antes de hacer el amor, Aguilera Garramuño hace unos cambios sutiles pero eficaces en la oración: “Como podrán notar si miran con cuidado a lo largo de la extensión de este vehículo automotor hay la cantidad de trece jóvenes sonrientes y armados con puñales, dagas, macanas, llaves inglesas, picahielos, cuchillos matamarranos, estiletes y hasta inclusive martillos de emergencia, de modo que lo más conveniente para la salud y el correcto tejido de la piel es que permanezcan en silencio, inmóviles, tranquilos, como en misa, digo.” El primer cambio es la adición de otra arma, “y hasta inclusive martillos de emergencia”. Representa un reductio ad absurdum de una lista ya excesiva, precedida de una frase más de ignorante que presume de cultura, “y hasta inclusive”. El otro cambio es el modo de terminar la oración, donde el efecto que se busca es devolver la expresión a un nivel más convincentemente hablado y menos literario al agregar la palabra “digo”.
            Otro ejemplo de cómo trabaja Aguilera Garramuño su estilo al reescribir un cuento se encuentra en las palabras con las que se abre “Cantar de niñas”, cuento con el que comienza la colección Los grandes y los pequeños amores: “Con su noble sonrisa, plácida y segura, la vi ejerciendo una encantadora felicidad de niña.” Esta sencilla y rítmica oración, casi versos de romance (puede dividirse fácilmente en un heptasílabo, dos octosílabos y otro heptasílabo, con rima asonante entre los dos heptasílabos), establece un aire de tranquilidad y sobriedad que, quizás irónicamente se desarrolla luego en una historia de la obsesión de un hombre mayor hacia una niña, al estilo de la Lolita de Nabokov, aunque sin llegar a cumplirse ningún acto sexual. Esta oración inicial le da al cuento el tono del epígrafe, unos versos de Antonio Machado:
                        Del romance castellano
                        no busques la sal castiza:
                        mejor que romance viejo,
                        poeta, cantar de niñas.
Es una apertura perfectamente lograda.
            Sin embargo, no es la primera versión publicada del cuento. En las versiones originales de Cuentos para después de hacer el amor, aparece bajo el título de “Fruta verde”. Es el mismo cuento, pero el autor continuó perfeccionándolo después. La primera oración de esta versión dice así: “Muy blanca, con su hermosa sonrisa plácida y segura, la vi ejerciendo una serena felicidad de niña”. Es también una frase bien hecha, pero los cambios la han mejorado notablemente. La tranquilidad está allí en las dos versiones, sugerida por palabras como “plácida”, “segura” y, en la versión original, “serena”. Pero, al sustituir “serena”, observación objetiva, por “encantadora”, interpretación subjetiva, Aguilera Garramuño ha logrado iniciar con una sola palabra la comunicación de lo que siente el señor al contemplar a esta niña. La frase “muy blanca” que inicia la versión original, aparte de su ritmo, no añade nada a la imagen que se va creando. En cambio la “noble sonrisa” eleva la imagen a un nivel de placer maduro, desarrollando así lo introducido en el epígrafe. (En la versión original no hay epígrafe.)
            Un ejemplo de una reescritura no tan bien lograda, al menos para mí, es el fin de la novela Mujeres amadas. En la versión original la frase final, que viene justo después de una metedura de pata que rompe definitivamente la relación entre el narrador/protagonista y la que había sido su amante (grita el nombre de la hermana de la amante en el momento del clímax). Esta novela es una larga reflexión sobre teorías filosóficas y literarias del amor, y este fin de la relación le lleva al protagonista, Ramos, a decir: “Ahora sólo me queda como lo que quizás siempre fue: Literatura” (206). Es un perfecto resumen de toda la novela precedente.
            Sin embargo, al reeditar la novela para la segunda edición, Aguilera Garramuño agregó un párrafo más. En éste hace referencia a que recibió años más tarde, después de la publicación de la novela, una carta en que un individuo le dice que él había vivido la misma experiencia con la mujer en que se basa el personaje de la amante. Por un lado se enredan así aún más la vida y la literatura, lo real y lo inventado, y uno no sabe si es la realidad la que destruye la fantasía o la fantasía la que destruye la ficción, o qué. Siempre he preferido la primera versión por lo que comunica con poquísimas palabras. El párrafo adicional, desde luego, introduce la técnica del fin abierto, pero no cuadra bien con el resto de la novela.
            Para resumir, entonces, hemos visto que Aguilera Garramuño, al reescribir pule su lenguaje, buscando la expresión exacta para lo que quiere comunicar, sea una idea o, más importante, un tono o un efecto sicológico. Por otra parte, podemos decir que también es capaz de seguir trabajando el texto hasta más allá de la mejor expresión de sus ideas. Las dos características se encuentran en abundancia en la reescritura de la novela.
