Bogotá, un día hace muchos años: Kataraín, Elena Garro, Dago García, Bogotá
julio 27, 2013
¿1990?
Veo al editor José Vicente Kataraín casi igual a como lo vi hace tal vez diez años (ahora luce una discreta barriguita que le hago notar) cuando me atendió con displiscencia y rechazó la posibilidad de publicar mis libros. Me pregunta por Elena Garro y yo le cuento lo que sé de su aislamiento, su vejez, sus gatos franceses, su enfermedad y el retorno desde el exilio en París. Prometo buscarla para investigar si está interesada en publicar con Kata. (La dirección de editor es: José Vicente Kataraín, Editorial La Oveja Negra, Cra. 14 No. 79-41, Bogotá, Colombia. Si algún lector tiene acceso a Elena Garro, le pido el favor de que le comunique que este editor está MUY INTERESADO en comprar los derechos de sus libros para Sur América).
Antes de abordar el asunto de los negocios que vengo a proponerle, hablamos en general de la situación. Kataraín explica que cuando la represión espantó a los narcos de Colombia, la situación económica comenzó a decaer. Planteó la teoría de que todo el país se beneficiaba, de alguna manera, de la prosperidad de los narcos. "Ahora los narcos han huido y están haciendo florecer los países vecinos: Ecuador, Perú, Venezuela. Colombia se acostumbró al dinero fácil y abundante. Ahora que no lo hay, todo va decayendo. Los colombianos tienen que acostumbrarse a la nueva realidad. Tienen que volver a trabajar con las manos".
-¿De qué vive la Oveja Negra?- pregunto.
-Básicamente de la exportación y de hacer libros por encargo. Sin embargo estamos apostando por algunos escritores. Tiende la mano hacia un estante y me muestra dos libros de Alicia Yañez Cossío, una escritora ecuatoriana premiada en París. Dice que ahora está trabajando con mujeres y que ellas le están produciendo dividendos.
Tras la conversación general comenzamos a hablar de negocios. Saco de mi portafolios el volumen de La hermosa vida, lo ojea, lee unas líneas, le explico mi proyecto de la serie de novelas que he llamado El libro de la vida. Luego le entrego la edición de Los grandes y los pequeños amores de Joaquín Mortiz, le muestro el disquete con una antología de mis cuentos eróticos y le obsequio las ediciones colombianas de Cuentos para después de hacer el amor y Cuentos para ANTES de hacer el amor.
-Esto me interesa más -dice apartando discretamente la novela (480 páginas) -: me gustaría publicar la antología de cuentos eróticos y otra antología de cuentos, que yo colocaría en España.
Le pido una computadora prestada para imprimir la antología de textos eróticos.
-Quiero leer todos tus cuentos y hacer yo mismo las antologías.
Le digo que habrá que negociar con los editores anteriores de los libros, particularmente con Plaza y Janés, que tiene casi todos los derechos de mis obras en Colombia, y él responde que no es necesario, que hay que promover a los escritores sin poner reparos. Yo no estoy del todo de acuerdo, pero me siento dispuesto a esperar para ver qué negocio podemos hacer. Por lo pronto las nuevas ediciones de La Oveja son muy agradables: de tapa dura, buen tipo de letra, buen gusto en la portada.
Sabiendo que voy hacia Cali, donde ha ganado la eleccción a gobernador mi amigo el escritor Gustavo Alvarez Gardeazábal, Kataraín me suguiere que le proponga el plan de una Biblioteca de Autores Vallecaucanos. Le digo que no estoy seguro de poder abandonar lo que tengo en México para aventurarme en Colombia con mi familia. "Puedes venir un par de meses al año, para probar si te conviene regresar del todo", dice Katarín.
Nos despedimos en los mejores terminos. Le expreso mi gusto por haber encontrado un editor colombiano que todavía tiene fe en su trabajo (aunque me guardo lo que sé sobre sus ilícitos con las obras de García Márquez).
Echo a caminar rumbo al apartamento de Nena y en el camino me acuerdo que en las cercanías vive Dago García, quien está organizándose para hacer una película basada en un cuento mío. Vive en un edificio de ladrillo rojo, lujosísimo, en la mejor zona de Chapinero. No se encuentra. Le dejo en la caseta de vigilancia una nota con mi teléfono y mi dirección. Al llegar al apartamento de la Nena encontré llamada de Rocha en la contestadora. Me invita a cenar mañana por la noche. La cena es algo como un desagravio, pues Rocha tomó mi cuento sin permiso e hizo el guión y comenzó las gestiones para la película sin mi consentimiento. Lo que no es nada nuevo en Colombia.
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