            Lo primero que se nota al comparar la Breve (y la no tan breve) Historia de todas las cosas es la ampliación que ha sufrido la novela. La primera versión cuenta con veinticinco capítulos, pero la segunda ha crecido a cincuenta y cuatro. Sólo veintiuno de los capítulos originales se encuentran en la segunda versión de forma reconocible, pero no todos aparecen en el mismo orden, hay nuevos capítulos intercalados, y hay poco que no se ha modificado de alguna manera.
            Para los que todavía no hayan tenido el placer de leer la Historia, he aquí un breve y totalmente inadecuado resumen: a lo largo de la novela se narra el desarrollo de San Isidro de El General, pueblo costarricense convertido en pequeña ciudad al construirse la Carretera Panamericana. Poco a poco vamos viendo cómo los mismos personajes y sus descendientes se adaptan y no se adaptan a las nuevas realidades. La voz que narra todo esto es la de un señor a quien la justicia dejó olvidado en la cárcel desde la revolución de 1948, y quien admite que mucho de lo que describe lo inventa, pero sin indicar qué parte. En una reseña publicada en la revista Crítica, Alejandro Hermosilla Sánchez dice que es:
“Un libro que está hecho tanto para dis­fru­tar con sus per­son­ajes y enseñan­zas como para remem­o­rar los prob­le­mas que enfrentó el escritor cuando lo escribía: como si se tratara de un com­bate y, a la vez, de una colab­o­ración entre Marco Tulio y la tradi­ción lit­er­aria de la que pro­cedía con el fin de crear un híbrido nar­ra­tivo que no fuera ni total­mente con­tinuista ni abso­lu­ta­mente irrev­er­ente con un pasado que estaba más intere­sado en cues­tionar e inter­rogar que en criticar o rev­er­en­ciar” (Hermosilla).
Es todo esto y más.
            Como se notó antes, parte de lo que hace Aguilera Garramuño al escribir es acariciar el lenguaje, buscarle la mejor forma de comunicar sus ideas. Esto lo vimos en los cuentos citados, y se puede apreciar también en la primera página de la nueva versión de la novela. Esta página corresponde a la primera página del cuarto capítulo de la novela original. Narra la llegada a San Isidro del primer negro, pues en aquella época les estaba prohibido a los negros vivir más que en la costa del Caribe. En la Breve historia dice así: “como él no tenía ningún negocio pendiente en Puerto Limón y como estaba desesperado por asuntos de amores, se vino a aventurar tierra adentro” (37). En la Historia la frase ha sido ampliada con un nuevo elemento: “como él no tenía ningún negocio pendiente en Puerto Limón y como estaba desesperado por asuntos de amores y recuperándose de una picadura de machaca que le había tenido el aguijón enhiesto quince días con sus noches correspondientes, se vino a convalecer y a aventurar tierra adentro” (15). Lo que ha hecho aquí Aguilera Garramuño es sacarle más jugo a la anécdota, agregándole un nivel fisiológicamente humorístico.
            La Breve historia, en vez de comenzar con la llegada del primer negro, cuenta la historia de los judíos que vinieron a San Isidro de El General. Empieza así: “Los yamiles, abrahames y demás judíos que no habían conseguido que el Gobierno Municipal pavimentara la calle por donde ellos tenían instaladas sus tiendas, sacaban agua del caño con un bastón a cuyo extremo amarraban un tarro y lo lanzaban a guisa de regadera sobre el polvo rojo para aplacarlo” (11). En la Historia los judíos vienen después del negro, en el capítulo dos. Aquí otra vez el autor ha ampliado la frase, esta vez añadiendo adjetivos para dar más color a la escena: “Escribió el historiador-literato: Los baruches, ibrahimes, emires, sultanes, califas y demás latrocínicos, no habiendo conseguido que el gobierno municipal pavimentara la Calle del Comercio donde tenían instaladas sus tiendas, carpas y changarros, sacaban el agua cristalina de los arroyos originales con un bastón a cuyo extremo amarraban un tarro y lo lanzaban a guisa de regadera sobre el polvo rojo para aplacarlo” (25).
            En el segundo caso el autor ha añadido mención del narrador (que llama “ranador”), ha ampliado la lista de nombres judíos en un reductio ad absurdum que va de judíos a árabes y añade una palabra inventada que implica la deshonestidad comercial. En vez de la simple pero posiblemente ambigua palabra tiendas, tenemos la adición de sinónimos para las dos posibles acepciones para convertir la palabra sencilla en una frase retórica. También, en vez del caño, sacan el agua, ahora cristalina, de los arroyos originales, reforzando la idea de que aquí estamos en los primeros momentos del mundo que se está inventando.
            Otro tipo de ampliación en la segunda versión se relaciona con el aspecto vagamente autobiográfico de la novela, idea reforzada en esta versión por la adición de un personaje llamado Garrapata, y tiene más bien el fin de insertar algún ejemplo de algo que le ha afectado al autor en su vida personal y que no podría haberse incluido en la primera versión por no haber ocurrido todavía. Hay varios casos, pero un ejemplo nos basta. He aquí la frase original: “En todo caso los derrumbes aumentaban, los mendigos proliferaban y el Obispo llegó” (199). En la nueva versión dice así: “En todo caso los derrumbes aumentaban, los mendigos proliferaban y el obispo Gruesa y Cordera, hombre voluntarioso que usaba siempre la misma sotana sucia por vocación de santidad hasta que la prenda comenzaba a podrirse sobre su cuerpo, criatura ventripotente, cuyo rostro sufría los estragos de la gravedad, particularmente en su triple papada, su nariz de corbatín roja como la de un payaso, llegó” (393).
            La adición de la descripción del obispo con su nombre no parecería tener ningún sentido especial más que agregar un toque de sarcasmo a la idea de un obispo gordo de falsa humildad. Pero, los que conocemos algo de la biografía de Aguilera Garramuño sabemos que estaba en conflicto constante con el antiguo arzobispo de Xalapa, ciudad en la que reside, un tal monseñor Obeso y Rivera, quien quería echarle del país por pornógrafo. En 1974, cuando se publicó la primera versión de la novela, el autor no había estado nunca en Xalapa ni fue obispo el señor Obeso.
            Aguilera Garramuño no dejó intacto el final de la novela tampoco. Como vimos antes con Mujeres amadas, agregó otro párrafo más. En este caso, sin embargo, hasta podría verse como una justificación de lo que hemos venido diciendo aquí.
            En las dos versiones la atención se vuelve sobre Mateo Albán, el supuesto narrador/autor de la novela, el que ha estado en la prisión de San Isidro desde tiempos de Pepe Figueres.  En la primera versión la narración vuelve al comienzo, sugiriendo una circularidad al tiempo:
                        “Mateo Albán quiso salir y gritó.
            Cuando pidió la revisión de su sentencia supo que había sido derogada hacía tiempos, que la única prisión había sido su propio cuerpo y que los fantasmas de su novela le habían robado los años porque en cuanto salió se percató de que los yamiles, moiseses y demás judíos todavía no habían conseguido que el Gobierno Cantonal pavimentara las calles donde ellos tenían instaladas sus tiendas y por eso sacaban agua del caño con un bastón a cuyo extremo amarraban un tarro …” 269-270).
Las últimas palabras son idénticas a las primeras.
            En la nueva versión la repetición de estas palabras no tiene el mismo efecto, pues no son ahora las primeras palabras del texto. Dice así:
                        “Mateo Albán quiso salir y gritó.
            Cuando pidió la revisión de su sentencia, supo que no existía, que su nombre no aparecía en papel alguno, que la única prisión había sido su propio cuerpo y que los fantasmas de su novela le habían robado los años porque en cuanto salió de la cárcel, caminó hacia el parque y subió por la calle del Comercio se percató que los baruches, ibrahimes, emires, sultanes, califas y demás latrocínicos, no habiendo conseguido que el gobierno municipal pavimentara la calle donde ellos tenían instaladas sus tiendas, sacaban agua del caño con un bastón a cuyo extremo amarraban un tarro …” (514).
De nuevo las palabras son casi idénticas a cuando aparecieron en el capítulo cuatro, excepto que falta la adición de los sinónimos de tienda y el agua ha vuelto a salir del caño. Pero luego viene un párrafo más, que es como una descripción de lo que es la reescritura de la novela:
            “Entonces entendió, como en una iluminación, que el mundo no era del todo bueno, pero sí divertido, y que había que reinventarlo todos los días, hasta que saliera bien. El buen Dios había dejado la tarea pendiente” (515).
 OBRAS CITADAS
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Breve historia de todas las cosas. Buenos Aires: Ediciones de la Flor,
            1974.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Cuentos para antes de hacer el amor. Bogotá: Plaza y Janés, 1995
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Cuentos para después de hacer el amor. Bogotá: Oveja Negra, 1985.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Descabezadero, 30 de octubre de 2012.
            http://mistercolombias.blogspot.com/2012/10/vida-en-kansas-university-en-lawrence.html
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Historia de todas las cosas. México D.F.: Educación y Cultura, 2011.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Los grandes y los pequeños amores. México D.F.: Conaculta, 1992.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Mujeres amadas. Jalapa: Universidad Veracruzana, 1988.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. Mujeres amadas. Xalapa: Universidad Veracruzana, 1996.
López, Adrian. “Historia de todas las cosas, reeditada en México”.
            http://www.revistacoronica.com/2012/06/historia-de-todas-las-cosas-reeditada.html
Hermosilla Sánchez, Alejandro. “Historia de todas las cosas de Marco Tulio Aguilera Garramuño:
            Un diabólico artefacto.” Crítica (152).

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